El sexo y los jóvenes cristianos
Sexo. La sola palabra provoca fuertes emociones. El mundo actual populariza y degrada constantemente el sexo en libros, revistas, el cine y el “entretenimiento” en general.
Nuestra cultura vive orgullosa de su actitud permisiva hacia el sexo. Las relaciones pre y extramatrimoniales ya no se consideran “vergonzosas”; por el contrario, ahora son aplaudidas.
En los Estados Unidos, sean o no religiosos, 86% de los jóvenes adultos solteros de entre 18 y 29 años ya han tenido relaciones sexuales. Casi el 7% de las jovencitas cuyas edades fluctúan entre los 15 y los 19 años quedan embarazadas cada año, con lo que los nacimientos anuales solo en los Estados Unidos ascienden a más de 400 mil. El estudio más reciente, del año 2002, demuestra que tres cuartas partes de todos los embarazos no deseados son de mujeres menores de 29 años (The National Campaign to Prevent Teen and Unplanned Pregnancy, “The Fog Zone” [Campaña nacional de prevención de embarazos no deseados y en adolescentes, “La zona nebulosa”], 2009).
Las estadísticas muestran que la situación en otras naciones es muy parecida. En Colombia, una de cada cinco adolescentes entre 15 y 19 años ha estado alguna vez embarazada (Quinta Encuesta Nacional de Demografía y Salud, 2010).
Por supuesto, los embarazos no deseados son solo uno de los efectos causados por la idea equivocada que tienen los jóvenes sobre el sexo hoy en día. Debería ser obvio que la actitud predominante respecto a las relaciones prematrimoniales y extramatrimoniales en nuestro medio es la causa de muchos problemas.
Lo triste del caso es que aunque los cristianos pretendan tener altos estándares morales en cuanto al sexo, muchos jóvenes cristianos están siendo seducidos con la idea de que el sexo fuera del matrimonio es algo aceptable. Aún quedan muchas personas que no están de acuerdo con las relaciones sexuales fuera del matrimonio, pero a dichas personas se las considera anticuadas o desactualizadas en el tema.
¿Es acaso demasiado estricta la creencia de que el sexo debe limitarse al matrimonio? En realidad, la pregunta debería ser esta: ¿qué opinaDios acerca de la sexualidad y cuál debería ser nuestro comportamiento al respecto?
¿Es pecado el sexo?
La Palabra de Dios, la Biblia, es muy clara en relación a este tema. Dios quiso que se registraran en su Palabra algunos ejemplos de conductas sexuales inadecuadas: el rey David cometió adulterio con Betsabé; Lot cometió incesto con sus hijas; Sansón era lascivo y su actitud hacia las mujeres era lujuriosa, lo que le costó finalmente la pérdida de sus ojos y más tarde, hasta de su propia vida. Estos ejemplos muestran las graves consecuencias que trae el sexo fuera del matrimonio.
El sexo, creado por Dios, no es en sí mismo un pecado. Pero el uso incorrecto del sexo sí lo es.
Veamos lo que Dios se propuso en cuanto al matrimonio y el sexo, que deben tener lugar en este estricto orden:
En un principio Dios creó a la humanidad, hombre y mujer, por una razón (Génesis 1:27).
Él creó a los dos primeros seres humanos, Adán y Eva, como esposo y esposa, es decir, “una sola carne” (Génesis 2:24).
Dios los bendijo y les mandó que poblaran la Tierra con su descendencia, lo cual requería que tuvieran relaciones sexuales dentro del matrimonio (Génesis 1:28).
La unión sexual en el matrimonio debe ser “honorable” (Hebreos 13:4).
Sabemos que Dios se refería a una unión sexual porque inspiró al apóstol Pablo a escribir que una relación sexual fuera del matrimonio es una unión similar, aunque inmoral (1 Corintios 6:16).
Una vez más, el sexo no es el problema. El amoroso Dios le concedió a la humanidad esta poderosa y maravillosa relación. El problema se presenta cuando algo que ha sido creado para nuestro bien, se utiliza en forma errónea y egoísta. “. . . no molestarán ni despertarán al amor hasta que sea el momento indicado” (Cantar de los Cantares 2:7, versión Palabra de Dios Para Todos). ¡El momento indicado y correcto es solamente después de intercambiar los votos matrimoniales!
Las hormonas y el divorcio
Durante la relación sexual, creada por Dios para el matrimonio, entran en acción hormonas muy poderosas. Si una persona comete adulterio, esas hormonas actúan de la misma manera, pero el efecto de unidad que Dios quiso que ocurriera con solo una persona del sexo opuesto, se debilita y reduce drásticamente.
Entre más se repita esta conducta, más difícil será para una persona comprometerse en una relación matrimonial de por vida. Así pues, la inmoralidad sexual incide en la alta tasa de divorcios que se ve en las naciones occidentales. Aun aquellos que profesan seguir la Biblia se divorcian aproximadamente en el mismo porcentaje (cerca del 32% de los matrimonios en primeras nupcias) que los no cristianos (“New Marriage and Divorce Statistics Released” [Estadísticas actualizadas del matrimonio y el divorcio], Barna.org).
El sexo y el aborto
Otra consecuencia del uso inadecuado del sexo es que casi la mitad de las mujeres en los Estados Unidos abortarán al menos una vez en su vida. Incluso aquellas mujeres en esta nación que dicen ser cristianas son parte de esta estadística, ya que 28% de ellas se autodenominan católicas y 37%, protestante.
Esto quiere decir que solo en los Estados Unidos las mujeres que se autodenominan cristianas contribuyen en buena parte a los casi 1.2 millones de abortos anuales (“Characteristics of U.S. Abortion Patients” [Perfil de las pacientes que abortan en Estados Unidos], Guttmacher.org, mayo 2010).
Manteniendo la pureza sexual
A partir de estas estadísticas, podemos ver que muchos “cristianos” también toman parte en prácticas sexuales inapropiadas. ¿Qué hacer para preservar la pureza sexual en nuestras vidas y nuestras familias?
Dios no concedió el sexo a la humanidad solo con fines reproductivos, sino además para fortalecer la relación matrimonial como una unión sagrada: una relación física, única y especial, símbolo del misterio de la relación entre Cristo y su Iglesia (Efesios 5:30-32). ¿Cómo profanar algo tan hermoso y santo?
Decir que un comportamiento inadecuado es pecado puede parecer incómodo, sin embargo, el mensaje es claro, tanto para ti como para los demás. Practica y mantén un comportamiento acorde a la voluntad de Dios. Del total de adolescentes y adultos jóvenes que se mantienen vírgenes hasta el matrimonio, 41% de las jovencitas y 31% de los jóvenes afirmaron en una encuesta que el sexo fuera del matrimonio “va en contra de mi religión o mis principios morales” (Pregnant Pause Blog [Blog para la prevención del embarazo], Thenationalcampaign.org, octubre 2011).
Si actualmente mantienes una relación sexual inadecuada, detente. Este es el primer paso para el arrepentimiento, que significa pensar de forma diferente, con el fin de cambiar tu mentalidad y acciones. Jesús le dijo a la mujer sorprendida en adulterio “vete y no peques más” (Juan 8:2-11). Hoy en día él nos ordena lo mismo. Recordemos que Dios nos perdona cuando nos arrepentimos y queremos cambiar sinceramente.
Mantén el control de tu impulso sexual, reservándolo únicamente para cuando llegue el momento apropiado de expresarlo en el matrimonio, tal como Dios quiere. A pesar de las tremendas pasiones y deseos que el sexo pueda despertar, ¡hasta ahora nadie ha muerto por abstenerse! Como ocurre con cualquier pecado, tenemos que controlar nuestras pasiones para no sufrir las consecuencias de un comportamiento pecaminoso. Esto fue lo que Dios le dijo a Caín, pero él estaba lleno de tanta ira que ignoró a Dios; asesinó a su hermano Abel y sufrió graves consecuencias (Génesis 4:3-12).
El mundo promueve el sexo sin restricciones, afirmando que no es pecado. ¡No lo creas! Aléjate de películas, espectáculos, presentaciones o cosas similares que exalten el sexo ilícito o que ridiculicen el matrimonio y la familia. Evita cualquier clase de pornografía. Busca ayuda profesional si es necesario. Jesucristo te ama y quiere que formes parte de su familia en el reino de Dios.