Jonás, la obra de Dios y nosotros
Ya en el año 800 a. C., Israel había sufrido una constante opresión militar por parte de los sirios y de la superpotencia de la región, Asiria. Y a pesar de dos siglos de reyes pecadores, idolatría y desobediencia a Dios después de la muerte de Salomón, Dios declaró por medio de Jonás que extendería su misericordia a Israel porque recordaba su promesa de no destruirlo totalmente por causa de su nombre (2 Reyes 14:25-27).
Él llevó a cabo esto durante el reinado de Jeroboam II, aunque este “hizo lo malo ante los ojos del Señor” (2 Reyes 14:24, Nueva Traducción Viviente). Dios usó poderosamente a Jeroboam para salvar a Israel y mostrar así que, por amor a su pueblo, él puede valerse incluso de un hombre espiritualmente imperfecto para llevar a cabo su voluntad. Con el tiempo, Asiria atacó directamente a Israel y le exigió pagar un enorme tributo para evitar ser invadido, lo que convirtió al rey de Israel en un gobernante títere, algo que los israelitas detestaban (2 Reyes 15:19-20). En medio de esta opresión, Dios le pidió al profeta Jonás que fuera a Nínive, la capital de Asiria, con una advertencia de destrucción si no se arrepentían de sus malas acciones.
En el libro de Jonás podemos aprender importantes lecciones sobre cómo opera Dios a través de su obra. Echemos un vistazo más de cerca.
El llamado de Jonás y su reacción inicial
El relato comienza así: “Vino palabra del Eterno a Jonás, hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí” (Jonás 1:1-2). Pero Jonás huyó en un barco con destino a Tarsis, al otro extremo del mundo. Una extraña tormenta se levantó y estaba a punto de destruir el barco cuando los angustiados marineros echaron suertes para ver quién causaba el fenómeno, lo cual reveló que Jonás era el culpable.
Ante la insistencia de Jonás, a regañadientes lo arrojaron por la borda y la tormenta amainó. Jonás fue tragado por un gran pez especialmente preparado por Dios, y al cabo de tres días y tres noches el animal lo vomitó en la orilla (Jonás 2:10). Después de haber sido salvado milagrosamente, estaba arrepentido y agradecido (Jonás 2:9). Una vez en tierra, recibió de nuevo las órdenes de Dios (Jonás 3:2). No es de extrañar que esta vez obedeciera de inmediato, y una vez en Nínive, proclama el mensaje de Dios: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (Jonás 3:4). Lo que sucedió a continuación fue simplemente asombroso: los ninivitas se arrepintieron y declararon un ayuno en toda la ciudad (Jonás 3:5-9).
Como resultado de su sincero arrepentimiento, Dios “se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo” (Jonás 3:10).
La ira de Jonás
¿Estaba contento Jonás de que ellos hubieran escuchado su advertencia y se hubieran salvado? No, en absoluto. Por el contrario, ¡le enfureció el hecho de que Dios los hubiera perdonado! (Jonás 4:1-3). La historia concluye cuando Dios hace brotar una gran planta que protege a Jonás del sol abrasador, pero luego la destruye y a Jonás se le rompe el corazón. Dios contrasta la congoja que siente Jonás por la planta con su indiferencia por el hecho de que Dios hubiera perdonado a Nínive: “Sientes lástima por una planta, aunque tú no hiciste nada para que creciera. Creció rápido y murió rápido. Pero Nínive tiene más de ciento veinte mil habitantes que viven en oscuridad espiritual, sin mencionar todos los animales. ¿No debería yo sentir lástima por esta gran ciudad?” (Jonás 4:10-11, NTV).
Juicio en dos etapas
Así, vemos que el juicio de Dios normalmente consta de dos etapas: en la primera, él muestra misericordia durante un período de posible arrepentimiento. Este período puede ser de corto plazo para una nación que está siendo juzgada, pero en el largo plazo significa que Dios extenderá su misericordia hasta los acontecimientos del tiempo del fin, cuando intervendrá decisivamente en los asuntos mundiales. Como dice 2 Pedro 3:9, “El Señor no retarda su promesa, según muchos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. En la segunda etapa, la maldad alcanza un umbral del que no hay vuelta atrás porque el mensaje de advertencia no ha sido escuchado. Como dice en Daniel 8:23 sobre el tiempo del fin, “Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro... pero será quebrantado”.
De hecho, el libro de Nahum describe lo que más tarde les sucedió a los habitantes de Nínive: volvieron a sus malos caminos y fueron totalmente destruidos alrededor del año 612 a. C.
Nuestro rol actual
Una de nuestras principales tareas ahora es la de difundir un mensaje de advertencia, que también incluye esperanza, al mundo. Como dijo Jesús: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14 ). Sí, el evangelio del Reino de Dios es una muy buena noticia, pero como muestra el contexto de Mateo 24, se avecinan tiempos muy difíciles antes de que Cristo regrese. Además, en Apocalipsis 10:5-7 y 11:18 vemos cómo Dios finalmente interviene en los asuntos mundiales y establece el Reino de Dios.
Acción en cuatro etapas
En conclusión, podemos aprender mucho de Jonás, aquel profeta inicialmente reacio, sobre cómo Dios juzga y actúa.
Aquí hay cuatro pasos de acción que podemos tomar:
1) Debemos entender la etapa en la que nos encontramos, porque todavía hay tiempo para que el mundo se arrepienta. Mientras tanto, debemos ayudar a difundir el evangelio del reino y a preparar a las personas para que se arrepientan y puedan ser parte del reino venidero.
2) No debemos alegrarnos de ver el castigo de Dios a los injustos, sino que debemos sentir compasión. Después de todo, como se dice, “Si no fuera por la gracia de Dios, yo estaría en la misma situación”. A este respecto Jesús nos dice: “Sed pues misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:36).
3) Llegará el momento en que el juicio de Dios no podrá ser retenido por más tiempo. Por lo tanto, debemos agradecer enormemente el tiempo que tenemos de prepararnos para el Reino de Dios y permanecer fieles, haciendo nuestra parte en la obra de Dios.
4) Podemos ayudar a llevar a cabo “la obra de Jonás” en estos tiempos actuales. Solo Dios sabe cuándo intervenir y castigar a los malhechores y al mismo tiempo recompensar a sus obedientes seguidores. De hecho, se suponía que Jonás debía dar a los ninivitas la oportunidad de arrepentirse, con lo cual se estaba cumpliendo la obra de Dios en esa región, pero él no tuvo compasión de ellos. Hoy en día, la Iglesia está haciendo una “obra de Jonás”, pero a escala mundial. En la actualidad el mundo va por el camino equivocado, tal como la antigua Nínive. La maldad del hombre nuevamente “ha subido delante de [Dios]”. Prestemos atención, entonces, a las profecías de lo que se avecina. Sigamos haciendo una obra como la de Jonás... ¡y permanezcamos fieles! Recuerde que, como aprendió Jonás, el tiempo de Dios siempre es perfecto. EC