322 - Efesios 3-4: El gran misterio revelado; la familia de Dios; buenos hábitos

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322 - Efesios 3-4

El gran misterio revelado; la familia de Dios; buenos hábitos

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El misterio por fin revelado

A pesar de estar encarcelado, Pablo queda muy entusiasmado por la gran verdad que Dios le ha revelado y que ahora transmite “Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder” (Efesios 3:1-7). El término misterio, del griego musterion, significa “algo que no se entendía antes pero que ahora es revelado”.

Pablo declara que este conocimiento no es un descubrimiento personal, sino que le fue revelado directamente por Dios a través de su Espíritu. Declara una tremenda revelación que para el pueblo judío es chocante, pues creía poseer la exclusividad del llamado para ser salvos. De hecho, algunos fariseos despreciaban tanto a los gentiles que decían la razón que Dios creó a los gentiles era para que sirvieran de combustible para mantener ardiendo las llamas del lago de fuego. Solo si algún gentil se convertía al judaísmo podía tener alguna esperanza. Pero Pablo declara que Dios ahora está ampliando su Plan de Salvación para incluir el llamado a los gentiles, y que los gentiles convertidos pueden volverse “coherederos y miembros” del pueblo de Dios.

Pablo sigue: "A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él; por lo cual pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria" (Efesios 3:8-13 ).

Pablo se emociona al contemplar la gran verdad que Dios le ha revelado a los apóstoles y profetas, que hasta los ángeles en los cielos desean saber (1 Pedro 1:12). Ahora el Plan de Salvación de Dios se puede entender con claridad. Cuando Pablo contempla todo esto, los sufrimientos en la prisión se vuelven insignificantes como también deben ser vistas nuestras pruebas.

Cuando Pablo usa la expresión: "anunciar las inescrutables riquezas en Cristo”, la palabra “inescrutable” es anexichmaston en griego y describe algo que no se puede medir o trazar con el pie humano. Imagínese alguien que quiere medir con pasos lo que cree es la circunferencia de un lago. Empieza a caminar alrededor y contar los pasos cuando de repente se encuentra que, en vez, era un brazo del mar y ahora queda impotente ante el inmensurable océano. Así es intentar medir humanamente el amor y la gracia de Dios.

Realmente, ese tipo de amor divino deja a Pablo tan maravillado que dice: "Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu" (Efesios 3:14-16). Aquí vemos que Dios considera a los ángeles y a los seres humanos como una familia, puesto que él es su Creador.

Al considerar el gran amor de Dios hacia nosotros que es expresado en el Plan de Salvación, Pablo se postra para darle tantas gracias. A veces damos por sentado estas preciosas verdades que fueron reveladas por el apóstol Pablo casi dos mil años atrás, pero no debe dejar de maravillarnos.

Recuerda lo que una vez dijo un famoso médico al contemplar el milagro del óvulo fecundado, pues de esa pequeña célula se crea todo el ser humano: “La mera existencia de esa célula debería ser una de las grandes maravillas del mundo. La gente debería pasarse todo el día llamando la atención de los demás sobre este hecho con incesante asombro” (La Obra maestra de Dios, p. 26). De igual manera, debemos siempre recordar y llamar la atención a este asombroso Plan de Dios que muchos ignoran o dan por sentado –pero no así Pablo, ni tampoco nosotros.

¿Por qué Pablo dice que se siente el más pequeño de todos los miembros de la iglesia? ¿Es acaso una falsa modestia? De ninguna manera. Pablo aclara en otra parte esa actitud: "Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador, mas fui recibido a misericordia, porque lo hice por ignorancia, en incredulidad… Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:12-15).

Luego Pablo explica ese propósito: “Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:17-19).

El término "habite" en el griego es katoikem y significa una morada permanente y no transitoria. Así debe ser la morada de Cristo en nosotros: que dure toda la vida. Ahora bien, ¿cómo se llega a entender ese amor? Pablo menciona que no se aprende en forma aislada, sino que, junto a todos los santos, es decir, en la iglesia. Es nuestra responsabilidad, al servir en la iglesia, aprender cómo servir mejor a Dios y a los miembros. Pablo usa todas las dimensiones físicas para compararlas con las espirituales, y cómo debemos explorar todas las dimensiones de ese amor de Dios. No es un logro meramente intelectual, sino una experiencia práctica, al vivir los hermanos juntos en amor, que a veces no es algo fácil.

Pablo termina la sección al animar a los hermanos a confiar en el gran poder de Dios Padre. “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos, Amén” (Efesios 3:20-21). Este pasaje nos enseña que no debemos limitar a Dios. Él puede hacer mucho más de lo que esperamos o imaginamos a través de la fe. Como dijo el ángel Gabriel: “…nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37).

Una vez que revela el aspecto teórico, o sea, el maravilloso Plan de Dios que Cristo lleva a cabo en la iglesia, ahora Pablo se enfoca en los aspectos prácticos – es decir, las responsabilidades de los miembros en el Cuerpo de Cristo, la iglesia.

Dice: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres”. (Efesios 4:1-8).

Ya que Dios ha hecho tanto por nosotros, ahora Pablo les ruega a los hermanos que hagan su parte y muestren esos frutos del Espíritu Santo: humildad, mansedumbre, paciencia, amor, unidad, paz y fe. Todos nos hemos comprometido cuando nos bautizamos y por medio de la imposición de manos, recibimos una porción del Espíritu Santo. 

Cada uno de nosotros recibimos dones espirituales para representar y fortalecer a la iglesia, Cristo triunfó en la cruz sobre Satanás y cualquier otro poder del mundo y ahora puede entregar los dones desde el cielo sin impedimento.

Para edificar a su Iglesia Cristo le entregó a personas dones especiales, como a los apóstoles, los que dirigen mundialmente a la iglesia y luego, a los profetas. “Su labor de recibir y declarar la Palabra de Dios bajo inspiración directa”, explica El Comentario Tyndale, “fue más vital antes de recibir todos los escritos del Nuevo Testamento”. Al completar todos los libros de la Biblia, ya no sería un puesto necesario hasta que Dios los necesitara de nuevo justo antes de la venida de Cristo. Después están los evangelistas, ministros que viajaban fuera de sus regiones para propagar el evangelio. Tenemos después a los pastores, ministros a cargo de iglesias en una región, que están para nutrir al rebaño con alimento espiritual y protegerlos de peligro.

Finalmente están los maestros, del término didaskalos, o instructores asistentes designados por los pastores.

El propósito de estos cargos, Pablo explica: “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, [diakonia – servicio] para la edificación del cuerpo de Cristo”. (Efesios 4:12). “Equipar” significa ordenar y arreglar correctamente, es decir que cada persona alcance y use su potencial espiritual.

Pablo sigue: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). “Varón perfecto” significa alcanzar una madurez espiritual, en vez de la inmadurez que Pablo describe a continuación: “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios 4:14). La descripción aquí es de un miembro que anda doctrinalmente “a la deriva” al seguir a maestros astutos que los engañan con doctrinas atractivas pero erróneas.

El antídoto, dice Pablo, es seguir “la verdad en amor, y crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí… recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”. El conocimiento sin amor se vuelve frío e impersonal, pero el amor sin el conocimiento se vuelve indefinido e impreciso. Se requiere de ambos elementos. Pablo usa la analogía de los tendones y las articulaciones del cuerpo humano para indicar que de la misma manera debemos servir a la iglesia para mantenerla bien unida.

Luego Pablo habla a los gentiles en la iglesia que deben dejar sus malos hábitos atrás y cambiarlos por valores positivos. Dice: “No andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente… por la dureza de su corazón… que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia [del griego aseleia - a conducta inmoral sin arrepentimiento] para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo… En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:17-24).

Pablo explica el corazón duro como uno “calloso” [del griego porosis que significa formar un callo] por los pecados, como muchos de los gentiles han hecho. El remedio que da Pablo es continuamente renovarnos mentalmente.

Luego Pablo se enfoca en pecados específicos que estaban cometiendo algunos de los efesios y les da la solución. "'Por lo cual, desechando la mentira hablad verdad cada uno con su prójimo porque somos miembros los unos de los otros" (Efesios 4:25). La mentira es uno de los pecados más comunes en los seres humanos y no hay tal cosa como una mentira “pequeña", todas son pecado ante Dios.

Explica: "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo". "El cristiano debe asegurarse", dice El Comentario Tyndale, “que su ira se basa en una indignación justa y no por una provocación personal o por el orgullo herido. No debe surgir de algún motivo pecaminoso, ni llevar al pecado". Además, esa indignación no debe durar más de un día, pues se puede volver en rencor o amargura. Salmos 4:4 dice: "Temblad, y no pequéis, meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad. Ofreced sacrificios de justicia y confiad en el Eterno".

Otro problema era el hurto y Pablo entrega el remedio: "El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad". Como dicen, “el ocio es la madre de todos los vicios". El mantenerse ocupado, trabajar en lo que se puede y compartir lo que se tiene, es la mejor solución al deseo de hurtar.

Para contrarrestar el chisme, Pablo dice: "Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para, la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes y no contristéis el Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención", En vez de socavar con palabras, Pablo dice que debemos edificar. Esto, a la vez, incluye la crítica constructiva, pero no la destructiva.

Finalmente dice: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:31-31). Otra vez vemos a Pablo no solo enfocándose en el problema, sino también dando la solución. El Sr. Armstrong decía que para sacar el aire de una botella solo se necesitaba llenarlo con un líquido. Es decir, no basta con eliminar un mal hábito, hay que reemplazarlo con el correspondiente hábito bueno.

Así, Pablo termina esta sección tan útil y práctica. Pero queda aún más, que cubriremos la próxima vez en esta maravillosa epístola.