Breve introducción a los jueces de Israel

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Breve introducción a los jueces de Israel

El juez no era un rey, puesto que no tenía la autoridad que un rey tenía entre los pueblos alrededor de Israel, ni podía transmitir alguna función a sus descendientes. No había siempre un juez, pero cuando lo había era Dios quien lo escogía directamente. Una definición de su función sería que, los jueces eran hombres (dentro de los cuales hubo una mujer) escogidos divinamente de entre el pueblo, llamados para atender una crisis particular y dotados de dones de liderazgo, caudillaje y de dedicación. La misión de ellos, generalmente, eran locales y temporales, después de las cuales volvían a sus lugares y ocupaciones.

La aparición de cada juez sigue un proceso que podemos esquematizar con palabras: reposo, pecado, servidumbre, clamor, levantamiento, liberación y reposo, ciclo que se repite cada vez. Dicho proceso lo encontramos descrito en Jueces 2:11-19. Consideremos más detalladamente, viendo como se presenta a lo largo del trabajo de Aod, el segundo de los jueces. Después de la liberación que Dios dio a Israel con Otoniel, el pueblo “reposó” cuarenta años. Fue un período en el que el pueblo de Israel vivió libre de la opresión de otros pueblos, siguiendo el proceso normal de la vida.

Después de la muerte del juez los israelitas volvían a hacer lo malo ante los ojos del Eterno. Ello significaba que se olvidaban de Dios y se volvían a la idolatría. De esta manera, añadían al pecado de omisión, el de comisión, transgrediendo expresamente la Palabra de Dios. La persistencia del pueblo en pecar, hacía que Dios los castigara como les había sido anunciado, y el pueblo de Israel sufría los ataques de sus enemigos, hasta caer en servidumbre. Entonces la servidumbre se hacía más dura, y era cuando se acordaban de Dios, y empezaban a clamar pidiéndole perdón y liberación de su servidumbre.

Estaban conscientes que no podían liberarse con sus propias fuerzas, y que únicamente Dios los podía sacar de la dificil situación en que los había puesto a causa de su pecado. Arrepentidos, clamaban confiando en lo que el Señor les había prometido. Y tan pronto clamaban a Dios, él les levantaba un libertador de entre los hijos de Israel. Dios obraba soberanamente escogiendo de entre ellos la persona más adecuada; nadie sabía quien era el escogido hasta que Dios lo llamaba.

Una vez que Dios llamaba auno como juez, éste era  el encargado  de conducir  al pueblo en la liberación de sus enemigos. Las maneras eran diversas, pero el resultado siempre era el mismo, es decir, que los que oprimían a Israel eran vencidos cuando el juez tomaba la dirección del pueblo en nombre de Dios, y nuevamente el pueblo volvía a ser libre, y la tierra volvía a reposar por un tiempo. Se trata de un proceso que cíclicamente se volvía a repetir una y otra vez, sin que el pueblo llegara ciertamente, a aprender la lección.

Mientras Josué vivió, el pueblo sirvió al Eterno, y también lo hicieron mientras vivieron aquellos ancianos que sobrevivieron a Josué, (Jueces 2:7). Aunque las diferentes tribus comenzaron la conquista de la tierra prometida, esta no se llevó a feliz término como Dios había mandado. El libro de los Jueces dice que los de Benjamín no desposeyeron del todo a los jebuseos, que los de Manasés, Efraín, Zabulón, Aser y Neftalí tampoco lo hicieron con los cananeos; y que los de Dan no lo hicieron con los amorreos (Jueces 1:21,27-28, 29-33). Dios mismo recordó al pueblo su desobediencia en los días de Josué (Jueces 2:1-2), y las consecuencias de ello fueron que Dios no los iba a echar de la tierra, sino que serían un azote para ellos y sus dioses por tropiezo (Jueces 2:3).

Pero eso no fue todo, el salmista describe con todo detalle como el pueblo se olvidó de lo que Dios había mandado, después de la muerte de Josué y de los ancianos: “No destruyeron a los pueblos que El Eterno les dijo; antes se mezclaron con las naciones, y aprendieron sus obras, y sirvieron a sus ídolos, los cuales fueron causa de su ruina. Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios, y derramaron sangre inocente,  la sangre de sus hijos y de sus hijas, que ofrecieron en sacrificio a los ídolos de  Canaán, y la tierra fue contaminada con sangre. Se contaminaron así con sus obras, y se prostituyeron con sus hechos” (Salmos 106:34-39). El término jueces proviene del hebreo, "sofetim", que quiere decir gobernante,  por los doce libertadores, que desde Otoniel hasta Abdón, liberaron primero a Israel de la opresión y luego gobernaron sobre ellos como jueces.

Probablemente el autor del libro sea el último de los jueces gobernantes, Samuel, (Hechos 13:20), además de ser el primer profeta (Hechos 3:24). Las tradiciones históricas de Israel relatadas en el Talmud, también lo mencionan como el autor del libro. El periodo de tiempo que considera el libro de los jueces.

1° de Nisán de 5773 (Martes 12 de Marzo de 2013)