El caos dará paso a la paz
Todos los objetos que guardo de mis numerosos viajes al Medio Oriente me traen a la memoria gratos recuerdos, con excepción de uno.
Es un ejemplar del diario The Jordan Times, de noviembre de 2005. Sus titulares, artículos y fotos relatan e ilustran la terrible noticia de los ataques suicidas perpetrados de manera casi simultánea en Amán contra tres hoteles de cadenas estadounidenses, en los cuales murieron 64 personas y más de cien resultaron heridas.
Al momento del ataque, yo me encontraba a menos de dos kilómetros de distancia. Darris McNeely (conductor del programa Beyond Today) y yo acabábamos de concluir nuestro viaje de cuatro semanas a través de Jordania e Israel, y habíamos vuelto temprano a nuestro hotel para acostarnos y descansar bien antes del viaje de regreso a los Estados Unidos.
Poco después de dormirnos, un fuerte golpe en la puerta nos despertó: era un empleado del hotel que gritaba “¡Emergencia! ¡Emergencia! ¡Deben evacuar de inmediato!” Nos vestimos rápidamente y junto a cientos de otros huéspedes del hotel nos dirigimos al lobby, donde se nos indicó que saliéramos a un terreno baldío ubicado en las cercanías. El gélido aire de noviembre nos hacía temblar de frío, por lo cual aceptamos de muy buena gana las frazadas que los empleados del hotel nos entregaban.
En la lejanía podíamos escuchar sirenas y ver el reflejo distante de linternas, pero no teníamos la menor idea de lo que estaba sucediendo. Al principio pensamos que podía ser un incendio, pero como no veíamos humo, concluimos que debía tratarse de una amenaza de bomba.
Después de lo que nos pareció una eternidad, y en respuesta a las persistentes preguntas de algunos de los presentes, el administrador del hotel nos informó calmadamente sobre el ataque homicida que había ocurrido a poca distancia. Una vez que la policía y los militares terminaron de inspeccionar el edificio para asegurarse de que estuviera libre de explosivos o bombas, se nos permitió entrar para que pudiéramos hacer una breve llamada a nuestras esposas y asegurarles que estábamos bien, e intentáramos dormir un par de horas antes de nuestro vuelo.
Es impresionante observar cómo el pasado y el presente –e incluso el futuro, en ocasiones– colisionan en el Medio Oriente. Solo unos pocos días antes, Darris y yo habíamos contemplado el campo de batalla en Galilea donde las fuerzas musulmanas del general Saladino derrotaron a los cruzados en 1187 d. C., dando así fin a casi un siglo de dominio cristiano en Tierra Santa. Desde ese lugar pudimos ver la orilla norte del mar de Galilea y observar Capernaum, Corazín y Betsaida, los principales pueblos en que se desarrolló el ministerio de Jesucristo.
Uno o dos días antes nos habíamos parado sobre el antiguo monte de Megido (Har Megiddoen hebreo, o Armagedón) y recorrimos con la mirada el amplio valle de Jezreel hasta la cima distante sobre la cual se yergue Nazaret. La niñez del Príncipe de Paz transcurrió en esta aldea, asentada en la planicie que se eleva por encima del territorio más disputado por el ser humano: el campo de batalla que da nombre al último conflicto bélico entre el hombre y Dios, y que determinará quién gobernará la Tierra al regreso de Jesucristo.
Mientras tanto, los hombres se enfrentan con frecuencia en este territorio teñido de sangre, donde antiguos resentimientos resurgen con alarmante regularidad dejando unos cuantos triunfadores temporales pero numerosas víctimas, ya que nadie es ganador absoluto de ninguna guerra en esta era de gobierno humano fracasado.
Antes de cruzar la frontera para ingresar a Jordania y de aquella horrorosa noche que pasamos en Amán, me había parado frente al Muro de los Lamentos en Jerusalén a pedir por la paz, siguiendo la advertencia que Dios entregó a través del rey David en Salmos 122:6: “Pedid por la paz de Jerusalén” — una paz que vendrá solo con el retorno y el Reino del verdadero Mesías, Jesucristo.
Es difícil pensar que ese día llegará pronto, ya que vivimos en una época en la cual todos los días los titulares hablan sobre el caos en el Medio Oriente. Por esta razón, nuestro Padre nos insta para que oremos a diario “Venga tu Reino”. ¡Espero de todo corazón que usted nos ayude a orar por lo mismo!