#187 - Jeremías 26-33: "El Nuevo Pacto; Jeremías en la cárcel; las promesas de Dios"

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#187 - Jeremías 26-33

"El Nuevo Pacto; Jeremías en la cárcel; las promesas de Dios"

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#187 - Jeremías 26-33: "El Nuevo Pacto; Jeremías en la cárcel; las promesas de Dios"

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Con mucho valor, Jeremías les dice que es inocente y que hagan con él lo que quieran. Al ver esa valentía, algunos lo apoyan, como, “Ahicam, hijo de Safán [que] estaba a favor de Jeremías, para que no lo entregasen en las manos del pueblo para matarlo” (Jeremías 26:24). Ahicam era un alto funcionario del gobierno que había aprendido a obedecer a Dios bajo el rey anterior, el justo Josías (2 Reyes 22:12). Por su apoyo, recibiría de Dios una gran bendición, su hijo Gedalías sería el gobernante de Judá luego que los babilonios conquistaran la ciudad (2 Reyes 25:22).

En medio de las acusaciones, surge un debate entre los que apoyan a Jeremías y los que quieren matarlo. Los que lo defienden traen a la memoria al profeta Miqueas, que vivió unos cien años antes y que también habló contra Jerusalén. Sin embargo, recordaron que el rey de ese entonces, Ezequías, agradeció la advertencia y Jerusalén fue protegida. Dicen: “¿Acaso lo mataron [a Miqueas] Ezequías rey de Judá y todo Judá? ¿No temió al Eterno, y oró en presencia del Eterno, y el Eterno se arrepintió del mal que había hablado contra ellos? ¿Haremos, pues, nosotros [al matar a Jeremías] tan gran mal contra nuestras almas? (Jeremías 26:19). 

También recordaron el caso de otro profeta, Urías, que no se menciona más en la Biblia. Esto indica que no todos los profetas están registrados en la Biblia. Recuerden que Dios sólo inspira lo esencial en su Palabra. Este profeta vivió durante la vida de Jeremías y dio su testimonio, pero en un momento de flaqueza, huyó a Egipto. Como había un tratado con el faraón, el rey Joacim lo trajo de vuelta a Judá donde fue ejecutado (Jeremías 26:20-23). Ser profeta en esos días era muy peligroso.

Aún más, Dios mandó a Jeremías, como el profeta principal de Jerusalén, destacar su mensaje al público mediante símbolos. Debía ponerse un yugo y hacer otros para enviar a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón. Dios le entrega el mensaje que debe enviarles: “Yo he puesto todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo... y todas las naciones le servirán a él... hasta que venga también el tiempo de su misma tierra, y la reduzcan a servidumbre... Y a la nación... que no sirviere a Nabucodonosor... y no pusiere su cuello debajo del yugo del rey de Babilonia, castigaré a tal nación con espada y con hambre y con pestilencia...” (Jeremías 27:6-8). 

Al escuchar esta profecía, los falsos profetas se levantan para negarla. Por eso Dios dice: “Y vosotros no prestéis oído a vuestros profetas, ni a vuestros adivinos... que os hablan diciendo: No serviréis al rey de Babilonia. Porque ellos os profetizan mentira... Mas a la nación que sometiere su cuello al yugo del rey de Babilonia y le sirviere, la dejaré en su tierra... y morará en ella. Hablé también a Sedequías, rey de Judá conforme a todas estas palabras, diciendo: Someted vuestros cuellos al yugo del rey de Babilonia, y servidle a él y a su pueblo, y vivid” (Jeremías 27:9-12).

Uno de los falsos profetas principales se llamaba Hananías. Este hombre, en su ira, tomó el yugo de Jeremías y lo rompió en frente de todos. Dijo: “Así habló el Eterno... diciendo: Quebranté el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa del Eterno, que Nabucodonosor rey de Babilonia tomó de este lugar... y yo haré volver a este lugar a Jeconías hijo de Joacim... y a todos los transportados de Judá” (Jeremías 28:2-4). 

Al escuchar esta falsa profecía, Jeremías responde, ojalá que así sea, pero son palabras para agradar al pueblo y no vienen de Dios. Las verdaderas profecías siempre le advierten al pueblo del castigo venidero. Dios, indignado al ver el atrevimiento de Hananías que desafía una de sus profecías, le comunica a Jeremías el siguiente mensaje para Hananías: “Así ha dicho el Eterno: Yugo de hierro puse sobre el cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor... Ahora oye, Hananías: El Eterno no te envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo, por tanto... he aquí que yo te quito de sobre la faz de la tierra; morirás en este año, porque hablaste rebelión contra el Eterno. Y en el mismo año murió Hananías, en el mes séptimo” (Jeremías 28:14-17). Puesto que la profecía fue dada en el quinto mes (Jeremías 28;1), Hananías murió dos meses más tarde. Es una advertencia de que, ¡no hay que jugar al profeta o desafiar a Dios! 

Había también falsos profetas entre los exiliados que ya se encontraban en Babilonia. Por eso Dios les envía por medio de Jeremías una carta de consuelo y de ánimo a los cautivos de Judá pero también trae una advertencia para que no escuchen a los falsos profetas. La carta dice: “Así ha dicho el Eterno: Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed del fruto de ellos. Casaos y engendrad hijos... y multiplicaos ahí, y no disminuyáis. Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar... no os engañen vuestros profetas que están entre vosotros... porque falsamente os profetizan ellos en mi nombre; no los envié... Porque así dijo el Eterno: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar... Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:4-13). 

Noten que, por los pecados cometidos, tendrán que pagar el precio al desobedecer la ley de Dios. Pero una vez castigados y purificados después de 70 años, entonces tendrán la actitud correcta para obedecerle de verdad. Es triste, pero a veces tenemos que aprender la lección de la desobediencia al pagar con el castigo y la aflicción. Dios siempre estará dispuesto a ayudarnos, pero nosotros también tenemos que mostrarle un verdadero arrepentimiento (vea 2 Corintios 7:9-10). 

La carta efectivamente llegó a los exiliados en Babilonia, pero pronto, los profetas oficiales allí desmintieron la carta. Por lo tanto, Dios les envió otra carta a ellos advirtiéndoles de no dar unas falsas esperanzas a los cautivos. También profetiza que los tres a cargo de estos falsos profetas: Acab, Sedequías y Semaías pronto morirán (Jeremías 29:20-32). 

A pesar de la destrucción próxima de Judá, para consolarlos, Dios le entrega a su pueblo una maravillosa profecía de los tiempos del Fin. Dice: “¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob, pero de ella será librado [de la Gran Tribulación]” (Jeremías 30:7). Unger comenta: “Las tristes profecías de Jeremías son aliviadas con una profecía del glorioso futuro de la nación. Pero esta gran reunión y restauración de Israel en el tiempo del Fin ocurrirá después de la Gran Tribulación, llamada aquí, la angustia de Jacob, porque se trata principalmente de la Israel de los Últimos Días” (p. 351).

Continúa el relato: En aquel día, dice el Eterno... yo quebraré su yugo... y extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre, sino que servirán al Eterno su Dios y A DAVID SU REY, A QUIEN YO LES LEVANTARÉ... yo soy el que te salvo de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra de cautividad; y Jacob volverá [se refiere no sólo a Judá, sino a todas la tribus de Israel], descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien le espante... y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia... He aquí yo hago volver los cautivos de las tiendas de Jacob, y de sus tiendas tendré misericordia, y la ciudad será edificada sobre su colina, y el templo será asentado según su forma... en el fin de los días entenderéis esto [no para ese entonces]” (Jeremías 30:7-24).

Dios revela que salvará a todas las tribus de Israel en los tiempos del Fin. “En aquel tiempo, dice el Eterno, yo seré por Dios a todas las familias de Israel, y ellas me serán a mí por pueblo... Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia... He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré de los fines de la tierra... en gran compañía volverán acá. Irán con lloro, mas con misericordia los haré volver... porque soy a Israel por padre, y Efraín [la cabeza de las 10 tribus norteñas] es mi primogénito... y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sion... y nunca más tendrán dolor... Y el alma del sacerdote satisfaré con abundancia, y mi pueblo será saciado de mi bien” (Jeremías 31:1-14). Recuerden, Jeremías transmitió este mensaje 130 años después de que fueron llevadas las 10 tribus de Israel a Asiria y nunca más volvieron a su tierra. Hasta el Comentario Exegético tiene que admitirlo: “No se trata meramente del regreso de los judíos, sino también de las 10 tribus de Israel” (p. 700). 

Dios continúa: “Escuchando, he oído a Efraín que se lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito [al ser llevado por los asirios]; conviérteme, y seré convertido, porque tú eres el Eterno mi Dios... ¿No es Efraín hijo precioso para mí?... ciertamente tendré de él misericordia... Israel, vuelve a tus ciudades... Porque el Eterno creará una cosa nueva sobre la tierra: la mujer rodeará [o protegerá] al varón... Porque satisfaré al alma cansada, y saciaré a toda alma entristecida” (Jeremías 31:18-25). En el Milenio, ya no tendrá el hombre que proteger a la mujer, pues tal como se removerán las maldiciones sobre la tierra y las bestias, también la mujer ya no será tan débil e indefensa ante el hombre. Todos vivirán largos años y con gran vigor. 

En el Milenio, una vez traída Israel y Judá a su tierra, Dios hará un nuevo pacto con ellos. No será el pacto físico del Monte Sinaí, sino el que conduce a la vida eterna. Se arrepentirán, recibirán una porción del Espíritu Santo y como Satanás ya no estará sobre la tierra, podrán obedecer fielmente a Dios. No tendrán los contrapesos del presente mundo malo que tenemos hoy día. “He aquí que vienen días, dice el Eterno, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos... Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón, y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo... diciendo: Conoce al Eterno; porque todos me conocerán [el conocimiento del verdadero Dios llenará al mundo]... porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:31-34). Los cristianos hoy día quieren aplicar este nuevo pacto en la actualidad, pero ignoran que las condiciones no están dadas para llevarlo a cabo como será en el Milenio. Es cierto que podemos entrar en la etapa preliminar de ese pacto ahora, como el desposorio era la etapa preliminar del pacto matrimonial, pero es importante distinguir las dos etapas. La ley de Dios no será grabada en forma permanente en nuestros corazones hasta que seamos transformados en hijos de Dios en la resurrección. Las referencias en el Nuevo Testamento sobre el Nuevo Pacto siempre hacen la distinción entre lo que es el desposorio y la entrada plena al Nuevo Pacto, que será en la fiesta de Bodas cuando regrese Cristo (vea Apocalipsis 19:8-9). Noten también que aquí en Jeremías, no dice que se hará el Nuevo Pacto con su pueblo durante el reino de los hombres sobre la tierra, sino sólo cuando Cristo establezca su reino en la tierra

Ahora Dios hace un juramento, pues él sí puede ser siempre fiel a su palabra. Preservará a estas 12 tribus de Israel intactas hasta el Milenio y también la descendencia de David. Dice el Eterno: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron” (Jeremías 31:31-37). Noten que, bajo juramento, ¡Dios promete mantener a todas las tribus de Israel vigentes hasta el Milenio! Así finaliza esta gran profecía. 

Ahora vuelve el relato a Jerusalén, con la llegada de los babilonios y su sitio de la ciudad por un año. Jeremías continúa proclamando su mensaje de rendición para recibir la misericordia efectuada por Dios en Nabucodonosor. Pero en vez de escucharlo, lo arrestan y lo meten en la cárcel. “Entonces el ejército del rey de Babilonia tenía sitiada a Jerusalén, y el profeta Jeremías estaba preso en el patio de la cárcel...” (Jeremías 32:2). 

Una vez que sale, Dios le pide que entregue otra señal al público. Deberá comprar una heredad en las afueras de Jerusalén, en el pueblo de su parentela, Anatot. Esto le parece ridículo a Jeremías, pues nadie quiere comprar tierras que pronto serán de los babilonios. Le dice a Dios: “He aquí que con arietes han acometido la ciudad para tomarla... ¿y tú me has dicho: Cómprate la heredad por dinero?” (Jeremías 32:24-25). Pero Jeremías cumple fielmente y es sabido por todo el mundo como algo insólito. Es exactamente el efecto que Dios desea. Quiere mostrar que esta captura por los babilonios sólo será temporal, de 70 años, y luego los judíos volverán a vivir en sus sitios y necesitarán el título de sus propiedades. Dice Dios: “He aquí que yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los eché con mi furor... y los haré habitar seguramente; y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios. Y les daré con ellos pacto eterno [en el Milenio], que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma” (Jeremías 32:37-41). Los judíos sí volvieron arrepentidos y cambiados. Bajo Esdras y Nehemías hicieron un pacto solemne de guardar la ley de Dios y el sábado que los judíos aún cumplen. Pero cometieron el error más grande: rechazaron a Jesucristo, y por eso no han tenido acceso ni siquiera a la etapa preliminar del Nuevo Pacto. Ellos tendrán que esperar hasta la Segunda Resurrección, cuando Pablo dijo: “ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo” (Romanos 11:25-26). 

Puesto que no sucederá en ese entonces, Dios reitera este nuevo pacto para el Milenio. “He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Y haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel, y los restableceré como al principio. Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados... Y me será a mí por nombre de gozo... entre todas las naciones de la tierra, que habrán oído todo el bien que yo les hago; y temerán y temblarán de todo el bien y de toda la paz que yo les haré... En aquellos días... haré brotar a David un Renuevo de justicia [Cristo], y hará juicio y justicia en la tierra. En aquellos días Judá será salvo y Jerusalén... se le llamará: Eterno, justicia nuestra... No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel... Si pudiereis invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no haya día ni noche a su tiempo, podrá también invalidarse mi pacto con mi siervo David, para que deje de tener un hijo que reine sobre su trono... Como no puede ser contado el ejército del cielo, ni la arena del mar se puede medir, así multiplicaré la descendencia de David mi siervo y los levitas que me sirven... Si no permanece mi pacto con el día y la noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé la descendencia de Jacob, y de David mi siervo [las doce tribus de Israel]... porque haré volver sus cautivos, y tendré de ellos misericordia” (Jeremías 33:6-26).

Noten las condiciones de estas promesas. Será más fácil alterar el curso del sol y la luna que cambiar los destinos que Dios tiene para Israel y la descendencia de David. Esta es la base del antiguo folleto La Llave Maestra de la Profecía. No fue especulación del Sr. Herbert Armstrong. Sencillamente es tener fe en esta parte de la Palabra de Dios. Si las 10 tribus de Israel desaparecieron como pueblos, entonces Dios falló. Si la descendencia de David sobre el trono terminó con Sedequías, pues fue el último descendiente que gobernara como rey sobre Judá, entonces no se ha cumplido la profecía hecha por Dios. Pero sí continuó esa estirpe gobernando: sería arrancada de esa tierra y plantada en otra parte. Jeremías es quien lo haría como le dijo Dios: “Te he puesto sobre naciones [Israel] para arrancar y para destruir [el trono de David en Judá], y para edificar y plantar [ese trono en otra parte] (Jeremías 1:10). Esto lo veremos más tarde.