#314 - 2 Corintios 3-6: "La transformación del Antiguo Pacto en el Nuevo"

Usted está aquí

#314 - 2 Corintios 3-6

"La transformación del Antiguo Pacto en el Nuevo"

Descargar
314-2co3-6print (225.66 KB)

Descargar

#314 - 2 Corintios 3-6: "La transformación del Antiguo Pacto en el Nuevo"

314-2co3-6print (225.66 KB)
×

En este estudio, retomamos el tema que Pablo está explicando de la transformación del Antiguo Pacto al Nuevo. La gloria del Antiguo Pacto pasa ahora a una gloria superior en el Nuevo Pacto. Una analogía útil para entender los diferentes pactos de Dios es el juego de encajes, donde cada caja de diferente tamaño cabe dentro de otra más grande. 

De igual manera, los pactos de Dios en la Biblia caben progresivamente dentro del pacto siguiente. 

Por ejemplo, el pacto que Dios hizo con Adán sigue vigente, pues lo que ocurrió en Edén todavía nos afecta a todos--continuamos trabajando con el sudor de la frente, las mujeres siguen pariendo con dolor, y seguimos muriendo por haber pecado. Tampoco se le ha quitado por completo al hombre el acceso a la vida eterna, simbolizado por el árbol de la vida, pues en Apocalipsis 22:2 vemos la misma representación de ese árbol de la vida, que significa el acceso en etapas a todos los seres humanos que aceptan el camino de Dios y que recibieron la vida eterna. 

Ahora bien, el pacto de Adán queda inserto dentro del siguiente pacto, que Dios hizo con Noé. Noé “caminó con Dios” y un día recibirá la vida eterna por su fidelidad (Hebreos 11:7). A la vez, se agregan otros elementos nuevos—como ciertas reglas de comportamiento (Génesis 9:2-9) y también Dios entrega el arco iris como una promesa que nunca más destruirá a la humanidad mediante un diluvio. ¡Espero que todos deseemos que este pacto esté todavía vigente! 

Luego, viene el pacto con Abraham, que incluye todos los elementos de los pactos anteriores, pero son modificados y ahora se añaden ciertos factores más, como la promesa de que habrá una descendencia a través de Isaac que será tomada en cuenta por Dios y se establece la circuncisión como la señal. También está la promesa de que Abraham será el heredero del mundo venidero (Romanos 4:13). 

Después viene el pacto del Sinaí, cuando se incorporan los elementos anteriores, pero ahora se amplían las leyes para incluir la administración de una nación. Se agregan todas las leyes necesarias para que el pueblo de Israel sea “un reino de sacerdotes y una nación santa” (Éxodo 19:6). 

Finalmente tenemos el nuevo pacto, donde se incorporan y modifican los elementos anteriores y se agregan muchos nuevos. Ahora incluyen dones que permiten cumplir el Antiguo Pacto espiritualmente, cosa que no era posible antes por la mayoría de los israelitas. 

Dios había profetizado que era su plan introducir este pacto renovado en el futuro. Dice Jeremías 31:31-33, “He aquí que vienen días, dice el Eterno, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de Egipto [el pacto del Sinaí], porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice el Eterno. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Eterno: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”. 

Son con estos antecedentes que podemos entender cabalmente lo que Pablo está diciendo aquí, exactamente cómo revelan los mismos principios en Jeremías 31 y Ezequiel 31 y 36. En vez de ser algo radical el nuevo pacto, es lo que Dios había profetizado siglos atrás. 

El Antiguo Pacto no tuvo el fin deseado debido a la debilidad carnal de los israelitas (Romanos 8:3). Ahora que existe acceso al Espíritu Santo para el pueblo de Dios, que es su iglesia, entra una nueva administración, que no deja al pecador condenado a una muerte segura, como antes era la administración de jueces carnales. 

Por eso Pablo dice: “Si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más glorioso es el ministerio de justificación. Porque lo que fue glorioso, no es glorioso ahora, en comparación de la gloria superior [como la luna cede cuando llega el sol]. Porque si lo que es pasajero tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece” (2 Corintios 3:9-11, NRV). 

La antigua administración de la ley de Dios bajo el pacto sinaítico queda ahora superada por la nueva administración, como dice Pablo, de los “ministros competentes del nuevo pacto”, y sigue, “no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata [al condenar al pecador a la muerte], mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6). Ahora los ministros del nuevo pacto no tienen que condenar a un adúltero a la muerte. Bajo la nueva administración, como lo hizo el mismo apóstol Pablo en 1 Corintios 5, sólo se suspende al pecador hasta que haya dejado de cometer esos pecados y se haya arrepentido de corazón. Por eso ahora “el espíritu vivifica”. 

“El nuevo pacto requiere”, dice El Nuevo Comentario de la Biblia, “de ministros calificados por el Espíritu de Dios (1 Timoteo 1:12). El antiguo código escrito exigía un estándar imposible de alcanzar sin la ayuda espiritual. Pero el Nuevo Pacto inaugurado por Cristo (1 Corintios 11:25) ofrece al hombre la habilidad espiritual para poder cumplirla” (p. 1078). 

Ese Antiguo Pacto ahora está listo para ser insertado dentro del Nuevo, con sus elementos anteriores, pero modificados por las nuevas y mejores condiciones y formas de administrar la santa y buena ley de Dios. 

Pablo sigue: “Así, teniendo tal esperanza, hablamos con mucha confianza. No como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los israelitas no se fijaran en el resplandor que se iba desvaneciendo [se asustaron mucho al ver ese resplandor]. Pero la mente de ellos fue embotada. Y hasta el día de hoy, cuando leen el Antiguo [Pacto], les queda el mismo velo, que sólo en Cristo es quitado. Hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, un velo cubre el corazón de ellos. Pero cuando se convierten al Señor, se le quita el velo” (2 Corintios 3:12-16, versión Nueva Reina Valera). 

El problema, como podemos ver aquí en la traducción más exacta, no es con el Antiguo Pacto, sino con los corazones inconversos de los israelitas, y la administración de la ley sin el Espíritu Santo, impedían que entendieran correctamente la ley, ni tenían la capacidad de cumplirla debidamente. 

Noten que una vez convertido quien sea, se remueve el velo y no el Antiguo Pacto, sino que ahora se transforma espiritualmente en el Nuevo, con nuevos elementos, administraciones y mejores promesas. 

Pablo sigue: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad [de la esclavitud del pecado y la condenación a muerte]. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:17-18). 

El Antiguo Pacto se ha transformado en un pacto mejor, que lleva a la libertad, y no a la esclavitud o la condena del pecado. Con este Nuevo Pacto, somos lentamente transformados por la obra del Espíritu Santo a la imagen de Jesucristo. Se puede resumir esta sección con lo que Pablo dijo en Romanos 8:1-4: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu”.

Pablo concluye: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios” (2 Corintios 4:1-2). Noten que Pablo sigue atacando a los que están tergiversando las Escrituras, estos falsos maestros que alegan ser apóstoles. En realidad, son agentes de Satanás para que no se establezca este mejor y superior pacto que Pablo predica. Todos los verdaderos apóstoles estarían combatiendo a estos falsos apóstoles. Cristo dice de esta etapa de la iglesia: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos” (Apocalipsis 2:2). 

Pablo revela la fuente de estos impostores: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús” (2 Corintios 4:3-5). Aquí vemos la verdad de que el mundo sigue “al dios de este siglo” sin darse cuenta. 

¿Cómo describe Pablo estas preciosas verdades que tenemos? Dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros que estamos atribulados en todo mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados… Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal… sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros” (2 Corintios 4:7-14) 

En realidad, no somos dignos de ser portadores de estas verdades que son transmitidas por personas imperfectas y débiles. No obstante, Dios nos está usando para llevar este glorioso evangelio al mundo. Por eso tenemos que mantenernos cerca de Dios y no desmayar. 

Continúa Pablo: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:16-18). 

Necesitamos renovarnos cada día a través de la oración, la meditación y el estudio de la Biblia. Así Dios puede renovar nuestra vida espiritual. Las pruebas que pasamos sirven para fortalecer ese carácter espiritual, aquí descrito como el “más excelente y eterno peso de gloria”. Esa es la gran meta de la vida cristiana, por la cual seremos juzgados en esa futura resurrección. Dice: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Corintios 5:1). 

Aquí compara el cuerpo físico con una morada temporal, como una carpa que es temporal, y que un día se deshace. Pero tenemos un cuerpo espiritual que Dios está preparando en el cielo para cuando retorne Jesús, y entonces resucitaremos en ese glorioso cuerpo. 

Sigue Pablo: “Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu” (2 Corintios 5:2-5). 

Pablo deseaba estar vivo para cuando Jesús regresara, y así no tendría que morir y su cuerpo ser transformado instantáneamente de lo físico a lo espiritual. Dios garantiza que un día seremos transformados de esta manera, y nos ha entregado como el primer depósito de su buena fe, una porción del Espíritu Santo, que son las “arras” del Espíritu Santo. 

Es una gran meta poder ser fiel hasta el fin y recibir tan gran recompensa. Pablo explica: “Por tanto procuramos también, o ausentes [muertos] o presentes [vivos], serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:9-10). 

Pablo usa la analogía del tribunal romano, donde eran juzgadas las acciones del hombre. Pablo deseaba agradar a Dios en todo, pues sabía que estaba siendo juzgado, y quería un día escuchar las palabras, “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:21). Este tribunal evaluará con imparcialidad y justicia el verdadero valor de nuestras vidas y obras cristianas según la santa ley de Dios. Por eso, lo que uno hace ante Dios es para agradarle a él, y no hay que preocuparse de las críticas y, a veces, de la ingratitud de otros. Recuerde que la salvación y la recompensa las recibimos de Dios.

Pablo tiene que defenderse de no estar gloriándose de su ministerio. Dice: “No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón” (2 Corintios 5:12). Sigue insistiendo en que recuerden de quién recibieron estas preciosas verdades y de su sinceridad y humildad. 

Tiene que usar razonamientos a veces con ironía para que despierten y se den cuenta de los falsos maestros entre ellos y que no son lo que pretenden ser. Dice: “Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros. Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto. Que si uno murió por todos, luego todos murieron, y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:13-19). 

Al parecer, algunos falsos maestros se jactaban de haber conocido personalmente a Jesucristo. Puede haber sido, pues eso no garantiza nada. No significa que Jesús aprobaría lo que estaban enseñando. Uno no se debe dejar impresionar si alguien alega conocer personalmente a una persona importante. Lo que realmente vale es si está viviendo y enseñando lo que decía esa persona. 

Pablo dice: “Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:20-21). Un embajador tenía que representar a su país de la mejor manera posible, transmitir fielmente los mensajes de sus superiores y vivir ejemplarmente lo que era ese país. Pablo dice que él representaba a Dios, transmitía fielmente su mensaje, y vivía de acuerdo con ese reino. También nosotros debemos procurar lo mismo. 

Luego nos habla de lo que Dios hizo para perdonar nuestros pecados, pues cargó todos los pecados de la humanidad sobre Jesús. Por eso clamó Jesús cuando era crucificado, “Padre, ¿por qué me has desamparado?”. Fue así porque en ese momento, él representaba todos los pecados de la humanidad y Dios Padre no podía salvarlo. Fue un momento terrible para Dios Padre, que sabía cuánto lo necesitaba su Hijo, y, aun así, por amor a todos nosotros, por primera vez cortó ese vínculo espiritual con su Hijo. Tuvo que darle las espaldas, y Cristo tuvo que sufrir esa muerte agónica sin la ayuda espiritual de su Padre. Ese es el amor que Dios el Padre y el Hijo tienen por nosotros. Como dijo Pablo: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32). 

Por eso, la vida cristiana, aunque a veces es muy difícil, bien vale la pena perseverar en ella hasta el fin. ¿Qué le dio a Jesús tanta fuerza en esos momentos en que cargaba con todos los pecados de la humanidad? Hebreos 12:1-5 nos describe el enfoque que tuvo Jesús, al explicar: “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él [el poder llevar a muchos hijos a la gloria con su sacrificio], sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”.

En el siguiente estudio, entenderemos mejor lo que significa estar unido en un yugo desigual con los incrédulos y por qué debemos evitarlo.