¿Qué se hicieron los padres?
Tan pronto oyeron que la puerta se abría, las dos niñas saltaron y salieron gritando: “¡Papi llegó, papi llegó!”, abandonando la pacífica compañía de su mamá. Sus corazones latían apresuradamente y sus ojos brillaban ante la emocionante expectativa de jugar con su padre.
Al poco rato él ya las estaba zarandeando y haciéndolas reír con su imitación de un gran oso. Su madre miraba de lejos, entre alegre y divertida, presta a intervenir si las cosas se salían de control.
¿Quién iba imaginarse que escenas como esta estuvieran en peligro de desaparecer?
La familia incompleta
Desafortunadamente, en muchas naciones se ha llegado al punto en que cada vez son menos los niños que tendrán la oportunidad de crecer en un hogar con el padre y la madre. Según las últimas estadísticas, solo una tercera parte de todos los niños en Estados Unidos llegarán a los 18 años con ambos padres biológicos viviendo en el hogar.
“La falta del padre es la tendencia demográfica más peligrosa de esta generación”, advierte el historiador David Blankenhorn. “Es la causa principal del deterioro del bienestar del niño en esta sociedad. Es también la fuerza generadora de nuestros problemas sociales más urgentes, desde el crimen hasta el embarazo en las adolescentes, desde el abuso sexual de los niños hasta la violencia doméstica contra las mujeres” (Fatherless America: Confronting Our Most Urgent Social Problem [Estados Unidos sin padres: Cómo afrontar nuestro problema social más urgente], 1995, p. 1).
Con la tasa de divorcios en los Estados Unidos apenas un poco por debajo del 50 % y el consecuente aumento de familias en que falta uno de los progenitores, no debiera sorprendernos que solo una minoría de los niños pueden estar seguros de que van a vivir tanto con la madre como con el padre. Generalmente, es el padre quien no está en casa y deja a la madre con la responsabilidad de criar a sus hijos sola, lo cual es una obvia desventaja para ella y para los niños. (Vea “¿Qué sucede cuando falta el padre?” en la página 16).
¿Cuán importante es el papel del padre en la crianza de los hijos? Nuevos estudios han mostrado que los padres, a quienes normalmente no se les reconoce tanto mérito como a las madres en cuanto a la crianza de los hijos, realmente desempeñan un papel fundamental en su formación y en su éxito futuro. De hecho, ¡estos estudios refuerzan los mismos principios escritos en la Biblia hace muchos siglos! Veamos las pruebas.
“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4).
La Biblia describe al padre ideal como alguien que participa activa y tiernamente en la crianza y educación de sus hijos.
Sí, las tácticas masculinas de la crianza de los hijos con frecuencia incluyen juegos bruscos como el del caballito, y pueden causar ansiedad en la madre, quien mantiene la paz familiar y el orden. Sin embargo, esta rudeza desempeña un papel vital en las habilidades sociales, físicas e intelectuales del niño, tanto en la escuela como en los años posteriores.
Según afirma el siquiatra infantil Kyle Pruett, de la Universidad de Yale, “El desarrollo social, físico e intelectual del niño se ve enormemente beneficiado cuando el padre participa activamente en su crianza. Este beneficio intelectual se nota a partir del primer año de vida y continúa aun después de la secundaria.
“A las ocho semanas el bebé se da cuenta de las diferencias en la forma que lo tratan la madre y el padre . . . Cuando la madre se acerca, ellos se calman y sus ritmos cardíaco y respiratorio disminuyen, relajan los hombros y bajan sus párpados (¡Ah . . . mami!). Cuando el padre es quien se acerca, se aceleran el ritmo del corazón y el respiratorio, los hombros se tensan, sus ojos se tornan brillantes y muy abiertos (Papi está aquí . . . ¡vamos a jugar!)” (Fatherneed: Why Father Care Is as Essential as Mother Care for Your Child [La necesidad del padre: Por qué el cuidado del padre es tan importante para el hijo como el de la madre], 2000, p. 25).
Un padre que juega con sus hijos les ayuda a desarrollar habilidades motoras, coordinación, equilibrio y confianza. Me acuerdo de aquellos tiempos en que les enseñaba a mis cuatro hijas a montar en bicicleta, esquiar, patinar, bucear y muchos otros tipos de deporte. Algunos de sus juegos favoritos eran los que inventábamos; por ejemplo, el del helicóptero, cuando las alzaba y las hacía girar como si fueran una hélice, o el del volcán, cuando las dejaba caer de mis rodillas a la cama. Esta clase de actividades crearon un vínculo entre nosotros que ha perdurado a lo largo de los años y las ha ayudado a vencer sus temores cuando han debido enfrentar nuevos desafíos.
Estudios sobre la conducta de los niños muestran que estos juegos bruscos les ayudan a desarrollar experiencias sociales y emocionales que los preparan para interactuar con los demás. Por ejemplo, aprenden a ser seguros, a arriesgarse y a ser líderes. Según el Dr. Ross Parke, profesor de sicología y autor del libro Fatherhood (Paternidad), “Los niños que aprenden estas habilidades sociales de sus padres se relacionan mejor con sus semejantes”.
Por el contrario, cuando falta el padre los niños se vuelven más pasivos y temerosos. Las investigaciones demuestran que es la cercanía a su padre que el niño siente lo que está asociado más previsiblemente con resultados de vida positivos 25 años más tarde.
“Los niños que se sienten cerca de sus padres tienen dos veces más probabilidades de entrar a la universidad o encontrar un buen trabajo después de la escuela, un 75 % menos posibilidades de embarazarse en la adolescencia, un 80 % menos de probabilidades de ir a la cárcel, y la mitad de probabilidades de experimentar múltiples síntomas de depresión” (Pruett, ob. cit., p. 38).
Los investigadores descubrieron que “tanto los hijos como las hijas de los padres [en el estudio] que participaban activamente en su crianza tenían niveles más altos de habilidad verbal”, y que el cociente intelectual de los varoncitos estaba “asociado positivamente con los cuidados del padre y, algo muy interesante, asociado negativamente con las restricciones disciplinarias del mismo. Los niños con padres que los cuidaban bien mostraban mejores resultados que los niños cuyos padres lo hacían solo ocasionalmente, a no ser que el padre en el primer caso fuera estricto y su disciplina fuertemente autoritaria”( pp. 43-44). Así, pues, aunque la disciplina es importante, cuando es brusca y excesiva produce resultados negativos, como nos advierte la Biblia.
“Hijo mío, está atento a mi sabiduría, y a mi inteligencia inclina tu oído” (Proverbios 5:1).
Las madres normalmente brindan cuidado y ternura, en tanto que los padres se concentran más en enseñarles a los hijos acerca del mundo que los rodea. El padre está “programado” para desempeñar un papel muy importante en la separación del niño, para que este no se vea absorbido completamente por el mundo de su madre.
Según el Dr. Pruett, “en los años en que el niño empieza a caminar, entre el año y medio y los tres años y medio de vida, el padre desempeña uno de los papeles más cruciales de todos: colaborar para que el niño se desprenda de una forma natural y segura de la dependencia materna tan intensa que se da en los primeros meses de vida.
“Aunque esta dependencia de su madre es saludable para el niño en los comienzos de su vida, él no podrá descubrir, y mucho menos experimentar su propia independencia ni desarrollar sus propias habilidades si no sale en busca de su propia autonomía física y emocional. Y en este mundo, usted, su padre, es el guía experto” (pp. 83-84).
Los hombres que participan activamente en la crianza de sus hijos, que permiten que estos exploren el mundo exterior y les enseñan acerca de las maravillas de la naturaleza, les ayudan a desarrollar curiosidad y confianza. “Al explorar el mundo a su alrededor, los infantes que han tenido la influencia de sus padres los primeros 18 a 24 meses de vida son más seguros que aquellos que no la tuvieron, y lo hacen con entusiasmo e interés. Tienden a ser menos vacilantes e inseguros, especialmente cuando tienen que enfrentar un estímulo nuevo o inusual” (p. 41).
Más adelante, estas habilidades exploratorias serán cruciales en la escuela y en el lugar de trabajo. A las personas que son inquisitivas, socialmente adaptadas y que no temen utilizar diferentes métodos, les será más fácil cuando se enfrenten a nuevos desafíos. Después de todo, ya sus padres les han enseñado cómo bregar con el mundo real y cómo sobreponerse a las frustraciones y descubrir las cosas por sí mismos.
Dice el Dr. Parke: “Los hombres pueden afectar el progreso de sus hijos en el colegio, las materias que prefieren y aun las ocupaciones que eligen. El que un niño prefiera la lectura y odie las matemáticas, o quiera ser físico o ingeniero en lugar de ser un crítico literario o historiador, es afectado por las actitudes del padre, su ánimo y otros tipos de conducta” (Fatherhood ), 1996, p. 156).
En 1960 se realizaron estudios acerca del efecto que los hombres tenían en sus hijos y los resultados sorprendieron aun a los investigadores. Por ejemplo, encontraron que la cantidad de tiempo que los padres pasaban leyéndoles a sus hijos era un factor que influía fuertemente en muchas de sus habilidades intelectuales, especialmente en la capacidad verbal de sus hijas.
De forma sorprendente, el mismo estudio demostró que el hecho de que las madres les leyeran a sus hijos no tenía los mismos efectos, lo que mostró que había algo especial y único en el papel que el padre desempeñaba al leerles.
Por ejemplo, mujeres brillantes como Margaret Thatcher e Indira Gandhi, que en su momento fueran primeras ministras del Reino Unido e India, respectivamente, mencionaban que habían sido fuertemente influenciadas y alentadas por sus padres en sus carreras políticas y académicas.
Otro importante papel que desempeña el padre tiene que ver con la enseñanza de principios espirituales y morales. Cuando él es un buen modelo de moralidad, los niños respetan más a ambos padres. Si el padre es quien establece reglas justas y equilibradas y fomenta un ambiente que le permite al niño florecer y avanzar, este tiende a ser más obediente. Pero si es la madre quien fija las reglas, los niños tienden a desafiarlas más.
Agrega el Dr. Pruett: “Los hijos de hombres que eran más responsables en cuanto al establecimiento de límites y la disciplina y ayudaban más con los problemas personales y con las tareas escolares, tenían un mayor grado de empatía [la capacidad de ponerse en la situación emocional de otros y compadecerlos] . . . La falta del padre está directamente relacionada con las dificultades que el niño experimenta con su dominio propio” (Pruett, ob. cit., pp. 48, 51).
“¿No hizo él uno [al esposo y a la esposa] . . . ? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios” (Malaquías 2:15).
Cuando Dios unió en matrimonio a Adán y Eva, los dos primeros seres humanos, les dijo que debían multiplicarse y llenar la Tierra. Dios había diseñado cuidadosamente la unidad familiar de tal manera que los hijos fueran criados por los dos padres, quienes iban a actuar como polos opuestos (masculino y femenino).
El niño estaría en medio de esta unión, y recibiría igual influencia de ambos padres. Podemos ilustrar esto con la analogía de una esfera metálica suspendida entre dos polos magnéticos. Similarmente, cada uno de los padres ejerce una influencia única, de tal forma que el hijo es criado para que desarrolle una personalidad plena y equilibrada.
Las investigaciones han confirmado que la participación activa de ambos progenitores en la vida de sus hijos es ideal para criar niños equilibrados y maduros. A continuación resumimos algunos de sus hallazgos:
• Los niños necesitan a sus padres y nacen naturalmente inclinados a acercarse y vincularse con ellos, no solamente con sus madres.
• Los hombres tienen la capacidad interna o el instinto de responder a ese deseo que tienen sus hijos de establecer un vínculo.
• No hay diferencia entre hombres y mujeres en cuanto a la profundidad del amor por sus hijos.
• Cada hijo es amado de una forma única por el padre y por la madre.
• El deseo de sentirse emocionalmente conectados con sus hijos a lo largo de la vida es el mismo para el hombre y la mujer, aunque pueden tener una forma diferente de expresarlo.
• Los hombres y las mujeres son igualmente capaces de interpretar las señales conductuales en sus hijos.
• Los padres y las madres se sienten igualmente ansiosos al dejar a sus hijos al cuidado de alguien más.
• Con excepción de la lactancia, no hay pruebas de que las mujeres estén más predispuestas biológicamente a ser mejores como madres que los hombres como padres.
• Los hombres que son padres activos acrecientan su capacidad de entenderse a sí mismos y a otros.
• La salud de un padre que comparte profundamente las experiencias de su hijo se ve muy beneficiada.
• La presencia del padre en el momento del parto es el factor más importante que protege de las complicaciones al dar a luz y de algún trauma o enfermedad posterior en el recién nacido.
• Cuando los padres les dan a sus hijos todo lo que se les antoja, se vuelven más egoístas.
Una tendencia alentadora en la sociedad occidental es el aumento en el número de hombres que ahora quieren participar en la crianza y compartir el cuidado emocional y físico de sus hijos y también las responsabilidades y toma de decisiones, en lugar de dejar a la madre sola con el cuidado básico de los niños.
En una investigación a largo plazo de parejas recién casadas a las que se les pidió que clasificaran ciertos valores en su matrimonio, en 1981 el compartir la crianza de los hijos estaba en el décimoprimer lugar entre 15; pero en 1997 pasó a ocupar el segundo lugar de importancia, un giro sorprendente en menos de una generación.
Dice el Dr. Pruett: “Hombres tanto de las altas esferas de la sociedad como de los refugios para personas sin hogar, hablan con convicción de querer ser padres que participen más activamente en la vida de sus hijos que lo que hicieron sus padres con ellos. Como dijera un alto ejecutivo de una compañía de inversiones: “No quiero dejarle a mi hijo el mismo vacío en su corazón que el que mi padre dejó en el mío” (Pruett, ob. cit., p. 1).
“Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:6).
Hemos visto que Dios está muy interesado en conservar las familias. Es interesante que en este pasaje los corazones de los padres son los que se deben volver primero hacia los hijos, antes de que los corazones de ellos se vuelvan hacia sus padres.
¿Cómo pueden los padres volver sus corazones hacia sus hijos? Una manera muy eficaz consiste en desempeñar un papel activo en la vida de ellos. Se ha demostrado que el solo hecho de leerles aumenta considerablemente sus habilidades verbales. Jugar con ellos de tal manera que sientan el calor, la ternura y el buen humor masculino de un padre, ayuda muchísimo a establecer un estrecho vínculo entre ellos y desempeña un papel muy importante en determinar un futuro exitoso.
Llevar a sus hijos a caminar para que observen las maravillas de los seres vivos a su alrededor les estimula la curiosidad y el deseo de aprender. Mostrarles cómo pueden sobreponerse a sus temores cuando enfrenten ciertos retos físicos, tales como montar en bicicleta o practicar un deporte, les ayuda a desarrollar confianza, sociabilidad, coordinación y perseverancia, cualidades muy importantes en el colegio y en el trabajo.
Enseñarles firmes principios morales es otra forma de lograr que los padres vuelvan sus corazones hacia sus hijos. Es maravilloso que los hijos y las hijas busquen en su padre la guía moral y vean que él ama a su madre y cómo se convierte en un modelo del papel paterno para ellos.
Los hombres también están capacitados idealmente para cultivar ciertas habilidades lógicas en sus hijos, de tal manera que ellos sepan qué hacer en ciertas situaciones y además por qué deben hacerlo así. La Biblia es una fuente maravillosa en este aspecto, porque no solo revela los verdaderos principios morales y espirituales, sino que además explica desde el punto de vista de Dios por qué deben seguirse y lo que ocurre cuando se practican y cuando no.
Por otra parte, ¿cómo pueden volverse los corazones de los hijos hacia los padres? Nuevamente, la mejor fuente para comenzar a buscar la respuesta es la Biblia, que dice que ese retorno de los corazones debe comenzar con los padres que siguen el ejemplo que Dios nos da de amar a sus hijos, y en el caso de los hijos, con obedecer y amar a sus padres.
Por algo el Quinto Mandamiento instruye al hijo: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Eterno tu Dios te da” (Éxodo 20:12). Según Dios, ambos padres deben participar en la crianza de los hijos, y los hijos también deben mostrar respeto por ambos.
Como lo han confirmado las investigaciones, no hay nada mejor que el diseño original de Dios de un padre y una madre amorosos, criando a sus hijos en los caminos de nuestro Padre celestial con el apoyo de sus respectivas familias. El Dr. Parke lo resume acertadamente cuando dice que las madres y los padres indudablemente son diferentes, “pero sus distintos estilos de cuidado y crianza se complementan perfectamente entre sí para beneficio de sus hijos”.
Es muy trágico que la sociedad haya llegado al punto de preguntarse qué se hicieron los padres debido a que muchos se han ido o han dejado de lado sus responsabilidades. Si usted es padre o piensa serlo en algún momento, no tiene por qué seguir esta tendencia. Al poner en práctica los principios y leyes de Dios, puede llegar a ser la clase de padre que él quiere que sea, ¡y sus hijos serán bendecidos por ello! BN