Historia del islamismo
¿Qué lección nos enseña?
En ciertas épocas, los seguidores de ambas religiones han sido capaces de convivir en cercanía con relativa tranquilidad. Pero con frecuencia, sus interacciones han estado marcadas por hostilidad, violencia y guerras.
Una de las manifestaciones más devastadoras de ello en los últimos tiempos, y que remeció e impactó al mundo occidental, tuvo lugar el 11 de septiembre de 2001, cuando varios secuestradores musulmanes estrellaron cuatro aviones de pasajeros contra las dos torres del Centro de Comercio Mundial, el Pentágono y un área rural de Pensilvania, todos ellos ubicados en los Estados Unidos, matando a casi 3.000 estadounidenses y ciudadanos de otras naciones. Estados Unidos se transformó de la noche a la mañana, ya que la necesidad de asegurar su integridad dentro y fuera de sus fronteras, incluyendo su participación en dos guerras foráneas, ha afectado gravísimamente sus reservas económicas y ha contribuido a que esta nación, la única potencia militar del mundo, se halle al borde mismo del colapso financiero.
La fortuna que Estados Unidos ha gastado ha hecho que este país se enfrente a difíciles decisiones respecto a la seguridad nacional y a su habilidad para prevenir futuros ataques. El secretario de defensa de Estados Unidos, León Panetta, ha declarado que las crecientes reducciones de gastos militares serán devastadoras. Sin embargo, ciertos cortes son inevitables para que Estados Unidos se mantenga a flote económicamente. El camino hacia la bancarrota seguramente revelará el lado flaco de Estados Unidos, que otros, sin ninguna duda, intentarán explotar.
Si el pasado sirve de referencia, el islamismo continuará jugando un rol de gran relevancia en los eventos geopolíticos. No es coincidencia que la “Primavera Árabe” (con su derrocamiento de varios dictadores árabes), el interminable conflicto con Israel, y el desarrollo de armas nucleares por parte de Irán, sigan dominando los titulares noticiosos. El Medio Oriente ha sido desde hace mucho el centro neurálgico de la profecía bíblica, y un buen conocimiento del islamismo y de su historia nos ayuda a entender por qué es así.
Un gran avance cultural mediante la conquista
El islamismo comenzó en Arabia seis siglos después de Jesucristo. Su fundador fue Mahoma, quien ganó muchos adeptos que después de su muerte se diseminaron por el Medio Oriente, África del Norte y aún más allá, llevando consigo una cultura muy particular. Cierto historiador lo explica así: “Mahoma fue uno de los líderes más astutos de la historia humana, porque desarrolló una cultura tan sólida, que ha perdurado cuatrocientos años con muy pocos cambios” (Mark Gabriel, Culture Clash[Choque cultural], 2007, p. xvi).
Tal vez sirva de ayuda el entender que el islamismo es más que una simple religión. Es, además, un sistema de vida en el que sus verdaderos creyentes se sumergen completamente. “Una persona musulmana es adoctrinada y programada por ese sistema, aunque puede que ni siquiera se dé cuenta de ello. Esta persona crece en ese camino de vida. No puede preguntar ni pensar si es bueno o malo. Su mente no puede traspasar la línea que Mahoma trazó” (p. 3).
La fe en el islamismo es principalmente
una imposición, incluso a la fuerza.
Cuando muchos en la actualidad piensan en el islamismo, la palabra jihad(que típicamente se relaciona con “guerra santa”) con frecuencia viene a la mente. La palabra misma, no obstante, no necesariamente implica violencia. Simplemente significa “lucha” y puede referirse a una lucha espiritual librada dentro de uno mismo. Pero también se refiere a la batalla por la expansión de los territorios musulmanes.
“El significado semántico del término arábico jihadno tiene relación con una guerra santa y ni siquiera con una guerra en general. En cambio, se deriva de la raíz j.h.d.,cuyo significado es esforzarse, empeñarse, tomar medidas extraordinarias” (Reuven Firestone, Jihad: The Origin of Holy War in Islam[Jihad: El origen de la Guerra Santa en el Islam], 1999, p. 16). No obstante, durante gran parte de la historia islámica, muchos de sus seguidores han adoptado un patrón de agresión y derramamiento de sangre que ellos justifican como “guerra santa”.
La historia demuestra que Mahoma se involucró en acciones bélicas durante gran parte de su vida adulta. Y la religión islámica requiere de obediencia absoluta a su líder humano, a quien los musulmanes regularmente se refieren como “el hombre perfecto”.
Gran parte de las enseñanzas islámicas se oponen a las enseñanzas de Jesús, quien dijo que sus discípulos serían pacificadores (Mateo 5:9). Jesucristo incluso ordenó a todos sus seguidores que oraran por sus enemigos que los persiguen e injurian (v. 44).
Por el contrario, y de acuerdo con el Corán (o Quran), el libro santo del Islam, los musulmanes se empeñan en aniquilar, esclavizar o subyugar a sus enemigos, que son todos quienes no aceptan el islamismo. Ellos citan versículos tales como Sura 2:193, que dice: “Pelea contra ellos hasta que su idolatría [la adoración a cualquier otro dios que no sea Alá] perezca y la religión [de Alá] reine por sobre todo”.
Primera influencia religiosa de Mahoma
Mahoma nació alrededor del año 570 d.C. en la ciudad de La Meca, que hoy se conoce como Arabia Saudita. Su infancia, como explica el erudito religioso Huston Smith, “estuvo marcada por la tragedia, ya que su padre murió pocos días antes de su nacimiento, su madre cuando él tenía seis años, y su abuelo, que lo cuidó después de la muerte de su madre, cuando había cumplido ocho” (citado por John Miller y Aaron Kennedi, Inside Islam[Islam por dentro], 2002, p. 15). Mahoma fue criado desde entonces por su tío y con el tiempo se convirtió en comerciante, viajando a través de la Península Arábica.
Al momento de su nacimiento, La Meca ya era considerada un lugar santo por ser un centro de idolatría y prácticas religiosas. La ciudad era el hogar del Kaaba, una estructura en forma de cubo de aproximadamente 15 metros de altura y 10.5 por 12 metros en su base. Originalmente albergaba cientos de imágenes de dioses tribales además de un meteorito negro, considerado como un envío del cielo por quienes adoraban allí.
Aun cuando era un templo pre-islámico pagano, el Kaaba llegó a ser (y todavía es) el foco central del peregrinaje musulmán a La Meca. Se espera que todo musulmán física y financieramente apto haga un peregrinaje a La Meca, conocida como hajj, en algún momento de su vida. Este es uno de los cinco “pilares”, o deberes religiosos, del Islam.
A medida que Mahoma crecía y viajaba, fue relacionándose con varias religiones como el judaísmo, el cristianismo y el zoroastrismo, además de numerosos conceptos filosóficos. No es nada raro entonces que la religión que él fundara fuera sincrética, es decir, una mezcla de enseñanzas y costumbres religiosas. “En el aspecto religioso, se ubica dentro de la familia de religiones monoteístas o abrahámicas (que trazan sus orígenes hasta Abraham), mientras que en lo filosófico, se fundamenta en los griegos” (p. 11). Desde luego, el judaísmo y el cristianismo post-apostólico también incorporaron falsedades griegas.
Del cristianismo corrupto, Mahoma adoptó el concepto pagano de la inmortalidad del alma y la creencia que lo acompaña, la del eterno tormento en el infierno. (Si desea saber más sobre este tema, solicite o descargue de Internet nuestro folleto gratuito El cielo y el infierno).
Encuentro con el mundo de los espíritus
Ya de adulto, Mahoma se acostumbró a visitar una caverna en el monte Hira, en las afueras de La Meca, para poder estar solo. Según él, fue ahí, cuando tenía 40 años, donde el ángel Gabriel le reveló la palabra de Alá por primera vez. Los historiadores resumen así las palabras de Mahoma respecto a los eventos de ese día:
“Un día, sin ninguna advertencia, una voz le habló. Debe haber sido la primera vez que experimentaba la sensación de que algo extraordinario y muy claro le estaba ocurriendo . . . La Voz dijo tres palabras en árabe, que estremecerían al mundo. Traducidas al español, esas palabras fueron: “Tú eres el mensajero de Dios” (Maxime Rodinson, Muhammad[Mahoma], 1980, p. 71).
Según el relato de Huston Smith, “Poco después, desde esta caverna en la montaña emergería la más grandiosa frase del idioma árabe: el grito profundo y electrizante que convocaría a un pueblo y haría estallar su potencia hasta los límites del mundo conocido: ¡a ilaha illa ‘Lah! No hay otro dios más que [Alá] . . . Una voz baja del cielo diciendo ‘Tú eres el escogido’” (citado por Miller y Kenedi, p. 16).
“Las palabras . . . vinieron a Mahoma en segmentos fáciles de descifrar durante un lapso de veintitrés años, mediante voces que al principio parecían variar y que en ocasiones sonaban como ‘el tintinear de campanas’, pero que gradualmente se condensaron en una sola voz que se identificó a sí misma como la de Gabriel” (p. 21).
¿Es cierto que esto ocurrió? No como se atribuye, ya que Dios no habría enviado al ángel Gabriel a comunicar nada en contra de las verdaderas Escrituras – y estos mensajes, aunque ocasionalmente contenían enseñanzas correctas, contradecían la Biblia en varios aspectos. Por lo tanto, aquí solo hay dos alternativas: o bien Mahoma fue un charlatán que inventó todo esto, o él realmente tuvo un encuentro con un ángel caído, un espíritu demoniaco, que se hizo pasar por Gabriel.
La segunda posibilidad no debe de considerarse como imposible, ya que los demonios están involucrados en la religión falsa (vea 1 Corintios 10:20), y Satanás mismo aparece como un “ángel de luz” (2 Corintios 11:14).
Mahoma declaró que en la primera visita de Gabriel, el ángel le ordenó que recitara esta revelación a otros para difundir el mensaje de Alá. Él compartió estas visiones con su esposa Khadijah, su primo Alí, y su amigo Abú Bakr. Estas personas conformaron su primer, aunque pequeño, grupo de conversos.
La mayoría de las recitaciones de Mahoma de ese tiempo promovían la compasión, la gentileza, la honestidad y la caridad. Otras, no obstante, iban en contra de ciertas creencias religiosas que prevalecían en esa era. Algunas protestaban en contra de los contratos injustos y la usura, y provocaron resistencia por parte de los poderosos comerciantes de La Meca. Sus enseñanzas sobre la adoración a un solo dios, que no podía ser otro que Alá, le acarrearon conflictos en La Meca con aquellos que adoraban a todo tipo de dioses y diosas.
El Viaje Nocturno y la huída a Medina
En 615, algunos de los seguidores de Mahoma huyeron a Etiopía. Su esposa, Khadijah, murió en 619. Y un año después, Mahoma experimentó lo que él llamó el Viaje Nocturno, o la Noche de la Ascensión, una visión en la cual habría sido supuestamente guiado por el ángel Gabriel a través del cielo, hacia la presencia misma de Alá.
Mahoma relató que Gabriel lo llevó hasta una mula blanca que tenía alas en sus muslos—la misma mula que supuestamente había acarreado a otros profetas, incluyendo a Abraham. Mahoma dice que él se subió en ella y subió a los cielos y luego fue llevado a masjid al-aqsa,“la mezquita más lejana”, donde conoció a muchos profetas, incluyendo a Moisés y a Jesús. (Después de la era de Mahoma, esta ubicación pasó a ser considerada como una referencia al Templo del Monte en Jerusalén, a pesar de que Jerusalén no es mencionado en ninguna parte del Corán).
Mahoma dice que su viaje continuó con su ascensión al cielo, pasando a través de siete dimensiones celestiales. Según él, en el séptimo nivel vio a un hombre anciano, a quien Gabriel identificó como Abraham. Gabriel luego llevó a Mahoma al paraíso, donde habló con Alá.
Presuntamente, Alá instruyó a Mahoma acerca de las oraciones, diciéndole que los musulmanes debían recitar 50 oraciones al día. Sin embargo, según su relato, Moisés luego le dijo a Mahoma que regresara donde Alá para que redujera ese inaguantable número. Así lo hizo Mahoma, y Alá lo redujo a 10. Pero Moisés le volvió a decir que este número aún era demasiado, por lo que Mahoma le pidió a Alá una nueva reducción, lo que él hizo: las disminuyó a cinco. Después de esto, Mahoma regresó a La Meca.
Siguiendo las directrices de Mahoma, los musulmanes devotos aún oran formalmente cinco veces al día: antes del amanecer, al mediodía, en la tarde, al atardecer y en la noche antes de ir a acostarse. Durante siglos, ha habido individuos designados para anunciar estos tiempos a las comunidades musulmanas, coreando fuertemente el llamado a orar.
El siguiente capítulo significativo en la historia musulmana ocurrió en 622, cuando Mahoma y sus seguidores, que enfrentaban gran oposición, se fueron de La Meca a Medina. Antes del advenimiento del Islam, la ciudad de Medina era conocida como Yatrib, pero fue personalmente renombrada por Mahoma como Medina. Medina era madinat an-nabi en árabe, lo que significa “ciudad del profeta”. Se le reconoce como el segundo lugar más sagrado del Islam (después de La Meca) y es el lugar de sepultura de Mahoma. El viaje a Medina hecho por Mahoma y sus discípulos es llamado Hegirao Hijra, lo que significa “huída” o “partida”. Este evento marca el año 1 del calendario musulmán.
En 624, los seguidores de Mahoma en Medina vencieron a sus oponentes de La Meca en la batalla de Badr, y Mahoma regresó a La Meca para gobernar. Sus seguidores destruyeron las imágenes de los dioses tribales en el Kaaba y el mercado, y comenzaron a institucionalizar el Islam.
“Una huella de sangre en cada página”
Mahoma continuó expandiendo el control islámico en Arabia hasta su muerte en Medina, en 632. Después, sus seguidores continuaron valiéndose de la guerra para alcanzar sus metas religiosas. Ellos tenían al profeta mismo como ejemplo: “Las campañas militares de Mahoma fueron, en un sentido, el comienzo de las conquistas musulmanas. Su ejemplo mostró que la fuerza armada sería un elemento aceptable e importante en la defensa de la nueva religión y luego en su expansión” (Hugh Kennedy, The Great Arab Conquests[Las grandes conquistas árabes], 2007, p. 48).
El Corán contiene muchas declaraciones que, cuando se interpretan literalmente, llaman a la violencia y al derramamiento de sangre en contra de aquellos que se niegan a someterse a Alá y al islamismo. Por ejemplo, Sura 9:5 dice: “Matad a los idólatras dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes!”, a menos que (y hasta que) se conviertan al islamismo.
Estas palabras pueden interpretarse como una muestra de brutalidad bestial o de misericordia magnánima. ¿Cuál de estos dos caminos de vida ha prevalecido? Aquí está la observación ofrecida por alguien que anteriormente fue un musulmán radical: “El Islam ha dejado una huella de sangre en cada página de la historia, comenzando con Hijra hasta la actualidad . . . Desde el tiempo de Hijra, cuando Mahoma y sus seguidores emigraron desde La Meca a Medina en 622 d.C., hasta estos mismos momentos, el terror y el miedo han sido la estrategia del islamismo” (Reza Safa, Inside Islam [Islam por dentro], 1996, pp. 36, 47).
Otra fuente describe parte de la violenta expansión: “Durante los primeros mil años del conflicto militar entre la cruz y la [luna] creciente, los estandartes musulmanes flamearon triunfales sobre incontables campos de batalla, mientras que los ghazis[guerreros tribales], que seguían la revelación de Mahoma, aniquilaban a los ejércitos cristianos y devoraban a los estados “infieles”, para dominar finalmente la mitad del territorio que ahora constituye Europa. La caballería árabe asaltó el norte de Los Pirineos [llegando hasta Francia], y los emiratos musulmanes gobernaron sobre la Península Ibérica [de España y Portugal] por siglos.
“En una ola posterior de conquistas musulmanas, los turcos arrasaron a través de los Balcanes, y sus jenízaros [unidades de infantería del sultán] solo se detuvieron en las puertas de Viena infestadas de plaga. Los tártaros [turcos de Asia Central] dieron una fuerte ofensiva en Polonia, los árabes tomaron Sicilia, y los griegos perdieron su independencia por medio milenio . . .
“Una de las luchas más grandes entre civilizaciones produjo la confrontación militar más larga de la historia . . . la contienda de mil trescientos años por la hegemonía sobre el Medio Oriente, el norte de África y Europa, realmente nunca ha cesado . . . Los intervalos de paz fueron simplemente episodios de gran cansancio” (Ralph Peters, Endless War [Guerra sin fin], 2010, pp. 3-4).
La guerra, un vehículo indispensable para la expansión islámica
Aquí está la observación de dos hermanos que fueron criados como musulmanes, pero que leyeron la Santa Biblia y llegaron a creer en Jesús (ambos han sido profesores y administradores de universidades cristianas desde hace mucho).
“De los mil cuatrocientos años de historia compartida entre musulmanes y cristianos pueden derivarse varias conclusiones:
“Con la notable excepción de las cruzadas, los musulmanes han iniciado casi todas las guerras, debido principalmente a la filosofía de la jihad.
“La guerra no es un recurso secundario en la historia del Islam; es el vehículo principal para la expansión religiosa. Es obligación musulmana el traer la paz mundial por medio de la espada . . .
“Mientras que la gente moderna está familiarizada solo con el Islam defensivo de los últimos trescientos años [que se opone a la invasión de la cultura occidental y el imperialismo], la religión nunca se ha olvidado de los mil años previos de conquista por causa de Alá. Es esta conquista tradicional del Islam la que ha resurgido” (Ergun Caner y Emil Caner, Unveiling Islam: An Insider´s Look at Muslim Life and Beliefs[Develando el islamismo: Perspectiva interna de la vida y creencias musulmanas], 2009, p. 74).
Estos dos ex musulmanes demuestran que la mentalidad terrorista moderna está de acuerdo con esa historia, y que es completamente contraria al pensamiento cristiano:
“El Hadith [la compilación de informes acerca de las declaraciones y acciones de Mahoma que se ha ido transmitiendo a través de las generaciones, la cual los musulmanes consideran suplementaria para aclarar el Corán], dice explícitamente que al musulmán le es prometida la victoria eterna en el acto de la guerra santa. La victoria incluye tanto el éxito en la batalla, como la promesa del perdón eterno, y la traslación al nivel más alto del paraíso . . .
“Los terroristas que murieron durante los ataques [del 11 de septiembre de 2001] sinceramente creían que Alá perdonaría todos sus pecados. Ellos siguieron la ruta completamente contraria a la mente cristiana, ya que las creencias musulmanas son antagonistas a la fe de Jesucristo. Como Alá es completamente ajeno a su pueblo y no es de ninguna manera encarnado o personal, los terroristas siguieron la ruta impuesta en ellos por las únicas fuentes en las que confiaban y que les garantizaban el paraíso: la interpretación literal del Hadith y el Corán” (p. 195).
De acuerdo a las enseñanzas de la Biblia, tal pensamiento es completamente equivocado. Los servidores del verdadero Dios en esta era no han de involucrarse en la conquista militar del mundo ni en ataques en contra de aquellos que tienen otras creencias. En vez, debemos de llevar al mundo las buenas noticias del reino venidero de Dios. Y debemos ser, como se mencionó anteriormente, pacificadores en grado máximo.
La paz por medio del reino de Jesucristo
No obstante, debe mencionarse que Dios finalmente se hará cargo del mundo entero cuando Jesucristo vuelva a establecer el reino de Dios sobre todas las naciones. Y esto incluirá el deshacerse de las fuerzas que luchan contra él. Sin embargo, esta conquista del orbe no se logrará mediante los seres humanos, sino que a través de la directa intervención de Jesucristo, quien vendrá en poder y gloria con sus huestes celestiales. Más aún, esta toma del poder será necesaria para salvar a la humanidad de sí misma y traer la verdadera paz que el mundo ha anhelado desde hace tanto tiempo.
Trágicamente, en esta era fraudulenta el mundo entero está confundido y dividido, y el engaño religioso está provocando numerosas guerras. El conflicto continuará hasta el tiempo en que nuestro Señor Jesucristo aparezca desde las alturas para aplastar toda la religión falsa que ha producido tanto derramamiento de sangre, y para traer finalmente alegría y descanso eterno.
Por fin las multitudes de las eras del pasado, presente y futuro, vivirán juntas sin temor por toda la eternidad. Entonces no habrá un Islam, ni ninguna otra religión falsa, porque todos conocerán la verdad, y la verdad nos hará libres (Juan 8:32). ¡Oremos para que ese día llegue!