Prepárese para la Pascua y los Días de Panes sin Levadura
Vivimos en la era del olvido de la verdad. Sin embargo, lo que es peor, la nuestra es también la era del “¿A quién le importa?” y del “¿Por qué molestarse?”
No permita que esa amargura egoísta de la sociedad interfiera con su fiel observancia de la Pascua de Jesucristo y los Días de Panes sin Levadura. Tome las riendas de su pensamiento y enfóquese en los acontecimientos que rodean el increíble plan de Dios para nuestras vidas.
La historia habla
Considere cómo los israelitas cautivos siguieron la incansable dirección y el liderazgo de Moisés. Reflexione sobre el drama de las diez plagas consecutivas que dieron por tierra con el poder del tiránico faraón de Egipto. Imagine los lamentos por la muerte de los primogénitos de Egipto, que reflejaban el dolor de sus caminos pecaminosos (véase Éxodo 12).
Imagínese la primera cena pascual, llena de gratitud y solemnidad, seguida por el regocijo de Israel al salir de Egipto en aquella decisiva Noche de Guardar.
Proyecte sus pensamientos hasta la última cena de Pascua de los discípulos con su gran Maestro y Mesías (y también el nuestro), Jesucristo. Lea lo que él les enseñó sobre estos símbolos especiales que acababa de entregarles: el pan sin levadura como símbolo de su cuerpo, que pronto sería quebrantado, y el sorbo de vino como símbolo de su sangre, que pronto sería derramada por nuestros pecados. Su sangre fue derramada por todos, sin importar si la gente la aceptaba o se arrepentía (véase 1 de Juan 2:2, Mateo 26, Marcos 14, Lucas 22 y Juan 13).
Recuerde la verdad
Dios diseñó los Días de Panes sin Levadura para que, como pueblo suyo, enfocáramos nuestros corazones y mentes en vencer el pecado y sacarlo de nuestras vidas. En el reino eterno de Dios no podrá haber ni habrá pecado.
Sin embargo, como humanos tenemos mala memoria. Esto tiene que ver con la mentalidad carnal del “primero yo” que infla nuestros egos, “hinchándonos” con una vanidad injusta y farisaica. Recuerde: ¡no hay vanidad justa! (véase Eclesiastés 11:8).
Nuestro mundo ignorante
Cuando se trata de la verdad de Dios, vivimos en una época espiritualmente ignorante que incluso está perdiendo los aspectos más básicos de la verdad. Esta mentalidad de nuestra sociedad puede convertirse en una dinámica espiritualmente mortal para la Iglesia de Dios.
La Palabra de Dios describe el proceso de arrepentimiento y conversión en su plan de salvación: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30-31).
El “Varón” que Dios Padre designó es nuestro Salvador y Amigo, Jesús el Cristo.
Desde el mismo huerto de Edén, la gran mayoría de la humanidad ha vivido y vive ignorando los verdaderos valores de Dios. Desde entonces, solo un pequeño porcentaje ha conocido y comprendido su verdad. Felizmente esta dinámica cambiará a medida que cada uno de los días santos de Dios se cumpla.
Luchemos fervientemente por la fe
Históricamente, la Iglesia de Dios está compuesta por la preciada minoría a la que Dios ha llamado a salir de este mundo presente y malvado y a la que exhorta a “[luchar] ardientemente por la fe que fue una vez dada a los santos” (Judas 3, Reina-Valera Contemporánea).
“¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Juan 5:5). Jamás olvide de dónde proviene esa fuerza para vencer.
Y nunca deje de aferrarse a este invaluable y crucial llamado y conocimiento. Mientras el mundo que nos rodea se adentra en tiempos cada vez más inciertos, ¡que esta Pascua nos ayude a fortalecernos y rededicarnos a Dios! EC