¿Qué sucede cuando falta el padre?
Este es un ataque sutil pero fulminante contra el papel apropiado del padre. “El efecto de llenar la cabeza de nuestros niños con imágenes negativas de los padres, de ignorar a los hombres que comparten la crianza de sus hijos”, dice el Dr. Ross Parke, “y de mostrar nada más que un padre a tiempo parcial o sin tiempo es simplemente devastador” (Throwaway Dads [Padres desechables], 1999, p. 81).
La literatura moderna se beneficia de esta caricatura de la figura paterna. Libros como Raising Boys Without Men (Cómo criar muchachos sin hombres) ejemplifican esta visión radical de que los niños no necesitan padres.
Sin embargo, cuando vemos las estadísticas sobre lo hedonista y disfuncional que se está volviendo la sociedad al seguir tales ideas, nos preguntamos: ¿Adónde se han ido todos los padres? ¿Qué se hizo su liderazgo?
¿La respuesta? Muchos han abandonado egoístamente sus responsabilidades. Pero otros se han acobardado por la cultura liberal y moralmente relativista de hoy en día y han renunciado lentamente a las funciones que Dios les ha dado como proveedores, protectores, maestros y cuidadores.
En el libro de Isaías se encuentra un pasaje especialmente inquietante que describe la sociedad no solo en los días del profeta, sino también en el tiempo antes del regreso de Cristo, y lo que profetiza al respecto es escalofriantemente similar a lo que vemos hoy en día: “Y les pondré jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores. Y el pueblo se hará violencia unos a otros, cada cual contra su vecino; el joven se levantará contra el anciano, y el villano contra el noble . . .
“La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! Porque amontonaron mal para sí . . . Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres se enseñorean de él” (Isaías 3:4-5, 9, 12).
Efectivamente, se profetizó que algún día el papel del padre se perdería en su mayor parte por causa de una sociedad cada vez más ciega y sin ley. “Gran parte de nuestro debate nacional sobre la delincuencia juvenil”, escribe el sociólogo David Blankenhorn, “simplemente ignora el elefante en la habitación llamado ausencia del padre. Más aún, muchos analistas casi llegan a considerar todas las normas tradicionales de paternidad no como un remedio para el problema de la violencia juvenil, sino más bien como una de las principales causas de la misma” (Fatherless America [Estados Unidos sin padres], 1995, p. 29).
Frente a todo esto, tenemos el deber de resistirnos a seguir los malvados caminos de la sociedad. Una forma crucial para lograrlo es fortalecer la unidad familiar lo mejor que podamos.
Debemos darnos cuenta de la importancia que tienen tanto el padre y la madre en la crianza adecuada de los hijos y no ceder a las falsas nociones de que un estilo de vida alternativo es igual de bueno, como comúnmente se nos quiere hacer creer.