Lección 21 - Trasfondo histórico de los evangelios
Mateo 16-17
Después de celebrar la Fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén, Jesús viajó a Galilea para el último año de su ministerio terrenal. A pesar de la reciente multiplicación de los panes y los peces para alimentar a miles de personas en el área, los líderes judíos aun exigían una señal especial del cielo para probar lo que Jesús afirmaba.
Los fariseos y los saduceos tientan a Jesús
Mateo escribe: “Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo” (Mateo 16:1, énfasis nuestro en todo este artículo a menos que se indique lo contrario). Esta es la primera vez que dos facciones judías antagónicas se unían para tratar de que Jesús se equivocara.
Como Barclay explica: “La hostilidad, como la necesidad, se asocian con lo que sea. Es de lo más extraño el descubrir una coalición de fariseos y saduceos. Representaban creencias y políticas que eran diametralmente opuestas. Los fariseos vivían pendientes de los detallitos más insignificantes de la ley oral de los escribas; los saduceos rechazaban totalmente esa ley, y no reconocían más autoridad que la ley escrita en el Antiguo Testamento como su única norma de conducta. Los fariseos creían en los ángeles y en la resurrección del cuerpo y los saduceos no . . . Y –en este caso lo más importante–, los fariseos no eran un partido político y estaban dispuestos a vivir bajo cualquier gobierno que les permitiera vivir conforme a sus principios religiosos, mientras que los saduceos eran los aristócratas ricos que estaban dispuestos a someterse y a colaborar con el gobierno romano para conservar su posición y sus privilegios. Además, los fariseos esperaban y anhelaban la venida del Mesías, mientras que los saduceos no creían en esas cosas. Habría sido punto [poco] menos que imposible encontrar dos sectas o partidos más diferentes; y, sin embargo, se unieron en el deseo . . . de eliminar a Jesús” (Comentario al Nuevo Testamento, notas sobre Mateo 16:1).
Los rabinos enseñaban que cuando apareciera el Mesías, haría grandes señales, como detener el sol en seco o producir grandes truenos en medio de ellos. Pero Jesús sabía que sus preguntas no eran bien intencionadas (aquí, la palabra griega peirazontes para “prueba” significa hacer tropezar). Estos líderes galileos habían presenciado muchas curaciones milagrosas y la alimentación de millares en dos ocasiones, o habían oído de ellas, pero no fue suficiente. Marcos agrega que Cristo “suspiró profundamente” cuando escuchó esto, como diciendo: ¡Otra vez con lo mismo!, así que les respondió: “Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis! La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue” (Mateo 16:2-4).
Barclay agrega: “Jesús les dice en su respuesta que la señal ya está presente para los que tienen ojos para ver. Eran expertos en el pronóstico del tiempo. Sabían muy bien lo que dicen los del campo: ‘El cielo rojo por la noche es señal de bonanza, y por la mañana de destemplanza’. Sabían muy bien que los cielos rojos por la tarde presagian tiempo agradable, mientras que los cielos al romper el día advierten que se acerca la tormenta. Pero estaban ciegos a las señales de los tiempos [el Mesías estaba entre ellos haciendo muchos milagros]. Jesús les dijo que la única señal que les daría sería la señal de Jonás. Ya hemos visto lo que era la señal de Jonás (Mateo 12:38-40)” (ibíd., comentario sobre Mateo 16:12).
Discernir los tiempos se refiere principalmente al ministerio de Cristo, el cual ellos se negaron a aceptar y creer. Luego él añadió esta advertencia a sus discípulos: “Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos” (Mateo16:6). Luego viene la explicación: “Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos” (Mateo 16:12).
Jesús luego explica lo que quiso decir: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (Lucas 12:1). Ya había llamado hipócritas a los dos grupos, porque habían dejado que sus títulos y su poder se les subieran a la cabeza volviéndolos orgullosos, farsantes y presumidos. Se habían vuelto personas fingidas, centrándose en aspectos externos en lugar de los internos, con el fin de ganar el elogio y reconocimiento de los hombres.
La declaración acerca de Cristo en Cesarea de Filipo
El tiempo se estaba agotando, y Jesús necesitaba un lugar más pacífico donde enseñar a sus discípulos, así que esta vez viajaron, no a Tiro, sino a la parte aislada del norte de Israel conocida como Cesarea de Filipo. Mateo dice: “Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mateo 16:13-15).
Expositor's Commentary (Comentario del expositor) explica: “Cesarea de Filipo fue construida por Herodes Felipe el tetrarca, quien amplió una pequeña ciudad en una llanura a 350 metros sobre el nivel del mar en la base del monte Hermón, renombrándola ‘Filipos’ en honor de César, y la anexó para distinguirla de la ciudad costera del mismo nombre. Se encuentra a cuarenta kilómetros al norte de Galilea. El monte Hermón, cubierto de nieve, se puede ver en un día despejado desde lugares tan lejanos como Nazaret, donde creció Jesús. Los habitantes eran en gran parte gentiles . . . La opinión sobre la identidad de Jesús estaba dividida. Algunos, como Herodes Antipas, pensaban que era Juan el Bautista que había resucitado de entre los muertos (Mateo 14:2). Los que creían que era Elías lo consideraban el precursor de un Mesías aún por venir (Malaquías 4:5-6). Solo Mateo menciona a Jeremías, el primero de los llamados profetas posteriores en el canon hebreo” (notas sobre Mateo 16:13).
Después que Pedro confesó que Jesús era el Mesías largamente esperado, llegamos a la controvertida sección de Mateo 16:18-19: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”.
La Iglesia católica ha usado estos versículos para justificar la autoridad del papa sobre la Iglesia, afirmando que este es el sucesor de Pedro. El papa León I fue el primero en reivindicar esto en el año 445 d. C.
Nelson's Bible Commentary (Comentario bíblico de Nelson) afirma: “En el texto griego, Pedro es Petros y roca es petra. Petros es una piedra movible, grande o pequeña, y petra es una saliente o masa rocosa. Esta declaración de Cristo puede haber sido hecha con un gesto, mostrando la estructura rocosa cercana. Algunos argumentan que esta distinción no se puede establecer porque el Señor hablaba arameo, un lenguaje en el que tales variaciones de significado no existen; sin embargo [con la inspiración del Espíritu de Dios], el NT sí utilizó un vocabulario diferente. Además, esta quizás fue una de las veces en que Jesús habló en griego, porque era trilingüe: hablaba griego, arameo y hebreo. De otro modo, el juego de palabras (Petros, petra) no tendría sentido, ¿y por qué mencionar la traducción aramea en otras partes del libro a menos que tal uso no fuera característico y el griego hubiera sido más común? La roca sobre la cual Cristo edificaría su Iglesia es probablemente la confesión de Pedro [considerando que Jesús es la Cabeza de la Iglesia]”.
En otras palabras, Jesús enseñó que edificaría su Iglesia sobre sí mismo (petra, la roca sólida), no sobre Pedro (petros, la piedra menos estable), como se ha interpretado erróneamente.
Jesús también dijo que él estaba estableciendo su Iglesia, y sus discípulos serían una parte integral de la ella. Como dijo luego Pablo sobre la Iglesia, fue “[edificada] sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20). Más tarde, Pedro incluso llamó a Jesús “la principal piedra del ángulo” (1 Pedro 2:4-7).
Ahora bien, es cierto que Pedro se convirtió en portavoz de los apóstoles en los primeros años de la Iglesia, pero en sus intervenciones vistas a lo largo del Nuevo Testamento, nunca tomó decisiones unilaterales como si fuera la cabeza, sino que consultaba con el resto de los apóstoles hasta que se llegaba a un consenso. Fueron las decisiones de “los apóstoles” las que prevalecieron (ver Hechos 6:6, 8:14, 15:22, 23, 33, 16:40).
Pedro es reprendido
Jesús luego les dijo a sus discípulos que mantuvieran en secreto esta revelación de quién era él realmente: el Mesías. Mateo escribe: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Mateo 16:21).
Pedro pensó que esta era una visión muy pesimista de las cosas y trató de corregir a Jesús, pero fue reprendido con estas palabras: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mateo 16:23).
Jesús entonces advirtió a todos los discípulos que no intentaran cambiar su misión ni destino, y que siguieran su agenda y decisiones. Dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz [los sufrimientos futuros], y sígame . . .
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino” (Mateo 16:27-28).
La visión del reino
¿Cómo iban a ver al Hijo del Hombre viniendo en su reino? Los siguientes versículos responden esto. “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él . . . Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos” (Mateo 17:1-9). Cuando le preguntaron acerca de la venida del Elías, Cristo les explicó que habría un futuro Elías antes de su segunda venida a la Tierra, y que Juan el Bautista había sido el precursor de su primera venida (Mateo 17:10-13).
Notemos que fue una visión, no algo real. Barnes Commentary (Comentario de Barnes) agrega: “Esta visión fue especialmente diseñada para confirmar que él era el Mesías . . . Cuando fuera crucificado ellos necesitarían esta evidencia de que él era el Cristo y la usarían más tarde. Hubo tres testigos de ello, los necesarios que requería la ley (Deuteronomio 17:6; Hebreos 10:28), y la prueba de que él era el Mesías estaba clara. Por otro lado, si lo hubieran dicho entonces, habrían provocado a los judíos y puesto en peligro sus vidas. Su tiempo aún no había llegado. El único propósito de esta transfiguración fue convencerlos de que él era el Cristo, y superior al más grande de los profetas: él era el Hijo de Dios” (notas sobre Mateo 17:10). EC