¡Cuidado con el estancamiento espiritual!

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¡Cuidado con el estancamiento espiritual!

Zona de calmas ecuatoriales. Si no la ha escuchado antes, puede que esta expresión le sea extraña. Parece haberse originado alrededor del siglo XVIII, específicamente para uso marítimo. Se refiere al fenómeno climático que se da en la región de los océanos Atlántico y Pacífico cerca del Ecuador, donde los vientos se detienen y causan una escalofriante calma en las aguas. Su nombre científico es Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT).

Hoy en día los barcos están equipados con poderosos motores que les permiten navegar sin dificultad en aguas sin viento. En el pasado, sin embargo, la navegación marítima dependía principalmente del viento que empujaba las velas para desplazarse. En aquel entonces era terrible quedarse estancado en estas zonas. La ausencia de viento podía causar grandes retrasos, atrapando al barco y su tripulación posiblemente por días o semanas. Este último caso podía ocasionar serios problemas: sin comunicación con el mundo exterior, no había rescate inmediato disponible para estas tripulaciones. La comida y el agua potable debían ser estrictamente racionadas, pero incluso así la supervivencia no estaba garantizada.

La expresión “zona de calmas ecuatoriales” puede utilizarse como analogía para describir las fases de nuestra vida en que nos estancamos o experimentamos períodos de inactividad, pero podríamos usarla también de otra manera: ¿ha experimentado usted periodos de estancamiento espiritual?

Si somos honestos, probablemente la mayoría de nosotros diría que ha experimentado esto en algún momento. Quizás fue cuando, cualquiera haya sido la razón, en vez de crecer en gracia y entendimiento, nos estancamos e incluso retrocedimos. La verdad es que esto le puede ocurrir a cualquiera, en cualquier momento y por diferentes períodos de tiempo.

Pero Dios tiene un tipo de medicina anual que nos ayuda a curarnos del estancamiento espiritual.

Cada año tomamos parte en la observancia de las fiestas santas de Dios, y a través de ellas podemos ver el plan que él tiene para toda la humanidad, incluyendo su plan para nosotros individualmente. Por esto, los días santos pueden actuar como viento en nuestras velas, dándonos un sentido de revitalización y llevándonos adonde Dios desea que vayamos.

No obstante, es después de estas fiestas santas cuando cada año, si no nos mantenemos en alerta, podemos caer con mayor facilidad en estas zonas de estancamiento. La amplia brecha entre el fin del primer ciclo de fiestas santas y el comienzo del segundo se asemeja a las inquietantes aguas calmas descritas anteriormente. Si no tomamos las precauciones necesarias, podemos quedar a la deriva en estas aguas quietas, sin avanzar y obligados a racionar el alimento que recibimos durante el fin del primer ciclo de fiestas hasta el inicio del segundo. Pero no queremos llegar vacíos a las fiestas santas de fin de año; nuestra bodega espiritual debe estar repleta para poder apreciar y observar esos días en toda su plenitud.

Sin embargo, cuando estemos pasando por este período en el cual no contamos con el recordatorio del plan de Dios que nos brindan las fiestas santas, existen maneras de permanecer activos y evitar quedarnos a la deriva y perder el rumbo al cruzar esta zona de calma, de manera que podamos seguir avanzando en nuestro camino cristiano.

Conectividad social

Una de las enseñanzas más profundas que nos entregan las Escrituras es que cuando estemos pasando por momentos difíciles primeramente debemos confiar en Dios, sabiendo que él nos ayuda con nuestras debilidades (Romanos 8:26). No obstante, debemos acudir a él no solo en tiempos difíciles, sino también de abundancia. Como “Dios de toda consolación” (2 Corintios1:3-5), nuestro Padre en los cielos es nuestro principal proveedor y consolador cuando atravesamos por tiempos difíciles.

A pesar de que todos poseemos diferentes personalidades, muchos tenemos algo en común: fuimos creados para gozar de la conectividad social.

Nuestro Dios creador hizo una maravillosa obra diseñando todos sus mandamientos, específicamente el que nos ordena guardar y santificar el sábado (Éxodo 20:8; Deuteronomio 5:12; Levítico 23:3). Al crearnos como criaturas sociales, Dios sabía lo que hacía cuando ordenó que nos reuniésemos el sábado.

Después de regresar de la Fiesta de Tabernáculos, un tiempo de continua reunión día tras día, podemos sucumbir bajo sentimientos de soledad y falta de dirección. Sin embargo, el continuar reuniéndonos cada sábado es una oportunidad para revitalizarnos espiritualmente. Podemos utilizar la oportunidad de reunirnos cada semana para exhortarnos unos a otros con amor y buenas obras. Vemos que el autor de Hebreos menciona esto en Hebreos 10:24-25. Tal como la Fiesta de Tabernáculos puede ser refrescante y rejuvenecedora, cada sábado puede y debe ser refrescante, permitiéndonos reenfocarnos y volver a nuestro camino. Es maravilloso como Dios nos da este día cada semana para mantenernos fielmente en el rumbo correcto.

Abra su Biblia a diario

Durante cada una de las fiestas de Dios tenemos la grandiosa oportunidad de aprender de su Palabra, específicamente durante cada día de la Fiesta de los Tabernáculos.

Una vez que regresamos a casa después de haber asistido diariamente a los servicios, seguramente contamos con abundantes apuntes y recuerdos. Esto trae a la memoria el ejemplo de los bereanos, cuyo relato se encuentra en Hechos 17:10-11. Ahí leemos que, al ser instruidos, “recibieron el mensaje con toda avidez” (Nueva Versión Internacional). Ojalá que hayamos hecho lo mismo en la Fiesta recién pasada y en cada sábado semanal.

No obstante, no debemos limitarnos solamente a recibir el mensaje con avidez. Sí, debemos recibir los sermones con tal actitud, pero también debemos ser diligentes para comprobarlos en la Palabra de Dios. Si continuamos leyendo, vemos que los bereanos hicieron esto. Hechos 17:11 continúa diciendo que “todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba” (NVI). Debemos dedicar tiempo cada día a estudiar la Palabra de Dios y enriquecernos con ella. Los estudios bíblicos pueden cumplir un rol muy importante para ayudarnos a evitar caer en zonas de estancamiento espiritual.

Visualice el futuro

Al considerar esta larga temporada que tenemos por delante debemos mantener nuestros pensamientos enfocados, siempre mirando hacia adelante. Podemos reflexionar acerca de los excelentes pasajes que leímos y escuchamos durante el ciclo final de fiestas anuales, las cuales representan el magnífico futuro que está por venir. Debemos atesorar estas imágenes en nuestras mentes y meditar continuamente en las mejores promesas que vendrán. Mateo registra las palabras de Jesucristo mismo en cuanto a esta forma de pensar: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33). Mientras seguimos buscándolo, podemos encontrar exhortación y aprender qué es lo que debemos llevar a cabo en nuestras vidas para recibir esas promesas.

Desde la invención de los barcos propulsados por motores, la amenaza de las zonas de estancamiento por falta de vientos ya prácticamente no existe en el mundo marítimo. Sin embargo, la analogía espiritual que podemos extraer de ella es algo que aún podemos tener en mente. Con frecuencia podemos quedarnos estancados en nuestras vidas, especialmente después de las fiestas santas de fin de año, y encontrarnos en un estado espiritual sin vientos, navegando sin rumbo semana tras semana. ¡Pero no tiene que ser así!

Podemos hallar consuelo en el hecho de que Dios es un Padre compasivo que no desea que nadie perezca, sino que todos se arrepientan.

Debemos tratar de evitar las zonas de estancamiento y estar siempre en alerta. Dedique tiempo cada día para pedirle a Dios que lo guíe, y confíe plenamente en él.

Recuerde el día sábado de Dios y esfuércese por observarlo cada semana, no solo con su asistencia a los servicios sino santificando el día completo.

Aparte tiempo para estudiar la Palabra de Dios y buscar sus respuestas a los problemas de la vida. Cuando se sienta abrumado, piense en el Reino de Dios venidero y recuerde las promesas que pronto se harán realidad. Procure vivir el camino de vida de Dios, y al hacerlo navegue con toda confianza hacia su reino venidero, ¡que está más allá de la temida zona de estancamiento espiritual! EC