Tres tipos de perdón
Existen tres tipos de perdón que cualquiera de nosotros puede enfrentar y enfrentará a lo largo de su vida. Cada uno de ellos puede brindarnos una experiencia de vida más pacífica; en ciertas ocasiones, sin embargo, todos pueden resultar difíciles.
El perdón de Dios
Todos pecamos y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Solamente hay un ser humano que vivió una vida sin pecado: Jesucristo, nuestro Salvador, y gracias a su sacrificio es que podemos ir ante nuestro Dios y pedirle que nos perdone. No obstante, junto con pedir perdón debemos recordar que esto requiere la voluntad y la necesidad de arrepentirnos de nuestros pecados.
El arrepentimiento es una acción. Puede compararse con el acto de conducir un automóvil y llegar a una señal de “Pare”. Uno debe frenar o arriesgarse a atravesar la intersección y provocar un accidente que podría lastimarlo a uno o a otros. Cuando pedimos a Dios que nos perdone, debemos estar dispuestos a usar ese freno. Así detenemos el pecado por el que buscamos el perdón.
¿Qué sucede cuando un pecado se convierte en hábito y terminamos cometiéndolo de nuevo, después de arrepentirnos? Dios es clemente y misericordioso, lento para la ira, amoroso y bondadoso (Salmo 86:15), así que podemos acudir ante su trono en oración y pedirle nuevamente perdón.
También podemos solicitarle que nos ayude a superar un pecado específico. Pídale sabiduría y orientación para que le ayude a apartarlo de su vida. El pecado no siempre es fácil de superar pero, mientras nos esforzamos por hacerlo, podemos confiar en el perdón y la ayuda de Dios (1 Juan 1:9).
Perdonar y aceptar el perdón de los demás
Cuando hemos causado daño o perjudicado a alguien al punto de haber provocado una ruptura en la relación, probablemente ha llegado el momento de dirigirse a esa persona y pedirle perdón. “Lo siento” pueden ser palabras difíciles de decir, pero ayudan mucho a sanar los sentimientos heridos y las relaciones lastimadas.
Pedir perdón no consiste en dar excusas por nuestros actos. Aunque sintamos la necesidad de justificar nuestras palabras o acciones, el hacerlo muchas veces puede arruinar cualquier intento de obtener el perdón de la otra persona.
Hay ocasiones en las que podemos ser la parte perjudicada. Perdonar a alguien que nos ha hecho daño con palabras o acciones a veces puede parecer imposible; sin embargo, se nos dice en Mateo 6:14-15 que debemos perdonar si queremos que Dios nos perdone. Mediante una parábola en Mateo 18:33, Jesús dijo lo siguiente: “¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” (Nueva Versión Internacional).
¿Cómo podemos perdonar ciertas palabras o acciones que pueden parecer casi imperdonables? No siempre es fácil, pero podemos empezar por compartir nuestro dolor y sufrimiento con Dios mediante la oración. Derrame su corazón ante él y luego pídale que le ayude a perdonar a esa persona, aunque ella no se lo haya pedido. Pídale que sane su corazón y el dolor que lo agobia y que le dé un corazón perdonador.
El apóstol Pablo recordó a los colosenses: “Dios los ama mucho a ustedes, y los ha elegido para que formen parte de su pueblo. Por eso, vivan como se espera de ustedes: amen a los demás, sean buenos, humildes, amables y pacientes. Sean tolerantes los unos con los otros, y si alguien tiene alguna queja contra otro, perdónense, así como el Señor los ha perdonado a ustedes” (Colosenses 3:12-13, Traducción en Lenguaje Actual). Por tanto, nosotros también debemos encontrar la manera de perdonar, como Cristo nos perdonó.
En ciertas ocasiones los pecados cometidos contra nosotros o contra alguien a quien queremos son tan horrendos, que otorgar el perdón es algo de lo que nos sentimos incapaces. Puede que nos llenemos de ira, e incluso que sintamos deseos de vengarnos; pero recuerde que la venganza no es nuestra, sino que pertenece a Dios (Romanos 12:19).
Lleve esos sentimientos ante el trono de Dios y pídale ayuda para eliminarlos. Esto puede tomar tiempo: al igual que un hueso roto tarda en curarse, lo mismo ocurre con un corazón lastimado.
Muchas veces, después de que el hueso se ha vuelto a unir, pueden pasar años hasta que la zona afectada sana por completo. Encontrar la capacidad de perdonar en situaciones como esta requiere la ayuda de nuestro Dios, para que intervenga en nuestra mente y corazón. Continúe orando y siga adelante con el objetivo de encontrar la paz a través de ese perdón.
Perdonarnos a nosotros mismos
La Biblia nos da definiciones claras de lo que está bien y lo que está mal. Cuando hemos estado actuando en contra de lo que nos dice la Palabra de Dios y hemos cometido un pecado, puede ser difícil acudir a Dios y pedirle perdón. Sin embargo, sabemos que cuando lo hacemos, él siempre está presto a perdonar y alejar nuestros pecados de nosotros.
No obstante, perdonarnos a nosotros mismos no siempre es tan fácil. Quizá nos pasemos la noche en vela dándole vueltas a lo que debíamos haber hecho (en vez de lo que hicimos), a las consecuencias de nuestros actos y a cómo repercutirán en nuestras vidas en el futuro. Tal vez nos preocupe lo que los demás puedan pensar o decir. O quizá descubramos que se nos dificulta acudir a Dios en oración constante, permitiendo que nuestra vergüenza se convierta en un obstáculo en nuestra relación con él.
Aunque la vergüenza y las emociones que la acompañan sirven para llevarnos al arrepentimiento, posteriormente no sirven para nada. Una vez que Dios nos ha perdonado, nos hemos reconciliado con él y nuestra relación mutua vuelve a basarse en un verdadero vínculo de padre e hijo, no hay necesidad de seguir sintiendo vergüenza (Hebreos 8:12).
Ruéguele a Dios que le dé un corazón perdonador hacia usted mismo y que le quite la vergüenza y el bochorno que pueda sentir, y que sane su corazón y su mente mientras se esfuerza por seguir adelante en la vida. Busque la compañía de aquellos que no lo menosprecian ni encuentran defectos en usted por las acciones que haya podido cometer. Acérquese a quienes lo acojen como a una persona que se ha arrepentido y que, al igual que ellos, ha sido perdonada por Dios en lo alto.
A Satanás le encanta encontrar faltas en los hijos de Dios. Apocalipsis 12:10 nos dice que él es el acusador de los hermanos día y noche. Nada le gustaría más que aprovecharse de su vergüenza y usarla para crear una barrera entre usted, su Dios y sus hermanos en Cristo. ¡No se lo permita!
Avanzar
Avanzar no siempre es fácil. Podemos encontrarnos con que nuestros pecados han dañado algunas relaciones o nos han puesto en situaciones complicadas que no habíamos previsto. ¿Cómo podemos avanzar de una manera positiva que nos dé la mejor oportunidad para un futuro mejor?
Puede que sintamos el deseo de quedarnos en casa antes que ir a los servicios sabáticos y exponernos a lo que los demás puedan estar pensando o diciendo de nosotros. Quedarnos en casa puede parecernos más fácil cada vez que decidimos hacerlo; pero hay un camino mejor.
Levántese y pídale ayuda a Dios para superar las emociones y sentimientos encontrados que pueda estar teniendo. Vístase y vaya a los servicios sabáticos. Si necesita pararse frente a la puerta y respirar profundamente antes de entrar, hágalo. Si necesita elevar una oración en silencio mientras respira profundamente, hágalo. Pídale a Dios que lo fortalezca y aleje los sentimientos negativos.
Puede que descubra que los que están en ese salón, los que también están allí para guardar el sábado, se alegran de verlo. Proverbios 17:17 nos dice que los tiempos difíciles pueden acercar aún más a los amigos. Tal vez le sorprenda ver cuánto lo aprecian y desean que continúe en los caminos de Dios, y cómo la vergüenza y el bochorno se desvanecen en su presencia. Prepárese para que el amor de Dios se muestre a través de sus hijos y lo ayude a seguir adelante de una forma que no había considerado.
¡Deseamos que encuentre la paz espiritual que proviene del amor de Dios y de su camino! EC