Nadie será abandonado
¿Ha oído hablar del Credo de los Guardabosques del Ejército de los Estados Unidos? En una de sus secciones dice: “Rendirse no existe en el vocabulario de un guardabosques. Nunca dejaré que un compañero caído acabe en manos del enemigo, y bajo ninguna circunstancia avergonzaré a mi país” (énfasis nuestro en todo este artículo).
Un lenguaje similar es usado en el Credo del Soldado del Ejército de los EE. UU.: “Nunca abandonaré a un compañero caído”; igualmente en el Credo de los Aviadores: “Nunca abandonaré a un piloto”.
Un noble concepto
Nunca abandonar a un compañero caído. Este noble concepto amerita un análisis más acucioso.
Cabe señalar que este ideal no se ha cumplido muy bien. Muchos soldados en varias guerras han sido abandonados, no han sido rescatados, y sus restos, en algunos casos, nunca fueron recuperados. Este es uno de los aspectos más trágicos de los hombres que libran guerras con sus semejantes.
Joseph Douglass Jr., quien ocupó cargos en el Departamento de Defensa de los Estados Unidos y en varias corporaciones de defensa nacional y fue profesor en la Escuela de Postgrado Naval, ha declarado que el gobierno de este país literalmente traicionó a miles de prisioneros de guerra y soldados estadounidenses desaparecidos en acción, capturados o dados de baja después de cada una de las guerras en las que intervino la nación norteamericana en el siglo XX, desde la Primera Guerra Mundial hasta Vietnam.
Al examinar la información disponible, Douglass concluyó que hasta 2000 estadounidenses fueron abandonados después de la guerra de Vietnam; 5000 a 8000 después de la guerra de Corea; 1000 a lo largo de la Guerra Fría; y, sorprendentemente, entre 15 000 y 20 000 después de la Segunda Guerra Mundial.
El principio de no abandonar a nadie, sin importar el costo, está profundamente arraigado en el honor militar. Los uniformados creen que ninguna piedra dejará de ser movida para regresarlos a casa en caso de caer en manos del enemigo. Esta es una promesa que anima a los soldados a luchar aún más por su país.
Una de las misiones más peligrosas y famosas de la guerra de Vietnam fue el intento de Estados Unidos de rescatar a 65 de sus soldados, prisioneros de guerra, de la famosa prisión de Son Tay en Vietnam del Norte. Una armada aérea de 116 aviones voló cientos de kilómetros sobre un territorio montañoso al nivel de las copas de los árboles hasta el campo de prisioneros, a solo 37 kilómetros de Hanoi, por entonces una de las áreas más fuertemente defendidas en Vietnam del Norte.
Cuando los soldados de la fuerza de asalto atacaron el campamento, matando a más de cien guardias norvietnamitas en el intento, descubrieron que los prisioneros habían sido trasladados y se vieron obligados a regresar con las manos vacías. Sin embargo, cuando los prisioneros de guerra se enteraron de la maniobra, se reanimaron.
Según un informe, los prisioneros de guerra ya no se sentían abandonados ni olvidados. Aunque la incursión no tuvo éxito, ilustra el tipo de esfuerzo extraordinario que los soldados al servicio de su nación esperan que se haga por ellos.
Un principio central del mensaje del evangelio
¿Cómo se relaciona esto con su comprensión del plan de salvación de Dios? Hay un principio central del mensaje del evangelio que se pierde en el mundo religioso moderno. Este principio no es muy conocido y no se enseña en la mayoría de las iglesias.
¿Hasta qué extremos iría usted para rescatar a un hermano caído? ¿Hasta qué extremos iría Dios?
Bueno, ¡la Biblia nos da la respuesta! Y se trata de una verdadera perla, un diamante de comprensión, que no debemos perder de vista.
A la mayoría del mundo cristiano se le enseña que si las personas no son salvas antes de morir, o si no han aceptado a Jesucristo como su Salvador, perecerán o se perderán para siempre. De hecho, la mayoría de las iglesias enseñan que las personas que no son salvas antes de morir se quemarán en un infierno insoportable por la eternidad: ¡miles de millones de personas perdidas en un tormento infinito! Para decirlo sin rodeos, esto significaría miles de millones de hombres y mujeres abandonados.
Pero, como el apóstol Pedro nos dice: “El Señor . . . es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). El deseo de Dios es no abandonar a nadie, que ninguno quede fuera de su plan.
Una de las escrituras más conocidas dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
¡Dios ama muchísimo al mundo! Él considera a los seres humanos que ha creado como su futura familia, sus hijos, y quiere conocerlos y morar con ellos para siempre. ¡Se trata de una relación amorosa y divina!
La misión de rescate
Entonces, ¿cómo se reunirá a todos aquellos hombres y mujeres que nunca aceptaron a Jesucristo como su Salvador (o a los miles de personas que ni siquiera escucharon hablar de él) para evitar que perezcan, para no ser olvidados y que puedan llegar a ser parte de la familia divina? ¿Cómo se llevará a cabo la misión de rescate?
La respuesta se encuentra al comparar varios pasajes, incluidos los del Evangelio de Juan, sobre lo que dijo Jesús al final de la fiesta bíblica de los Tabernáculos y en la significativa fiesta del Octavo Día, que le sigue inmediatamente después. Note lo que pasó.
Empezando en Juan 7: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:37-39).
“Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba . . . [y Jesús dijo] De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte” (Juan 8:2, 51).
En Juan 7, Jesús se ubicó donde todos pudieran escucharlo y sacó una lección del agua que se vertía sobre el altar del templo durante una ceremonia especial aquel día, declarando que todos los que tuvieran sed podrían venir a él y refrescarse para siempre, y nunca ver la muerte. El agua aquí representaba al Espíritu Santo de Dios que ayudaría a las personas a vivir según los mandamientos, de acuerdo al requisito establecido en Juan 8.
¿Qué quiso decir Jesús al enseñar que todos los que tuvieran sed podrían ir a él, ser saciados y nunca ver la muerte? ¿Cómo y cuándo sucedería esto?
Seis meses más tarde, los propios compatriotas de Cristo presionaron a las autoridades romanas para que lo ejecutaran. Esta fue en realidad una etapa vital de la misión de rescate: que Jesús muriera y resucitara para eliminar los pecados del mundo y luego guiar a las personas al arrepentimiento y al cambio por medio del Espíritu Santo.
Pero, ¿qué sucedió con los que ya habían muerto, y con los que no se arrepintieron después de la muerte de Jesús por carecer de un entendimiento adecuado? Menos de cuarenta años después, el templo y todas sus ceremonias, incluidas las descritas más arriba, fueron abolidas por las legiones romanas. Y desde entonces, aunque algunos han seguido a Cristo, miles de millones de personas han muerto sin arrepentirse de sus pecados, sin haber sido bautizadas, sin haber sido llenas del Espíritu Santo, y en muchos casos sin haber escuchado nunca el nombre de Jesucristo, el único nombre por el cual podemos ser salvos (ver Hechos 4:12).
Pareciera ser que ellas, y las que vivieron antes, terminaron abandonadas en las cenizas de la historia y nunca fueron rescatadas. ¿O sí lo fueron?
La etapa futura de la misión de rescate
La promesa de Dios de hacer correr ríos de agua viva, es decir su Espíritu, sobre toda la humanidad, aún no se ha cumplido. Miles de millones han muerto sin que sus necesidades espirituales más profundas hayan sido satisfechas. Entonces, ¿cuándo serán refrescados por el poder vivificante del Espíritu de Dios? ¿Cuándo serán rescatados esos hombres y mujeres que aparentemente han sido olvidados?
El profeta Joel nos da la respuesta: “Y después de esto [refiriéndose al tiempo del fin] derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.
“Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso del Eterno. Y todo aquel que invocare el nombre del Eterno será salvo” (Joel 2:28-32).
¿Cuándo serán esos días? Como vemos aquí, comenzarán en el momento del regreso de Jesucristo, después de las señales celestiales que precederán su venida (véase Mateo 24:29-30; Apocalipsis 6:12-17).
Pero, ¿qué hay de todos esos miles de millones que murieron en tiempos antiguos y que nunca pudieron satisfacer sus necesidades espirituales más profundas? ¿Cuándo serán refrescados por el poder vivificante del Espíritu de Dios? La respuesta es inmensamente satisfactoria.
El gran plan de Dios: Nadie será olvidado
Dios tiene un plan para rescatar a los miles de millones de personas heridas y moribundas de este mundo por medio de Jesucristo. El apóstol Pablo también se refirió a este suceso aún futuro: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció . . . y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador . . . Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados” (Romanos 11:1-2, 26-27).
Sin embargo, sorprendentemente, ¡no solo los descendientes de Jacob (o Israel), sino todos los que nunca han tenido la oportunidad de beber de las aguas vivas de la Palabra de Dios y su Espíritu Santo, tendrán la oportunidad de hacerlo!
“. . . ¿A los cuales también [Dios] ha llamado, esto es, a nosotros, no solo de los judíos, sino también de los gentiles [todas las naciones]? Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente” (Romanos 9:24-26).
Dios ofrecerá a todos los pueblos de la Tierra la oportunidad de la vida eterna, para lo cual habrá una resurrección física a vida humana. En una asombrosa visión profética inspirada por Jesucristo, el apóstol Juan escribe sobre esta misma oportunidad de salvación para todos aquellos que ya murieron y que aún no han sido salvos.
Después de referirse a la resurrección de los fieles al regreso de Cristo para reinar con él durante mil años, Juan escribe: “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20:5). Así, vemos aquí que las personas que murieron sin tener una relación con Dios a través de Cristo volverán a la vida. Entonces, la verdad de Dios estará disponible para ellos y tendrán a su disposición las aguas vivas del Espíritu de Dios ¡por primera vez!
Note lo que sucede con ellos: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades [el sepulcro] entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras” (Apocalipsis 20:12-13).
Esta escena se desarrolla al final del Milenio, el reinado venidero de mil años de Jesucristo en la Tierra. Los muertos que están delante de su Creador son todos aquellos que murieron sin haber conocido realmente o aceptado al verdadero Dios. Finalmente el libro de la vida se abrirá para ellos, lo que significa que ahora tendrán la oportunidad de ser anotados en él junto a aquellos que son salvos.
Al igual que la visión de Ezequiel de los huesos secos registrada en Ezequiel 37, estas personas emergen de sus tumbas como seres humanos y comienzan a conocer al verdadero Dios y tienen la oportunidad de adoptar el asombroso futuro que él ha planeado para ellos: el de ser hijos e hijas en su familia.
Los otros libros (biblia en griego, de donde se origina la palabra Biblia) que se abren para ellos son las Escrituras, la fuente del conocimiento de la vida eterna. Finalmente, todos tendrán una oportunidad para entender plenamente el plan de salvación de Dios.
Esta resurrección física no es una segunda oportunidad para la salvación. Para estas personas será su primera oportunidad de conocer realmente al Creador. Este juicio comprenderá un período donde tendrán la oportunidad de escuchar, entender y crecer en el camino de vida de Dios, y que sus nombres sean inscritos en el libro de la vida (Apocalipsis 20:15). Durante este tiempo, miles de millones de personas que han vivido y muerto a lo largo de la historia de la humanidad tendrán por primera vez acceso a la vida eterna.
Un plan de gran alcance, incluso para los residentes de Sodoma
Esto muestra la gran profundidad y el largo alcance de los misericordiosos juicios y el plan de Dios. Jesucristo habló de la maravillosa verdad representada por este día de juicio (que significa evaluación, no sentencia inmediata), la ocasión en que nadie será olvidado, en el libro de Mateo, cuando comparó tres ciudades que no respondieron a sus milagros con otras tres ciudades notoriamente malvadas del mundo antiguo.
Esta es la etapa final, cuando “ningún hombre será olvidado”. ¡Dios promete recordar y resucitar a estos seres humanos caídos hace miles de años! Anteriormente dijimos que a pesar de las mejores intenciones y los esfuerzos más valientes, las fuerzas militares modernas no han podido recuperar a todos sus soldados. Muchos camaradas caídos quedaron atrás.
En contraste, el plan de Dios no solo es bien intencionado, sino también perfecto. Cada persona tendrá la oportunidad de arrepentirse ante Dios y recibir la salvación, incluso aquellas que murieron sin la comprensión necesaria. Serán recordadas y resucitadas para que se les dé esta oportunidad. Aquí, el propio Jesús hace referencia a sí mismo en Mateo 11: “Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades [sepulcro] serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mateo 11:20-24).
Los habitantes de las antiguas ciudades de Tiro, Sidón y Sodoma, que sufrieron la ira de Dios por su depravación, serán resucitados para recibir misericordia en el día del juicio. Que las cosas sean “más tolerables” para ellos no significa que estarán en un infierno ardiente menos intenso que aquel en el cual estarán los habitantes modernos de la ciudad. Será mejor para ellos porque tendrán menos de qué arrepentirse cuando se les enseñe la verdad de Dios.
Entonces serán rescatados y llevados a casa. ¡Aprenderán sobre el arrepentimiento! Se les ofrecerá el agua viva del Espíritu Santo de Dios. A esto se refiere Apocalipsis 20.
Estas ciudades de antaño no tuvieron oportunidad de conocer a Dios, pero él resucitará a estas personas y las incluirá en el periodo del juicio evaluativo después del reinado milenario de Cristo, cuando incluso aquellos que vivieron en épocas pasadas se reconciliarán con Dios. ¡Y Mateo 11 muestra que recibirán la verdad con alegría y se arrepentirán! ¡Esta es la maravillosa verdad, el maravilloso y esperanzador mensaje de Dios para toda la humanidad!
Será un tiempo de conocimiento universal de Dios, comenzando con el periodo del reinado de mil años de Cristo seguido del período final de juicio. “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel. Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo; y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos” (Hebreos 8:10-11). E Isaías 11:9 nos dice que “la tierra estará llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar”. Todas las naciones conocerán la verdad.
Durante el período final de juicio, los ciudadanos resucitados de estas antiguas ciudades mencionadas por Cristo, y como ellos muchísimos otros, tendrán su oportunidad de salvación. No quedarán olvidados en el polvo del tiempo. Y los santos de Dios, que resucitan al regreso de Jesús (1 Tesalonicenses 4:15-17), serán parte de la misión de rescate si se mantienen fieles y perseveran hasta la venida de Cristo. Serán testigos del plan de Dios hasta el final del Milenio, cuando por fin todos los muertos resucitarán para recibir la oferta de salvación.
El enemigo no prevalecerá. Los santos se unirán a Jesucristo para asegurarse de que ningún hombre o mujer que quiera ser salvo sea “abandonado”. ¿Por qué? ¡Porque Dios quiere construir su familia y tener una relación con todos los seres humanos!
Ninguna persona que quiera salvarse será abandonada
El plan de Dios para rescatar a toda la humanidad, incluso a quienes murieron sin haber conocido a su Creador, se cumplirá. Todos serán atendidos, y aquellos que estén dispuestos a someter sus vidas a un Dios justo, imparcial y amoroso serán salvados.
¿Cuál es el destino de aquellos que murieron sin un conocimiento real de Jesucristo, el Hijo de Dios? ¿Qué esperanza hay para los miles de millones de personas que han vivido y muerto sin el conocimiento necesario del propósito de Dios? La esperanza final es que ningún hombre o mujer que quiera salvarse sea abandonado. Dios no permitirá que se pierdan para siempre. Algunos finalmente rechazarán a Dios y perecerán por decisión libre y consciente, pero la gran mayoría aceptará y se salvará.
Felizmente, las Escrituras muestran que el mundo no está abandonado a su suerte. Al igual que las antiguas ciudades de Tiro, Sidón, Sodoma, Corazín, Betsaida y Capernaum, Dios no abandonará a los miles de millones de seres humanos no salvos a través de los tiempos, sino que les devolverá la vida y les dará la oportunidad de la salvación eterna.
Este es un principio medular del mensaje del evangelio que se ignora en el ámbito religioso actual, un concepto especial que muy pocos conocen hoy. ¡Ahora lo sabe! Permítale a Dios, a través de Jesucristo, liberarlo y formar parte de su misión de rescate para salvar a todos los que deseen hacerlo. BN