Las 12 tribus de Israel en la profecía
Octava parte - Del juicio de Dios al destino profetizado
Aun cuando Estados Unidos y Gran Bretaña no aparecen en las profecías bíblicas de los últimos tiempos bajo sus nombres actuales, Dios no ha ignorado a estas naciones. Él las identifica en las profecías según su genealogía, pero la mayoría de la gente simplemente no ha sabido dónde buscarlas. A través de la larga historia de las diez tribus de Israel, Dios siempre supo quiénes eran y dónde estaban. Tal como él les prometió a sus ancestros, les ha dado a los descendientes modernos de José –principalmente Gran Bretaña y Estados Unidos– el derecho de primogenitura de su familia y muchas de las más selectas bendiciones de la Tierra. Estas naciones han recibido una oportunidad única de proveer liderazgo al mundo entero. Pero, ¿qué dice la Biblia acerca de su futuro? La respuesta es reveladora.
Muchas profecías de la Biblia muestran a Israel como un pueblo que al regreso de Cristo estará arrepentido. Sus descendientes volverán a Dios y comenzarán a obedecer sus leyes, pero solo después que hayan pasado por muchas crisis que en cierto sentido serán peores que las catástrofes que cayeron sobre los reinos antiguos de Israel y Judá.
Los descendientes de Israel que se arrepientan y vuelvan a Dios –descritos en las profecías solo como un “remanente” de su población anterior (Isaías 11:11, 16; Jeremías 23:3; Ezequiel 6:8) – sufrirán enormemente durante el tiempo profetizado en la Biblia llamado “la gran tribulación” (Mateo 24:21).
Solo cuando sean humillados al punto de arrepentirse de sus pecados podrán cumplir el propósito que Dios diseñó para ellos: servir de bendición a las naciones. Sin embargo, este maravilloso futuro será precedido de pruebas extremadamente difíciles. Tal como Moisés liberó al antiguo Israel de la esclavitud egipcia, Jesucristo será enviado para liberar en el tiempo del fin a las naciones modernas de Gran Bretaña y Estados Unidos, y también a las otras naciones descendientes de los israelitas, de una era de sometimiento a un sistema religioso y político centrado en Europa y llamado “Babilonia la grande” (Apocalipsis 17).
Esta liberación que se llevará a cabo en los días postreros comprende el cumplimiento de algunas de las profecías más increíbles de la Biblia: “No obstante, he aquí vienen días, dice el Eterno, en que no se dirá más: Vive el Eterno, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto; sino: Vive el Eterno, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres” (Jeremías 16:14-15).
Las expectativas de Dios para Israel
A fin de cumplir sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob, Dios estableció a Israel como nación con el propósito de traer bendiciones a otras naciones (Deuteronomio 9:5; Génesis 12:3). Dios esperaba que los israelitas fuesen, desde un comienzo, un ejemplo para las otras naciones que los rodeaban de las bendiciones divinas que serían derramadas sobre todos aquellos que lo adorasen y obedeciesen (Deuteronomio 4:6; 14:2).
Dios dijo que si los israelitas cumplían con su parte del pacto que había hecho con ellos, haría de Israel la principal nación del mundo (Deuteronomio 26:19; 28:1, 12-13); pero que si desobedecían, sufrirían las consecuencias (Deuteronomio 28:15-68). También les dijo que otras naciones los llevarían en cautiverio (versículos 25, 32-33, 36), y que incluso su castigo sería una lección para las otras naciones: “Y serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla a todos los pueblos a los cuales te llevará el Eterno” (v. 37).
Se suponía que los israelitas serían una nación modelo para el resto de las naciones en cuanto a las bendiciones que produce la obediencia a las instrucciones de Dios y al castigo que acarrea la desobediencia a las mismas. Sin importar las decisiones que hayan tomado, tanto en los tiempos antiguos como actuales, este continúa siendo el rol que Dios les dio, y él los hace responsables de la manera en que responden a ese rol.
Casi 3500 años atrás, Dios le dijo a Israel: “Guardaos, no os olvidéis del pacto del Eterno vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y no os hagáis escultura o imagen de ninguna cosa que el Eterno tu Dios te ha prohibido. Porque el Eterno tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso.
“Cuando hayáis engendrado hijos y nietos, y hayáis envejecido en la tierra, si os corrompiereis e hiciereis escultura o imagen de cualquier cosa, e hiciereis lo malo ante los ojos del Eterno vuestro Dios, para enojarlo; yo pongo hoy por testigos al cielo y a la tierra, que pronto pereceréis totalmente de la tierra hacia la cual pasáis el Jordán para tomar posesión de ella; no estaréis en ella largos días sin que seáis destruidos. Y el Eterno los esparcirá entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones a las cuales os llevará el Eterno” (Deuteronomio 4:23-27).
Los descendientes de Israel no cumplen con sus responsabilidades
Con la restauración de las promesas de la primogenitura de José a sus descendientes, Gran Bretaña y Estados Unidos, la gente de estas naciones ha disfrutado de una prosperidad sin precedentes. Una vez más, tal como sus antepasados, han tenido la oportunidad de ser un pueblo “santo”, un ejemplo de justicia para el resto de las naciones.
Gran Bretaña tuvo la oportunidad de propagar una civilización ética y religiosa en gran parte del mundo. En la cúspide de su imperio, el pueblo británico llevó la Biblia a los lugares más recónditos y apartados de la Tierra. Sin embargo, la religión ahora es rutinariamente ridiculizada en las noticias nacionales y los medios de entretenimiento, y el cristianismo está colapsando. Muchos edificios de iglesias han sido cerrados porque la gente ya no va. La gran mayoría del pueblo británico muestra poco o nulo interés en las instrucciones bíblicas.
De manera similar, Estados Unidos fue fundado por líderes que en su mayor parte tenían gran respeto por la Biblia. A pesar de que no favorecían una sola religión, al poco tiempo el país llegó a ser reconocido como líder de la religión cristiana alrededor del mundo. Pero en tiempos recientes, una gran parte de la nación también ha ignorado las instrucciones bíblicas. Paradójicamente, Estados Unidos es una de las naciones más prósperas del mundo y a la vez una de las más inmorales. Sus índices de crimen y violencia son altísimos.
Tal como en el antiguo Israel (Jeremías 5:7-9), la inmoralidad ha proliferado en Estados Unidos y en las naciones que una vez formaron parte del Imperio británico. La cifra de hogares disfuncionales y sin padres ha continuado incrementando de manera significativa, a pesar del aumento de la prosperidad nacional. Niños nacidos fuera del matrimonio, aborto de millones de bebés inocentes y epidemias de enfermedades de transmisión sexual son marcas distintivas de una moralidad vil que solo busca el placer propio.
Millones procuran escapar mediante el alcohol y las drogas ilegales. La vulgaridad y violencia de la industria del entretenimiento dominan las ondas de radio. La suciedad se hace pasar por cultura. Millones de personas viven atemorizadas de convertirse en víctimas del crimen o la violencia al azar. Muchas ciudades son cloacas de crimen, violencia de pandillas, pobreza, analfabetismo e hijos ilegítimos. La codicia y el materialismo se han vuelto la religión nacional en países que por largo tiempo se habían enorgullecido de ser naciones “cristianas”. Como resultado de estos y otros pecados, muchos ahora menosprecian a Estados Unidos y Gran Bretaña, que una vez fueran respetados en gran parte del mundo.
Incluso la mayoría de quienes practican cierta semblanza de la moralidad cristiana han rechazado desde hace mucho las leyes más importantes de las Escrituras. La idolatría y la profanación del sábado fueron algunos de los pecados más graves de la antigua casa de Israel, y como consecuencia de ello abandonaron el patrón ordenado por Dios de escuchar y aprender más acerca de su Palabra.
Note lo que Dios dijo a través del profeta Ezequiel después que Israel cayó en cautiverio: “Y les di también mis días de reposo, para que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy el Eterno que los santifico. Mas se rebeló contra mí la casa de Israel en el desierto; no anduvieron en mis estatutos, y desecharon mis decretos, por los cuales el hombre que los cumpliere, vivirá; y mis días de reposo profanaron en gran manera. . . porque desecharon mis decretos, y no anduvieron en mis estatutos, y mis días de reposo profanaron, porque tras sus ídolos iba su corazón” (Ezequiel 20:12-13, 16).
Como resultado, comenzaron a creer que no había creencia o práctica religiosa mejor que otra — que podían cambiar las reglas de la vida como mejor les pareciera. Debido a tales creencias y sus pecados, Dios permitió que fuesen llevados en cautiverio.
Lo mismo ocurre en la actualidad. A pesar de que mucha gente observa festivales religiosos, estos generalmente no tienen nada que ver con la adoración del Dios verdadero sino que están basados en idolatría antigua. En muchos aspectos, los pecados de la gente actual son idénticos a los del antiguo Israel.
Las palabras del profeta Oseas son asombrosamente precisas cuando describe a Estados Unidos y Gran Bretaña: “Oíd palabra del Eterno, hijos de Israel, porque el Eterno contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden. Por lo cual se enlutará la tierra. . .
“Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. . . Conforme a su grandeza, así pecaron contra mí . . . le castigaré por su conducta, y le pagaré conforme a sus obras” (Oseas 4:1-3, 6-9). Tal como Dios castigó al antiguo Israel por sus pecados, él planea castigar a sus descendientes modernos por su constante desobediencia.
Dios continúa siendo el mismo
Dios no cambia (Malaquías 3:6). Él responde de manera consecuente e imparcial frente al comportamiento humano: bendice la obediencia y castiga la desobediencia. Los descendientes modernos de Israel no deben ignorar sus advertencias eternas.
Al comienzo de la historia de Israel como nación, Dios inspiró a Moisés a escribir: “He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos del Eterno vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos del Eterno vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido” (Deuteronomio 11:26-28).
De la misma manera explicó su propósito y plan para Israel como nación: “Y el Eterno ha declarado hoy que tú eres pueblo suyo, de su exclusiva posesión, como te lo ha prometido, para que guardes todos sus mandamientos; a fin de exaltarte sobre todas las naciones que hizo, para loor y fama y gloria, y para que seas un pueblo santo al Eterno tu Dios, como él ha dicho” (Deuteronomio 26:18-19).
Estas son exactamente las bendiciones y oportunidades que él le ha dado a Gran Bretaña y Estados Unidos, los descendientes modernos de José.
Entonces, ¿cuál es el futuro de estas naciones? ¿Qué castigo tendrán que sufrir por escoger el camino del pecado y darle la espalda a las oportunidades que Dios les ha dado?
Tiempo de angustia para Jacob
El profeta Jeremías le habló a la casa de Judá en su tiempo, el siglo VI a. C., cuando Judá enfrentaba el castigo de Dios a manos del Imperio babilónico. Pero Jeremías también profetizó a la casa de Israel, a quienes Dios había castigado permitiendo que fuesen capturados más de un siglo antes de que él hubiera nacido. Jeremías escribió acerca de un tiempo de conflicto nacional que aún está por venir para los descendientes modernos de las diez tribus perdidas de Israel.
Note el estado en que se encontrarán al regreso de Cristo: “Porque he aquí que vienen días, dice el Eterno, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo Israel y Judá. . . y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán” (Jeremías 30:3).
Luego Jeremías describe por qué Dios tuvo que intervenir y salvar a los israelitas modernos. “¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado. En aquel día, dice el Eterno de los ejércitos, yo quebraré su yugo de tu cuello, y romperé tus coyundas, y extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre” (vv. 7-8). Note que el “yugo” y las “coyundas” que esclavizan a los descendientes de Jacob les son colocados por los “extranjeros” — naciones enemigas.
Será de esta dominación y esclavitud a manos de extranjeros que Dios los librará en su segunda venida. Este será el tiempo cuando el rey David y los 12 apóstoles de Cristo –junto con el resto de los santos de Dios– serán resucitados para comenzar a gobernar con Cristo sobre Israel restaurado en el Reino de Dios (Ezequiel 37:24; Mateo 19:28).
Jeremías, aún hablando del tiempo del fin, continúa: “. . . sino que servirán al Eterno su Dios y a David su rey, a quien yo les levantaré. Tú, pues, siervo mío Jacob, no temas, dice el Eterno, ni te atemorices, Israel; porque he aquí que yo soy el que te salvo de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra de cautividad; y Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien le espante. Porque yo estoy contigo para salvarte, dice el Eterno, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo” (Jeremías 30:9-11).
La mayoría de las profecías que se encuentran en la Biblia con respecto a este tiempo de angustia son entregadas en el contexto de cómo Dios planea salvar a los israelitas después de haberlos castigado nuevamente. Cuando Cristo regrese para comenzar la “restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:21), los descendientes modernos de Jacob nuevamente se encontrarán en estado de cautiverio. Esto significa que el “tiempo de angustia” de Jacob en los últimos días, tal como Jeremías predijo, será de hecho severo.
Una angustia sin paralelos — y después la liberación
Daniel dice: “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo. . .“ (Daniel 12:1).
¿Por qué permitirá Dios este tiempo de angustia? A través del profeta Sofonías, Dios habla de su enojo por la dureza de corazón de las naciones en los últimos días. Él dice: “Espérenme, por tanto, hasta el día que me levante a buscar el botín –afirma el Señor–, porque he decidido reunir a las naciones y juntar a los reinos para derramar sobre ellos mi indignación, toda mi ardiente ira. En el fuego de mi celo será toda la tierra consumida” (Sofonías 3:8, NVI). Él no dejará que ninguna nación ni pueblo se salve.
Y aun cuando todas las naciones deberán sufrir su ira, Dios explica exactamente por qué castigará a los israelitas de ese período. Durante este tiempo de catástrofe nacional, aquellos que se rehúsen a oír la advertencia de Dios y no se arrepientan, perecerán. Solo aquellos que escuchen y acaten la advertencia de Dios antes y durante este tiempo de venganza global, encontrarán misericordia.
Note las palabras de Sofonías: “En aquel día. . . quitaré de en medio de ti a los que se alegran en tu soberbia, y nunca más te ensoberbecerás en mi santo monte. Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre del Eterno.
“El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y dormirán, y no habrá quien los atemorice. Canta, oh hija de Sion; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. El Eterno ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos; el Eterno es Rey de Israel en medio de ti; nunca más verás el mal” (vv. 11-15).
Los descendientes modernos de Israel tendrán que padecer este terrible período de castigo y cautiverio por no arrepentirse de sus pecados y no tomar en serio el rol que Dios les asignó. Ni los judíos que habitan en Jerusalén ni el moderno Estado de Israel escaparán de este cautiverio y el castigo que sufrirán poco antes del regreso de Cristo:
“He aquí, el día del Eterno viene. . . Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén . . . la mitad de la ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo no será cortado de la ciudad. Después saldrá el Eterno y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla” (Zacarías 14:1-3). Los siguientes versículos luego describen el regreso de Cristo, afirmando que este cautiverio ocurre durante el tiempo
del fin.
La advertencia de Ezequiel para nosotros
Tal como Jeremías, el sacerdote Ezequiel profetizó mucho después que el antiguo reino de Israel fuese destruido y su gente llevada en cautiverio por los asirios. La conquista de los ejércitos babilonios por el rey Nabucodonosor había obligado al exilio a este joven judío, Ezequiel, de la tierra de Judá, y a miles de sus ciudadanos unos 130 años después de la destrucción del reino del norte de Israel.
La misión y el mensaje de Ezequiel no pudieron haber sido para el antiguo reino de Israel, porque ese reino había desaparecido hacía mucho tiempo. Dios ya había expulsado a su gente a una tierra extranjera en las lejanías del Imperio asirio, a cientos de kilómetros del lugar de exilio de Ezequiel en Babilonia. Si Dios hubiese estado usando a Ezequiel para advertir al reino antiguo de Israel, ¡hubiese sido más de un siglo demasiado tarde!
Sin duda que Ezequiel dirigió parte de su mensaje a la nación de Judá, la cual en ese tiempo estaba siendo tomada en cautiverio. Pero partes de su mensaje fueron sin duda alguna dirigidas a “toda la casa de Israel” –las doce tribus– y se aplican también al tiempo del fin (Ezequiel 39:25; 45:6).
¿Cuál fue el mensaje de Dios para “toda la casa de Israel” a través del profeta Ezequiel? “Hijo de hombre, así dice el Señor omnipotente al pueblo de Israel: ¡Te llegó la hora! Ha llegado el fin para todo el país. ¡Te ha llegado el fin! Descargaré mi ira sobre ti; te juzgaré según tu conducta y te pediré cuentas de todas tus acciones detestables. No voy a tratarte con piedad ni a tenerte compasión, sino que te haré pagar cara tu conducta y tus prácticas repugnantes. Así sabrás que yo soy el Señor. . .
“Cuando la desesperación los atrape, en vano buscarán la paz . . . Yo los trataré según su conducta, y los juzgaré según sus acciones. Así sabrán que yo soy el Señor” (Ezequiel 7:2-4, 25, 27 NVI).
El libro de Ezequiel contiene muchas advertencias similares que se aplican a los descendientes modernos de todos los israelitas — tanto de la casa de Israel como la casa de Judá. Dios condena la rampante inmoralidad, corrupción, codicia, violencia y opresión de los indefensos por los descendientes modernos de las doce tribus de Israel. Él aborrece el hecho de que se han corrompido con dioses falsos, menospreciado sus cosas santas y profanado sus sábados (Ezequiel 22:7-13).
Debido a esta degeneración moral, Dios también dice: “Te dispersaré por las naciones, y te esparciré por las tierras; y haré fenecer de ti tu inmundicia. Y por ti misma serás degradada a la vista de las naciones; y sabrás que yo soy el Eterno” (vv. 15-16).
Dios promete que él castigará o librará a cada individuo humano según su actitud y conducta. Él explica: “Cuando el justo se apartare de su justicia, e hiciere iniquidad, morirá por ello. Y cuando el impío se apartare de su impiedad, e hiciere según el derecho y la justicia, vivirá por ello . . . Yo os juzgaré, oh casa de Israel, a cada uno conforme a sus caminos” (Ezequiel 33:18-20).
Colapso y cautiverio nacional
Este castigo devastador comprenderá, tal como vemos en estas profecías, la ruina y cautiverio nacional de los israelitas modernos. Ahora examinemos otras crisis que Estados Unidos y otros pueblos de descendencia británica enfrentarán en ese tiempo.
Note las maldiciones nacionales que Dios incluyó en su pacto con Israel antiguo: “Pero acontecerá, si no oyeres la voz del Eterno tu Dios . . . que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. Maldito serás” (Deuteronomio 28:15-16).
Estas maldiciones en cuanto a la desobediencia incluyen enfermedades y epidemias incapacitantes (vv. 21-22, 27, 35, 59-62); enfermedades mentales (v. 28); patrones climáticos anormales que conllevarán a sequías devastadoras (vv. 23-24) e infestaciones de insectos que destruirán las cosechas (vv. 38-40, 42) dando lugar a hambrunas (vv. 53-57); y finalmente, invasión y cautiverio (vv. 32-33, 36, 41, 47-52, 64-68).
Levítico 26:14-39 describe consecuencias similares, pero además nota que Dios quebrantará “la soberbia de vuestro orgullo” de manera que “huiréis sin que haya quien os persiga” (vv. 17, 19).
Parece ser que ya estamos siendo testigos del cumplimiento de esta profecía en nuestro tiempo. El rápido desmantelamiento del Imperio británico fue quizás más notable que su ascensión a la grandeza. Después de ser un imperio en el cual el sol nunca se ponía, Gran Bretaña ha perdido posesión tras posesión. La mayoría de las naciones que una vez formaron parte del Imperio británico son ahora independientes y ya no están sometidas al gobierno británico.
Estados Unidos, que emergió de la Segunda Guerra Mundial como el poder militar mundial preeminente, no tardó en verse envuelto en una lucha sangrienta que terminó en empate con Corea y en una humillante derrota en Vietnam. Incluso en guerras recientes, como las de Afganistán, Irak, Kuwait, Bosnia y Serbia, en las cuales Estados Unidos alcanzó sus metas iniciales, sus fuerzas armadas se vieron sobrecargadas de costosas obligaciones para mantener la paz y sin una ruta fácil de escape. Desde el empate con Corea, Estados Unidos solo ha salido claramente victorioso en conflictos decididamente unilaterales, como los de Granada y Panamá.
A pesar de que Estados Unidos continúa siendo la potencia militar más poderosa del mundo por un amplio margen, su ventaja se ve grandemente afectada por su falta de voluntad política y compromiso de ganar decisivamente sus guerras.
Otra señal de su deterioro es el hecho de que Gran Bretaña y Estados Unidos han perdido muchos de los portales marítimos estratégicos que ganaron y mantuvieron a tan alto costo. En años recientes han devuelto posesiones estratégicamente cruciales tales como el canal de Panamá y Hong Kong. Y sin duda, esta tendencia continuará.
“Habrá entonces gran tribulación”
Otras profecías indican que el tiempo de conflictos profetizado que devastará a Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Sudáfrica y las democracias del noroeste de Europa, será solo el preludio de un tiempo de tormentas y caos que el mundo nunca antes ha visto.
Al describir este terrible periodo que tendrá lugar justo antes de su regreso, Jesús dijo: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21-22).
Solo en las últimas décadas la humanidad ha debido enfrentarse a la terrible probabilidad de una total aniquilación humana. Tenemos suficientes armas nucleares almacenadas para matar a todo hombre, mujer y niño una y otra vez. Algunas naciones (incluyendo los estados terroristas) tienen los medios para devastar países enteros con armas químicas y biológicas. Muchas profecías bíblicas sirven como recordatorios espeluznantes del tipo de masacre que esas armas pueden causar.
¿Qué tan espantoso será ese tiempo? El libro de Apocalipsis describe una combinación de catástrofes sobrenaturales y otras causadas por el hombre que arrasarán con la Tierra en el tiempo del fin. Uno solo de estos grandes desastres destruirá por completo a un tercio de la población mundial, y miles de millones de personas morirán (Apocalipsis 9:15, 18). Las condiciones serán tan nefastas, que “los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos” (v. 6).
Dios no desea castigar a los seres humanos. A través de Ezequiel él dice: “Diles: Vivo yo, dice el Eterno el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?”(Ezequiel 33:11).
Lamentablemente, esta es la única manera de que mucha gente llegue por fin al arrepentimiento.
Israel es restaurado en todo su esplendor
A pesar de estas grandes calamidades, la profecía nos dice que después del regreso de Jesucristo a la Tierra para establecer el Reino de Dios, los sobrevivientes de las tribus de Israel experimentarán incluso más honra que la que una vez conocieron. Dios promete una reunificación sin precedentes de Israel.
“Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que el Eterno alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede . . . Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra”(Isaías 11:11-12).
Aquellos que regresen serán un pueblo transformado y humilde. Hablando de cuando Israel sería capturado, Dios dijo: “Y serviréis allí a dioses hechos de manos de hombres, de madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen. Mas si desde allí buscares al Eterno tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.
“Cuando estuvieres en angustia, y te alcanzaren todas estas cosas, si en los postreros días te volvieres al Eterno tu Dios, y oyeres su voz; porque Dios misericordioso es el Eterno tu Dios; no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que les juró a tus padres” (Deuteronomio 4:28-31)”.
Note que este pasaje ocurre “en los postreros días” (v. 30). Dios sabe que cuando la gente se rehúsa a obedecerle, por lo general debe aprender su lección con mano dura. Sin embargo, él siempre está dispuesto a bendecir a aquellos que se arrepienten de ir por malos caminos.
Por medio del profeta Ezequiel, Dios dice de este tiempo: “. . . mientras la casa de Israel moraba en su tierra, la contaminó con sus caminos y con sus obras . . . Les esparcí por las naciones, y fueron dispersados por las tierras; conforme a sus caminos y conforme a sus obras les juzgué.
“Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios” (Ezequiel 36:17-28).
Dios nunca cumplió esta profecía ni en Israel antiguo ni en Judá, ya que permitió que su espíritu estuviese disponible solo para unos pocos escogidos antes de comenzar la Iglesia del Nuevo Testamento en 31 d. C., como se registra en Hechos 2. Estos acontecimientos aún están por llevarse a cabo. Dios promete que cuando estas personas decidan humillarse y se arrepientan, él les dará acceso a su espíritu. Ya no serán rebeldes ni desobedientes a su Creador y, guiados por ese espíritu, voluntariamente seguirán a Dios y obedecerán sus leyes.
Un Israel reunificado
A medida que se lleven a cabo las profecías de Israel de los últimos tiempos, esta gente llegará a comprender a Dios y lo que él espera de ellos de una forma que nunca antes han conocido. Los descendientes de las diez tribus del reino del norte descubrirán que no son gentiles, como muchos creen. Una vez que se humillen, se arrepentirán de sus malos andares y buscarán el verdadero conocimiento de Dios. La casa de Israel y la casa de Judá volverán a unirse como una sola nación bajo Cristo.
Las profecías de Ezequiel señalan la dramática reunión de aquellos del Israel perdido con sus hermanos de Judá: Hijo de hombre, toma ahora un palo, y escribe en él: Para Judá, y para los hijos de Israel sus compañeros. Toma después otro palo, y escribe en él: Para José, palo de Efraín, y para toda la casa de Israel sus compañeros. Júntalos luego el uno con el otro, para que sean uno solo, y serán uno solo en tu mano. . .
“Y les dirás: Así ha dicho el Eterno el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra; y los haré una nación en la tierra. . . y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos” (Ezequiel 37:16-17, 21-22).
Esta nación unificada estará compuesta tanto del pueblo judío los descendientes del antiguo reino de Judá y los descendientes de las otras diez naciones.
Después del período de "la angustia de Jacob" en los últimos días, que será la corrección justa y necesaria que Dios llevará a cabo sobre Israel, quedará un remanente arrepentido. Los pertenecientes a las llamadas tribus perdidas del reino del norte, incluyendo los pueblos de Gran Bretaña y Estados Unidos, se habrán arrepentido de quebrantar las leyes del pacto, incluyendo el sábado y las fiestas santas de Dios. Los judíos del reino del sur habrán reconocido a Jesús como su verdadero Mesías.
Finalmente, los descendientes modernos de ambos reinos se reunirán por primera vez en casi 3000 años para formar una sola nación.
Dios hace además otra increíble promesa: Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra. Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será príncipe de ellos para siempre.
Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre (versículos 24-26).
Al regreso de Jesús, Dios resucitará al rey David, quien llamó varón conforme a mi corazón v (Hechos 13:22), para reinar sobre el reunificado reino. Junto con muchos otros siervos de Dios, él será resucitado a la vida Eterna (1 Tesalonicenses 4:16-17; 1 Corintios 15:52). También, tal como Cristo prometió, los 12 apóstoles gobernarán sobre las tribus individuales (Mateo 19:28; Lucas 22:30).
Ahora consideremos el rol internacional que el Israel restaurado y reunificado del futuro cumplirá en el plan de Dios. Veamos cómo los descendientes de Jacob serán un ejemplo piadoso para todas las naciones en el futuro reino de Dios.
La futura gloria de Israel
Dios dice de la formación de esta nación reunificada: DY yo mismo recogeré el remanente de mis ovejas de todas las tierras adonde las eché, y las haré volver a sus moradas; y crecerán y se multiplicarán. Y pondré sobre ellas pastores que las apacienten; y no temerán más, ni se amedrentarán, ni serán menoscabadas, dice el Eterno.
“He aquí que vienen días, dice el Eterno, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: el Eterno, justicia nuestra (Jeremías 23:3-6). Este gobernador supremo es Jesucristo.
Bajo Jesús, los santos resucitados – los seres humanos que hayan sido parte del cuerpo de creyentes que formaron su verdadera Iglesia – servirán fielmente como instructores de los ciudadanos del Israel restaurado (compare con Isaías 30:19-21 con Apocalipsis 1:6; 5:10; 20:4, 6).
Cuando los israelitas se vuelvan a Dios con arrepentimiento y obediencia, Dios nuevamente hará llover bendiciones físicas sobre ellos. Su tierra se volverá abundantemente productiva.
Describiendo esta futura prosperidad, Amós escribió: "He aquí vienen días, dice el Eterno, en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán. Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de ellos. Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho el Eterno Dios tuyo" (Amós 9:13-15).
En este tiempo también se proclamará una paz sin precedentes. Y él [Jesús, el Mesías] juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca del Eterno de los ejércitos lo ha hablado (Miqueas 4:3-4).
Los profetas también revelan que este será un tiempo de sanación. Los cojos volverán a caminar. Los que padezcan enfermedades serán sanados (Isaías 35:5-6).
Cuando otras naciones vean la prosperidad de Israel y su relación con Dios, se preguntarán como ellos también pueden ser bendecidos. No tardarán en darse cuenta de que la prosperidad de Israel proviene de su obediencia a Dios. Luego, las naciones gentiles buscarán aprender acerca del Dios de Israel. En aquellos día acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros (Zacarías 8:23).
Las naciones comenzarán a aprender los caminos de Dios con la ayuda de un Israel restaurado y obediente. Jerusalén se convertirá en el centro del mundo de la educación religiosa. Tal como el profeta Miqueas explicó:
“Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa del Eterno será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno (Miqueas 4:1-2).
Finalmente, Israel será por fin realmente la nación modelo del mundo, un ejemplo de las bendiciones y el camino de vida que otras naciones querrán emular. Dios le enseñará la verdad de su sábado, el tiempo sagrado para acercarse a él semanalmente, a todo el mundo (Isaías 66:23).
Las fiestas santas de Dios, que delinean su plan de salvación, también serán parte importante de la adoración a Dios en esa era futura. Dios incluso nos dice que representantes de las naciones que rodeen a Jerusalén acudirán a ella cada año para adorarlo durante la gran fiesta de otoño.
“Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, al Eterno de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos. Y acontecerá que los de las familias de la tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, el Eterno de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia. (Zacarías 14:16-17).
La gloria del Israel restaurado resplandecerá mucho más que durante su época de oro bajo Salomón o que la de cualquier otra nación o reino que el mundo haya visto. Todo esto acontecerá porque Cristo será la cabeza de esa nación. A través de su Creador, Israel nuevamente ganará renombre” y “alabanza entre todos los pueblos de la tierra" (Sofonías 3:20). Israel finalmente se convertirá en el ejemplo que Dios quiso que fuera.
Dios no se ha olvidado – ni se olvidará jamás de sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob. Las páginas de la historia y las profecías que aún están por cumplirse muestran a un Dios que se ha mantenido fiel a cada detalle de su palabra.
Su parte en el plan de Dios
Ahora llegamos a la pregunta más importante que usted se hará: ¿Qué pasará con usted a medida que estas profecías se vayan cumpliendo?
Hemos cubierto gran parte de la historia de Israel en este libro. Hemos visto cómo este pueblo fue dividido en dos naciones, rechazó a Dios y fue llevado en cautividad. Hemos examinado profecías y evidencia histórica que indican que Gran Bretaña, Estados Unidos y los otros pueblos de descendencia británica son los descendientes modernos de José, el padre de las tribus israelitas de Efraín y Manasés. Hemos revisado las profecías que revelan lo que ocurrirá con estos pueblos antes y después del regreso de Jesús. Todas las naciones de la Tierra se verán afectadas por su caída y restauración.
Usted tiene opciones. Puede descartar este conocimiento si así lo desea. Nadie puede forzarlo a aceptarlo. La historia es tan increíble que mucha gente simplemente se rehúsa a creerla. Escogen racionalizar los hechos de alguna manera. Pero el riesgo es muy alto. Ya sea Dios es fiel a sus promesas, o no lo es. Si lo es, toda promesa y predicción que él ha hecho se llevará a cabo buenas o malas.
Al decidir cuál curso tomará usted, recuerde que Dios le dijo a los israelitas de antaño después de explicar los términos de la relación que tendrían con él: A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando al Eterno tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti . . .” (Deuteronomio 30:19-20).
Dios también nos dice que él “. . . ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo. . .” (Hechos 17:30-31). Su advertencia va dirigida a israelitas y no israelitas por igual. Sin embargo, él promete protección de la tormenta venidera a un grupo de aquellos que vuelvan a él con un verdadero arrepentimiento (Apocalipsis 3:10; 12:13-17).
De manera similar, Jesús nos dice: "Estén siempre vigilantes, y oren para que puedan escapar de todo lo que está por suceder, y presentarse delante del Hijo del hombre” (Lucas 21:36, NVI).
Dios no nos deja a oscuras. Nos revela que lo que le espera a Estados Unidos, Gran Bretaña y los pueblos de descendencia británica y también para el resto del mundo. Como las Escrituras dicen: "Porque no hará nada el Eterno el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas" (Amós 3:7).
Los autores y editores de este libro, en servicio al Creador de todas las razas y pueblos, han mostrado el futuro que le espera a muchas naciones y pueblos a menos que se arrepientan (Jeremías 18:7-9). Tal como el profeta Ezequiel, a quien se le dio la tarea de ser atalaya a la casa de Israela (Ezequiel 3:17-19; 33:1-7), lo exhortamos a aceptar y seguir las instrucciones de Dios para que usted también sea bendecido y protegido por él.
Su futuro depende de su decisión. ¡Deseamos que tenga la sabiduría y el carácter para escoger sensatamente!