Koinonia
Una bella relación
En el proceso de buscar palabras para expresar nuevos conceptos y los tipos de relación que estaban experimentando por medio del Espíritu de Dios que ahora moraba en ellos, los apóstoles y otros discípulos se toparon con el término griego koinonia.
La palabra koinonia se deriva de la raíz griega koinoso “común” y tiene que ver con compartir o tener afecto por cosas en común. Como señala el comentarista bíblico William Barclay, “Koinonia es el espíritu del dar generoso en contraste con el espíritu del obtener egoísta. . . se usa para expresar una relación íntima y cercana entablada por las personas” (New Testament Words [Palabras del Nuevo Testamento], 1972, edición Kindle). Esta palabra podía usarse para describir una sociedad de negocios, un pacto matrimonial donde los esposos compartían todo, el compañerismo entre hermanos, o una relación con Dios.
En la oleada inicial de fervor después del primer Pentecostés, la Iglesia se reunía para tener koinonia. Lucas relata: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42).
El misterio de koinonia
Pablo se dio cuenta del valor de este término cuando lo usó para describir “la comunión [koinonia] del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas por Jesús el Cristo. Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora notificada por la Iglesia a los principados y potestades en los cielos, conforme a la determinación eterna, que hizo en Cristo Jesús Señor nuestro, en el cual tenemos seguridad y entrada con confianza por la fe de él” (Efesios 3:9-12, Jubilee Bible 2000, énfasis nuestro en todo este artículo). Esta relación que Dios el Padre y Jesucristo querían tener con nosotros era un “misterio” o revelación previamente escondida acerca de esta koinonia.
De hecho, esta palabra me ha ayudado a orar más eficazmente al darme cuenta de que tenemos koinonia cuando vamos ante Dios el Padre y nuestro intercesor, Jesucristo. El apóstol Juan enfatizó su importancia cuando dijo: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión [koinonia] con nosotros; y nuestracomunión [koinonia] verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1:3).
La comunión se refiere principalmente a una sociedad espiritual
A menudo escuchamos la palabra “comunión” asociada con la religión, pero lamentablemente ha sido usada más que nada para referirse a la ceremonia de la eucaristía. Por ejemplo, cuando yo era católico, tomé por primera vez el sacramento de la “Comunión” a los siete años. Por supuesto, a esa tierna edad solo me pareció un ritual que para mí encerraba escaso significado. Sin embargo, “comunión” en realidad es el término latín equivalente a koinonia, y en el contexto bíblico principalmente significa compartir una relación espiritual. Dios el Padre y Jesucristo nos consideran “socios” en su obra y en su Iglesia, y quieren que tengamos una relación espiritual íntima con ellos.
Por eso es que podemos llamar a Dios el Padre Abba, un término cariñoso que hoy día podría traducirse más o menos como “Papito”. Como Pablo afirma, “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6).
También podemos llamar a Cristo “nuestro Hermano Mayor”, otro término familiar lleno de afecto. Él estuvo dispuesto a entregar su vida para establecer este amoroso vínculo con nosotros y no tuvo vergüenza de llamarnos “hermanos” o “hermanas”. Como nos dice Hebreos 2:11-12, “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré”.
Esta revelación acerca del tipo de compañerismo que el Padre y Jesucristo desean tener con nosotros es verdaderamente asombrosa. Significa que ellos quieren vivir eternamente con nosotros en un estado de koinonia— un concepto que en este contexto se describe mejor como una relación familiar íntima.
Herederos con Cristo
Otra sorprendente acepción de koinonia tiene que ver con compartir las posesiones del socio de uno. Nosotros en realidad no tenemos mucho que ofrecer, pero Dios el Padre y Jesucristo son dueños de todo. Sin embargo, ellos quieren compartir lo que tienen con nosotros. Pablo lo expresa de esta manera: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios (Romanos 8: 15-19).
Y de eso se trata: ¡nuestra meta es compartir la creación con Dios el Padre y Jesucristo!
Unidad espiritual
Finalmente, cuando participamos de la Pascua (que ya está cerca), estamos expresando la relación de koinonia con el resto de los hermanos. Como Pablo explicó, “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión [koinonia] de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión [koinonia] del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios 10:16-17).
Este fue el deseo de Jesucristo, que tuviéramos unidad de mente y espíritu “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21).
Desde luego, esta maravillosa relación con Dios el Padre, Jesucristo y los hermanos depende de que permanezcamos fieles hasta el fin. A esta sociedad espiritual se refería Pablo cuando escribió: “Al principio, cuando confiamos en Cristo, nos hicimos compañeros suyos; y si no dejamos de confiar en él, seguiremos siendo sus compañeros siempre” (Hebreos 3:14, Traducción en Lenguaje Actual).
Es interesante que la Declaración de Visión de nuestra Iglesia, basada en Efesios 4:16 y Hebreos 2:10, resume muy bien la meta espiritual de koinonia. Declara: “Una iglesia guiada por el Espíritu Santo de Dios, unida y entrelazada con lo que cada miembro aporta, todos haciendo su parte y creciendo en amor para llevar a cabo el gran propósito que Dios tiene para la humanidad, de traer muchos hijos a la gloria”. Note cuántas veces se enfatizan el compañerismo espiritual, el trabajo en equipo y el compartir, mientras anticipamos el glorioso futuro que Dios el Padre y Jesucristo están preparando para todos nosotros.
Consecuentemente, koinonia es un concepto bíblico clave que define la relación que Dios el Padre y Jesucristo desean tener con nosotros –y entre ellos mismos– ahora y por toda la eternidad. Por lo tanto, ¡trabajemos diligentemente en lograrlo! EC