#279 - Hechos 17-18: "Viaje de Pablo a Atenas y Corinto"

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#279 - Hechos 17-18

"Viaje de Pablo a Atenas y Corinto"

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Hasta el momento, Pablo ha pasado por bastantes persecuciones en Grecia. En Filipos fue azotado con las famosas varas romanas llamadas “fasces” y luego encarcelado. Después en Tesalónica, los judíos incrédulos lo persiguen hasta el punto de que tiene que huir. En Berea de nuevo es perseguido por los mismos judíos de Tesalónica, que alborotan la ciudad contra él. Pero aún quedan dos ciudades más por visitar en su viaje por Grecia, la famosa Atenas y el libertino Corinto.

Dice la Biblia: “Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron a Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo, de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, salieron. Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría(Hechos 17:15-16).

Atenas era la famosa capital griega que en el siglo 5 a.C. había desarrollado un sistema filosófico, literario, educativo y político que estableció las bases para nuestra actual cultura grecorromana. Aquí, Pericles gobernó la primera democracia del mundo; Sócrates, Platón y Aristóteles sentaron las bases para la filosofía; Sófocles y Eurípides, dos grandes poetas y dramaturgos crearon obras magnas como las de Edipo rey y Electra; y Demóstenes llegó a la cumbre de la oratoria. Bruce menciona: “La escultura, literatura y oratoria de Atenas del siglo 5 jamás han sido superadas”.

Sin embargo, cuando Pablo llegó a Atenas, gran parte de su gloria se había desvanecido. Tras muchas guerras y en especial, con la conquista romana en 146 a.C., quedó casi como un centro turístico y museo para los romanos—pero aún tenía una famosa universidad.

Según el historiador romano Plinio, los atenienses habían dedicado 30,000 diferentes estatuas a sus dioses griegos. Petronio, un escritor romano, decía que en Atenas era más fácil encontrarse con una estatua que con un ser humano, y era así, pues la ciudad sólo contaba con 10,000 habitantes. Hoy día las estatuas griegas son admiradas por su arte y estética, pero jamás se debe perder de vista que eran ídolos que representan a los falsos dioses griegos. Comenta Robertson: “Las estatuas eran hermosas, pero Pablo no se dejaba engañar. La idolatría y el sensualismo de todo esto le indignaba” Bruce explica: “A pesar de que los filósofos paganos justificaban las imágenes al decir que eran sólo símbolos de la divinidad invisible, la gran mayoría de los adoradores le rendían homenaje divino a las mismas imágenes” (p.361). Noten que este es el mismo razonamiento que usa la Iglesia Católica para justificar la veneración de sus imágenes y es totalmente falso.

Sobre Pablo, explica la Biblia: “Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían” (Hechos 17:17). Aquí, en el centro de la famosa ciudad, con el renombrado Acrópolis en la cumbre, los griegos podían escuchar ahora, no vanas filosofías, sino las verdades de Dios.

En el foro de la ciudad, se juntaban los filósofos para filosofar. “Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo)” (Hechos 17:18-21).

Epicuro (341-270 a.C.) estableció en Atenas la escuela filosófica con su nombre: los epicúreos. Creían que “...el placer es el único bien y el dolor el único mal que existe. En su filosofía no había lugar para los dioses. Afirmaba Epicuro: ‘si existen, lo más probable es que no se ocupen de los asuntos humanos. Tampoco la muerte debe inquietarnos, ya que mientras existimos, no existe la muerte y cuando existe la muerte, no existimos nosotros’’ (Diccionario de las religiones, p.171). Pablo resumió su filosofía de “pasarlo bien” como: “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Corintios 15:32).

En el polo opuesto estaban los austeros estoicos. Esta escuela fue fundada por Zenón (335-263 a.C.). Los estoicos eran panteístas y creían que Dios estaba en todo lo que se ve, y cuando uno muere, es reabsorbido por Dios. Enseñaban la importancia de dominar los sentidos por la disciplina, el duro trato del cuerpo y el soportar las vicisitudes de la vida con entereza y sin emoción. Eran famosos por su orgullo. Dice una fuente: “Se parecían mucho a los fariseos en su austeridad afectada, en su apatía, y en la indiferencia por las circunstancias externas. Creían que el suicidio era correcto en ciertas ocasiones, para escapar de los males de la vida. De este modo, el estoicismo era contrario a las verdades predicadas por Pablo de un Dios personal, de la resurrección, y la necesidad de una fe humilde en Jesús” (Diccionario de la Santa Biblia, p.217). Pablo explicó esta filosofía como la de: “No manejes, no gustes, ni aún toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres)... Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne” (Colosenses 2:21-23).

Pablo se dirigió a estos filósofos, y en vez de usar las Escrituras, que ellos no conocían, citó algunos de sus propios poetas para revelarles unas verdades bíblicas. “Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago [que era la corte suprema de la justicia para los asuntos religiosos y educativos en Atenas, y estaba al lado de la Acrópolis], dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio” (Hechos 17:22-23).

Pablo había notado que en Atenas había tantos altares que hasta tenían uno para el dios desconocido. Los atenienses eran tan supersticiosos que no querían ofender a ningún dios de los miles que había, según ellos. Por eso también le hacían un altar al dios desconocido – por si acaso se olvidaban de uno importante que podía ofenderse y traer sobre ellos un castigo.

Pablo aprovechó este sentimiento supersticioso para explicar en qué consiste el verdadero Dios, que ellos desconocían, a pesar de su religiosidad. Les dice: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quién da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17:24-25).

Los atenienses creían que los dioses de alguna forma dependían del alimento y la adoración de los mortales. Pablo derriba esos argumentos al revelarles que Dios es mucho más poderoso que eso. Por ejemplo, dice Dios en el Salmos 50:12: “Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud”.

Pablo continúa: “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:26-27).

Los atenienses creían que ellos fueron creados del suelo de Grecia y que venían de una raza superior. Pero Pablo les revela que toda la humanidad surgió de la misma pareja original, Adán y Eva. De una sangre [genética] salieron todos los seres humanos, con sus variaciones de colores, talentos y tamaños, todo esto programado en los genes de esta primera pareja.

Pablo sigue: “Porque en él vivimos, y nos movemos y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos”. Aquí Pablo cita a Epiménides y a Arato, que usan esa misma estrofa en una poesía, para demostrar que somos hechos a la imagen de Dios y que le debemos sólo a él el honor de adorarle.

Luego explica: “Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quién designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos” (Hechos 17:28-34).

Noten algo importante: lo que ofendió a muchos de estos filósofos griegos fue cuando Pablo mencionó la resurrección de los muertos y no apoyó la doctrina griega de la inmortalidad del alma. Comenta Bruce: “La idea de la resurrección de la muerte no era aceptada por la mayoría de los que escuchaban a Pablo. Sin duda todos estarían de acuerdo con Pablo si hubiera hablado de la inmortalidad del alma, pero no de la resurrección pues creían que Apolos supuestamente dijo cuando el Areópago fue establecido por la diosa Atenea: ‘Una vez que el hombre muere y la sangre es absorbida por la tierra, no existe una resurrección’’’. Por eso algunos ridiculizaron lo que dijo Pablo. Sin embargo, uno de los miembros de esa insigne corte de filósofos, Dionisio, se convirtió a la fe, además de otras pocas personas.

De allí, Pablo viajó a la capital de la provincia de Acaya, Corinto. “Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto (80 km. al oeste). Y halló a un judío llamado Aquila, natural de Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma” (Hechos 18:1-2). El decreto de Claudio es mencionado por algunos historiadores romanos. Por ejemplo, Suetonio escribe “Puesto que los judíos estaban fomentando constantes alborotos al ser instigados por un Crestus, Claudio los expulsó de Roma”. Se cree que este Crestus es en realidad Cristo, pues en griego se pronuncian los nombres igual, y esto tenía que ver con las disputas en las sinagogas al introducir en Roma los conceptos cristianos, tal como Pablo lo estaba haciendo en Grecia.

Como judíos Aquila y Priscila tuvieron que salir de Roma y llegaron a Corinto. Eran prósperos fabricantes y vendedores de cuero y carpas, el mismo trabajo que hacía Pablo para sostenerse. Dice la Biblia: “Y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas. Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y griegos. Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo” (Hechos 18:3-5).

Pablo admitió que, al llegar solo a Corinto, vino “con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1 Corintios 2:3-4). Pablo estaba cansado, preocupado, y ahora al llegar a Corinto sin sus colegas, sentía la soledad. Pero pronto llegaron Silas y Timoteo que lo animaron. Se regocijó al saber que las iglesias allá estaban bien. Esto motivó que escribiera la Primera Epístola a los Tesalonicenses. Dijo: “Pero cuando Timoteo volvió de vosotros a nosotros, y nos dio buenas noticias de vuestra fe y amor, y que siempre nos recordáis con cariño, deseando vernos, como también nosotros a vosotros, por ello, hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados de vosotros por medio de vuestra fe” (1 Tesalonicenses 3:6-7).

También Pablo les escribe la Epístola a los Filipenses, agradeciendo el dinero que le enviaron, probablemente inspirado por Lidia, esa emprendedora y dedicada creyente allí. Les dice: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí… Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia” (Filipenses 4:10, 15-18).

Pablo establece una iglesia en Corinto

Con esta ayuda, Pablo ya no tiene que trabajar más en lo físico y se puede dedicar al espiritual. Se queda un año y medio en Corinto y a pesar de las persecuciones, establece una numerosa iglesia. Dice la Biblia: “Y discutía en la sinagoga… pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora iré a los gentiles. Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados” (Hechos 18:6-8)

La iglesia en Corinto le daría a Pablo muchos dolores de cabeza. Al entender el ambiente en Corinto es comprensible. Corinto era la ciudad frecuentada por muchos marineros, pues poseía dos puertos, y controlaba la ruta norte-sur entre Acaya y Macedonia. Como el Cabo Malea al final de la península era muy peligroso, casi todos los navíos preferían anclar en Corinto y mover su mercadería por los cinco kilómetros hasta el otro puerto para zarpar de nuevo con otra nave.

Muros del Acrocorinto

Arriba de la ciudad estaba el Acrocorinto, una fortaleza con el templo de Afrodita, la diosa del amor y patrona de la ciudad. En sus días de gloria, había mil sacerdotisas sagradas que bajaban cada tarde para prostituirse y obtener dinero para el templo. Así, las personas que participaban en ello no solo ganaban el favor de Afrodita, sino que le hacían un favor a la ciudad. Afrodita, es el término griego de Venus en el latín, y allí nació el término enfermedades “venéreas” (de Venus) – por el “amor” (debería decir “codicia”). Corinto estaba plagado de estas enfermedades por el comercio de la prostitución. El término “corintiar” llegó a significar “fornicar”. Cuando Pablo les envió una epístola a ellos, les recuerda: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados… en el nombre del Señor Jesús” (1 Corintios 6:9-11).

No era fácil ser pastor allí, pero Pablo siempre recuerda que es: “la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). Cristo pagó muy caro por cada vida convertida, y a pesar de sus problemas personales, los corintios también tendrían su oportunidad, igual que nosotros, de entrar en el reino de Dios y reinar con Cristo por mil años (Apocalipsis 20:4-6).