#313 - 2 Corintios 1-2: "La epístola contra falsos maestros"

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#313 - 2 Corintios 1-2

"La epístola contra falsos maestros"

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Esta segunda epístola fue escrita desde Macedonia alrededor del año 55 d.C. (2 Corintios 2:13; 2 Corintios 7:5; 2 Corintios 8:1).

En esta segunda epístola, Pablo, como pastor de la iglesia, tiene una gran cantidad de problemas que resolver. Y lo hace con infinita paciencia y ternura, para que los corintios sepan que, a pesar de las fuertes correcciones, él los ama.

Durante el lapso entre la primera y segunda epístola, habían llegado falsos hermanos con imponentes credenciales que enseñaban doctrinas falsas, y deseaban hacerse cargo de esa zona, y desprestigiar a Pablo.

Por eso, Pablo tiene que escribir la epístola en gran parte para defenderse de las calumnias de estos falsos maestros y para mostrar la falsedad de sus enseñanzas. Estos falsos apóstoles acusan a Pablo de los siguientes 20 cargos. Lamentablemente, ya había hermanos que estaban creyendo estas mentiras. Lo acusaban de lo ilustrado en la tabla del encabezado.

A pesar de todas estas acusaciones, Pablo comienza la epístola en forma muy positiva, alabando a Dios por todo lo que ha hecho para rescatarlos de muchos peligros.

Luego de la introducción, Pablo dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación… Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación… Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación” (2 Corintios 1:3-7). 

Aquí tenemos un principio importantísimo. Las pruebas que pasamos nos pueden ayudar a ser más

comprensivos y consoladores con los que están sufriendo semejantes aflicciones. Es difícil identificarse con el que está sufriendo si nunca hemos pasado por alguna experiencia parecida. Parece que el mejor consuelo viene del que sabe realmente lo que uno está sintiendo. Por eso Cristo tuvo que venir a la tierra para pasar por las pruebas y tentaciones que eran comunes en nosotros. Explica Hebreos 2:17-18 de Jesús: “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”.

Luego Pablo relata la más reciente prueba que había pasado: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte; cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración” (2 Corintios 1:8-11).

¿Cuál fue esa gran prueba que pasó Pablo? Aunque no es específico, parece ser la que menciona en 1 Corintios 15:32, cuando dijo: “Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras”. Éfeso era la capital de Asia, y una forma de ejecutar a los condenados era ser lanzado a las fieras. Es debido a ser librado de semejante prueba que Pablo estaba tan agradecido a Dios y le sirvió para consolar a otros que eran perseguidos. Luego de contarles de sus pruebas, Pablo tiene que defenderse de los falsos cargos.

Dice: “Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, mucho más con vosotros. Porque no os escribimos otras cosas de las que leéis, o también entendéis; y espero que hasta el fin las entenderéis; como también en parte habéis entendido que somos vuestra gloria, así como vosotros la nuestra, para el día del Señor Jesús” (2 Corintios 1:12-14).

Acusaban a Pablo de no ser sincero, y que tenían que “leer entre líneas” para entender realmente lo que estaba diciendo. Pablo niega esta acusación, y explica que la razón para no haber ido a ellos cuando les había dicho no era por ser caprichoso, sino debido a muy buenas razones, que ahora explica: “Con esta confianza quise ir a vosotros, para que tuvieseis una segunda gracia [visita], y por vosotros pasar a Macedonia, y desde Macedonia venir otra vez a vosotros, y ser encaminado por vosotros a Judea. Así que, al proponerme esto, ¿usé quizá de ligereza? ¿O lo que pienso hacer, lo pienso hacer según la carne, para que haya en mí sí y no?” (2 Corintios 1:15-17).

Algunos acusaban a Pablo de no cumplir con sus promesas, y que su “Sí” es en realidad un “No”. Pero Pablo ahora explica la razón por la que aplazó su viaje a Corinto. “Mas yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma, que por ser indulgente con vosotros no he pasado todavía a Corinto. No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes. Esto, pues, determiné para conmigo, no ir otra vez a vosotros con tristeza” (2 Corintios 1:23-2:1).

Aunque Pablo tenía la autoridad para ir a Corinto y resolver los problemas de inmediato, decidió por el bien de ellos esperar un poco, pues no quería llegar y usar su autoridad pastoral en el momento álgido de los problemas y quizás tener que ser más severo de lo necesario. Los ministros no son dueños de la fe de uno, y no deben vivir la vida de los miembros, sino colaborar con la fe de ellos, y solo corregir con amor cuando sea absolutamente necesario.

En la primera epístola que les escribió Pablo, tuvo que ordenarles suspender a un miembro que estaba fornicando con su madrastra (1 Corintios 5:1-4). Este miembro finalmente se había arrepentido, pero ahora había miembros que no querían perdonarle ni que volviera a la iglesia. Pablo tiene que corregir esa actitud inmisericorde.

Les dice: “Pero si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no exagerar) a todos vosotros. Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos; así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él. Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo. Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:5-11).

Aquí tenemos un ejemplo de cómo reintegrar a un miembro que ha pecado gravemente. Tiene que primero arrepentirse de corazón y mostrar que ya ha dejado de cometer estos pecados. Luego, una vez que el pastor lo autorice, al ver que los frutos de arrepentimiento son genuinos, se puede reintegrar la persona a la iglesia y luego no debe haber quejas u oposición de los hermanos al respecto. Pues si es así, Satanás se puede aprovechar de la situación al tender trampas para que caigan algunos en actitudes negativas y así dividir la iglesia. 

“La razón por la cual Pablo les escribió”, dice El Nuevo Comentario Bíblico, “era para ver si los corintios iban a reconocer su autoridad, primero al disciplinar al pecador, y luego al restaurarlo. Ahora que la iglesia había llevado a cabo con éxito sus órdenes, Pablo les asegura que el asunto ya está resuelto. Pero si seguían con un espíritu de no perdonar al ofensor luego que se había arrepentido, entonces Satanás sacaría provecho del asunto. Ahora que se había solucionado el problema, los miembros de la iglesia debían mantenerse solidarios y unidos en cuanto a la decisión ministerial”.

En vez de haber ido a tratar el asunto personalmente, Pablo había despachado a Tito con esta “carta severa” 1 de Corintios, y le pidió que retornara para avisarle de la reacción. Cuando Pablo llegó a Troas, debía haberse encontrado con Tito, pero no fue así. Preocupado partió para Macedonia, donde por fin se encontraron. El gozo de Pablo fue enorme al saber de la reacción positiva a su carta. 

Pablo alaba a Dios al respecto: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquellos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” (2 Corintios 2:14-16).

Aquí Pablo usa una analogía con las procesiones romanas de “triunfo”, el término técnico que usaban para el general victorioso que desfilaba con los prisioneros y el botín por las calles de Roma. Él se siente como parte de la procesión de Cristo con cada triunfo que logra en la Obra de Dios. Su mensaje de verdad es como el aromático incienso que esparcían los heraldos en frente del victorioso general. Pero los que rechazan ese mensaje, sería un olor a la muerte, pues así pierden su oportunidad de ser parte de la primera resurrección.

Otro triunfo que Pablo está seguro se logrará es vencer a los falsos maestros que han entrado en la congregación de Corinto. Los acusa de falsificar la Palabra de Dios. Dice: “Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo” (2 Corintios 2:17).

¿Qué enseñaban estos falsos maestros? Lo mismo que vemos en las demás epístolas de Pablo. Eran un grupo que alegaban venir de “Santiago, o Jacobo”, pero que habían pervertido el verdadero evangelio enseñando una extraña mezcla de judaísmo y gnosticismo. La huella del samaritano Simón el Mago está por todas partes de esas enseñanzas. Él se había jactado, una vez rechazado por los apóstoles como un falso maestro, que iría a Roma y fundaría una mezcla del Cristianismo, Judaísmo y Samaritanismo, que en Apocalipsis 17 es llamada, “Babilonia, Misterio Religioso”.

En Hechos 15:24, los apóstoles niegan que estos falsos maestros venían con su respaldo, al decir: “Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros guardar la ley [con todos sus ritos]”. Pablo es uno de los primeros que sabe que estos hermanos judío-cristianos en realidad son falsos maestros que se disfrazan de ser líderes autorizados por la jefatura en Jerusalén. Así los llama en Gálatas 2:4, “...y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban a espiar nuestra libertad”. Por eso tiene que atacar fuertemente lo que están enseñando. Ellos estaban poniendo a Moisés por encima de Cristo, y el Antiguo Pacto por encima del Nuevo. En realidad, enseñaban un sincretismo del judaísmo cristianismo tal como Simón el Mago lo había proclamado, y es su antecesor.

El historiador Adolf Harnack explica: “Simón Mago proclamó una doctrina en que la fe judía era extraña y grotescamente mezclada con mitos babilonios y creencias griegas. La adoración misteriosa se volvió un descomunal sincretismo cuyo fin era formar una religión universal, que ayudó a Simón ganar muchos adeptos”. 

Pablo tiene que combatir vigorosamente estas falsas enseñanzas, y muestra que el Antiguo Pacto tiene su lugar en el cristianismo, y forma su base, pero es complementado por una nueva administración para operarlo, puesto que ahora los miembros tienen el Espíritu Santo. Ya no existe solo la letra de la ley, sino también su espíritu, tal como Cristo enseñó en Mateo 5-7. La nueva aplicación de la ley de Dios, que en realidad exige más, y no menos, del pacto anterior. Ahora no solo no se puede matar, sino ni siquiera odiar al prójimo, etc.

Pablo explica la nueva administración de la ley de Dios, y muestra que era la nueva etapa que Dios le había prometido a Israel, cuando a través del Espíritu Santo, empezaría a poder grabar su Ley en sus corazones, y no constituiría solo unas palabras grabadas externamente en unas piedras y en realidad, sin verdaderas ganas de cumplirlas. Pablo había sido un fariseo, y se había atenido a cumplir puntillosamente cada rito, cada sacrificio y tradición de la ley, pero no le había traído una conversión interior. Era todavía carnal y lleno de actitudes vanagloriosas hipócritas. Por eso es tan severo en condenar la forma tergiversada de administrar la ley de Dios bajo el judaísmo imperante.

Pablo comienza repudiando las supuestas cartas de recomendaciones de los falsos maestros. Pregunta: “¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos, como algunos de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros? Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Corintios 3:1-3). 

Pablo alude aquí a que fueron ellos convertidos y recibieron el Espíritu Santo a través de él, como su primer pastor. Tienen el sello del Espíritu Santo, algo que un judío y no tenía a pesar de haber sido circuncidado. Por eso la conversión de ellos es superior a la circuncisión de un judío. Ellos siguen inconversos.

Pablo sigue: “Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios… el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:4-6).

El término “nuevo pacto”, en el griego, significa en realidad un pacto “renovado”. Hay otro término en griego y para “viejo” que significa algo en desuso. Hay que tomar en cuenta en este capítulo que Pablo se está refiriendo a la promesa que Dios le había entregado a Israel de un pacto “renovado”. Leemos en Jeremías 31:31-33, “He aquí que vienen días, dice el Eterno, en los cuales haré nuevo [en el hebreo, un “renovado”] pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto [el pacto de Sinaí]; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice el Eterno. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Eterno: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”.

Pablo simplemente está comparando estos dos pactos, y mostrando que ahora que hay acceso al Espíritu Santo, la ley de Dios se puede administrar mucho mejor, no solo enfocando en la letra sino en el espíritu de ella. Dice: “Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? (2 Corintios 3:7-8). 

La administración anterior de la ley, con jueces, sacerdotes y reyes sobre Israel, llevaba a la muerte por dos razones: (1) Sin el Espíritu Santo en ellos, no había acceso a un verdadero arrepentimiento del corazón, y se tenía que aplicar la letra de la ley, que exigía la muerte de la persona por graves delitos. (2) El Antiguo Pacto, al no proporcionar el Espíritu Santo al pueblo, no podía prometer la vida eterna. Los israelitas, salvo por los que Dios llamó exclusivamente como sus profetas y otros hombres y mujeres de Dios, murieron todos en sus pecados. No tuvieron acceso, salvo los ya mencionados, a la vida eterna. Por ende, el Antiguo Pacto era un sistema que no ofrecía a la larga la vida, sino la muerte.

Seguiremos estudiando esta sección tan interesante de las escrituras la siguiente vez.