¡Paraíso hallado!: Una fiesta para todos los tiempos

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¡Paraíso hallado!

Una fiesta para todos los tiempos

¿Le gustaría vivir en un paraíso? Para mucha gente, esto evoca imágenes de una playa tropical u otro hermoso y exuberante escenario con condiciones perfectas: la palabra paraíso ha llegado a ser sinónimo de un ambiente fundamentalmente placentero. Otros se imaginan una idílica vida en el campo, rebosante de abundancia, seguridad y satisfacción. Muchos utilizan este término para referirse a un estado de felicidad en el futuro, típicamente simbolizado por la vida en el cielo después de la muerte, según creen.

Algunos están convencidos de que el paraíso les entregará respuestas satisfactorias a todas sus preguntas y su curiosidad. El escritor argentino Jorge Luis Borges dijo: “Siempre me he imaginado el paraíso como un tipo de biblioteca”. Aun así, otros que escuchan la palabra se imaginan una utopía en la Tierra hecha por el hombre — una civilización perfecta, colmada de armonía y paz que, como muchos han soñado, la humanidad algún día alcanzará.

Los variados conceptos del paraíso tienen sus raíces en la primera morada del hombre, el huerto del Edén bíblico. La palabra paraíso es de origen persa, o iraní antiguo: pairi-daiza, que significa área amurallada y es utilizada para describir un jardín cerrado o un coto de caza real.

La palabra hebrea pardes, en el Antiguo Testamento, se refiere a un huerto o parque y proviene del lenguaje persa. Tanto esta palabra como el vocablo hebreo gan, que significan jardín, se tradujeron en la Septuaginta (traducción al griego del Antiguo Testamento) con otro derivado de la palabra persa, el vocablo griego paradeisos. Esta palabra se hizo común entre judíos y cristianos para referirse al huerto del Edén, y lo mismo ocurre en el Nuevo Testamento.

A lo largo de la historia el hombre ha deseado recapturar lo que se perdió en Edén. ¿Se cumplirá ese deseo algún día? Como veremos, Dios nos ha entregado un poderoso recordatorio que reafirma cada año la respuesta a esta pregunta.

El paraíso perdido

Adán y Eva fueron colocados en un magnífico huerto en la tierra de Edén, y se les asignó la tarea de cuidarlo y mantenerlo. Al comienzo los primeros seres humanos estuvieron en paz con la naturaleza, evidentemente sin temor al mal tiempo ni a los animales salvajes. Sin embargo, ¡algo ocurrió en ese huerto que cambió para siempre el curso de la historia humana!

Aquel huerto tenía árboles de todo tipo, incluyendo dos que producían frutos reales, pero que además eran simbólicos. Uno era el árbol de la vida, el medio por el cual los seres humanos podrían alcanzar su destino final de dicha eterna como seres espirituales en la familia de Dios.

El otro era el árbol de la ciencia del bien y el mal, que simbolizaba la prerrogativa de los seres humanos de discernir entre el bien y el mal según su propio entendimiento, en vez de lo que Dios dice. Trágicamente, el primer hombre y la primera mujer escucharon a Satanás y comieron del fruto del árbol prohibido. Por tanto, fueron expulsados del huerto y perdieron el acceso al árbol de la vida. Desde entonces, la humanidad ha seguido el camino equivocado.

El poema épico El Paraíso Perdido (siglo xvii), del poeta inglés John Milton, que primero fue publicado en una serie de diez libros y luego reconfigurado en doce, relata el pecado de Adán y Eva y su expulsión del huerto. También se enfoca en la rebelión de Satanás y los demonios, la cual con el tiempo llevó a la tentación en Edén. Milton presenta a Satanás como un ser ambicioso y orgulloso que desafía a su Creador, el Dios Omnipotente, y hace guerra en el cielo, solo para terminar derrotado y expulsado.

Al comienzo del Libro Primero, una frase larga y compleja que refleja la poesía épica de la antigua Grecia invoca a una “Musa Celestial” (el Espíritu Santo). Con esta frase se presenta el tema del autor, que es “la primera desobediencia del hombre” y “la pérdida del Edén”, y se afirma que su propósito es “justificar ante los hombres las miras del Señor”. Se describe a Satanás y a los otros ángeles sumidos en un lago de fuego, desde el cual se levanta Satanás para declarar que el infierno es su dominio personal y luego entregar un discurso a sus seguidores en el que declara: “Es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo”.

Al final del Libro XII, el ángel Miguel conduce a Adán y Eva fuera del huerto. El paraíso se había perdido. El poema concluye diciendo: “El mundo entero estaba ante ellos para que eligieran el sitio de su reposo y la Providencia era su guía. Asidos de las manos y con pasos inciertos y lentos, siguieron a través del Edén su solitario camino” (Milton, 2003. Recuperado de www.biblioteca.org.ar).

Mucha gente religiosa considera que en ciertos aspectos este poema épico es una aproximación a lo que realmente ocurrió durante la tentación y el pecado del hombre. Y a pesar de tener una considerable cantidad de conceptos erróneos, hay mucha verdad y una notable perspectiva en lo que Milton escribió.

Justo antes del final del poema hace referencia al Mesías, “la raza prometida que lo reparará todo”. Y en efecto, las Escrituras hablan de la restauración del paraíso en la Tierra que tendrá condiciones similares a las del huerto del Edén.

El plan de restauración y las fiestas de Dios

¿Tiene Dios planeado el regreso al paraíso? ¿Recobrará el hombre esa relación cercana con Dios en un lugar como Edén? ¿Será revertida la corrupción humana por parte del diablo?

El plan de redención y salvación de Dios para la humanidad es revelado a través de una serie de fiestas y días santos que le ordenó observar a su pueblo y que son descritas en Levítico 23.

Primero se nos habla del sábado semanal, que en sí mismo representa un tiempo de descanso y rejuvenecimiento espiritual después de miles de años de sufrimiento. Dios también entregó siete fiestas anuales comenzando con la Pascua, que representa el sacrificio de Cristo para liberarnos de la muerte, y culminando con la Fiesta de los Tabernáculos (de siete días) y el Octavo o Último Gran Día, que en conjunto representan el verdadero paraíso que vendrá.

Con su amor supremo, Dios quiere rescatarnos de nuestra corrupción y devolvernos el gozo que deseó para nosotros en el paraíso.

La Fiesta de los Tabernáculos es también llamada fiesta de la cosecha (Éxodo 23:16; 34:22). A nivel físico esto representaba el regocijo por la abundante cosecha agrícola en Israel a finales del verano y principios del otoño. Pero a nivel espiritual, celebramos la gran cosecha de seres humanos que Dios traerá (ver Lucas 10:2; Juan 4:35), es decir, todos aquellos que se convertirán en parte de su familia espiritual. Tras el regreso de Cristo vendrá el mayor tiempo de cosecha de salvación de todos los tiempos, con desbordantes bendiciones y abundancia.

Después de un terrible período de devastación vendrá un tiempo de paz, gozo, abundancia y restauración bajo el gobierno de Jesucristo, un tiempo paradisíaco. Note: “Y dirán: Esta tierra que era asolada ha venido a ser como huerto del Edén; y estas ciudades que eran desiertas y asoladas y arruinadas, están fortificadas y habitadas” (Ezequiel 36:35, énfasis nuestro en todo este artículo).

Esta restauración comenzará con Jerusalén: “Ciertamente consolará el Eterno a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto del Eterno; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto” (Isaías 51:3).

Muchos otros pasajes de la Biblia muestran que estas maravillosas condiciones se extenderán por todo el planeta. En Isaías 25:6 se nos dice que “el Señor de los Ejércitos preparará un maravilloso banquete para toda la gente del mundo” (Nueva Traducción Viviente). La humanidad experimentará en ese tiempo “la restauración final de todas las cosas, así como Dios lo prometió desde hace mucho mediante sus santos profetas” (Hechos 3:21, NTV).

¡Estamos viviendo en el umbral mismo de acontecimientos que darán paso al desarrollo de un paraíso verdadero y a la manera de Dios para todo el mundo!

De hecho, el trasfondo de este escenario ha estado preparándose desde hace mucho. El plan de Dios para salvar a la humanidad por medio de Cristo fue establecido “antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9). Incluso las fiestas de Dios, que representan su plan y la culminación de este, fueron parte integral del establecimiento mismo de los cielos (vea “Los tiempos de fiestas de Dios, programados desde la creación” en la página 19).

Estas fiestas son un poderoso recordatorio del magnífico plan que Dios está llevando a cabo. Y la culminación de la temporada de fiestas de otoño nos recuerda en particular el futuro paraíso del Reino de Dios en la Tierra.

Dios desea que tengamos este recordatorio y recalcó esto a lo largo de la historia bíblica, afirmando reiteradamente su importancia. Para entender esto veremos en orden cronológico los distintos períodos de observancia de la Fiesta de Tabernáculos junto con el Último Gran Día, y cómo ellos representan el futuro paraíso. La alegría experimentada en estos días es un pequeño anticipo del paraíso venidero.

La Fiesta de los Tabernáculos, observada por Moisés e Israel

En Levítico 23 vemos que cuando Dios nombra sus fiestas, dice que deben ser observadas anualmente, culminando con la Fiesta de los Tabernáculos y el Último Gran Día.

“Y habló el Eterno a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: A los quince días de este mes séptimo [que corresponde a septiembre-octubre] será la fiesta solemne de los tabernáculos al Eterno por siete días. El primer día habrá santa convocación . . . el octavo día tendréis santa convocación . . .” (vv. 33-36).

Debían usar ramas de árboles para construir tabernáculos o cabañas, o sea, estructuras temporales, para habitar en ellas durante esos días representando la salida de los israelitas de Egipto (vv. 40-43). Este tiempo de gran regocijo anual a veces era llamado “la fiesta solemne del Eterno(v. 39), o simplemente “la fiesta”.

Note que todas las fiestas aquí son “las fiestas solemnes del Eterno” (vv. 2, 4, 44). Dios declara: “Las fiestas solemnes del Eterno . . . serán estas” (v. 2). Como son sus fiestas, fueron diseñadas para toda la humanidad, no solo para Israel o los judíos, como muchos piensan. Sin embargo, a Israel, escogido para ser un ejemplo ante las naciones, se le dieron instrucciones específicas para guardar estas fiestas.

Los israelitas más tarde observaron la Fiesta de los Tabernáculos por siglos, aunque que con variados grados de dedicación. El templo en Jerusalén incluso fue dedicado cuando los israelitas se reunieron con Salomón durante la fiesta, en el séptimo mes (1 Reyes 8:2). Y no se detuvo ahí.

Avancemos ahora en el tiempo.

La Fiesta fue observada después de que los judíos regresaran de Babilonia

Mucho después de que los israelitas se dividieran en dos naciones, Israel en el norte y Judá en el sur, ambas terminaron siendo deportadas. La nación judía del sur fue llevada a Babilonia. Luego, después de que Babilonia fuera conquistada por el Imperio persa, un remanente de Judá regresó a su tierra y continuó observando las fiestas de Dios.

El rey persa, Ciro, les dio permiso a los judíos para volver y reconstruir el templo (Esdras 1). Al llegar, “celebraron asimismo la fiesta solemne de los tabernáculos, como está escrito” (Esdras 3:4).

Otro grupo que regresó décadas después “[halló] escrito en la ley que el Eterno había mandado . . . que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo” (Nehemías 8:14), y por lo tanto celebraron la fiesta más plenamente, “y hubo alegría muy grande” (v. 17, vea también versículos 13-18).

Era importante que el pueblo continuara guardando esta gran celebración que brinda un anticipo del gozo que tendremos con Dios en el paraíso. Pero, ¿acabó su observancia con los antiguos israelitas? Avancemos en el tiempo una vez más.

La Fiesta fue observada por Jesús

En el Evangelio de Juan vemos que Jesucristo observó las fiestas solemnes de otoño: “Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos . . . Mas a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba . . . En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:2, 14, 37).

A continuación Jesús se refirió al Espíritu de Dios como “agua viva” (v. 38), anticipando que este camino a la vida eterna, el fruto del árbol de la vida, estaría disponible para toda la humanidad (Juan 7:38-39).

Los creyentes cristianos tienen una clara conexión con esta fiesta y su significado. Entonces, ¿acabó su observancia con Jesús y su crucifixión? ¡Muchos le dirán que sí! Dirán que ya no es obligatorio observar las fiestas bíblicas. Pero sigamos avanzando en el tiempo.

La Fiesta es observada por la Iglesia del Nuevo Testamento

La Iglesia del Nuevo Testamento tiene un abundante patrimonio de fe en cuanto a la observación de estos días, lo cual ha hecho por los últimos 2000 años, ¡incluso hasta nuestro tiempo! El ejemplo dejado por Jesús y la Iglesia de Dios del primer siglo es nuestro modelo, y debemos hacer lo mismo.

En su apuro por viajar, el apóstol Pablo tuvo que interrumpir su presentación en una de las sinagogas en Éfeso para guardar la Fiesta. Dijo: “Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere” (Hechos 18:21).

Aunque muchos dicen que la frase en cursivas no debiera estar ahí, ya que algunos manuscritos antiguos del Nuevo Testamento no la contienen, las palabras sí aparecen en la mayoría de ellos, y muchos expertos están de acuerdo con que Pablo fue a Jerusalén en el versículo 22, probablemente para observar una fiesta. Muchos consideran que la fiesta aquí se refiere a la de los Tabernáculos, a pesar de que otros piensan que fue la fiesta de la Pascua y Panes sin Levadura en la primavera.

Como sea, sí sabemos que en general Pablo estaba observando las fiestas bíblicas. Varios capítulos más adelante vemos que se estaba apresurando para estar en Jerusalén en Pentecostés (Hechos 20:16). Además, les dijo a los cristianos en Grecia que guardaran la Fiesta de Panes sin Levadura junto con la Pascua teniendo en cuenta su significado espiritual (1 Corintios 5:6-8).

Como lo confirma The Enciclopaedia Britannica, “Los primeros cristianos . . . continuaron observando las fiestas judías (en realidad, las fiestas de Dios), pero con un nuevo espíritu, como conmemoraciones de los acontecimientos que esas fiestas presagiaban” (XI edición, vol. 8, p. 828).

Al celebrar la Fiesta de Tabernáculos y el Último Gran Día que le sigue, la Iglesia simboliza el tiempo futuro de prosperidad, esperanza, paz, abundancia, belleza, calma, gozo y salvación para toda la humanidad: el paraíso en la Tierra bajo el reino venidero de Cristo. Entonces, ¿se acabará esta observancia cuando él regrese?

La Fiesta será observada después del regreso de Cristo

El profeta Zacarías predijo un tiempo en el que todas las naciones observarán la Fiesta de los Tabernáculos.

“Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio . . . Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas . . . Y el Eterno será rey sobre toda la tierra . . . Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, al Eterno de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos” (Zacarías 14:4, 8-9, 16).

Así es: las fiestas de Dios indudablemente serán observadas después del regreso de Jesucristo, y esto continuará por mil años durante todo su reinado sobre las naciones (vea Apocalipsis 20:4), también conocido como Milenio.

Los últimos capítulos de Ezequiel describen la reconstrucción del templo en Jerusalén y su rol durante esa era futura. Ezequiel 45 habla de las tareas sacerdotales de ese entonces durante la Pascua y la Fiesta de Panes sin Levadura (vv. 21-24), como también durante el tiempo de la Fiesta de los Tabernáculos: “En el mes séptimo, a los quince días del mes, en la fiesta, hará como en estos siete días” (v. 25). En estos capítulos aprendemos que tanto los sábados de Dios como sus fiestas serán observados bajo el gobierno de Cristo durante el Milenio.

John Adams, el segundo presidente de los Estados Unidos, escribió en su diario el 22 de febrero de 1756: “Supongamos que una nación en alguna región distante adopte la Biblia como su único libro de leyes, ¡y que cada miembro regule su conducta según los preceptos que allí se estipulan! Cada miembro estaría obligado en conciencia a practicar templanza, frugalidad y diligencia; justicia, bondad y caridad hacia sus semejantes; y piedad, amor y reverencia hacia Dios Todopoderoso . . . Qué utopía, qué paraíso sería aquella región” (citado por William Federer, America’s God and Country Encyclopedia of Quotations [Enciclopedia de citas relacionadas con Estados Unidos y su Dios], 1996, p. 5).

¡Esto sucederá cuando Jesús esté gobernando desde Jerusalén! La humanidad entera experimentará mil años de paz y prosperidad y toda la naturaleza estará en paz (Isaías 11:6-9). Como ya hemos visto, el mundo volverá a un estado similar al del Edén. ¡Será verdaderamente un paraíso en la Tierra!

Pero esto no terminará con el Milenio. Esta etapa será seguida por el último período de juicio, cuando todos los que hayan vivido sin el entendimiento suficiente de la verdad de Dios serán resucitados físicamente para recibir su primera oportunidad de obtener la salvación.

A este mundo futuro de nuevas oportunidades es lo que Jesús se refirió cuando le respondió al ladrón que fue crucificado a su lado. El moribundo le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Él le dijo: en verdad te digo: hoy [es decir, te digo hoy] estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:42-43, La Biblia de las Américas).

El Último Gran Día, que sigue a la Fiesta de Tabernáculos, anticipa con gran anhelo este mismo periodo y el futuro eterno que vendrá a continuación.

Desde el cielo, Dios traerá a la Tierra el mejor de los paraísos

En el Reino de Dios, su pueblo morará con él. Pero esto no termina con el Milenio y el período del juicio final sino que se extiende más allá, hasta el tiempo de un nuevo cielo y una nueva Tierra.

El apóstol Juan escribe en Apocalipsis 21: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron . . . Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (vv. 1-4).

En esta maravillosa ciudad que descenderá con Dios desde el cielo estará el árbol de la vida, como en el huerto del Edén, pero ahora disponible para las naciones arrepentidas (Apocalipsis 22:1-2, 14). “Y no habrá más maldición” (v. 3). Ya no habrá más expulsiones del paraíso.

Pablo da a entender que “el paraíso” actualmente se encuentra en el cielo, hasta donde él fue arrebatado (2 Corintios 12:4). Pero claramente ese paraíso será traído a la Tierra, en parte durante el Milenio y en su totalidad cuando la Nueva Jerusalén finalmente descienda. Este es el verdadero paraíso de Dios, del cual el antiguo huerto del Edén solo fue un modelo físico.

Aquí vemos en toda su magnitud el plan maestro de Dios según es revelado en sus fiestas. La Fiesta de los Tabernáculos ha sido un recordatorio de nuestra morada con Dios mientras estamos en este mundo, desde tiempos remotos hasta el presente, y al mismo tiempo un anticipo de un cumplimiento mucho mayor que está por venir, primero en el Milenio y finalmente más allá, en la eternidad.

Paraíso restaurado

Después de El Paraíso Perdido, John Milton escribió una secuela llamada El Paraíso Recobrado. Esta se centra en la tentación de Cristo, mostrando cómo su victoria sobre el pecado y el diablo restauraron la oportunidad de entablar nuevamente una relación con Dios.

Esto muestra cómo obra Cristo para redimir a la humanidad: reforzando la idea de que todo lo que se perdió en el primer paraíso será restaurado. Pero, más allá de este poema, el panorama completo –según es revelado en las Escrituras y comprendido solo por los verdaderos y fieles seguidores de Dios que guardan sus fiestas– ¡muestra que ese paraíso verdaderamente será recuperado!

Las fiestas santas de Dios, ordenadas desde el principio de los tiempos y observadas a lo largo de toda la historia –pasado, presente y futuro– nos entregan un extraordinario resumen de su plan y son la clave para entender ese plan. Por ello es que debemos observar la Fiesta de los Tabernáculos en la actualidad. Estamos en el umbral de una gran y nueva era. ¡Somos los predecesores de la vida paradisíaca que está por venir a la Tierra!

Durante siglos, las personas fieles a Dios han puesto en práctica su fe, anhelando ser hechas perfectas e inmortales cuando Cristo regrese y así estar finalmente en el paraíso con Dios el Padre y el Hijo por toda la eternidad.

Como Jesús resucitado proclama: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apocalipsis 2:7).

¿Por qué no unirse a nosotros para guardar la Fiesta de los Tabernáculos en la actualidad, como un maravilloso anticipo de ese paraíso que nos espera? BN