#297 - Judas: "La necesidad de contender por la fe una vez dada"

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#297 - Judas

"La necesidad de contender por la fe una vez dada"

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Explica El Comentario del Conocimiento Bíblico: “La mayoría de los comentarios dan la fecha de la composición de la epístola de Judas entre los años 67 d.C. y 80. Es probable que la segunda epístola de Pedro, que fue escrita en 67-68 d.C., tuvo una gran influencia sobre la que fue escrita por Judas”.

Hacia fines de la era apostólica, ya Satanás había sembrado su cizaña a través de falsos sistemas cristianos para engañar a una parte de la iglesia. Cristo describe esta lucha entre los verdaderos y falsos seguidores durante el primer siglo en Apocalipsis 2:2,6 al decir de esa primera etapa apostólica: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos… y aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco”.

Noten aquí que los adversarios más peligrosos del cristianismo no serían los gnósticos, sino un grupo que se infiltraría de tal manera que recibirían cierto respeto de algunos hermanos engañados al ser tan parecido al verdadero cristianismo. Hasta lograrían altos puestos de autoridad al intentar llamarse “apóstoles”. Como hemos visto en las epístolas de Pedro y de Juan, ellos introducirían herejías en especial contra el concepto de Dios como una familia divina compuesta del Padre y del Hijo, y contra la santa ley de Dios al intentar abolirla.

En su segunda epístola, Pedro usará casi las mismas palabras que Judas al llamarlos: “falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató… y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado” (2 Pedro 2:1-2).

Judas comienza: “Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo: Misericordia y paz y amor os sean multiplicados” (Judas 1-2).

Noten que Judas muestra la misma modestia que los otros apóstoles al no usar un impresionante título religioso. Judas fue un hermano menor de Jesús, que se convirtió al ver a su hermano resucitado y glorificado. Leemos en Mateo 13:55, “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?”. 

Cuando Jesús ascendió al cielo por última vez, ya María y sus hermanos formaban parte de los miembros de la fe. “Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar… Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 1:14). Más tarde, por las Escrituras sabemos que Santiago fue llamado a ser apóstol y estuvo a cargo de la iglesia en Jerusalén. También escribió la epístola que tiene su nombre. Sabemos que hubo otro hermano de Jesús que también fue apóstol por lo que dice Pablo: “¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Céfas? (1 Corintios 9:5). Aquí se refiere por lo menos a los apóstoles Santiago y Judas.

Vemos que este Judas está escribiendo con autoridad apostólica a los hermanos al final de su vida. Se había desarrollado muy bien. Era sólido en la fe, y escribe esta epístola con un griego impecable, aunque delata algunos hebraísmos y frases de origen judío.

Judas otra vez repite al comienzo la misma verdad bíblica sobre la naturaleza de Dios. Sólo menciona a Dios el Padre y a Jesucristo trabajando juntos para fortalecer la fe de los hermanos. No menciona a otra supuesta persona divina, el Espíritu Santo, que sería un insulto si fuera parte de la Divinidad.

Judas deseaba escribir otro tipo de epístola con cosas edificantes respecto a esa “común salvación” pero en vez tiene que denunciar, junto con Pedro, una siniestra infiltración de falsos maestros en la iglesia. Ellos eran tan astutos y cuidadosos que los más indicados para detectarlos eran los apóstoles. Tenían que despertar a los hermanos para que combatieran ese grave y sutil peligro.

Les advierte: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).

“Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad…” (Efesios 6:14). En la forma de lucha grecorromana de esos tiempos, la indumentaria consistía en cinturones especiales, y estaba prohibido agarrar al contrario por debajo de los mismos. Su gran popularidad, hizo de la disciplina una de las principales fuerzas unificadoras entre los pueblos que conformaban al imperio romano. Incluso los judíos, que se abstenían de muchos otros deportes, gustaban de este, y lo habían practicado durante más de 2000 años. Como la mayoría de los demás pueblos, consideraban con admiración a los campeones y los honraban como a héroes nacionales.

La frase “contendáis ardientemente” en el griego se refiere a la lucha libre que practicaban los deportistas de ese entonces. Esta palabra, epagonizesthai, muestra que la fe cristiana es una lucha continua. Pablo explica: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). En otra parte Pablo añade: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1 Corintios 9:24-25). Judas insta a los hermanos a no quedarse pasivos ante esta infiltración, sino que la resistan vigorosamente. 

Les explica cómo estos falsos cristianos están engañando a los hermanos. Dice: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (vs. 4).

Aquí vemos las mismas dos herejías que también denunciaron Pedro y Juan. La primera tiene que ver con el concepto de Dios, al negar que hay dos seres divinos en esa Deidad. La segunda tiene que ver con abolir la ley de Dios. Judas explica que la gracia no fue dada por Dios para que las personas pudieran quebrantar impunemente su santa ley sino para poder perdonar las transgresiones contra esa ley. Se lleva a cabo tras el arrepentimiento, bautismo y recibir el Espíritu Santo. Así, la persona está bajo la gracia, o el favor y perdón de Dios, siempre que no se desvíe de la fe. Pedro describió muy bien los efectos de ese libertinaje, al abusar de la gracia de Dios: “Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado” (2 Pedro 2:21). Pablo explicó lo mismo al decir: “¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley [la condena de la ley], sino bajo la gracia? En ninguna manera” (Romanos 6:15).

Los nicolaítas eran precisamente ese grupo que enseñaba volver la gracia de Dios en libertinaje y dejar de lado la santa ley de Dios. En Apocalipsis 17 vemos que estos nicolaítas llegarían a ser una gran iglesia que fornicaría espiritualmente con los reyes del mundo. Hasta el diablo ha engañado a muchos estudiosos al hacerlos pensar que los apóstoles tuvieron que contender principalmente con los gnósticos. ¿Acaso son los gnósticos los que están descritos como la gran iglesia en Apocalipsis 17? Claro que no. Los gnósticos fueron un grupo extremista marginal que tuvieron muy poco que ver con la verdadera contienda entre los apóstoles y los falsos maestros. La verdadera contienda fue principalmente doctrinal y gubernamental, como Judas cuenta. Estos “nicolaítas” cambiarían el sábado por el domingo, bautizarían a niños en vez de adultos, cambiarían las Fiestas Santas de Dios por fiestas paganas, introducirían conceptos falsos como la inmortalidad del alma, el juicio eterno para ir al cielo o al infierno, y establecerían un sacerdocio, en vez del ministerio de Jesucristo basado en pastores y ancianos.

Esta epístola es escrita en contra de los nicolaítas. Judas ahora les dice a los hermanos que quienes siguen a estos falsos maestros están condenados a sufrir el mismo castigo que recibieron los otros rebeldes contra Dios: “Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron” (vs. 5).

El primer ejemplo que usa fueron los israelitas que durante los 40 años murmuraron en el desierto y no creyeron ni siguieron las instrucciones de Moisés. A la vez Moisés les explicó que él no hacía las cosas por su cuenta, sino que seguía las instrucciones de Dios. Dijo: “En esto conoceréis que el Eterno me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad” (Números 16:28).

El segundo ejemplo es también usado en 2 Pedro 2. Judas dice: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (vs. 6). Este incidente de la rebelión angelical antes de la creación del hombre es descrito en Isaías 14:12-17 y Ezequiel 28:12-17. (Es explicado en más detalle en el estudio #293 de 2 Pedro 2).

El tercer ejemplo es el de Sodoma y Gomorra y la destrucción de sus habitantes inmorales. Noten que dice que sufrieron “el castigo del fuego eterno”. Aquí tenemos un buen ejemplo de cómo esto no significa que las ciudades de Sodoma y Gomorra todavía están ardiendo, sino que se quemaron hasta lo más mínimo. El fuego fue “eterno” en el sentido de que no se apagó hasta que todo se quemó. Es lo mismo que sucederá a las personas que serán arrojadas al lago del fuego. Se quemarán eternamente en el sentido de que no quedará nada de ellos, como dice Malaquías 4:1-3 “no les dejará ni raíz ni rama… serán cenizas bajo las plantas de sus pies”.

Estos falsos maestros muestran la misma rebeldía que los ángeles caídos, la misma falta de respeto por los pastores a cargo, y el mismo desdén por la ley de Dios. Judas dice: “No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores” (vs. 8). 

Judas los llama “soñadores” porque era común alegar tener sueños donde recibían autoridad para cambiar los mandamientos de Dios (vea Deuteronomio 13:1-8). Esto pasa todo el tiempo. Por ejemplo, alrededor del año 155 d.C., existe una carta del obispo católico en Roma que dijo que su hermano había tenido un sueño donde supuestamente un ángel le había mandado cambiar el día de la Pascua a un domingo, como lo hacen los católicos hoy día. Hasta ese punto era su desesperación por cambiar las Fiestas Santas de Dios. Explica el libro La Increíble Historia de la Verdadera Iglesia de Dios: “Poco después de la visita de Policarpo en 154 d.C. se hizo circular en Roma una carta que pretendía ser del obispo romano Pío, que había muerto poco antes, y que decía que su hermano Hermas había recibido instrucciones de un ángel para cambiar la fecha de la Pascua a un domingo”.

Tal como los murmuradores resistieron la autoridad de Moisés, así lo hacían estos falsos hermanos. Ni siquiera temían hablar mal de los que enseñaban las doctrinas apostólicas. Dice: “Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda” (vs. 9). El relato del entierro de Moisés está en Deuteronomio 33:5-6, “Y murió allí Moisés siervo del Eterno, en la tierra de Moab, conforme al dicho del Eterno. Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy”.

Para evitar que Moisés fuera venerado en el lugar donde fue enterrado, Dios mismo se encargó de su entierro. Envió al arcángel Miguel para que lo enterrara, pero allí, el diablo quiso que el pueblo supiera dónde estaba enterrado para poder fomentar su adoración. Miguel no se lo permitió, pero en vez de insultarlo, pues todavía Satanás no ha sido despojado de su autoridad, sólo lo reprendió en nombre de Dios.

A propósito, aquí encontramos cómo tratar un problema que involucra a espíritus malos. Si alguna vez sienten una presencia extraña o ven algo raro, la mejor manera de echarlo de su presencia, es decir: “Que el Señor te reprenda”. Es la fórmula bíblica. Varias personas han atestiguado lo útil que ha sido. 

Sigue Judas: “Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. ¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré” (vs. 11). Aquí vemos de qué se tratan estos errores doctrinales: ignorancia o rechazo de las verdades de Dios, envidia contra las autoridades de la iglesia, tal como Caín tuvo envidia de Abel el justo, y para conseguir ganancias monetarias.

Luego Judas añade: “Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados” (vs. 12).

Los ágapes eran convivencias, o comidas en conjunto que tenían los hermanos. Vemos su descripción en Hechos 2:46, “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. Nada tiene que ver esto con el invento de la Eucaristía que no aparece en la Biblia. Más bien era una ocasión para reunirse y “partir el pan” o comer juntos y disfrutar de la hermandad. Estos falsos hermanos aprovechaban la ausencia del ministro en estas reuniones para murmurar y “hablar de cosas que no conocen” y blasfemar contra las autoridades.

Además, Judas los compara con los ángeles rebeldes. Los llama: “fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas” (vs. 13). Estos falsos hermanos, si no se arrepienten, estarían acaparando un terrible juicio, que los llevaría a “la segunda muerte”, tal como los ángeles rebeldes tienen como destino estar “eternamente [en] la oscuridad de las tinieblas”. Aparentemente Satanás y sus ángeles serán juzgados y luego de estar en el lago de fuego, serán expulsados más allá de los confines del universo, restringidos en la oscuridad para contemplar todo el daño que hicieron; es un tipo de confinamiento solitario, tal como lo hacen aquí con los prisioneros más rebeldes. 

Acerca de ese juicio que se aproxima, dice Judas: “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: he aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (vv. 14-15). Explica La Enciclopedia de Escrituras Difíciles: “Aquí tenemos un notable ejemplo de una poderosa declaración profética que nos viene desde antes de los tiempos de Noé. El hecho de que Génesis no incluya esta profecía no significa que no fue dicho… Aparentemente existía en el período del Nuevo Testamento un registro válido de tradiciones orales, y bajo la guía del Espíritu Santo, se podían usar en las enseñanzas ministeriales”.

Judas termina su denuncia de ellos diciendo: “Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho” (v.16). Es decir, recurren a las antiguas mañas de adular y murmurar en secreto contra las autoridades de la iglesia para arrastrar tras sí a un grupo que ellos encabezarán.

Judas les recuerda lo que deben hacer para defenderse: “Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen el Espíritu. Pero vosotros, amados, edificándose sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego [de la segunda muerte]; y de otros [debido a que es demasiado tarde] tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne” (vv. 17-23).

Judas termina con una hermosa descripción del cristianismo que persevera hasta el fin: “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”. Aquí lamentablemente hay una traducción equivocada para intentar apoyar la Trinidad y un solo ser en tres. La mayoría de las traducciones modernas tienen la versión correcta, por ejemplo, aquí hay una: “Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor...” (Biblia de Jerusalén). 

No hay un ser en Dios, sino dos--Dios el Padre cómo el único a cargo, y Jesucristo, también Dios, que está bajo las órdenes del Padre (1 Corintios 11:3). Así concluimos esta maravillosa epístola de Judas.