#306 - 1 Corintios 1: "Introducción a los problemas en Corinto"

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#306 - 1 Corintios 1

"Introducción a los problemas en Corinto"

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Sin embargo, la carta que dirige a los corintios es sumamente directa e íntima, pues había personalmente iniciado esa iglesia, los conocía muy bien y estuvo con ellos por casi dos años seguidos, alrededor de los años 50-51 d.C. Luego los volvió a visitar, y ahora les envía esta carta para edificarlos y corregir lo que está deficiente.

Explica Halley: “Corinto era la metrópoli comercial de Grecia, una de las ciudades más grandes, ricas e importantes del Imperio Romano, con 400,000 habitantes, cifra que sobrepasaban únicamente Roma, Alejandría y Antioquia. Situada sobre el istmo de Grecia, sobre la principal ruta comercial del Imperio; por sus puertos pasaba el comercio del mundo. “Ciudad de renombre y voluptuosa, en donde daban cita los vicios del oriente y del occidente” (Complemento Manual de la Biblia, p. 530).

El Comentario del Conocimiento Bíblico agrega: “Es probable que cuando Pablo visitó por primera vez a Corinto, por la pésima reputación de la ciudad, pensó que no encontraría muchos adeptos. Esta antigua ciudad tenía la reputación de seguir el materialismo vulgar al ser rica y en general, inmoral. Cuando Platón se refirió en sus escritos a una prostituta, usó la expresión “una muchacha corintia”. Aristófanes, un dramaturgo griego, acuñó el término “corintiar” para referirse al acto de fornicar. De acuerdo con el geógrafo Estrabón, mucha de la afluencia y el vicio de Corinto se centraba en el templo de Afrodita con sus mil prostitutas sagradas.

“Primera de Corintios nos permite ver cómo era la vida dentro de una iglesia del primer siglo y mostraba que no era muy santa. Pero por eso escribió Pablo esta carta, para mostrar que no basta ser justificados, sino que deben esforzarse para ser santificados. Si alguien piensa que en su iglesia hay demasiadas personas conflictivas o inconversas, solo necesita repasar esta epístola (y su compañera, 2 de Corintios) para poner estos problemas en su correcta perspectiva”.

Halley explica la razón para escribir esta carta “Unos tres años después de que Pablo salió de Corinto, y mientras estaba en Éfeso unos 320 km. Al este, una delegación de los dirigentes de la iglesia de Corinto fue enviada para consultar a Pablo acerca de algunos problemas y desórdenes muy graves que se habían presentado en la iglesia. Fue entonces, cuando escribió esta carta. Antes había escrito otra, ahora perdida (1 Corintios 5:9), y quizás muchas otras. Las dos ciudades estaban sobre una ruta comercial, y constantemente iban barcos de la una a la otra” (p. 530).

Pablo comienza: “Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1 Corintios 1:1-3).

Este comienzo está redactado en el estilo epistolar típico de esa época grecorromana. Primero identifica al autor y da una breve descripción de sí mismo, luego explica a quién está dirigida la carta con una breve descripción del recipiente, y finalmente unos saludos.

Pablo primero hace ver que su autoridad viene de Dios, y que es un apóstol, tal como los doce apóstoles originales que dirigen la Iglesia. Noten el nombre que tiene la iglesia: la Iglesia de Dios. Doce veces aparece este nombre que Dios le ha dado a su Iglesia y es una de las pruebas para identificar a la verdadera iglesia, pues nadie tiene el derecho de cambiar el nombre que Dios le ha dado a su iglesia. Por eso es ilegitimo usar otros nombres como los siguientes – la Iglesia Católica, Luterana, Evangélica, Adventista, Testigo de Jehová o Mormona. Jesús dijo de su Iglesia: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como somos nosotros” (Juan 17:11). La iglesia debe tener el nombre de Dios.

Luego de recalcar este punto, Pablo les explica que ellos han sido llamados para “ser santos”, o sea, ser apartados por Dios para servirle en su Obra y un día entrar en su reino. Uno no está en la Iglesia sólo para pensar en sí mismo, sino para apoyar a Dios en lo que se está haciendo aquí en la tierra.

Pablo sigue: “Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia, así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensible en el día de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 1:4-8).

Pablo constantemente oraba por el estado de las diferentes congregaciones en otras partes, y así debemos hacerlo nosotros. Por eso es tan importante estar al tanto de lo que está ocurriendo en las congregaciones en otros lados del mundo, y orar para que Dios las cuide, las bendiga y que se haga su voluntad.

La iglesia en Corinto había recibido muchas bendiciones, y al ser tan cosmopolita, Dios les había entregado un don muy especial, la capacidad de hablar y escuchar en diferentes idiomas. Lamentablemente, habían abusado de este don, y Pablo tendría que ahora corregirlos en esta epístola. Pero el hecho es que Pablo les dijo que Dios los iba a bendecir, y así fue. También los anima a perseverar en la fe, pues a pesar de los muchos problemas y pecados que había, explica que Cristo los “confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo”. El principio aquí es que, si uno hace su parte, Dios os promete que hará el resto.

Ahora, Pablo se enfoca en el primer gran problema que existe en la iglesia – está dividida en por lo menos cuatro grupos. Dice: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: “Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo” (1 Corintios 1:10-12).

Tal como sucede a menudo, hoy como ayer, de repente hay miembros de la iglesia se abanderan tras un líder físico de la iglesia en exclusión a los demás. En ese entonces, había diferentes líderes con distintos estilos de predicar y administrar. Para algunos miembros en Corinto, era Pablo el más importante de los líderes, y se debía seguir su enfoque en desmedro de los demás líderes. Otros preferían a Apolos, que la Biblia describe como “varón elocuente, poderoso en las Escrituras” (Hechos 18:24). Debe haber sido un predicador fascinante para escuchar. Había otro grupo que consideraba a Pedro, o en arameo, Cefas, como el principal caudillo, y se enfocaban solo en su mensaje y su forma de hacer las cosas. Finalmente, había un grupo que se iba al otro extremo y rechazaba a todos los dirigentes de la iglesia y decían sencillamente seguir a Cristo. Estos seguían la Biblia a su manera, y eran un poco como los ermitaños que aparecieron más tarde y se llevaban sus Biblias a una cueva y decían que solo reconocían a Cristo. Es fácil decir que uno sigue a Cristo puesto que está en los cielos y no trata directamente con las personas, ni las puede ofender. Lo que es difícil es aprender a seguir a Cristo por medio de los líderes que Dios pone en su iglesia, aunque ninguno sea perfecto Pablo diría más tarde al respecto: “Sed imitadores de mí, así como yo [imito a] Cristo” (1 Corintios 11:1).

El hecho es que en toda iglesia hay diferentes personalidades y afinidades en los líderes y eso es normal. El problema surge cuando el grupo de personas con las mismas afinidades se vuelve exclusivista, en vez de ser inclusiva, y se aparta de los demás al mirarlos en poco, como si fuese una barra deportiva o un partido político en vez de ser parte de la misma iglesia.

Es normal que a alguno en la iglesia le gustara más como Pablo enseñaba y predicaba. Pero no en desmedro de los demás líderes. Pablo les da la solución: ¿Por qué no tomarlos a todos en cuenta y sacar provecho de cada uno de sus puntos fuertes en vez de solo criticarlos? Les pregunta: “¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1 Corintios 1:13).

Pablo explica que todos ellos son solo ministros que sirven a Dios, y no deben ser ni sobreestimados ni subestimados. En otras palabras, hay que siempre poner a los ministros en una perspectiva correcta. Nadie debe seguir a un hombre por encima de Cristo y hay que evaluar a cada líder según está siguiendo a Cristo. Si ese dirigente se desvía de seguir las enseñanzas bíblicas de Cristo, no importa qué puesto de importancia ocupa, debe ser rechazado. Como explicó Pedro: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29).

Aquí en Corinto, algunos se estaban abanderando con ciertos ministros a expensas de los demás predicadores. La lección es que uno puede tener un ministro que le guste mucho cómo predican, enseñan y actúan, pero no deben ser exclusivistas ni fanatizarse. Recuerden, Cristo es quien está a cargo, y él usa a los ministros en diferentes maneras, de acuerdo con sus respectivas personalidades y caracteres. Pablo era bastante distinto a Pedro o a Apolos en su personalidad y estilo, pero todos estaban al servicio de Dios. A veces si el ministro no es de su total agrado, hay que tener paciencia, y nunca olvidar que Cristo es la cabeza de la Iglesia y está por encima de todos los ministros. Es a él a quien deben darle el mayor respeto y honor, pues fue él quien dio su vida por la iglesia y “la… ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). Ese es el punto que Pablo hace, que uno no se bautiza en nombre de ningún hombre, sino en nombre de Cristo, y debemos mirar por encima de cualquier problema en la iglesia, y saber que Cristo la está conduciendo desde los cielos. Si parte de la iglesia se desvía de la fe, él la corregirá, y si ese grupo persiste eventualmente o lo sacará de su iglesia o moverá su candelabro a donde sí están haciendo su voluntad, como explica en Apocalipsis 2:5.

Pablo continúa: “Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre” (1 Corintios 1:14-15). Pablo sabía que algunos se podían vanagloriar que fueron bautizados por un gran apóstol, y que iban a mirar en poco a alguien bautizado por el ministro local. El punto es que no importa quién es el ministro de la iglesia que lo bautiza, sino qué hace uno después de ese bautismo. Como dijo Pablo, lo más importante es ocuparse “en vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12). Debido, a veces, a esa tendencia a vanagloriarse por el rango de persona que lo ha bautizado, Jesús mismo no bautizó a nadie, sino que dejó que sus discípulos lo hicieran (Juan 4:1-2).

La función principal de Pablo era predicar el evangelio del reino, y dejó a otros el proceso mismo de bautizar. Dice: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo. Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios… ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:17-24).

El mensaje que Pablo predicaba se centraba en un hecho insólito, que se resume en la frase: “la cruz de Cristo”. El mensaje central de toda la Biblia es lo que Dios ha hecho por todos nosotros a través del sacrificio de Jesús para poder llevarnos a su reino y darnos vida eterna. Se centra en la vida, muerte y resurrección de Jesús. Este mensaje no es complicado, ni basado en una sutil filosofía, sino en hechos concretos. Lucas lo resume de esta manera: “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido, a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios” (Hechos 1:1-3).

Pablo desarrolla este mensaje ante los corintios. La mayoría de los judíos allí lo rechazaron, pues es muy difícil para ellos concebir que Dios vendría a la tierra en la carne, y moriría por nuestros pecados. Ellos habían sido erróneamente enseñados por los rabinos que el Mesías vendría como un gran conquistador que derrotaría a los enemigos de Israel, y establecería de inmediato el reino de Dios. A pesar de que los sufrimientos, la muerte y la resurrección del Mesías están claramente expuestos en Isaías 53 y otras partes, ellos estaban demasiado cegador por las falsas enseñanzas de los líderes judíos para verlo, y tienen “un velo” cuando leen sus Biblias (2 Corintios 3:14-16). Ellos querían ver milagros públicos y especialmente para creer, y se lo habían pedido a Jesús y ahora a sus discípulos. Barclay explica: “Para los judíos parecía insólito que el que había terminado su vida colgado de una cruz fuera el Mesías. Ellos señalaban que en la Ley decía claramente: “Maldito por Dios es el colgado” (Deuteronomio 21:23). Al judío, el hecho de la crucifixión, lejos de comprobar que Jesús era el Hijo de Dios, era el punto que más lo refutaba. Puede parecer increíble, pero, aunque podían leer Isaías 53, los judíos jamás soñaron en que vendría un Mesías sufriente. La cruz era y sigue siendo para la mayoría de los judíos un obstáculo insalvable para creer en Jesús. Los judíos buscaban señales o milagros. En el tiempo que Pablo escribió esta carta, aparecieron numerosos falsos Mesías. En el año 54 d.C., un judío llamado Teudas, persuadió a millares a abandonas sus hogares y seguirlo al río Jordán, donde les prometió que, a sus órdenes, el río se dividiría en dos, y él los dirigiría por el lecho seco al otro lado”. Este suceso no ocurrió, pero era el tipo de señal o milagro que buscaban los judíos.

Para los griegos, el hecho de que Dios viniera en la carne y padeciera por los seres humanos iba en contra de todas sus creencias. Ellos creían que Dios no podía sufrir, ni sentir cosas negativas, o no podría ser dios. Por eso, la mayoría de los griegos, también rechazaron el mensaje. Pero como dice Pablo, “Mas para los llamados así judíos como griegos, Cristo [es] poder de Dios y sabiduría de Dios”. El mensaje cristiano de que Dios en su amor estuvo dispuesto a sacrificar a su Hijo por nosotros, y con pruebas contundentes al respecto, por fin ganó la batalla en contra de las demás filosofías de ese entonces. Lamentablemente, al ver Satanás la potencia de este mensaje, sembró la cizaña o falsas creencias en el cristianismo e hizo desviar a la gran mayoría.

Explica el historiador Hurlbut: “Después de la muerte de Pablo, y por espacio de cincuenta años, sobre la Iglesia pende una cortina, a través de la cual, en vano nos esforzamos por mirar; cuando al final se levanta aproximadamente en el año 120 d.C., con los registros de los padres primitivos de la iglesia, encontramos una iglesia muy diferente en muchos aspectos, a la de los días de Pedro y Pablo… Las formas y ceremonias del paganismo gradualmente se fueron infiltrando en la adoración. Algunas de las antiguas fiestas paganas llegaron a ser fiestas de las iglesias con cambio de nombre y de adoración. Como en el año 405 d.C., las imágenes de santos y mártires empezaron a aparecer en los templos, al principio como recuerdos, luego sucesivamente fueron reverenciadas, adoradas y se les rindió culto. La adoración de la virgen María sustituyó a la adoración de Venus y Diana; la cena del Señor llegó a ser un sacrificio en lugar de un acto recordatorio; y el ‘anciano’, evolucionó de predicador a sacerdote. Como resultado del poder ejercido por la iglesia, no vemos al cristianismo transformando al mundo a su propio ideal, sino al mundo dominando la iglesia” (La Historia de la Iglesia Cristiana pp. 37, 71). En el siguiente estudio cubriremos más de los problemas que Pablo tiene que enfrentar en Corinto, y las soluciones que Dios entrega.