#139 - 2 Reyes 10-12 - 2 Crónicas 22: "Jehú, Atalía y Joás"

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#139 - 2 Reyes 10-12 - 2 Crónicas 22

"Jehú, Atalía y Joás"

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#139 - 2 Reyes 10-12 - 2 Crónicas 22: "Jehú, Atalía y Joás"

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Él estaba perfectamente consciente de su papel al decir: "Verás mi celo por el Eterno… y luego que Jehú hubo llegado a Samaria, mató a todos los que habían quedado de Acab en Samaria, hasta exterminarlos, conforme a la palabra del Eterno, que había hablado por Elías" (2 Reyes 10:16-17). 

Era una tarea larga y tediosa, pues Acab tenía una extensa familia. Como Salomón, se había casado  con muchas otras esposas y concubinas aparte de la reina Jezabel. Ellas le dieron 70 hijos varones, y probablemente una cifra parecida de hijas (2 Reyes 10:1). Todos estaban en Jezreel, donde "los principales… los criaban" (2 Reyes 10:6). Como ya había matado a Jezabel, y el pueblo, al escuchar la amenaza de arrasar a la ciudad, decidieron obedecerle y decapitaron a los 70 hijos. Como prueba enviaron sus cabezas en dos canastas. Al entrar en la ciudad, Jehú, "Mató a todos los que habían quedado de la casa de Acab en Jezreel, a todos sus príncipes, a todos sus familiares, y a sus sacerdotes, hasta que no quedó ninguno (2 Reyes 10:11).

Veamos las genealogías de Jehú de Israel y de Joram de Judá:

Genealogía de Israel y Judá

Luego, se encaminó a Samaria, la capital, para eliminar al resto de la descendencia de Acab. En el camino se encontró con unos 42 sobrinos de Joram de Israel, todos príncipes y hermanos de Ocozías, el rey de Judá recién muerto. Su padre, Joram de Judá también se había casado con muchas otras esposas y concubinas aparte de Atalía. Tuvieron muy mala suerte al encontrarse con Jehú, pues iban a visitar a sus parientes. Jehú entró en acción de nuevo y "los degollaron… cuarenta y dos varones, sin dejar ninguno de ellos" (2 Reyes 10:14).

Ahora sólo faltaba erradicar a los falsos profetas de Baal que quedaban. Con este fin, Jehú fingió ser un adorador de Baal y convidó a todos los profetas de Baal a una gran reunión. Se aseguró de que no faltara ningún profeta, y luego ordenó que los mataran a todos. "Y los mataron a espada, y los dejaron tendidos los de la guardia y los capitanes. Y fueron hasta el lugar santo del templo de Baal, y sacaron las estatuas del templo de Baal, y las quemaron. Y quebraron la estatua de Baal, y derribaron el templo de Baal, y lo convirtieron en letrinas hasta hoy" (2 Reyes 10:25-27). ¡Qué humillante para los adoradores de Baal!

Fue un capítulo bastante sanguinario de la historia de Israel, pero recuerden lo desanimado que había quedado Elías al ver lo extenso que era el baalismo. Pensaba que el daño era irreversible. Pero con Jehú todo cambió. Vino una limpieza completa. De nuevo debemos recordar que Jezabel es usada como un símbolo en Apocalipsis de cómo un sistema religioso falso compite con el verdadero y se hace grande y poderoso.

A veces los siervos de Dios se pueden desanimar al ver la extensión del falso sistema cristiano, pero vendrá un día en que Dios intervendrá y removerá esta "Babilonia" espiritual, representada como Jezabel, una ramera (iglesia impura) que reina y fornica "con los reyes de la tierra" (Apocalipsis 17:2). Tal como Jezabel y la descendencia de ella perecieron casi al mismo tiempo, así terminará la Babilonia espiritual. "Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio, parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!" (2 Reyes 18:9-10).

Jehú recibe ánimo y una recompensa de parte de Dios: "Y el Eterno dijo a Jehú: Por cuanto has hecho bien ejecutando lo recto delante de mis ojos, e hiciste a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación" (2 Reyes 10:30). Tristemente, a pesar del fiel cumplimiento al  mandato de Dios en cuanto a Acab y el baalismo, al final de su reinado Jehú se dejó corromper por el poder y no continuó con las reformas religiosas. 

Es un ejemplo de comenzar pero no terminar la buena obra. "Mas Jehú no cuidó de andar en la ley del Eterno Dios de Israel con todo su corazón, ni se apartó de los pecados de Jeroboam, el que había hecho pecar a Israel...y dejo en pie los becerros de oro que estaban en Bet-el y en Dan...En aquellos días comenzó el Eterno a cercenar el territorio de Israel; y lo derrotó Hazael por todas las fronteras… Y durmió Jehú con sus padres, y… reinó en su lugar Joacaz su hijo. El tiempo que reinó Jehú sobre Israel en Samaria… veintiocho años" (2 Reyes 10:29-36).

Cuando dice la Biblia que Dios comenzó a cercenar a Israel, esto significa el comienzo del fin para Israel. Dios no siguió protegiendo a Jehú y permitió que los asirios se acercaran peligrosamente y perderían territorio. Jehú tuvo tanto temor que les llevó en persona un suculento tributo. Tenemos grabado ese momento en el Obelisco Negro de Salmanasar III hallado en 1846. La figura de Jehú inclinándose ante el rey Salmnasar III quedó grabada. En la segunda estrofa dice: Tributo de Jehú, hijo de Omri. Recibí de él plata, oro, un tazón de oro, un vaso de oro con un fondo agudo, etc". 

Si las cosas no iban bien en Israel, peor estaban en Judá. Luego de la muerte de Ocozías y sus hermanos por parte de Jehú, hubo lo que se llama un "interregno", el espacio de tiempo donde no hay sucesor. Muchas veces hay luchas fratricidas para ver quien ocupa el trono. En este caso, fue Atalía, la reina madre, quien tomó el mando con violencia. "Cuando Atalía madre de Ocozías vio que su hijo era muerto, se levantó y destruyó toda la descendencia real" (2 Reyes 11:1). Como su madre, era una intrigante nata que no tenía escrúpulos para asesinar al que oponía a su poder. Ya habían muerto los hermanos de Ocozías por Jehú, y ella prosiguió a matar a todos los hijos que había tenido de las otras esposas. Sólo sobrevivió uno al ser escondido por una hermana de Ocozías, Josaba, casada con el sacerdote Joiada (2 Crónicas 22:11). Lo escondieron en el Templo de Dios por seis años. Mientras tanto, Atalía, la única reina que gobernó el pueblo de Dios, impuso su sistema de Baal y procuró exterminar el de Dios. Es tan fanática como su madre. Había construido un templo a Baal en Jerusalén. Dice la Biblia: "Porque la impía Atalía y sus hijos habían destruido la casa de Dios, y además habían gastado en los ídolos todas las cosas consagradas de la casa del Eterno" (2 Crónicas 24:7).

Se llegó al extremo de que hubo un amotinamiento contra ella. El sacerdote Joiada hizo una alianza con los capitanes de la guardia de Jerusalén y les mostró el hijo vivo del rey. En el día determinado, "sacando luego Joiada al hijo del rey, le puso la corona y el testimonio, y le hicieron rey ungiéndole; y batiendo las manos dijeron: ¡Viva el rey! Oyendo Atalía el estruendo del pueblo que corría, entró al pueblo en el templo del Eterno. Y cuando miró, he aquí que el rey estaba junto a la columna… Entonces Atalía, rasgando sus vestidos, clamó a voz en cuello: ¡Traición, traición!... Le abrieron, pues, paso; y en el camino por donde entran los de a caballo a la casa del rey, allí la mataron" (2 Reyes 11:12-16). El pequeñito Joás, de solo siete años, comienza a reinar sobre Judá. El sacerdote justo Joiada supervisa su reino. "Entonces Joiada hizo pacto entre el Eterno y el rey y el pueblo, que serían pueblo del Eterno; y asimismo entre el rey y el pueblo. Y todo el pueblo de la tierra entró en el templo de Baal, y lo derribaron; asimismo despedazaron enteramente sus altares y sus imágenes, y mataron a Matán sacerdote de Baal delante de los altares.

Y el sacerdote puso guarnición sobre la casa del Eterno...Y todo el pueblo se regocijó, y la ciudad estuvo en reposo, habiendo sido Atalía muerta a espada" (2 Reyes 11:17-20). De este modo se cumplió la profecía de Dios y el sistema de Baal pereció por un buen tiempo. Bajo la influencia del sacerdote Joiada, el joven rey siguió a Dios. "Y Joás hizo lo recto ante los ojos del Eterno todo el tiempo que le dirigió el sacerdote Joiada. Con todo eso, los lugares altos no se quitaron, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos" (2 Reyes 12:2,3). Joás se dedicó a reparar el Templo de Dios e hizo una colecta nacional para este fin. Al principio los sacerdotes y levitas fueron negligentes, y Joás se encargó personalmente de la administración. Recolectó los fondos que Dios había establecido en la ley, y puso un arca o urna en frente del templo para las contribuciones voluntarias. El plan tuvo gran éxito y "restituyeron la casa de Dios a su antigua condición" (2 Crónicas 24:13). Los fondos fueron bien registrados y aplicados por los levitas contadores: "Y no se tomaba cuenta a los hombres en cuyas manos el dinero era entregado, para que ellos lo diesen a los que hacían la obra; porque los hacían ellos fielmente" (2 Reyes 12:15).

Lamentablemente, cuando murió el sacerdote Joiada de 130 años, Joás no siguió fiel a Dios. Se dejó llevar por unos príncipes idólatras. "Muerto Joiada, vinieron los príncipes de Judá y ofrecieron obediencia al rey; y el rey los oyó. Y desampararon la casa del Eterno Dios de sus padres, y sirvieron a los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas. Entonces la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este su pecado. Y les envió profetas para que los volviesen al Eterno, los cuales les amonestaron; mas ellos no los escucharon. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías hijo del sacerdote Joiada (no es el profeta del mismo nombre); y puesto en pie, donde estaba más alto que el pueblo, les dijo: Así ha dicho Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos del Eterno? No os vendrá bien por ello; porque por haber dejado al Eterno, él también os abandonará. Pero ellos hicieron conspiración contra él, y por mandato del rey lo apedrearon hasta matarlo, en el patio de la casa del Eterno. Así el rey Joás no se acordó de la misericordia que Joiada padre de Zacarías había hecho con él, antes mató a su hijo, quien dijo al morir: El Eterno lo vea y lo demande" (2 Crónicas 24:17-22). 

Debido a esto, Dios removió la protección a Judá e incitó a Hazael de Siria que los atacara. Y "aunque el ejército de Siria había venido con poca gente, el Eterno entregó en sus manos un ejército muy numeroso, por cuanto habían dejado al Eterno el Dios de sus padres. Así ejecutaron juicios contra Joás. "Y se propuso Hazael subir contra Jerusalén; por lo cual tomó Joás rey de Judá todas las ofrendas que habían dedicado Josafat y Joram y Ocozías sus padres, reyes de Judá, y las que él había dedicado, y todo el oro que se halló en los tesoros de la casa del Eterno y en la casa del rey, y lo envío a Hazael...y se retiró de Jerusalén...Y se levantaron sus siervos, y conspiraron… y mataron a Joás… y reinó en su lugar Amasías su hijo" (2 Reyes 12:17-21).

Así termina el relato de estos dos hombres buenos, Jehú y Joás, quienes comenzaron bien, pero se dejaron corromper por el largo período de poder que tuvieron, Jehú reinó 28 años y Joás 40 años. Ya saben ahora por qué las democracias, luego de 6000 años de historia humana, sólo permiten períodos de cuatro a ocho años a sus presidentes. Sería una pesadilla para cualquier pueblo tener un gobernante con poder absoluto por 40 años.