Lecciones del pan de la Pascua

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Lecciones del pan de la Pascua

Durante más de 50 años he observado anualmente la Pascua del Nuevo Testamento, tal como instruyó Jesucristo. Cada vez me maravillo con el significado de lo que Cristo les enseñó a sus seguidores y cuán significativo es cada uno de sus elementos y símbolos para mi vida actual.

En cierto sentido, ¡todo el ministerio de Jesucristo para la humanidad se condensa en lo que ocurrió esa noche! Veamos esto en más detalle. Lucas, el autor del evangelio que lleva su nombre, relata lo siguiente respecto a lo que se llevó a cabo esa noche:

“Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.

“Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:14-19).

Posteriormente, el apóstol Pablo enseñó lo que Cristo le había instruido personalmente:

“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11:23-26).

Símbolos claves del cristianismo

La esencia misma del cristianismo se compone de los símbolos del pan y el vino que Jesús compartió durante la noche de la Pascua previa a su muerte. Cristo estableció una práctica que los cristianos de hoy deberían seguir y examinar cuidadosamente.

La noche de Pascua comenzó cuando Jesús llevó a cabo el lavamiento de pies de cada uno de los discípulos, como está registrado en Juan 13:1-17. Esto demostró su humildad y servicio a la humanidad y la necesidad que tenemos de que él nos limpie, y nos dio además un ejemplo que debemos seguir. A continuación, él presentó los símbolos del pan y el vino. Beber el vino de la Pascua representa aceptar la sangre derramada de Jesús como pago por nuestros pecados, para que podamos ser perdonados como parte del nuevo pacto que ofreció.

El profeta Isaías describió elocuentemente este significado: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (Isaías 53:4-6).

Cuando participamos en el servicio de la Pascua en la actualidad, recreamos la solemnidad e intimidad de nuestra relación con Dios por medio de Jesucristo, con los demás y con nosotros mismos. Dejamos el pasado atrás y nos enfocamos en la inmortalidad y el Reino de Dios.

Como cristianos, se nos advierte que debemos autoexaminarnos antes de la ceremonia pascual: “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen” (1 Corintios 11:27-30).

Entonces, ¿qué debemos comprender y discernir respecto al cuerpo del Señor? Esto nos lleva a examinar más de cerca el símbolo del pan que representa el cuerpo de Cristo.

El pan vivo que hace posible la vida eterna

Antes de la Pascua, cuando se dirigió a una gran multitud en Capernaum, Jesús audazmente proclamó: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Juan 6:51).

Queremos vivir para siempre, pero la mayoría no está segura de que esto sucederá o cómo será posible. Esta incertidumbre empeora la congoja y el dolor de muchos cuando un ser querido o alguien cercano muere. La gente intenta extender la existencia física y aferrarse a la escurridiza esencia llamada vida, pero solo termina observando un espejismo en un desierto de desesperación y sueños ilusorios.

¿En qué deberíamos poner énfasis respecto al pan que mencionó Jesús? ¿Y qué podemos aprender que nos dé certeza al responder a la pregunta de la mortalidad e inmortalidad del hombre?

La humanidad busca certeza en una pregunta que Job hizo hace miles de años: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14). Job contestó esta pregunta en el mismo versículo: “Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi liberación”. Él se refería a un tiempo más allá de esta vida, cuando un cambio le daría la vida eterna.

Nuevamente, al leer Juan 6:51 cuidadosamente, vemos que Jesucristo revela un importante secreto para vivir eternamente. Ese secreto está en el significado del pan.

La observancia bíblica de la Pascua es seguida inmediatamente por la fiesta de siete días de los Panes sin Levadura. Esta fiesta, incluyendo los dos días santos a su comienzo y su final, ¡tiene que ver con el pan! ¿Cuál es la razón de este énfasis? ¿Acaso hay algo más respecto a comer el pan durante la Pascua y el mandamiento de Dios de comer pan sin leudar durante la fiesta de Panes sin Levadura (vea Levítico 23:6-8) que tal vez estemos perdiendo de vista? Ciertamente la ubicación que Dios escogió para la fiesta de Panes sin Levadura, justo después de la Pascua, debe tener un significado especial.

Jesucristo es la fuente de vida

Cuando llegue a entender todo lo que representa el pan, entenderá las intenciones más profundas y amorosas de Dios hacia la humanidad. Es aquí donde experimentamos la gracia de Dios hacia nosotros. Esta va de la mano de nuestra responsabilidad como hijos suyos, para que nos embarquemos en una relación eterna y satisfactoria con él.

Por tanto, examinemos algunas de las lecciones del pan y su significado como vida para la eternidad y para el aquí y el ahora.

Jesucristo es la fuente de vida eterna, según leímos en Juan 6:51. Como él dijo, si usted desea la vida eterna, debe “alimentarse” de él.

Aún más, él declaró en el sermón del monte que solo hay un camino a la eternidad: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14). ¡Debemos prestar mucha atención a cuál es ese camino!

“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo".

La vida no se origina en reacciones químicas espontáneas, ni llega a existir de la nada. Los grandes filósofos y pensadores del mundo, que no toman en cuenta la revelación de Dios, no pueden explicar lo que es la vida. Los científicos han fracasado en crear vida a partir de materia inerte. Toda vida proviene solo de vida preexistente, la que fundamentalmente no es de este ámbito físico. El hombre puede tener hijos y traspasarles sus características, pero no puede crear la esencia misma de la vida.

El pan representa el sustento de la vida: nutrición y alimento. Incluso hoy nos referimos a quien sostiene a su familia y provee para ella como quien “gana el pan”. La Biblia también habla del “sustento del pan” (Ezequiel 4:16). Una de las instrucciones de Jesucristo en la oración modelo es pedir regularmente “el pan nuestro de cada día” (Mateo 6:11). Él se refería al alimento y al sustento en general, junto con todo lo que representa para nosotros.

Multiplicación del pan para alimentar a miles

Justo antes de la Pascua (Juan 6:4), Jesús nuevamente enseñó una profunda lección sobre el pan y la vida (Juan 6:51). Miles de personas acudieron a escucharlo (Juan 6:10; Mateo 14:21).

Jesús inició su charla hablando del pan y la comida en esta gran reunión al aire libre de personas que se congregaron para escucharlo. Después de concluir su enseñanza, y consciente de que la gente quería comer, Jesús le preguntó a Felipe qué podían hacer para alimentar a aquella gran multitud. Felipe respondió diciendo que tenían muy poco dinero para comprar suficiente comida. Entonces el discípulo Andrés intervino y dijo que había un niño que tenía cinco panes de cebada y dos pescados pequeños. Pero esto obviamente no era una solución para un grupo así de grande.

Jesús sabía esto y, tal como había sido su intención, convirtió este incidente en una lección. Le instruyó a la gente que se sentara ordenadamente en el pasto, luego dio gracias por el alimento y ordenó a los discípulos que distribuyeran el pescado y el pan entre los presentes. Milagrosamente, hubo más que suficiente, ¡e incluso sobró!

La lección más importante de esta experiencia tuvo lugar al día siguiente, cuando la gente siguió a Jesús en barcas para volver a verlo. Esta vez él les habló de su motivación egoísta, que era conseguir otra comida gratis, diciéndoles: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (Mateo 6:26-27).

Cuando la gente mencionó el maná que Dios proveyó a los israelitas mientras deambulaban por el desierto (vea Éxodo 16), Jesús se refirió también al valor del pan:

“Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:31).

El meollo de la enseñanza de Jesús debe ser claro para nosotros también. Él compara el sustento de la comida física, que nos permite una vida física limitada, con el sustento mucho mayor de sí mismo, nuestro dador de vida, ¡para concedernos la vida eterna! ¿Nos alimentamos solo de comida física, o buscamos aquello que nos dará la vida eterna?

En su discurso, Jesús dejó en claro su punto de vista sobre la superioridad de la vida inmortal y la trivialidad de la mera existencia física: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Juan 6:47-51).

Permanecer en Cristo

Esto nos lleva a otro aspecto muy importante del pan de la Pascua. Jesús continuó su enseñanza especificando el tipo de relación que importa que tengamos con él y que conlleva a recompensas eternas.

Note lo que él dice adicionalmente en el mismo contexto: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él” (Juan 6:54-56).

Ahora pasamos a una relación activa de tiempo completo con él, que produce un cambio de mentalidad y da frutos. Jesús describió el tipo de relación que desea compartir con nosotros en su enseñanza final esa última noche que pasó con sus discípulos después de la Pascua, diciéndoles:

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:1-8).

El pan de la Pascua representa esta relación consciente y cercana entre Jesucristo y nosotros. Note cómo expresó Pablo esto en el pasaje en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

Escribiéndole a la Iglesia en Roma (y a nosotros en la actualidad), Pablo hace esta exhortación: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2).

Pídale a Dios que transforme su vida, ¡no solo que la reforme! Pídale que lo haga producir frutos desarrollando una mentalidad diferente y no egoísta. Pídale que le ayude a decir lo correcto, pensar lo correcto y hacer lo correcto. Esfuércese por que su vida gire en torno a Cristo.

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:1-3).

El pan y el sufrimiento

El sufrimiento no es fácil. Es difícil enfrentar y tolerar el dolor y las dificultades. El simbolismo de partir el pan en la noche de la Pascua representaba los sufrimientos de Jesucristo. Él padeció humillación, burla, golpes, tortura y una ejecución espantosa, lo que fue representado al partir el pan durante la Pascua y compartirlo con sus discípulos: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:24).

Se nos advierte que tomemos esto en cuenta cada vez que sufrimos. Como 1 Pedro 4 dice: “Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento” (1 Pedro 4:1).

Y luego leemos en el mismo capítulo: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:12-13).

Jesús les dijo a las multitudes que lo seguían: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:27). Seguirlo involucra sacrificio y, a veces, soportar grandes pruebas.

Pero la Biblia también dice: “Las tentaciones que enfrentan en su vida no son distintas de las que otros atraviesan. Y Dios es fiel; no permitirá que la tentación sea mayor de lo que puedan soportar. Cuando sean tentados, él les mostrará una salida, para que puedan resistir” (1 Corintios 10:13, Nueva Traducción Viviente).

Puede que nos desanimemos frente a todas las dificultades, pruebas y sufrimientos que tenemos que soportar, pero consideremos las problemáticas vidas de aquellos que no son cristianos. Sí, puede que tengamos mucho que soportar como cristianos, ¡pero a largo plazo es más difícil soportar no ser un cristiano!

Cristo dijo: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13). La perseverancia no es un paseo agradable y un gozo constante, sino la superación de las dificultades. Y eso es lo que Dios requiere de nosotros.

De las muchas preguntas que recibimos de nuestros lectores, la más frecuente tiene que ver con el porqué del sufrimiento. ¿Por qué los cristianos no pueden estar exentos de dolor?

Para ser discípulos de Cristo, debemos estar preparados para el sufrimiento que viene como consecuencia, incluyendo algunos sufrimientos comunes del hombre. Vivimos en un mundo de horribles injusticias, maldad y dolor. La gente que nos rodea sufre problemas de salud, traiciones, adicciones y dificultades en sus relaciones con sus hijos, sus padres y sus parejas, y muchas de estas cosas no se resuelven fácilmente por sí solas. ¿Cómo puede un cristiano lidiar con eso? Tenemos que aprender a “sufrir con Cristo”, aprender el aspecto del sufrimiento que es parte de ser cristiano.

El pan: El sufrimiento de Cristo por nosotros

La respuesta a por qué experimentamos sufrimiento radica en el sufrimiento de Jesucristo, representado en el pan partido. Él se entregó a nosotros en búsqueda de cercanía y unidad, y para estar presente en nuestras vidas y tener una relación con nosotros. Y para lograr esto, él vino a experimentar nuestro dolor.

Él vino a experimentar nuestro sufrimiento, ahora. En sus últimas instrucciones a sus discípulos en la última noche de la Pascua con ellos, Cristo los exhortó con estas palabras: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Mediante la compasión de Dios por nosotros por medio de Cristo, podemos sentir compasión por los demás: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación” (2 Corintios 1:3-5)

La lección de la unidad

Al describir el servicio de la Pascua, el apóstol Pablo hizo un comentario sobre otro significado del pan que invita a la reflexión: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios 10:16-17).

Pablo dice que al participar del mismo pan, los miembros de la Iglesia son uno por medio de ese pan. Nos convertimos en parte de él y, a través de él, de los demás. En la última oración antes de que Jesucristo fuese arrestado, se refirió a sus discípulos de ese tiempo y también a sus seguidores a través de la historia y oró por su unidad: “Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11).

Él pidió específicamente que sus seguidores de toda la historia fuesen uno, tal como él y su Padre son uno: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20-21).

Y si bien los cristianos no han logrado estar bien unidos, ese fue el deseo y la oración registrada de Cristo. Por lo tanto, debemos preguntarnos: ¿Cómo podemos lograr la unidad y la paz? Ciertamente sabemos que después del regreso de Cristo la humanidad estará unida, y habrá una mentalidad y un espíritu diferentes. Sin embargo, la pregunta es la misma: ¿Cuál es nuestro rol como pacificadores para lograr la unidad hoy en día?

Los Días de Panes sin Levadura

Como se mencionó anteriormente, los Días de Panes sin Levadura siguen a la Pascua. En realidad, es muy interesante que haya tal énfasis en el pan durante estos días.

En 1 Corintios 5:7-8, Pablo estaba escribiendo durante los Días de Panes sin Levadura. Note lo que dijo acerca del significado de la levadura y de que no debemos tener levadura espiritual: “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”

La levadura, un agente que hace que la masa del pan se hinche al hornearla, es una representación de ser inflados y orgullosos. Pero el no tener levadura espiritual significa que estamos buscando la sinceridad y la verdad. Este es otro significado importante del pan sin levadura que se come en la Pascua.

El gran final: El pan

La historia del propósito de Cristo se encuentra en los símbolos del pan y el vino que instituyó en esa última Pascua con sus discípulos. Su muerte por nosotros está representada por el vino. Su vida está representada por el pan, ya que se llama a sí mismo “el pan de vida”.

Jesucristo es la Fuente de Vida, y desea que lo sigamos hasta la eternidad. No hay otro camino. Él es el Pan de Vida, y su deseo es que participemos de él, para que se convierta en parte de nosotros y nosotros de él. Una vez que entendemos esto, nuestro deber es permanecer con él, para que vivamos nuestras vidas con él en nosotros. Debemos imitarlo y ser como él en todos los sentidos.

Además, al vivir nuestra realidad en el mundo de hoy, debemos entender y apreciar el sufrimiento de Cristo para nuestro beneficio. Él ofreció su vida para que podamos tener una vida eterna. Se compadece de nosotros, y de la misma manera nosotros debemos compadecernos de los demás. Podemos tener ánimo en un mundo que, sin el mensaje del evangelio, no tiene esperanza. Contamos con la esperanza de la revelación de la Palabra de Dios que tenemos la bendición de haber recibido.

Ojalá que hagamos nuestra parte en la unidad del Pan de Cristo, ¡y que Dios abra nuestros ojos a esta gran revelación y al sendero que lleva a la vida eterna! BN