La rencilla familiar del Medio Oriente
¿Ha visto usted algún altercado familiar? No es nada agradable. Las acusaciones vuelan de un lado a otro y casi siempre se desentierran quejas grandes y pequeñas de años anteriores, porque algunas heridas del pasado no se han olvidado y todavía siguen abiertas. Todas estas cosas son un combustible que enciende la ira, el resentimiento y, en ocasiones, hasta el odio.
Desde 1948, cuando nació el Estado de Israel, el Medio Oriente ha sido escenario de guerras, atentados suicidas con bombas y ataques terroristas.
¿Por qué vemos tal odio en el Medio Oriente? La verdad es que todo lo que allí sucede no es más que una gran rencilla familiar.
Una familia en pugna
Las raíces espirituales de las tres religiones principales del Medio Oriente —el judaísmo, el cristianismo y el islamismo—se remontan a una sola persona, Abraham. Los tres personajes históricos destacados de estas tres religiones —Moisés, Jesucristo y Mahoma—fueron descendientes directos de Abraham.
Imagínese esta escena: cinco personas, todas viviendo en el mismo hogar; Abraham y Sara, esposo y esposa; su sirvienta Agar y su hijo Ismael, cuyo padre es Abraham; la quinta persona es Isaac, el hijo recién nacido de Abraham y Sara. Isaac es el hijo legítimo de Abraham, y por lo tanto será el heredero de todo lo que éste posee, como también de las increíbles bendiciones prometidas por Dios. Es una receta perfecta para un desastre; las semillas de contienda ya han sido sembradas y están a punto de germinar.
Muchos años antes, cuando Agar llevaba en su vientre a Ismael, Dios le había entregado un mensaje por medio de un ángel, asegurándole que su hijo tendría un papel relevante en la historia. Él le dijo: “De tal manera multiplicaré tu descendencia, que no se podrá contar. Estás embarazada, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Ismael, porque el Señor ha escuchado tu aflicción.
“Será un hombre indómito como asno salvaje. Luchará contra todos, y todos lucharán contra él; y vivirá en conflicto con todos sus hermanos” (Génesis 16:10-12, Nueva Versión Internacional).
Fue profetizado que los descendientes de Ismael serían una gran nación
Esta descripción de los descendientes de Agar es muy importante, porque muchos de los árabes actuales son descendientes de este mismo Ismael, cuyo padre fue Abraham. Se dice que Mahoma, el fundador del islamismo, fue descendiente de Ismael.
Cuando la Biblia compara a Ismael y a sus descendientes con un “asno salvaje”, esto en realidad no pretende ser un insulto, porque el asno salvaje era un aristócrata entre las bestias salvajes del desierto. Esta profecía se refiere a cómo los descendientes de Ismael imitarían el estilo de vida del asno salvaje, llevando una existencia libre y honorable en esas tierras desérticas.
A continuación, dice que “luchará contra todos, y todos lucharán contra él”. Por un lado, esto podría referirse a los descendientes de Ismael que buscan la independencia, resistiéndose a la dominación extranjera. Pero también puede referirse a su empeño en salir a conquistar, y a la resistencia que han debido enfrentar como consecuencia de ellos.
La profecía continúa diciendo que Ismael “viviría en conflicto con todos sus hermanos”. Esta es una referencia a la legendaria enemistad que ha existido entre los mismos árabes, y entre los árabes y los otros hijos de Abraham (como los judíos).
El continuo conflicto en el Medio Oriente es un problema humano muy real. Es tan fácil de entender como la historia de estas cinco personas que hemos mencionado. Los descendientes de Abraham no logran llevarse mejor hoy en día que hace miles de años.
Repasemos: Dios le había prometido a Abraham un hijo que sería el heredero de sus promesas y sus bendiciones. Pero como Abraham no tenía suficiente fe en que Dios llevaría esto a cabo, tuvo un hijo (Ismael) con Agar, una de sus sirvientas. La Biblia indica que Ismael y su madre vivieron bajo el mismo techo con Abraham y Sara hasta que Isaac fue destetado. En ese momento, esta historia da un gran vuelco.
El nacimiento de Isaac afecta adversamente a Ismael
Después de vivir catorce años como hijo único, ¡el mundo de Ismael se trastorna por completo cuando Sara tiene un hijo! Ella da a luz a un niño llamado Isaac, y ahora las cosas realmente se complican.
Ismael ya es un adolescente que está convirtiéndose en hombre. La llegada de Isaac cambia fundamentalmente la relación de Ismael con su padre y su posición en la familia, y Sara comienza a molestarse con él, porque lo ve como un rival de Isaac en el hogar. ¡Ella quiere que Ismael se vaya! Ya no puede aguantar más su presencia. Abraham se ve en aprietos, porque él no quiere que Ismael se aleje. Pero Dios le dice que le haga caso a Sara en esto y que Ismael se convertirá en un gran pueblo y no quedará desamparado. Así, Dios protege a Ismael y no lo abandona.
La rivalidad y envidia que sintió Ismael hacia su medio hermano han perdurado a lo largo de los siglos, y han afectado la política del Medio Oriente hasta nuestros días
La rencilla continúa con Esaú y Jacob
Los problemas familiares solo empeoran a medida que continuamos leyendo el relato bíblico. Isaac, el hijo de Abraham y Sara, tuvo hijos gemelos, Jacob y Esaú. Incluso antes de nacer, ellos luchaban dentro del vientre de su madre. Dios explica que estos niños se convertirían en dos naciones, y que una sería más fuerte que la otra.
Jacob y Esaú se engañaron y envidiaron mutuamente durante toda su vida. Debido a las triquiñuelas y artimañas de Jacob, Esaú llegó a odiarlo.
Como hemos dicho, las consecuencias de tal enemistad están con nosotros hasta hoy día. Los descendientes de Esaú se casaron con los descendientes de Ismael, y su amargura y resentimiento en contra de los descendientes de Jacob siguió creciendo con el paso de los siglos.
Entendamos esto: las naciones son familias que han aumentado de tamaño, y tienen los mismos problemas que afectan a los núcleos familiares. Cuando las familias crecen y llegan a ser naciones y siguen arrastrando sus problemas sin superarlos, éstos pueden llegar a tener un impacto global. Así fue como llegamos a la actualidad y a los cruciales problemas en el Medio Oriente.
Distintos pueblos disputan el mismo territorio
Hoy vemos a judíos y árabes peleándose enconadamente por una herencia, un pedazo de tierra que a fin de cuentas no les pertenece a ninguno de los dos: le pertenece a Dios. Acuérdese de las escrituras en Génesis, donde Dios les dio la tierra a Abraham y a sus descendientes. No era la tierra de Abraham, ni de sus hijos, ni de sus descendientes. De hecho, leemos en el libro de Hebreos que Abraham “por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena” y que “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:9-10).
Abraham nunca heredó verdaderamente la tierra que estaba buscando. Él se consideró extranjero y peregrino mientras vivió en la tierra que le había sido dada a él y a su familia, por tanto, ¡Dios era el dueño de esa tierra en aquel entonces, y lo es también en la actualidad!
Pero la diplomacia internacional no entiende ni reconoce en absoluto estos importantísimos antecedentes. El presente conflicto religioso y político en el Medio Oriente está basado en una riña familiar entre los descendientes de Abraham. Es una rencilla que, según la profecía, hará erupción y se convertirá en un conflicto de gran envergadura mucho antes de lo que imaginamos.
Debido a que ninguno de los dos bandos está dispuesto a cambiar sus corazones ni la manera en la que se tratan mutuamente, a través de las generaciones se han firmado y se han infringido muchos tratados de paz. Aún hay envidia, celos y peleas internas, tal como las que vemos dentro de una familia dividida.
Jesucristo sanará esta familia quebrantada
¿Se reconciliarán los descendientes de estos hermanos algún día? Humana y físicamente hablando, esto simplemente no es posible. Durante muchísimo tiempo ha habido demasiada envidia, odio, derramamiento de sangre y gran desconfianza.
Estas son heridas antiguas que no se sanarán mediante tratados de paz. Incluso en la historia reciente, en vez de reparar las brechas, los líderes de las facciones tanto árabes como israelíes se han rehusado a hacer un serio intento de alcanzar la paz y la reconciliación.
Pero hay buenas noticias. Aunque no existe una solución física, sí hay una solución espiritual. La verdadera paz llegará cuando el más grande entre los descendientes de Abraham, Jesucristo, vuelva a resolver esta rencilla y todas las otras que hay en este mundo.
Esfuércese ahora mismo por conocer a Jesucristo, el Príncipe de Paz, y así podrá prepararse para trabajar con él a fin de traer paz a estas familias en guerra. Hágalo hoy día, y puede que en el proceso, ¡usted comience a traer paz a su propia vida!