#311 - 1 Corintios 12-13: "Los dones espirituales; las características del amor"

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#311 - 1 Corintios 12-13

"Los dones espirituales; las características del amor"

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Ellos estaban abusando de las capacidades que Dios les había dado y en vez de usarlas para glorificar a Dios, las estaban utilizando para envanecerse.

Pablo los amonesta al decir: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos” (1 Corintios 12:1-2). 

He aquí otra advertencia contra tener ídolos mudos. En la antigüedad, los ídolos representaban a los dioses falsos, mientras que hoy los ídolos mudos representan a ciertos personajes bíblicos. Noten que el Segundo Mandamiento prohíbe hacer imágenes al mismo Dios u otros seres bíblicos. Dice: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de los que esté arriba en el cielo… no te inclinarás a ellas, ni las honrarás” (Éxodo 20:4-5). Eso incluye los seres en el cielo que son Dios el Padre, Dios el Hijo y los ángeles, por eso no se les debe hacer imágenes de ellos y por los primeros tres siglos del cristianismo así fue respetado este mandamiento. 

Explica Jesse Hurlbut en La Historia de la Iglesia Cristiana: “Dos generaciones después de Constantino, [año 405] fue cuando empezaron a aparecer las imágenes en las iglesias; los cristianos primitivos tenían horror a todo aquello que pudiese conducir a la idolatría… Como en el año 405 d.C., las imágenes de santos y mártires comenzaron a aparecer en los templos, al principio como recuerdos, luego sucesivamente fueron reverenciadas, adoradas, y se les rindió culto” (p. 68, 71). Esto es una herejía, pues ni Pablo ni los otros apóstoles jamás abogaron que se les hiciera una imagen a Jesús ni aparece tal práctica en el Nuevo Testamento. 

Pablo sigue: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Corintios 12:3). “Anatema” significa “ser destinado para destrucción”, y el que sinceramente se ha entregado a obedecer a Jesús jamás podrá calumniarlo, pues el Espíritu Santo está en uno y tiene una mente convertida. 

Ahora Pablo se enfoca en el problema del abuso de los dones espirituales. Dice: “Ahora bien, hay diversidad dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1 Corintios 12:4-7). 

Pablo está diciendo que Dios es la fuente de todos los dones que han recibido los corintios “para provecho”, no para que se envanecieran. Corinto era la iglesia donde todavía no había un pastor residente para cumplir muchas de las funciones necesarias como predicar, ungir para la sanidad, y administrar. Pablo, Apolos y otros ministros visitaban a los corintios de vez en cuando para pastorearlos y establecer el orden y corregir lo deficiente. El problema era cuando se iban, pues como esta epístola atestigua, se desataba una feroz competencia entre algunos miembros para ver quién estaba a cargo y quién mostraba los mejores dones. Así se formaban bandos de estos supuestos líderes que reclamaban representar a distintos apóstoles o pastores de acuerdo con sus gustos. Pablo tenía que corregir esta actitud carnal. Explica El Nuevo Comentario Bíblico: “La competencia entre los corintios sobre los diferentes dones había dividido a la iglesia” (p. 1067). 

Por eso les dice: “Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría [la capacidad para comunicar las verdades de Dios]; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu [el entendimiento de profecías y el plan de salvación]; a otro, fe por el mismo Espíritu [la profunda confianza en la Palabra de Dios, por ejemplo, que tuvo el Sr. Armstrong]; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu [en ausencia de ministros, algunos podían orar por los enfermos]. A otro, el hacer milagros [por ejemplo, el poder echar demonios]; a otro, profecía [el término significa lo que hoy día llamamos predicación, o el declarar lo que dice la Palabra de Dios]; a otro, discernimiento de espíritus [discernir las actitudes, si provienen de Dios o de demonios]; a otro, diversos géneros de lenguas [el poder hablar en otros idiomas]; y a otro, interpretación de lenguas [el poder entender otro idioma que no conoce]. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno el particular como él quiere. Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (1 Corintios 12:8-12). El Nuevo Comentario Bíblico explica: “No sólo ha ordenado Dios los órganos del cuerpo humano de tal manera que funcionen sin estorbar a los demás, sino que también los diseñó para que exista una cooperación positiva e interdependencia entre ellos” (p. 1068).

Pablo compara la cooperación que debe haber entre los miembros en Corinto con la que existe entre los miembros del cuerpo humano. El pie no envidia a la mano porque esta anda suelta mientras que el pie tiene que sostener todo el peso del cuerpo. Pablo indica que es Dios quien decide quién recibirá tales dones y que no debe existir la envidia. 1 Corintios 12:18-23 dice: “Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que os parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro [las partes más vergonzosas del cuerpo son las que más cubrimos, igual que los miembros más modestos son dignos de más cuidado – recuerden lo que había pasado en Corinto durante la noche de la Pascua donde se menospreciaba a algunos hermanos pobres]”. 

Dios iba a llamar a muchas personas modestas a su iglesia, como Pablo dice en 1 Corintios 12:25-29 y no deben ser menospreciados. Todo lo contrario, deben sentirse bienvenidos, respetados y amados. Dice Pablo: “Porque los que en nosotros son más decorosos [miembros más pudientes y capaces], no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan [en vez de envidiarlo como algunos corintios lo hacían]. Vosotros, pues sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:24-27). 

Pablo reitera que Dios tiene orden y organización en su iglesia, igual que lo hizo con el cuerpo humano. Les dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros [expulsan demonios, etc.], después los que sanan, los que ayudan los que administran, los que tienen don de lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos? Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente” (1 Corintios 12:28-31). Noten que Pablo aquí enumera las diferentes habilidades y cargos que Dios le entrega a la iglesia. Primero están los apóstoles, los mensajeros escogidos por Dios para enseñar y administrar a la iglesia. Segundo vienen los profetas. “Eran particularmente necesarios hasta que el Nuevo Testamento fuera escrito y circulado en las iglesias” (Ibidem, p. 1068). W. E. Vine añade: “Al completar el canon de las Escrituras, la necesidad de más profecías no era necesario, y el maestro ocupó su lugar para enseñar esas profecías. La diferencia entre estos dos es que mientras el mensaje del profeta era una revelación directa de la mente de Dios para la ocasión, el mensaje del maestro era tomado de la revelación completada de las Escrituras” (Diccionario Explicativo, p. 221). 

Pablo les va a mostrar ahora algo más importante que los dones que temporalmente habían recibido. El capítulo 13 se llama “el capítulo del amor”. Les dice: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe” (1 Corintios 13:1). El término en griego para amor es ágape, que significa el amor desinteresado hacia Dios y el prójimo. Cristo resumió ese amor ágape al decir: “Amaras [de ágape] al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente… Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40). Por eso, toda la Biblia tiene el amor ágape como su gran principio ordenador y el amor ágape hacia Dios y hacia el prójimo se determina por la manera que se cumplen las leyes de Dios. 

El mismo Pablo definió el amor ágape de esa manera. Dijo: “El amor [ágape] no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:10). En 1 Corintios 7:19 había dicho: “La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios”. Juan añadió: “Pues este es el amor [ágape] a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). La persona que tiene el amor ágape va a respetar los mandamientos de Dios – aunque no siempre tenga ganas de hacerlo – pues ama demasiado a Dios para faltarle el respeto y desobedecerlo. Cristo explicó este principio: “Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, Señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero” (Mateo 21:28-31). 

De la misma manera, el amor ágape se muestra por el cumplimiento de las leyes de Dios, pero siempre que esté motivado por el amor hacia Dios y hacia el prójimo. Se cumple, aunque en ocasiones no se tenga ganas de hacerlo. A veces es difícil entregar el diezmo, observar el sábado, ir a los servicios o viajar a las Fiestas Santas – pero si se tiene el amor ágape se las arreglará para cumplir con esos mandamientos, pues existe ese temor respetuoso y saludable a Dios al no querer defraudarlo. 

Por eso, Pablo dice que, aunque uno tenga la voz más hermosa y elocuente dada por Dios para alabarlo, pero si no cumple con esa obediencia básica hacia la ley de Dios, de nada sirve esa bella voz ante Dios. Santiago dijo al respecto: “Así también la fe, si no tiene obras [es decir, el cumplir los mandamientos de Dios], es muerta en sí misma” (Santiago 2:17). 

Pablo sigue: “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.  Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:2-3). Por eso, muchas personas pueden estar dotadas de gran elocuencia, inteligencia, grandes convicciones, mucha generosidad, y hasta se pueden convertir en mártires, y si no están obedeciendo los mandamientos de Dios,  no están expresando ese amor ágape. 

Ese amor ágape se va a mostrar por el respeto hacia las leyes de Dios, y el Espíritu Santo, o la fuerza de amor, gozo, fe y paciencia que viene de Dios, va a manifestarse en las acciones. Explica Pablo: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará” (1 Corintios 13:4-8). 

La primera característica del amor ágape es ser “sufrido”, de makrothimia, o la capacidad de ser ofendido y no desquitarse. Como dijo David: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (Salmos 119:165). Luego el amor ágape es “benigno”, de crestos o el no hacer daño a otros. No es “envidioso” de zelos, de algo hervido, el no enardecerse de envidia por lo que otros tienen y uno no. No es “jactancioso”, de perpereutai, que no se alaba a sí mismo. Proverbios 27:2 dice: “Alábete el extraño, y no tu propia boca”. No se “envanece”, de phusa, un fuelle, el no inflarse de su propia importancia. No hace “nada indebido”, de aschemon, no es indecente ni desconsiderado. No “busca lo suyo”, de heautes, el no insistir en exigir sus derechos. No “se irrita”, de paroxunetai, el no perder los estribos. Proverbios 16:12 dice: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte, y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”. No “guarda rencor”, de logizetai, un término de contabilidad, y recuerda no anotar las cuentas de mal hecho contra uno. En Polinesia, donde los nativos a menudo pasan o peleando o festejando, es costumbre que cada hombre guarde un recuerdo de su odio. Cuelga artículos del techo que mantienen vivo el recuerdo de las ofensas – sean reales o imaginarias. Pero el amor ágape es todo lo contrario, al no guardar recuerdos de esas ofensas y aprender a perdonar y olvidar. No “se goza de la injusticia”, de chairei, no goza cuando sabe de la desgracia de otros, ni siquiera de sus adversarios. Proverbios 24:17 dice: “Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes, y cuando tropezare, no se alegre tu corazón.

“Mas se goza de la verdad”, de alethei, o gozar de las verdades de Dios y de todo lo verdadero. “Todo lo sufre”, de siego, la techumbre, y significa soportar el peso de las calumnias mientras protege la reputación de otros al aplicar el principio “El amor cubrirá la multitud de pecados”. Proverbios 19:11 dice: “La cordura del hombre detiene su furor, su honra es pasar por alto la ofensa”. “Todo lo cree”, de pistei, o creer lo mejor de la persona y darle el beneficio de la duda sin ser ingenuo. “Todo lo espera”, de elpizei, y es no perder la esperanza al ver el lado positivo de las cosas. “Todo lo soporta”, de hipomenei, o perseverar ante las pruebas hasta triunfar.

Pablo dice: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará” (1 Corintios 13:8-10). Explica que estas características del amor ágape son eternas, pues provienen de Dios. Las demás cosas son temporales. Dios el Padre y el Verbo tenían estas características antes de la creación de todas las cosas. Por eso “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Estas son las cualidades que quiere inculcar en sus hijos para que vivan felices para siempre. 

Sigue Pablo: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, y juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente, mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:11-13). 

Pablo explica que ya no pensaba en forma infantil o inmadura. Ahora se preocupaba de cosas realmente importante – en cómo correr con éxito la carrera de la fe y heredar el reino de Dios – en cómo aplicar los atributos del amor ágape diariamente en su vida. 

La humildad de Pablo permite que él reconozca sus limitaciones, y que a pesar de sus grandes conocimientos y de ser un apóstol de Dios, todavía “conocía en parte”, solamente. Por eso nadie tiene toda la verdad, y el mismo Jesús nos dijo que el Espíritu Santo nos “guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). Significa que la iglesia va creciendo en conocimiento, pero no ha alcanzado toda la verdad. Por eso, una cuota de humildad no nos hace nada de mal. 

Espejo de plata del siglo I

Pablo compara su entendimiento bíblico al mirar en un espejo y todavía ver “oscuramente”. Esto se debe a que los espejos de ese entonces no son como los de hoy, que se remontan al siglo 13 y son hechos de vidrio y recubiertos de mercurio. En los tiempos de Pablo, los espejos eran principalmente de bronce pulido y reflejaban una imagen imperfecta. A propósito, los corintios eran famosos por su industria de espejos de bronce. 

Pablo termina esta hermosa sección al enfatizar que, si estamos motivados correctamente para obedecer y servir a Dios al desarrollar esas características del amor ágape, estamos cumpliendo lo más importante de lo que es ser un verdadero cristiano. Las profecías tienen su lugar en la vida cristiana, pero tampoco debemos obsesionarnos con ellas, pues nadie las puede entender con tanta claridad hasta que se acerque su cumplimiento. Las obras de caridad tienen su lugar, pero tampoco pueden sustituir el obedecer primero los mandamientos de Dios. Por eso el amor ágape es el mayor atributo que podemos desarrollar en nuestras vidas.