#270 - Hechos 7-8: "Muerte de Esteban; Simón el mago"

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#270 - Hechos 7-8

"Muerte de Esteban; Simón el mago"

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Esteban había sido falsamente acusado de hablar en contra de la ley de Dios y los ritos del Templo. En vez, Lucas mostrará en Hechos, y en particular, en la conferencia ministerial de Hechos 15, que Cristo y su sacrificio habían modificado la forma de guardar la ley, pero no la abolieron. La controversia se basaba en dos aspectos de la ley según los judíos la entendían en ese entonces: (1) el mal enfoque que le daban los fariseos y saduceos a la ley de Dios, al considerarla suficiente para salvar a la persona por las buenas obras y por los sacrificios en el Templo y; (2) la ley oral, con sus tradiciones incorporadas por los fariseos y que eran enseñadas como si fueran la misma ley de Dios. Cristo había rechazado esas costumbres al decir: “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombresinvalidando la palabra de Dios con vuestra tradición… y atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres” (Marcos 7:7-8, 13; Mateo 23:4).

Explica el profesor Eldon Ladd: “En el judaísmo, la justicia llegó a ser definida por la conformidad a la Torá —la ley de Moisés representada por la tradición oral de los escribas… [Para] los fariseos ‘la ley’ significaba la ley escrita por Moisés y la ley oral de las tradiciones. Todos los mandamientos, los escritos y los orales, debían ser estrictamente guardados” (Teología del Nuevo Testamento, p. 440). 

Esteban estaba introduciendo conceptos enseñados por Jesús que cambiarían esa relación de la persona ante la ley y los sacrificios. Lucas, tal como enseñaron los profetas, mostraría que sólo vale la ley de Dios, en la letra y el espíritu, y que la ley oral con sus tradiciones debía ser descartada. También indicará que el bautismo sería superior a la circuncisión, pues el sacrificio de Jesús tendría preeminencia sobre los demás ritos y sacrificios, que no son malos en sí, pero serían sólo un símbolo de lo que hizo Jesucristo. El resto del Nuevo Testamento consta de aclarar y dar más detalles sobre estos conceptos. Pablo lo resume bien en 1 Corintios 7:19: “La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino [lo que vale es] el guardar los mandamientos de Dios”.

El discurso de Esteban, que abarca todo el capítulo 7, primero repasa la historia de Israel y su relación con la ley al mostrar que en gran parte, no fueron obedientes. Dijo: “Este Moisés es el que dijo a los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis [refiriéndose a Jesús, vea Hechos 3:22]. Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel [significa mensajero — Cristo, el Verbo] que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos; al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto” (Hechos 7:37-39). 

El Comentario Expositor menciona: “De ninguna manera habla Esteban en contra de Moisés, sino al contrario, lo apoya. Tampoco habla en contra de la ley de Dios, pues se refiere a ella como ‘las palabras de vida’, y no de muerte. Pero lo que Esteban sí aclara es que en Deuteronomio 18:15, Moisés profetizó que Dios levantaría a otro como él [a Jesús] que daría más instrucciones respecto a la ley. Israel debería escucharle y obedecerle, y por lo tanto, no deberían limitar la revelación divina o la redención a los confines de la ley mosaica”.

Luego, Esteban termina su discurso mostrando que el Templo no era un fin en sí mismo, sino un medio. Les dijo: “Mas Salomón le edificó casa; si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis [refiriéndose al Templo], dice el Señor ¿O cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas?” (Hechos 7:47-50).

Barclay explica: “Esteban insiste en que ellos habían limitado mucho a Dios. El Templo, que debía ser una gran bendición, se convirtió en una gran maldición al llegar a ser adorado como si fuera un ídolo, y no a Dios. Acabaron creyendo en un Dios judío que vivía en Jerusalén en vez de un Dios de todos los pueblos que moraba en los cielos… Los judíos sabían que eran el pueblo escogido, pero era para recibir privilegios y bendiciones especiales y Dios no tenía ninguna utilidad para las demás naciones. Algunos judíos enseñaban que los gentiles fueron creados sólo para alimentar los fuegos del infierno, mientras que los mas indulgentes decían que existían para finalmente ser sus sirvientes. Jamás soñaron que fueron escogidos para servir a toda la humanidad y traerlos a la misma relación con Dios que ellos gozaban”.

Por eso Esteban les dijo: ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis (Hechos 7:47-53). 

En esto, Esteban sólo dijo la verdad, pero estos líderes judíos inconversos no podían resistir esas palabras que le costarían la vida. “Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios” (Hechos 7:54). 

A propósito, esta escena es una de las pruebas más grandes acerca de la verdadera naturaleza de Dios. Noten que están los tres elementos claves para entenderla: el Espíritu Santo, que no está descrito como una persona en el cielo, sino que es el poder de Dios que está en Esteban. Luego tenemos a las dos personas divinas, Dios el Padre y Dios el Hijo, que comparten esa divinidad entre ellos. En vez de tomos de libros filosóficos que especulan sobre la naturaleza de Dios, he aquí la realidad mostrada por Dios mismo en las Escrituras: a Dios Padre con Jesús sentado a su diestra. No hay nadie sentado a su izquierda y sería un terrible insulto al Espíritu Santo si fuera una persona divina, pero en vez, sólo hay dos personas divinas presentes. Y si no fuera esta la verdad, entonces Dios nos estaría mintiendo, algo que no puede hacer (Tito 1:2).

Desde luego que esto fue lo que más enfureció a los líderes judíos—el hecho de que Dios no fuera uno solo, sino que también Jesús es Dios. Esto era algo inaceptable para ellos que iba en contra de su doctrina tradicional más venerada pero equivocada. Pero debían haberlo entendido por el término “Elohim” que es una pluralidad de seres en una relación divina. Elohim dijo en Génesis 1:26, “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. No dijo “Voy hacerlo”, sino que “Vamos hacerlo”, mostrando que hay más de una persona divina presente.

Con lo que dijo Esteban, firmó su sentencia de muerte, pero fue lo que vio, y no podía mentir. Él dijo “Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios” (Hechos 7:57, NRV). Vio a Jesús pararse en esos momentos, obviamente preocupado por el peligro que corría Esteban y para infundirle con su Espíritu, el valor y la serenidad ante esta prueba de la fe. 

Como resultado, mientras que Satanás azuzaba con odio a los líderes religiosos, el rostro de Esteban irradiaba serenidad, amor y fe. “Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor no le tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió” (Hechos 7:57-60). Tal como Jesús oró por sus enemigos, así lo hizo Esteban al tener el mismo espíritu de Jesús en él. Se cumplió lo dicho por Jesús: “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí” (Juan 16:2-3). Noten que Esteban no trató de defenderse o matarlos, sino oró por ellos. Mientras que la verdadera Iglesia nunca tomó armas para atacar y matar a los que no estaban de acuerdo con ella, el legado entre los católicos, protestantes y evangélicos a través de los siglos ha sido solo de guerras “santas” y “santas” inquisiciones. Todo hecho en nombre de Dios, tal como lo profetizó Jesús. 

Respecto al apedreamiento, según la ley judía, llevaban la persona a un lugar alto y era lanzado de allí por los testigos. Si la caída lo mataba, bien, pero si no, le arrojaban grandes piedras encima hasta que muriera.

En esta escena aparece un joven (término en griego que significa entre 24 y 40 años) llamado Saulo, que se convertiría en el apóstol Pablo. La muerte de Esteban desata una feroz persecución dirigida por Saulo contra los cristianos en Jerusalén. “En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles...Y Saulo asolaba [término usado en la versión griega de Salmo 80:13 para un puerco que “destroza” un viñedo] la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (Hechos 8:1-3). A pesar de la tremenda persecución, los apóstoles, como los líderes, permanecieron firmes en Jerusalén.

Saulo era un joven fariseo, enseñado por Gamaliel, el mismo de Hechos 5:34. Al mencionar Esteban que Jesús estaba a la diestra de Dios, y que era también Dios, la rabia de Pablo fue incontenible. Pablo explicó más tarde esa etapa de su vida como fariseo: “Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad” (2 Timoteo 1:13). En el siguiente capítulo leeremos de la conversión de Saulo.

Mientras tanto, “los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, [un lugar libre de la persecución] les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad” (Hechos 8:4-8). Cristo les había dicho a sus discípulos que predicarían primero en Jerusalén y Judea, y luego en Samaria (Hechos 1:8). Aquí se estaba cumpliendo esto.

Pero ahora viene el primer “hereje” de la iglesia: Simón el Mago. Sería el “Balaam” del Nuevo Testamento, que, por ánimo de lucro, puso tropiezo a los hijos de Israel. Lucas, que estaba escribiendo unos treinta años después, quiere que todos sepan los orígenes de este Simón el Mago, que formaría su propia versión del cristianismo, pero uno guiado por Satanás. 

Dice: “Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado [fue un miembro] estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros [vea Hechos 8:7] que se hacían, estaba atónito. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí” (Hechos 8:9-25). 

William Ramsay aclara: “Pedro censuró a Simón el Mago en términos fuertes y proféticos. El griego en realidad dice: ‘Serás para hiel de amargura y lazo de maldad’, es decir, sería la causa de amargura y corrupción en otros” (Imágenes de la Iglesia Apostólica, p. 60). La frase “hiel de amargura” se refiere a Deuteronomio 29:16-18 que indica el apostatar en pos de ídolos y otras falsas creencias. Cuando Pedro aplicó esta escritura a Simón el Mago, estaba profetizando que, si no se arrepentía, sería quien introduciría las creencias paganas en el cristianismo. Judas dijo: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente… que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios” (Judas 4).

La historia posterior indica que Simón el Mago luego creó una iglesia falsa rival con su base en Roma. El Diccionario Bíblico de Hasting dice de Simón el Mago: “Es evidente que la herejía de Simón el Mago siempre tendría una apariencia cristiana que la hacía mucho más peligrosa para los cristianos que las otras creencias gnósticas al no tener esa influencia cristiana. Por eso, Lucas estaba ansioso de revelar las verdaderas circunstancias del origen de esta secta, que serían muy desfavorables para Simón el Mago. Por eso, Lucas tuvo ese plan bien conocido de describir el primer encuentro entre el cristianismo y los sistemas rivales” (p. 498). Tal como dijo Pablo en términos velados: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad...” (2 Tesalonicenses 2:7).

A la vez, El Diccionario de Religión y Éticas agrega: “Simón el Mago era un Mesías falso que practicó la magia y luego intentó ganar la ayuda y el apoyo del cristianismo para establecer una religión universal” (Tomo 11, p. 514). El historiador eclesiástico, Adolf Harnack, comenta: “La mezcla del paganismo con el cristianismo que era característico de las creencias gnósticas relacionadas especialmente con Simón el Mago, se pueden entender claramente por el relato en Hechos, donde se ve que Simón entró en contacto con las enseñanzas cristianas sin convertirse en un verdadero miembro” (Historia del Dogma, p. 496). En otra sección, Harnack dice de grupos como los de Simón el Mago: “Eran anti-judíos, y criticaban fuertemente el Antiguo Testamento, viendo que no se podía aplicar en la religión universal cristiana [católico significa universal]. Más bien la unieron con la sabiduría de los misterios de Babilonia y Siria” (p. 246).

Es importante entender que Simón el Mago fue el originador, bajo influencia satánica, de una religión pseudo cristiana que incluiría elementos bíblicos, pero también paganos— ¡tal como los samaritanos lo habían hecho con su religión judía-babilónica! Por eso el historiador Alexander Hislop tituló su libro maestro “Las Dos Babilonias”: una en el Antiguo Testamento, representada por los samaritanos, y la otra en el Nuevo Testamento, que llegaría un día a ser la iglesia Romana. Juan dijo que sería una iglesia que “dicen ser apóstoles [de Cristo] y no lo son… dicen ser judíos, y no lo son, sino [son la] sinagoga de Satanás” (Apocalipsis 2:2,9).

Los escritores de los primeros siglos mencionan a Simón el Mago como el primer hereje. Justín Mártir, uno de los primeros escritores (152 d.C.) dijo: “Simón el Samaritano, en el reinado de Claudio César [45 d.C.], se estableció en Roma e hizo grandes trucos mágicos por medio de demonios. Fue considerado un dios y una estatua fue hecha en Roma a su honor” (Primera Apología, p. 171). Otro escritor, Ireneo dice: “Simón se dedicó a oponerse a los apóstoles con la magia que poseía. En el reinado de Claudio fue glorificado como un dios… es de quien derivan todas las herejías” (p. 348).

Sin embargo, la mayoría de ellos no eran conversos y no detectaron la infiltración. El historiador Jesse Hurlbut es el que más cerca llega a la verdad al decir: “Después de la muerte de San Pablo y por espacio de cincuenta años, sobre la Iglesia pende una cortina, a través de la cual, en vano nos esforzamos a mirar; y cuando al final se levanta aproximadamente en el año 120 d.C., con los registros de los padres primitivos de la iglesia, encontramos una iglesia muy diferente en muchos aspectos, a la de los días de San Pedro y San Pablo” (La Historia de la Iglesia Cristiana, p.37) En el próximo estudio seguiremos estudiando sobre Simón el Mago.