#116 - 2 Samuel 7-11: "Arca en Jerusalén; la extensión del Reino; Betsabé"

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#116 - 2 Samuel 7-11

"Arca en Jerusalén; la extensión del Reino; Betsabé"

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Parece lógico que Dios inspirara este segundo relato sobre David por las lecciones que uno puede aprender de este gran personaje, que Dios quiere que lo usemos como un modelo de obediencia y lealtad, no obstante, algunos errores que cometió como todo ser humano. A pesar de ellos, Dios resume su vida diciendo: "He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero" (Hechos 13:22).

En 1 Crónicas 16:1-43 se entregan cualidades de David ausentes en 2 de Samuel. Menciona el momento de gran alegría al traer el Arca a Jerusalén: "la pusieron en medio de la tienda que David había levantado para ella; y ofrecieron holocaustos y sacrificios de paz delante de Dios. Y repartió a todo Israel, así a hombres como a mujeres, a cada uno una torta de pan, una pieza de carne, y una torta de pasas" (1 Crónicas 16:3). Aquí vemos la generosidad de David al invitar al pueblo a comer unas deliciosas tortas y a festejar.

Además, David comienza a "aclamar al Eterno" con un canto que más tarde aparecerá como los Salmos 105, 96 y partes del 106. Recuerden que muchos himnos nacionales fueron compuestos en el momento de un gran acontecimiento. Por ejemplo, el himno nacional norteamericano fue compuesto durante una batalla sobre un buque de guerra al ver el autor que el fuerte estadounidense no se había rendido y que "la bandera aún flameaba". De modo que no es extraño que un compositor selecto como David espontáneamente cantara estrofas que luego serían puestas como salmos.

Otro detalle interesante es que aquí se introduce a un personaje muy importante para Dios el sacerdote Sadoc. David lo dejó a cargo del Tabernáculo en Gabaón, "para que sacrificasen continuamente, a mañana y tarde, holocaustos al Eterno en el altar del holocausto" (1 Crónicas 16:39-42). Este Sadoc que significa "justo" en hebreo, sería el comienzo de un linaje sacerdotal que Dios va a apoyar por su fidelidad, inclusive, en el Milenio (Ezequiel 44:15). El cortejo del arca pasa por Jerusalén y sube al monte adyacente dónde lo colocan dentro de una tienda, como se ilustra en esta página.

Mientras tanto, sobre la segunda colina de Jerusalén se termina el palacio de David. Se hace con la exquisita madera de cedro del Líbano enviada por Hiram el rey de Tiro, la capital del Líbano o Fenicia. Envío "madera de cedro, y carpinteros, y canteros para los muros, los cuales edificaron la casa de David" (2 Samuel 5:11). Pero al contemplar la modesta tienda donde está el arca con la presencia de Dios, David no quedó satisfecho. Deseaba hacerle una "casa" apropiada para Dios un magnífico templo. Le expresa su deseo al profeta Natán: "Mira ahora yo habito en casa de cedro, y el arca de Dios está entre cortinas" (2 Samuel 7:2). Noten la importancia que le da al cedro, una de las maderas más finas y duras en el mundo. Abajo tenemos unos ejemplares que aún existen en la actualidad.

Cedros de Líbano

Esta sincera preocupación y profundo deseo de David por el bienestar de Dios tendrá un fin absolutamente inesperado. Traerá una de las promesas más grandes dada por Dios y un pacto inquebrantable con la descendencia de David. En realidad, existen pocos pactos de Dios en la Biblia, y este sería uno de ellos.

  1. El Pacto Adámico, con Adán (vea Oseas 6:7 y Génesis 2:16-17). Este fue quebrantado por Adán y Eva y trajo la muerte sobre la humanidad y la falta del acceso al Espíritu Santo y la vida eterna.
  2. El Pacto con Noé, de no más Diluvios (Génesis 6:18 y Génesis 9:1-17).
  3. El Pacto con Abraham (Génesis 15-17)
  4. El Pacto Sinaítico en Éxodo 20-22 con los Diez Mandamientos y el resto de la Ley.
  5. El Pacto Levítico de los sacerdotes en Números 8.
  6. El Pacto Davídico
  7. El Nuevo Pacto del Nuevo Testamento del bautismo en Cristo.

Esa noche, Dios le contesta a Natán por medio de un sueño y, en efecto, le dice a David: "Por cuanto te preocupaste de mí como ningún otro, y deseas hacerme casa, yo ahora te haré una casa, pero no física, sino una dinastía de tus descendientes para siempre". Veamos la promesa misma: "Asimismo el Eterno te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino… y, tu trono será estable eternamente" (2 Samuel 7:11-16).

Partiendo de esta monumental promesa de una eterna sucesión de reyes del linaje de David, el Sr. Armstrong escribió el capítulo cinco de su tesis en el libro, "La Llave Maestra de la Profecía", en revisión en la actualidad. Este pacto con David se encuentra con lujo de detalles en el Salmo 89. Allí Dios afirma: "Para siempre le conservaré mi misericordia, y mi pacto será firme con él. Pondré su descendencia para siempre, y su trono como los días de los cielos. Si dejaren sus hijos mi ley, y no anduvieren en mis juicios… entonces castigaré con vara su rebelión… mas no quitaré de él mi misericordia… no olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he Jurado por mi santidad, y no mentiré a David. Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol delante de mí. Como la luna será firme para siempre, y como un testigo fiel en el cielo" (Salmos 89:28-37).

David quedó anonadado, y con su característica modestia y humildad le dice a Dios en oración: "Señor Eterno, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí? ¿Es así como procede el hombre, Señor Eterno? ¿Y qué más puede añadir David hablando contigo?" (2 Samuel 7:18-20). Con esto, David quiso decirle que ningún hombre procede así bajo las mismas condiciones. Maravillado por la inmensa generosidad y bendición de Dios, David queda abrumado de agradecimiento.

Después de esto, David queda más fortalecido por Dios que nunca. Está, absolutamente seguro de que Dios lo apoyará en todo lo que emprende, siempre que haga su voluntad. "Y el Eterno Dios dio victoria a David por dondequiera que fue" (2 Samuel 8:6). Así extiende los dominios de Israel. Derrota definitivamente a los filisteos, a los moabitas, a los sirios y a los edomitas. "Y reinó David sobre todo Israel; y David administraba Justicia y equidad a todo su pueblo" (2 Samuel 8:15). Abajo vemos la extensión de los territorios bajo David y luego Salomón.

En 2 Samuel 10 se menciona la derrota de los amonitas y los sirios. David trató de hacer las paces con los amonitas y envió unos embajadores de buena voluntad. En vez, le raparon la mitad de la barba y le cortaron la mitad de sus vestidos. Volvieron muy avergonzados a David quien derrota contundentemente a los amonitas.

El caso de la derrota de los sitios es importante en la historia universal. Werner Keller relata: “los arameos” que la Biblia los llama sirios, habían fundado varias ciudades y pequeños reinos hasta el norte de Israel. Alrededor del año 1000 a.C. estaban preparándose para avanzar hacia el Este, en dirección a Mesopotamia. La Biblia dice: “Así mismo derrotó David a Hadad-ezer rey de Soba, en Hamat, yendo éste a asegurar su dominio junto al río Éufrates… y puso David guarnición en Siria de Damasco, y los sirios fueron hechos siervos de David, trayéndole presentes; porque el Eterno daba la victoria a David dondequiera que iba: (1 Crónicas 18:3-6). Una comparación con textos asirios de la misma época demuestra cuán exactas son estas palabras de la Biblia describiendo hechos realmente históricos. El rey David batió al rey de los arameos cuando éste estaba a punto de conquistar los territorios asirios situados junto al Éufrates. Sin imaginárselo, David prestó ayuda armada a aquellos asirios que, más tarde, tenían que disolver el reino de Israel” (Y la Biblia tenía Razón, p. 195-196).

Otro detalle sobre la generosidad de David fue su trato con el único hijo sobreviviente de Jonatán, llamado Mefi-boset (significa “el que quita la vergüenza”). Estaba recluido en casa de otra persona y completamente descuidado. En 2 Samuel 4:4 se menciona que el mismo día en que murió Jonatán, en el pánico al escuchar las trágicas noticias, a la nodriza “se le cayó el niño y quedó cojo”. David lo tomó como suyo, le entregó las tierras de su abuelo, el rey Saúl, y lo trajo a Jerusalén para comer en su propia mesa. Mefi-boset mostró bastante modestia también al decirle: "¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo?" David lo cuidaría el resto de su vida como un verdadero padre.

Lamentablemente, luego de todas las grandes victorias, hay que tener mucho cuidado de no dejar de lado la vida espiritual. La Biblia nos advierte, "el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Co 10:12). David había tenido increíble éxito y decidió disfrutar de ello. "Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra (en la primavera, luego del invierno cuyo clima impide operaciones militares), que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron los amonitas, sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén” (2 Samuel 11:1). No estaba con sus hombres y tenían un tiempo libre, por demás merecido. Pero, “vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era hermosa” (2 Samuel 11:2). Le entraron deseos a David de tomarla, y al enterarse que el esposo era un soldado suyo que estaba en la guerra, “envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él y él durmió con ella… y se volvió a su casa. Y concibió la mujer” (2 Samuel 11:4-5). 

Como tantos casos de codicia sexual, llamado técnicamente lascivia, la mujer queda embarazada y la vida de los dos cambia drásticamente. Comienzan las mentiras, el encubrimiento, el temor de ser descubiertos, la vergüenza y las intrigas para evitar el castigo. David formula un plan para encubrir su pecado. Trae a Urías, el esposo heteo de Betsabé (en hebreo “Hija de Sabé”), que estaba en una batalla donde sitiaban a una ciudad. Así pensaba que, al acostarse con ella, las noticias lejanas del embarazo de ella no lo harían sospechar nada. Pero Urías es un soldado tan dedicado que no acepta la libertad de estar con su esposa e insiste en volver a la batalla sin acostarse con ella. Dice: “mi siervo Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa” (2 Samuel 11:11). Así, las cosas se le complican más para David. Pronto Urías sabrá que Betsabé quedó encinta de otro hombre y habrá un escándalo en Jerusalén. El pueblo quedará decepcionado con David. Los jueces pueden sentenciarlo a la muerte por el adulterio. Así, David comete un terrible error. Decide que Urías debe morir y ordena al general Joab ponerlo en la parte más peligrosa de la batalla y luego retirar el apoyo de los demás soldados. De ese modo, Urías efectivamente muere y David piensa que evitó el escándalo – ¡cuán errado estaba! Este pecado se arrastraría por el resto de su vida y le traería un sin fin de maldiciones. No obstante, David aceptó el castigo de Dios, se arrepintió amargamente e hizo las reparaciones posibles.

Veremos la próxima vez todas las consecuencias de tal acción que Dios desea que aprendamos de ello para evitar semejantes maldiciones. El adulterio es aún demasiado común.