Gozaos con los que se gozan
El apóstol Pablo escribió: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Romanos 12:15). Es posible que Pablo se refiriera a la primera parte del versículo 16, “Tened el mismo ánimo los unos con los otros”, como el mismo tema. Por ejemplo, cuando un compañero tiene el ánimo de alegrarse, trate de tener ese mismo ánimo.
Romanos 12:15 no es una mera sugerencia.
De entre estos dos mandatos, ¿cuál es generalmente más fácil de poner en práctica? Antes de dedicar tiempo a meditar en esta pregunta suponía que el regocijo sería más fácil, pero típicamente no es así. Para muchas personas, compadecerse de los acongojados es más natural y automático. Hay que tener en cuenta que Pablo no se refiere a nuestras propias alegrías y penas. La cuestión es esta: ¿Cómo reaccionamos ante las alegrías y tristezas de otra persona?
¿Qué fue lo que cambió inicialmente mi forma de pensar? Leer lo siguiente en uno de mis comentarios bíblicos: “De los dos [mandatos], sin embargo, es más fácil simpatizar con las penas de otro que con sus alegrías, porque en el primer caso nos necesita; en el otro, no” (Jamieson-Fausset-Brown).
Debido a la naturaleza humana, podríamos considerar otros posibles factores. Por egoísmo, podemos carecer de interés y paciencia para escuchar las buenas noticias de otro. A causa de los celos, podríamos incluso sentir autocompasión en lugar de alegría al oír la buena fortuna de otra persona.
Por supuesto, los verdaderos cristianos están llamados a sustituir la naturaleza humana egoísta por el “ama a tu prójimo como a ti mismo”. En 1 Corintios 12, los miembros de la Iglesia se comparan con los “miembros” interdependientes del cuerpo humano para ilustrar nuestra fundamental necesidad de tener una mentalidad de equipo y de apoyo mutuo. El versículo 26 dice que “si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; o si un miembro es honrado, todos los miembros se alegran con él”.
Cuando uno se alegra con una persona no solo la alienta sino que en realidad aumenta su alegría, por tanto, ¡es un acto de amor! Tratar de festejar a solas nunca es una gran celebración. Esta es una de las razones por las que los sábados y los días festivos, así como otras oportunidades para el compañerismo y la adoración en grupo en la Iglesia, son tan importantes. Podemos alabar mejor a Dios por sus bendiciones cuando estamos juntos. Muchas escrituras nos dicen que nos reunamos y regocijemos “delante del Eterno vuestro Dios” (Levítico 23:40) y que nos alegremos “en el Eterno” (Salmos 33:1; Salmos 97:12) o “en el Señor siempre” (Filipenses 4:4).
Dios nos ama entrañablemente y nos da el ejemplo: ¡se regocija por nosotros! Sofonías escribió que Dios “se gozará sobre ti con alegría . . . se regocijará sobre ti con cánticos” (Sofonías 3:17).
A cambio, debemos manifestarle continuamente a Dios nuestra gratitud y alegría por sus innumerables bendiciones. Jesús les explicó a sus discípulos cuál era la mayor razón para alegrarse: “. . . regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:20).
¡Alegrarse significa expresar alegría!
En la Nueva Reina Valera 1960, la palabra alegría y sus derivados aparecen 311 veces y la palabra regocijarse y sus derivados, 91 veces. Por tanto, Dios ha dejado claro que tanto tener alegría como expresarla (regocijarse) son muy importantes. En parte esto se debe a que la alegría es contagiosa. Las personas felices son edificantes e influyen en otros para que sean positivos y felices. Las noticias diarias son en su mayoría deprimentes y necesitamos animarnos unos a otros.
La alegría depende en gran medida de la gratitud. Una persona contenta y alegre es aquella que se centra en lo que tiene y no en lo que no tiene. Tiene una actitud positiva y ve el vaso de agua medio lleno en vez de medio vacío. Una persona alegre da mucho crédito a otras personas por sus bendiciones y especialmente le da a Dios el crédito principal.
Recuerde que “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces” (Santiago 1:17). Pablo escribió: “Estad siempre alegres . . . dad gracias a Dios en toda situación” (1 Tesalonicenses 5:16, 18, Nueva Versión Internacional).
Lamentablemente, algunas personas incluso descuidan la expresión de alegría y gratitud por sus propias bendiciones. Por otro lado, muchos no solo celebran sus ocasiones especiales, como una boda o un bautismo, sino que también invitan a otros a unirse a esas celebraciones. ¡Estas experiencias son muy satisfactorias!
Dios claramente quiere que su pueblo se regocije genuinamente por las bendiciones de otras personas, especialmente de nuestras familias, compañeros de la Iglesia y amigos (véase Gálatas 6:9-10). ¡Apóyelos! ¡Alégrese por ellos! Disfrute de lo que están disfrutando. No les “estropee la fiesta”. ¡Aplauda sus fiestas y participe de ellas! ¡Sea un animador!
Y ustedes, padres, ¡asegúrense de enseñar a sus hijos todos estos principios y prácticas! Asegúrense de ser modelos alegres y de establecer tradiciones familiares felices. Algunos cuentos y canciones son útiles para los niños, como por ejemplo “¡Si te sientes muy feliz, aplaude así!” (YouTube).
Las acciones son más importantes que los sentimientos
La Palabra de Dios deja muy claro que las acciones son más importantes que los sentimientos y las emociones. El amor y la alegría deben ser expresados con acciones. Alegrarse y celebrar puede incluir conversar, recordar, cantar, tocar o escuchar música, orar, aplaudir, reír, bailar, decorar, etc.
De hecho, considere buscar todas las escrituras que tienen la palabra “regocijarse” o similares. ¡Es fascinante ver la frecuencia con la que sugieren acciones literales! “Cantad alegres al eterno . . . Levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos . . .con arpa . . . con trompetas y sonidos de bocina” (Salmo98:4-6). “Alabadle con pandero danza; alabadle con cuerdas y flautas” (Salmo 150:4).
Hay muchas formas de felicitar a alguien. Dígale “¡Felicidades!”, o dele la mano. Muéstrele un pulgar hacia arriba, o dele una palmadita en la espalda.
Considere la posibilidad de enviar a su amigo una tarjeta o un correo electrónico de felicitación.
En ciertas circunstancias puede ofrecerse a ayudar o festejar a un compañero proponiéndole salir a comer juntos, incluso pagando su comida. En ocasiones especiales, usted y otras personas pueden organizar una fiesta para celebrar en grande.
¿Cómo se comparan nuestras actitudes con aquellas descritas en Lucas 15?
Lucas 15 es un capítulo muy inspirador sobre la asombrosa gracia y el perdón de Dios.
En los versículos 1-10 Jesús relata dos importantes parábolas para enfatizar lo mucho que Dios quiere perdonar y salvar a cada persona. “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lucas 15:10).
Ambas parábolas son ilustraciones excelentes y lógicas pero, muy tristemente, parecen bastante irreales en este siglo xxi. Los dos relatos describen a los personajes como si tuvieran relaciones estrechas con sus vecinos y confiaran en que mostrarían interés y entusiasmo por sus éxitos y bendiciones. Pero la sociedad actual es diferente en muchos aspectos. Pablo escribió en 2 Timoteo 3 que “en los postreros días . . . habrá hombres amadores de sí mismos . . . ingratos . . .implacables . . . crueles . . . infatuados . . .” (vv. 2-4).
En primer lugar, compare la moraleja en Lucas 15:3-7 con la reacción equivocada de un dueño de ovejas si se le perdiera una de ellas. “¡Me irrita mucho que esa oveja se haya extraviado! Bueno, todavía tengo 99 ovejas así que puedo permitirme perder una de vez en cuando. No voy a desperdiciar mi tiempo buscando por todas partes. Y si la encontrara, seguiría de mal humor y no se los contaría a mis vecinos porque no les importa lo que ocurre con mis ovejas. Y ni siquiera me molestaría en decírselo a mis amigos porque considerarían que mi relato no tiene ningún interés y solo los hace perder el tiempo”.
En cuanto a la segunda parábola de Lucas 15:8-10 sobre una mujer que busca y encuentra una moneda perdida, hoy en día es fácil imaginar cuán diferente puede ser la mentalidad de la gente en comparación con la que describió Jesús.
¿Qué lección importante podemos aprender después de analizar estas dos parábolas? Que cuanto más egoístas, egocéntricos y autocompasivos seamos, menos probabilidades habrá de que nos alegremos sinceramente con los que se alegran. A medida que este mundo se aleja cada vez más de Dios, las actitudes y reacciones de la gente se parecen cada vez menos a las que describió Jesús.
Como pueblo de Dios, por tanto, debemos resistir continuamente las constantes malas influencias que nos rodean y a cambio permanecer cerca de Dios, examinándonos a nosotros mismos. ¿Busco diligentemente a la oveja perdida y lo hago con una actitud paciente, cuidadosa y compasiva? ¿Me esfuerzo por tener una relación estrecha con mis amigos y vecinos? Si mi vecino encontrara una oveja perdida, ¿querría yo enterarme del hallazgo y alegrarme con él?
Considere la instructiva parábola del hijo pródigo en Lucas 15:11-32. Si yo tuviera un hermano rebelde y derrochador que por fin volviera a casa, ¿me alegraría de todo corazón y querría celebrar su retorno? ¿O sería como el hermano de la parábola, que no perdona, es celoso y se autocompadece? Hoy en día podemos aplicar estas lecciones a muchas situaciones diferentes. También tenemos que estar en guardia para no volvernos autocomplacientes y autojustos, porque podemos cometer el error de juzgarnos a nosotros mismos comparándonos con los demás y no con los estándares perfectos de Dios (ver Lucas 18:9-14 y 2 Corintios 10:12).
En resumen, ¡qué bendición tan monumental es que la Palabra de Dios nos enseñe a amar, y cómo amar! Jesús nos enseña a centrarnos en Dios y en los demás, en lugar de hacerlo en nosotros mismos. Y si amamos a nuestros semejantes como a nosotros mismos, ¡debemos alegrarnos con ellos cuando se alegren! EC
Este es el segundo artículo de una serie de dos partes que cubre Romanos 12:15: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. El primer artículo, Llorad con los que lloran, puede encontrarse aquí.