Hola, papá . . . ¿Te acuerdas de mí?
La joven madre se sentó frente a mí, y pude ver cómo las lágrimas se deslizaban lentamente por sus mejillas. Sus ojos hinchados reflejaban largos años de frustración, y le dije: “¿Hay alguna pregunta que quisieras hacerle a tu padre?” Su triste respuesta fue muy elocuente: “Hola papá, ¿Te acuerdas de mí?”
Sollozando, me contó que nunca había tenido una relación estrecha con su padre, quien siempre se había mantenido alejado de ella. Su presencia solo se hacía sentir ocasionalmente, cuando alzaba la voz o preguntaba por algo que no podía encontrar en la casa, pero, en palabras de esta joven, “él escasamente cruzó conmigo unas pocas frases durante mi adolescencia”.
Las estadísticas actuales en cuanto a relaciones intrafamiliares son alarmantes. Más y más personas hablan del vacío que dejaron en sus vidas sus progenitores ausentes, y que ahora buscan cómo llenar. Como consecuencia de ello se ven afectadas otras relaciones, incluyendo la más importante de todas: nuestra relación con Dios. Esta joven madre me explicó la razón que la llevó a buscar consejería con estas palabras: “¿Cómo puedo orarle a mi Padre en el cielo? Nunca hablé con mi padre terrenal mientras crecía, y no logro establecer una conexión con Dios”.
Si tú has sufrido debido a una falta de comunicación semejante, la verdad es que estás ante una brecha profunda y difícil de salvar. La ausencia de una relación personal con un padre humano, sea cual sea la razón, hace más difícil el poder comunicarse en oración con Dios el Padre. A pesar de todo, Jesús les enseñó a sus discípulos: “Vosotros, pues, oraréis así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos . . .’” (Mateo 6:9). Dios afirma que él es “padre de huérfanos” (Salmos 68:5). Por tanto, si has tenido una relación difícil o inexistente con tu padre terrenal, a continuación presentamos algunas ideas que te ayudarán a conectarte efectivamente con tu Padre espiritual.
• Habla con Dios el Padre como si fuera tu amigo.
Todos sabemos lo que es tener un amigo con quien sentarse a hablar y compartir nuestros más íntimos sentimientos, ideas y deseos. La facultad de comunicación es uno de los grandes dones que Dios le ha concedido al ser humano. Acude a él en oración y dile: “Dios, me cuesta mucho hablarte como a un padre ya que nunca tuve contacto con mi padre terrenal, pero quiero ser tu amigo. En tu Palabra muchas veces te revelas como nuestro amigo. Tú dijiste que Abraham era tu amigo (Isaías 41:8), de modo que, ¿podemos hablar?”
Debes empezar poco a poco; las buenas amistades se logran a través de la comunicación.
• Recuerda que tu Padre celestial conoce tus deseos y necesidades.
El hecho de que el Todopoderoso y Eterno Dios esté al tanto de tus necesidades personales (Mateo 6:28-33) es realmente extraordinario. Haz una lista de ellas y preséntaselas a tu Padre espiritual. Comenta con él tus planes, y lo que necesitas para llevarlos a cabo. A los padres amorosos les gusta hacer planes para el futuro con sus hijos. No olvides este alentador principio: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:6-7). Dios el Padre te ama y quiere que tengas éxito ahora y siempre.
• Ten presente que tu Padre espiritual anhela tener contacto contigo.
Cuando se trata de comunicarte con Dios, no importa que nunca hayas tenido la oportunidad de charlar íntimamente con tu padre terrenal. Tu Padre Celestial quiere saber de ti y hablar contigo. Ora con frecuencia; él siempre está ahí, dispuesto a escuchar. Por otro lado, escúchalo a él: su voz no es verbalmente audible, pero su respuesta se percibe espiritualmente.
Abre tu Biblia y comienza a leer, ya que Dios se comunica con nosotros a través de su Palabra escrita. Él nos ayuda a entender a través de su Espíritu. A través de su Palabra y Espíritu, Dios le habla al corazón y a la mente de la persona sobre la rectitud moral y la justicia. Él inspirará en tu mente sus ideas y pensamientos.
Debido a que Dios el Padre cuenta con múltiples formas de guiarte, bien podría usar otro tipo de comunicación. Por ejemplo, podría valerse de personas sabias y piadosas para darte una respuesta. O quizá podría disponer las circunstancias para que su respuesta se haga obvia. Dios quiere que le hables y que tengas fe en él. Él te amará, te enseñará, y nunca te abandonará (Hebreos 13:5). Es cierto que si has tenido un padre desconsiderado o ausente, puede ser difícil para ti entender cómo alguien que se autoproclama “tu Padre” quiera en verdad hablarte, ¡pero así es!
• ¡Lee la Palabra de Dios para aprender más acerca de aquel Padre que no conoces, pero que siempre has querido conocer!
Muchos jóvenes quieren saber más acerca de sus progenitores, especialmente de sus padres. ¿Quienes fueron sus antepasados? ¿Cómo era él cuando era joven? ¿Dónde vivía y en qué trabajaba? Tú puedes conocer todas estas cosas acerca de tu Padre celestial; ¡las respuestas están en su Libro! La Biblia es el manual de instrucciones de Dios para todos nosotros. Puede que en un principio sea difícil de entender, pero después de un tiempo se te hará más fácil y muy pronto empezarás a disfrutar su lectura en la medida en que aprendas más acerca de Dios como tu Padre. Jesucristo habló a menudo de la relación con su Padre y, de hecho, compartió muchos aspectos personales de esa relación. De esta forma podemos conocer mejor al Padre de Jesucristo, ¡quien es también nuestro Padre!
• Medita acerca de cuán involucrado ha estado Dios en tu vida.
Reflexiona acerca de la intervención de Dios en tu pasado. Algunas veces pudiste haber sido castigado con el fin de evitar que cayeras en cierto tipo de pecado. En otras ocasiones Dios pudo haber recompensado tu obediencia, lo cual le agrada. Recuerda aquellas oportunidades cuando te rescató de alguna situación difícil y desesperada. Piensa además en los sucesos más inesperados que hayan ocurrido en tu vida. Algunas personas atribuyen esos sucesos imprevistos a la suerte o al destino, sin embargo, muchos ven la intervención de Dios en todo momento. En fin, piensa en todas las ocasiones en que tu Padre Celestial estuvo presto a ayudarte. Dios nuestro Padre está interesado en nuestras vidas mucho más de lo que pensamos.
• Sigue el ejemplo de Jesucristo, el Hijo de nuestro Padre Celestial.
El Padre comparte el mismo amor y cuidado por cada uno de nosotros que Jesús demostró hacia sus contemporáneos mientras vivió como humano en la Tierra. ¿Quién es Dios el Padre? Aquel que anhela ansiosamente poder estrecharte entre sus brazos para consolarte, abrazarte y para que puedas llorar en su hombro. Él quiere decirte que tú eres su hijo o hija y que ¡nunca te abandonará! Además, quiere decirte: “No te preocupes, ¡todo va a salir bien!” Cuando le abrió los ojos al ciego, Jesús afirmó que Dios el Padre era como él. Cada vez que Cristo alimentó a los hambrientos o resucitó algún muerto, estaba dándole a entender a todos que su Padre actuaba de igual manera.
Jesús reveló quién es en realidad el que ha hecho y hace todo lo bueno: “El Padre que mora en mí, él hace las obras” (Juan 14:10). Cuando Jesús perdonó a quienes lo crucificaron, nos mostró que su Padre también perdona, porque el Padre es en verdad un Dios de amor. En palabras de Jesús: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”
(v. 9).
• Recuerda siempre que Dios anhela una relación de padre-hijo contigo.
Dios nuestro Padre quiere una familia. Él ama a sus hijos. Aunque posiblemente no hayas tenido una relación buena y saludable con tu padre terrenal, ten en cuenta que este es un buen momento para empezar una con Dios el Padre. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” (1 Juan 3:1).
La maravillosa verdad es que nunca somos demasiado viejos para iniciar una relación. “Hola, papá . . . ¿te acuerdas de mí?” Sí, nuestro Padre en los cielos sí se acuerda de ti. “Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados” (Mateo 10:30). Dios desea conocerte aún más y entablar una relación que durará ¡por toda la eternidad! Busca a Dios ahora, pues él te está buscando a ti.