Perseguidos por ser justos
El 1 de diciembre de 2023, una violenta turba compuesta de unos 200 hindúes y musulmanes de una aldea de Bangladesh atacó a miembros y simpatizantes de la Iglesia de Dios Unida, una Asociación Internacional, que edita la revista Las Buenas Noticias. Los líderes de la aldea se disgustaron tras enterarse (por documentos oficiales) de la acreditación de esta Iglesia cristiana que se había establecido allí, y cuyos miembros habían comprado un terreno para construir en él un lugar de reunión. Los líderes incitaron a los residentes a atacar a los cristianos para impedirles asistir a las actividades de la Iglesia.
Este ataque no fue un incidente aislado en Bangladesh, cuya población está constituida en un 91 por ciento de musulmanes suníes y en un 8 por ciento de hindúes. El cristianismo y otras religiones minoritarias, que representan el 1 por ciento restante, son objeto de persecución a pesar de que, supuestamente, la Constitución del país garantiza igualdad de derecho a todas las religiones. Además, su código penal establece que cualquier intento “deliberado y malicioso” de atacar creencias religiosas está sujeto a multas o hasta dos años de prisión.
Durante el violento ataque, un simpatizante de la Iglesia fue golpeado con puños y palos. A su esposa, por tratar de defender a su esposo, la golpearon y la arrojaron al suelo; y el hijo de la pareja, de 20 años, fue atacado. Además, un hombre mayor, padre de miembros de la Iglesia, recibió puñetazos y golpes en la espalda con un palo, provocándole heridas dolorosas y dificultad para caminar. Siendo propietario de una tienda local de comestibles, no pudo abrir su negocio a causa de sus lesiones. Otro simpatizante, igualmente dueño de una tienda de comestibles, abrió su negocio, pero los aldeanos lo boicotearon.
La policía local sugirió a la Iglesia que presentara una demanda contra los atacantes, pero los miembros respondieron que ya los habían perdonado (ver Mateo 5:44). Decidieron renunciar a la acción judicial en aras de ser pacificadores. Y, para fomentar aún más las relaciones pacíficas con los pobladores de la aldea, nuestros miembros cavaron un pozo en el predio de la Iglesia para compartir con la comunidad. Las relaciones estaban mejorando, pero los líderes de la aldea recurrieron a acusaciones falsas junto con otras amenazas contra los miembros de la Iglesia, y llegaron a acuerdos con funcionarios para cerrar el camino a la propiedad de esta y su pozo. Se evitó el cierre, pero una familia de la Iglesia fue forzada a mudarse a otra ciudad. Las tensiones continúan.
Persecución a los cristianos de épocas pasadas
El ataque perpetrado en esa pequeña aldea es solo un ejemplo de la persecución religiosa que ha sufrido la Iglesia desde sus inicios en el siglo primero d. C., que comenzó cuando los líderes religiosos judíos rechazaron a Jesucristo como el Mesías. Más tarde, los funcionarios del Imperio romano consideraron que el cristianismo era un culto religioso perturbador del orden, pues sus seguidores se negaban a venerar al emperador y adorar al panteón de dioses y diosas del imperio.
En el siglo ii, la Iglesia fue perseguida por un cristianismo falso cada vez más poderoso que acusaba a los cristianos genuinos de supuestas enseñanzas y prácticas erróneas, como la observancia de la Pascua y el sábado “judíos”. Esta persecución continuó a lo largo de los siglos. Luego, entre los años 1500 y 1600, la Iglesia de Inglaterra, que se separó de la Iglesia católica romana, hostigó a varios grupos profesantes del cristianismo, como los puritanos, por no cumplir con sus reglas y doctrinas eclesiásticas. Para escapar de esta persecución, varios grupos pequeños, algunos observantes del domingo y otros sabatarios (que guardaban el séptimo día, el sábado), huyeron a las colonias de América del Norte a principios del siglo xvii en búsqueda de refugio y libertad de culto. Después del establecimiento de Estados Unidos a fines del siglo xviii, y bajo su constitución federal, el derecho a la libertad religiosa pronto se convirtió en ley como parte de su Primera Enmienda.
Desde entonces, muchas otras naciones establecieron leyes o decretos constitucionales para proteger la libertad de religión, palabra y expresión. Además, la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas recibió el reconocimiento formal de la Asamblea General en 1948. El artículo 18 de su carta magna establece que todas las personas tienen “derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”. Pero ¿podrían revocarse o ignorarse los acuerdos al respecto en medio del deterioro de la situación mundial?
¿Qué haría usted si tuviera que enfrentar un antagonismo tan humillante?
La mayoría de los miembros de la Iglesia en la época actual no han tenido que enfrentar persecución como la ocurrida en Bangladesh. Pero ¿qué pasaría si llegara el día en que usted deba enfrentar persecuciones similares o incluso peores, tal vez por parte de autoridades gubernamentales o de otro origen, por aferrarse fielmente a las creencias bíblicas? ¿Conservaría el mismo celo por amar y obedecer a Dios y servir a su prójimo?
La profecía bíblica revela que el deterioro de las condiciones mundiales hará que con el tiempo la persecución aumente. Suponga, por ejemplo, que una o más de las siguientes catástrofes, de repente, sacude a su nación: colapso económico y la depresión resultante, que conduce a un desempleo generalizado junto con escasez de alimentos y combustible; un súbito y masivo ataque terrorista; un angustioso ataque militar de otra nación; un ataque con armas biológicas a gran escala; un ciberataque devastador; o un pulso electromagnético (PEM) que daña gravemente la infraestructura eléctrica. La vida normal se detendría abruptamente y el número de víctimas sería elevado.
En medio de gran temor, caos y acusaciones de políticas fallidas y una reacción inadecuada, ¿podría el Gobierno nacional tratar de controlar el descontento responsabilizando de la peligrosa situación a los perturbadores sociales? ¿Harán que el público perciba a estas personas como grupos fanáticos, militantes y antisistema, describiéndolos como religiosos hostiles y extremistas?
El emperador romano Nerón, en busca de un chivo expiatorio por el enorme y devastador incendio ocurrido en Roma en el año 64 d. C., culpó a la pequeña comunidad cristiana de la ciudad, provocando una ola de persecución cruel e injusta.
La profecía bíblica revela que Satanás el diablo fomentará un odio intenso y vejación a la verdadera Iglesia de Dios poco antes de la segunda venida de Jesucristo (Mateo 10:23; Apocalipsis 12:12-13). Valiéndose de su dominio malévolo sobre la humanidad (1 Juan 5:19), Satanás enfocará su ira hacia el pueblo de Dios, alentando a otras personas para que lo enfrenten y ataquen. Comandará especialmente a la “bestia” profetizada, el resurgimiento de un Imperio romano y su líder opresor, hacia ese objetivo (Apocalipsis 13:7; Daniel 7:25).
¿Se hará creer que la Iglesia es peligrosa?
Pero aun antes de que la bestia asuma el poder en Europa, ¿no podrían acontecimientos mundiales como las catástrofes mencionadas anteriormente poner a muchos en contra de los verdaderos seguidores de Cristo? Incluso, ya que la Iglesia enseña fielmente la verdad bíblica, ¿podría llegar a ser considerada desquiciada, peligrosa y dañina para la sociedad, particularmente por su firme postura sobre cuestiones morales?
Por ejemplo, la Iglesia enseña, con base en las Escrituras, principios que de manera creciente son considerados extremistas o sediciosos: que el sexo antes del matrimonio y la cohabitación son pecado; que el matrimonio solo puede ser entre un hombre y una mujer; que la homosexualidad y el movimiento transgénero son inmorales y dañinos para la estructura familiar; que el aborto, el infanticidio y el suicidio asistido son asesinato; que sus miembros no deberían participar voluntariamente en el ejército de la nación y que, en caso de que la autoridad estatal los obligue, deberían negarse a portar armas para matar por orden militar.
Además, algunas de las prácticas de la Iglesia, como la observancia del séptimo día (el sábado), la Pascua y otros días santos bíblicos, a menudo se consideran “judíos”. Basta observar la creciente ola de antisemitismo en Estados Unidos, Europa y el mundo musulmán. ¿Podría eso afectar a los cristianos que practican tales creencias?
¿Qué pasaría si llegara el momento en que estas diversas enseñanzas basadas en la Biblia fueran prohibidas por ser contrarias al orden social, y se acusara a la Iglesia de ser un grupo desestabilizador? ¿Cuál podría ser el resultado de acusaciones tan graves? ¿Podría el Gobierno prohibir los servicios sabáticos y otras reuniones? ¿Podrían ser arrestados los líderes y pastores de la Iglesia y encarcelados sin derecho a apelar? ¿Se podría obligar a los miembros a dejar sus trabajos y confiscar sus propiedades y bienes? ¿Podrían ser convertidos en parias por medios hostiles? Si bien es posible que estos escenarios no se cumplan al pie de la letra, ¿cómo debería prepararse el fiel pueblo de Dios en el aspecto espiritual, mental y emocional para acontecimientos como estos u otro tipo de persecución?
Lo primordial es recordar que lo que Jesucristo dijo sobre ser perseguidos se aplica a cada uno de nosotros. Él dijo: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15:20). Además, en lo personal, debemos tomar en serio las palabras del apóstol Pablo cuando afirmó: “También todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12, énfasis nuestro en todo este artículo). Si creemos estas afirmaciones, no nos escandalizaremos ni fracasaremos espiritualmente por la presión de ser perseguidos, sino que estaremos preparados, con la poderosa ayuda de Dios, para responder con fe, resolución y valentía.
Cómo reaccionar ante la persecución
¿Qué podemos aprender de Pablo en cuanto a cómo enfrentó la persecución? La narración de sus angustias y sufrimientos es muy extensa (2 Corintios 11:23-27). Sin embargo, a pesar de los tropiezos, Pablo se negó a protestar o quejarse. Más bien dijo: “Me alegro cuando sufro en carne propia por ustedes, porque así participo de los sufrimientos de Cristo, que continúan a favor de su cuerpo, que es la iglesia” (Colosenses 1:24, Nueva Traducción Viviente).
Otros precursores de la fe también sufrieron persecuciones violentas. Entre ellos se encontraban miembros de la congregación de Esmirna, como describe el libro del Apocalipsis. Aunque los apóstoles enseñaron respeto y obediencia al gobierno humano cuando sus decisiones no contrariaban las leyes de Dios, los miembros de la Iglesia de Esmirna fueron acusados de deslealtad al emperador simplemente por defender sus creencias cristianas (ver Apocalipsis 2:8-10; Romanos 13: 1-7; 1 Pedro
2:13-17). Y aunque la fortaleza divina de Dios los ayudó a resistir, su determinación personal de permanecer fieles a él fue crucial.
Es fundamental que exhibamos esa misma voluntad espiritual cuando enfrentemos persecución. Para lograr esto, como explicó Pablo, debemos “ponernos todas las piezas de la armadura de Dios para poder resistir al enemigo en el tiempo del mal. Así, después de la batalla, todavía seguirán de pie, firmes” (Efesios 6:13, NTV). Pablo también afirmó que “pueden estar confiados en la fidelidad de Dios, que no dejará que la tentación sea más fuerte de lo que puedan resistir. Dios les mostrará la manera de resistir la tentación y escapar de ella” (1 Corintios 10:13, Nueva Biblia Viva).
Aunque la persecución es sin duda agobiante, al permanecer firmes bajo su peso, y con la ayuda de Dios, nuestra fe se fortalecerá y se hará más sólida. El apóstol Pedro escribió: “El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele” (1 Pedro 1:7, Nueva Versión Internacional).
Otras fuentes de hostilidad
Además de los poderes gubernamentales, existen otras fuentes de las que podría surgir el acoso y la opresión. La persecución puede surgir de nuestros propios familiares y parientes que no comparten nuestros valores espirituales. Cristo abordó esta circunstancia diciendo que “los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mateo 10:36). Sin embargo, si nuestras familias físicas no comparten nuestras creencias y convicciones, podemos consolarnos sabiendo que nuestros hermanos espirituales en la Iglesia de Dios nos ofrecen su apoyo y ánimo.
La persecución también podría originarse en organizaciones religiosas que afirman profesar el cristianismo, pero que las Escrituras describen como falsas (2 Corintios 11:13; 2 Pedro 2:1). Estos grupos tienen serias falencias respecto a las enseñanzas bíblicas de la Iglesia de Dios. Consideran herético lo que en realidad es cierto: el hecho de que el sábado es el día de reposo; que la doctrina del alma inmortal no es bíblica; que la Biblia desaprueba celebraciones como la Navidad y la Pascua de Resurrección; que deben guardarse las siete fiestas anuales de Dios, incluida la Pascua; que se deben observar las leyes bíblicas de la salud, incluido no comer carne de cerdo ni mariscos; y que la doctrina de la Trinidad es falsa. Además, si bien la Biblia describe simbólicamente a la verdadera Iglesia de Dios como santa e irreprochable (Efesios 5:27; 2 Corintios 11:2), también describe a una iglesia universal falsa que alcanza gran prominencia y autoridad poco antes del regreso de Jesucristo. Esta iglesia falsa será respaldada y fortalecida por las autoridades civiles, y juntas “perseguirán con severidad a los santos del Altísimo” e incluso causarán que algunos sean asesinados (Daniel 7:25; Apocalipsis 6:9-11; Lucas 21:12; Juan 16:2).
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia
Le preguntamos una vez más, ¿qué pasará si usted tiene que sufrir en persona una persecución, tal vez similar a la que soportaron los cristianos en Bangladesh o la que enfrentaron otros cristianos fieles de otras épocas? ¿Va a demostrar el mismo celo por seguir amando y obedeciendo a Dios y sirviendo a los demás como ellos lo hicieron? ¿Permanecería (o va a permanecer) en la verdad y ser fiel a Dios y a su Palabra? El hecho es que la persecución por vivir fielmente la Palabra de Dios es algo para lo que debemos prepararnos, ya que es parte de nuestro llamado a ser fieles “hasta el fin” (Mateo 24:13). Como dijo Jesús en Juan 16:33: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Y él nos ayudará a enfrentarlo.
En síntesis, el legado del pueblo de Dios que ha sufrido persecución es uno de gran fe y entereza espiritual. Ha demostrado que enfrentar la persecución de manera correcta desarrolla una fe sólida y fortaleza de carácter divina (ver Hebreos 11). Esos creyentes son ejemplos valiosos que debemos imitar cuando llegue el momento de enfrentar persecución. Recordemos las palabras (y vivamos según ellas) de nuestro Salvador Jesucristo, quien dijo en Mateo 5:10: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. bn