#338 - Hebreos 3-6: "El sábado como símbolo del Milenio"

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#338 - Hebreos 3-6

"El sábado como símbolo del Milenio"

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Los amonesta: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo. Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (Hebreos 3:7-13). Vemos aquí que el “Espíritu Santo” equivale al “Dios vivo” y no es una tercera persona.

Pablo está citando el Salmo 95:7-11 y usa la analogía entre el “descanso” que los primeros israelitas no alcanzaron al no entrar en la Tierra Prometida, y el “descanso” que los cristianos pueden perder si no logran heredar el reino de Dios. En Hebreos 2:5 Pablo ya había dicho que la meta era heredar “el mundo por venir”, o sea, ese reino de Dios.

El Comentario de Lang está de acuerdo, al decir: “Para los cristianos, esa esperanza se cumplirá con la ‘redención de nuestro cuerpo’ (Romanos 8:23). Así, el autor de Hebreos se remonta a la etapa de la segunda venida del Señor… el reino milenario de Cristo”.

Además, Lang explica por qué esa esperanza del Reino Milenario no se enseña hoy en día en las iglesias tradicionales. Dice: “En el tercer siglo, [en la Iglesia Romana] esa esperanza del evangelio se había abandonado en gran parte, aunque se profesaba la fe al creer que la salvación venía a través de Cristo y su muerte. Pero habían dejado de creer en su Segunda Venida como la verdadera esperanza de un cristiano. Como resultado, la mayoría de esos cristianos rápidamente aceptaron la propuesta del mundo de convertirse en la religión oficial del Estado y la presencia y el poder de Dios en esas iglesias pronto cesó. A partir de entonces ha sido la minoría que han confesado esa esperanza y han seguido el camino de Abraham como un extranjero entre los pueblos y la gloria espiritual de Dios se ha mostrado en ellos”.

Hermanos, ¡nosotros estamos entre esos pocos privilegiados que aún enseñan acerca de la gran esperanza y verdad de ese reino venidero y milenial! 

Luego los insta a seguir firmes: “Porque somos hechos participantes [o socios] de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad” (Hebreos 3:14-19).

La frase “participantes de Cristo” o, más preciso, “socios de Cristo”, se relaciona con ese “misterio del compañerismo” o koinonía en Efesios 3:9. Como F. F. Bruce explica: “El significado de ‘socios de Cristo’ tiene que ver con participar… con él en ese reino inconmovible en Hebreos 12:28” (Nuevo Comentario Internacional sobre Hebreos, pg. 68).

Así, Pablo los anima a perseverar en la fe al no rechazar a Jesús como su Señor y al obedecer a Dios para entrar en el futuro descanso de ese bendito reino.

Pablo continúa: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo” (Hebreos 4:1-5). 

Pablo les advierte usando una analogía del sábado como símbolo de ese descanso durante el Milenio. Si vuelven al judaísmo, no van a entrar en ese descanso, tal como esa primera generación de Israel no lo logró. Bruce explica: “La interpretación común en la Iglesia primitiva era que el séptimo día en Génesis 2:2 simbolizaba la séptima edad de justicia que seguía a las seis edades del dominio del pecado. La identificación del reposo de Dios en Hebreos con la venida del reino de Dios a la tierra ha sido hábilmente defendida...” (págs. 74-75). Luego cita la Epístola de Bernabé del segundo siglo para mostrar que esa creencia era generalizada. Allí dice: “Presta atención… al significado de la frase, ‘lo terminó en seis días’ pues significa que en 6000 años el Señor llevará todo a cabo… ‘Y descansó el séptimo día’. Eso significa que cuando el Hijo venga y deshaga las obras del Anticristo… entonces él descansará como es debido en ese séptimo día” (1964, p. 74).

Y ahora Pablo añade: “Puesto que falta que algunos entren en el reposo, ya que aquellos a quienes primero les fue anunciado no entraron a causa de la desobediencia, Dios ha determinado otra vez un cierto día, diciendo por medio de David: ‘Hoy’, después de tanto tiempo, como ya se ha dicho: Si escuchan hoy su voz, no endurezcan su corazón. Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no se hablaría después de otro día. Por tanto, queda todavía un reposo sabático para el pueblo de Dios. El que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, así como Dios de las suyas” (Hebreos 4:6-10, Reina Valera Actualizada).

David Stern aclara: “El término griego sabbatismos sólo se utiliza aquí en el N.T. En La Septuaginta, la traducción griega del verbo hebreo shabat es sabbatizein y significa ‘guardar el sábado’. Desafortunadamente, la traducción común de ese verso: ‘Queda un reposo’, minimiza y cambia en voz pasiva la observancia de ese día. Es más, el verso 10 da por sentado que el pueblo de Dios está guardando el sábado, pues deben descansar de sus obras tal como Dios lo hizo con las suyas” (Comentario Judío del NT). Aquí tenemos una prueba clara que esos cristianos estaban guardando el sábado al observar el Cuarto Mandamiento y, además, entendieron que era una “sombra de lo que vendrá” (Colosenses 2:17).

De ese modo se dieron cuenta que ¡el sábado es un símbolo del Milenio y que ese “descanso” quedaba como una meta para ellos! Por tanto, la Tierra Prometida en que los israelitas entraron con Josué no fue el cumplimiento total, sino que sería entrar en ese reino de Dios al venir Cristo. Como El Comentario JFB afirma: “Este versículo establece indirectamente la obligación de guardar el sábado, pues el “tipo” continúa hasta que el “antitipo” lo reemplaza… Así el sábado terrenal debe continuar hasta ese entonces.” Al guardar el sábado, no solo miramos hacia atrás a la Creación, sino también hacia adelante, a la venida de ese reino - que es ese descanso de mil años.

En 2 Tesalonicenses 1:6-7 leemos: “Porque es justo acerca de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan y a vosotros, que sois atribulados, daros reposo… cuando se manifieste el Señor Jesús del cielo”. 

El Comentario Expositor aclara: “Buchanan [en el Comentario Anchor] examina una serie de opiniones [sobre Hebreos 4:9] y rechaza todas las interpretaciones que espiritualizan [el sábado]. Él cree que muchos eruditos leen sus propias ideas en el término ‘descansar’ y piensa que es imposible que se pueda usar [la frase, descansar en sábado] en un sentido que no sea nacional o físico. De hecho, Buchanan comenta: “La observancia física del sábado por parte del creyente del Nuevo Pacto es una forma ejemplar de la cesación de ‘obras’, al conmemorar el reposo de Dios en la Creación y manifiesta la fe en la salvación provista por Cristo” (págs. 855-856).

Pablo los insta: “Procuremos, pues, entrar en aquel reposo [el reino de Dios], para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:11-13).

Aquí les recuerda que es la Palabra de Dios que será usada para juzgar y condenar, si se echan atrás. Nada se puede ocultar de la mirada misericordiosa pero justa de Jesucristo, que es el Juez de todos.

Sin embargo, ahora los anima, recordándoles de esa naturaleza amorosa de Cristo, que es su nuevo Sumo Sacerdote, al decir: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:14-16).

Bruce explica: “Aquí repite que los cristianos tienen en el cielo un gran sacerdote con una capacidad sin igual para simpatizar con ellos en todas las tentaciones, sufrimientos y pruebas que pueden surgir, porque él mismo, en virtud de su semejanza a ellos, fue expuesto a todas esas experiencias. Sin embargo, él salió airoso de todas ellas, sin su fe debilitarse ni su obediencia a Dios” (págs. 85-86).

Respecto a Jesús como nuestro Sumo Sacerdote, él añade: “Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad; y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo. Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír” (Hebreos 5:1-11).

Aquí, Pablo explica cómo Jesucristo puede ser nuestro nuevo Sumo Sacerdote, aunque era de la tribu de Judá y no la de Leví. Él logró calificar por ser el Hijo de Dios, y al venir en la carne, donde sufrió por nosotros y se convirtió en un Sumo Sacerdote que es perfectamente compasivo. También fue designado por Dios Padre como Sumo Sacerdote de un orden superior al de Aarón: a la orden de Melquisedec, que ahora reemplaza y supera al sistema sacerdotal de Aarón y los levitas. 

Como menciona Bruce: “Incluso Cristo, el Hijo de Dios, no asumió esa alta dignidad sacerdotal por su cuenta, sino que fue designado por Dios, que lo llamó su Hijo en el Salmo 2:7… y lo estableció como Sumo Sacerdote en el Salmo 110:4” (págs. 94-95).

Pablo sabe que esta nueva verdad acerca de Cristo como el nuevo Sumo Sacerdote es difícil de aceptar para los cristianos judíos, ya el sistema del templo aún seguía activo. Por eso les advierte: “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:12-14).

Una vez más, la Palabra de Dios es la norma para establecer doctrinas, y aquellos que no “crecen” en la gracia y el conocimiento de nuestro Salvador (2 P 3:18) quedarán muy rezagados.

Así pues, Pablo debe advertirles: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite. Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada” (Hebreos 6: 1-8). Son palabras fuertes y un recuerdo que uno puede perder su oportunidad para la salvación.

De este modo, los judíos cristianos en particular necesitan recibir esa advertencia, que, si vuelven al judaísmo, van a perder la esperanza de esa gran salvación que hallaron al convertirse al cristianismo. Si se echan atrás, no tendrán una segunda oportunidad. Recuerden que todos tenemos un solo llamamiento y una sola oportunidad para obtener nuestra salvación, pues es claro que Cristo ¡no va a crucificarse dos veces por nosotros!