#085 - Deuteronomio 6-7: "Educación de los niños; las 7 naciones"

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#085 - Deuteronomio 6-7

"Educación de los niños; las 7 naciones"

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#085 - Deuteronomio 6-7: "Educación de los niños; las 7 naciones"

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Ahora bien, el pueblo judío rechazó a Cristo precisamente porque decía que era Dios como el Padre es Dios. "Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque… decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios" (Juan 5:18).

Nunca entendieron que Cristo vino a añadir un conocimiento nuevo sobre Dios. "Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (Juan 1:17-18).

En otras palabras, antes de Cristo, no conocían que había más de un ser en la familia de Dios. Cristo reveló que aparte de él, que era el Yaveh del Antiguo Testamento (1 Corintios 10:4), Dios el Padre estaba por encima en autoridad. Como el pueblo judío lo rechazó, siguen sólo reconociendo a Yaveh y no al Padre.

En el vs. 5 está el mandamiento más grande de toda la Biblia y encierra los primeros cuatro de los Diez Mandamientos: "Y amarás al Eterno tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas". Cristo contestó en Mateo 22:36: "Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, Este es el primero y grande mandamiento."

Esta gran revelación de la naturaleza y la relación con Dios es la base de nuestra fe. No sólo es para uno sino para enseñar a los hijos también. "Y estas palabras que yo te mando hoy (la Biblia), estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas".

Este principio de la educación lo explica bien Halley en su Compendio Manual: "Para perpetuar los pensamientos de Dios entre el pueblo, no debían fiarse de la instrucción pública solamente, sino también enseñarlos diligentemente en el hogar. Siendo los libros tan pocos, debían escribir ciertas porciones importantes de la ley en los postes de las puertas, y llevarlas sobre el brazo y la frente, conversar de ellas constantemente. El propósito de esto era impresionarles con la Palabra de Dios tan insistentemente que llegara a formar parte de su mentalidad misma".

Un resultado directo de este mandamiento es que el pueblo judío siempre fue un pueblo de letras y mientras que otros pueblos se caracterizaban por el analfabetismo, como en la Edad Media, los judíos siempre eran alfabetos por el diligente estudio de las Escrituras. En la Edad Media, un estudioso escribió referente a los judíos: "Un judío, por pobre que sea, si tiene diez hijos, los consagrará todos a las letras, no para obtener beneficios, como hacen los cristianos, sino para llevarlos a la comprensión de la ley de Dios".

No es de extrañar entonces que el pueblo judío en promedio es el más culto que el resto del mundo – dominan o tienen una gran influencia en las artes (Chagall, Modigliani), la música (Mendelssohn, Rubinstein, Bernstein), el cine, el teatro, la ciencia (Einstein) y las finanzas (Ricardo). De hecho, hay más premios Nobel de origen judío que de cualquier otro pueblo, aunque son unos 15 millones en total, o menos del 1% de la población mundial.

Debido al mal uso del versículo de atar la Ley de Dios en la frente, los judíos tradicionalistas atan literalmente, cuando adoran a Dios en oración, una cajita en la frente. "Los hebreos han considerado llevar "tefilín" o frontales como obligación permanente. La forma de ellos era: cuatro pedazos de pergamino inscritos, el primero con Éxodo 13:2-10; el segundo, con Éxodo 13:11-16; el tercero, con Deuteronomio 6:1-8; y el cuarto con Deuteronomio 11:18-21. Eran encerrados en una cajita de cuero, atados en la frente con una cadena o cinta. Cuando se destinaban al uso en el brazo, aquellos cuatro textos, eran escritos en un solo pedazo de pergamino'" (Comentario Exegético, p. 160).

Cristo condenó la ostentación de estas cajitas, llamadas en el griego “filacterias”. Dijo: "Antes, hacen todas sus obras, para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos" (Mateo 23:5).

Luego de entregar las bases para la educación de los hijos, Dios le advierte a su pueblo contra olvidarse de él cuando hereden la Tierra Prometida: "Cuando el Eterno tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus Padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría en ciudades grandes, buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste... y luego comas y te sacies, cuídate de no olvidarte del Eterno” (Deuteronomio 6:10-12).

Es tan fácil olvidarse de los beneficios de Dios una vez recibidos. Es muy humano dar las buenas cosas por sentado y siempre aspirar a más bienes. Israel no logró ser fiel precisamente por volverse complaciente y flojo: "Dejaron al Eterno, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás... Ciertamente tú has dejado tu pueblo, la casa de Jacob, porque están llenos de costumbres traídas del oriente, y de agoreros... y pactan con hijos de extranjeros. Su tierra está llena de ídolos, y se han arrodillado ante la obra de sus manos y ante lo que fabricaron sus dedos” (Isaías 1:4, 2:5-8).

Para nosotros también se aplica esta exhortación: "Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que nos amonesta desde los cielos... Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con, temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Hebreos 12:25-29).

Ahora Dios nos entrega una hermosa lección de cómo educar a nuestros hijos. "Mañana cuando te preguntare tu hijo, diciendo: ¿qué significan los testimonios y estatutos y decretos que el Eterno Dios mandó? Entonces dirás:..." (Deuteronomio 6:20-21). Noten que debemos explicar las razones de nuestra fe y no sólo implementarlas. Al respecto, en el nivel educacional, el sistema de explicar las normas se llama participativa, mientras que la que sólo se imponen se llama autoritaria. Es por demás comprobado en forma clínica que el sistema participativo es el más exitoso.

La psicóloga Mónica Silva aclara este principio: "En el proceso de internalización de valores de sus hijos, los padres juegan un papel muy importante. El proceso de identificación con los valores de los padres se ve facilitado en la medida en que en el hogar exista una relación familiar cálida, armónica, en que los padres se den el tiempo de explicar a sus niños los motivos y razones para las normas y límites que se imponen a ciertas conductas. A los niños criados en este contexto les será más fácil, como adolescentes, el comprender, aceptar y practicar, por ejemplo, el valor del respeto por las necesidades propias y ajenas, que a aquellos que han estado sometidos a un ambiente autoritario en que las normas les son impuestas sin una comprensión por parte de ellos de la razón de ser de éstas."

"Si bien el esquema autoritario puede resultar efectivo para moldear conductas en la niñez, éste funciona por la vía del temor al castigo y, a la larga, probablemente, se deteriorará la relación básica de confianza entre padres e hijos. En la adolescencia, en lo que se refiere a internalización de valores, el esquema dista mucho de ser el óptimo: no es probable que un joven se comprometa integralmente con un valor o ideal, a partir de un mandato externo” (Relaciones Sexuales en la Adolescencia, P. 22).

De modo que vemos por qué Dios nos instruye que debemos explicar a nuestros hijos las razones detrás de nuestra fe. Cristo nos da el mejor ejemplo: "os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer" (Juan 15:15).

En el Cap. 7 Dios hace otra advertencia que también se aplica en nuestras vidas. "Cuando el Eterno Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones... no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia... Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor del Eterno se encenderá sobre vosotros, y destruirá pronto... Porque tú eres pueblo santo... no por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido el Eterno y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto el Eterno os amó" (Deuteronomio 7:1-8).

Respecto a las siete naciones que habitan Canaán y que debían ser destruidas, hay una historia muy interesante respecto a la primera, los heteos, que constituye una prueba de la autenticidad de la Biblia. "Otra fuente de deleite para los críticos adversos a la Biblia era el hecho de que la Biblia menciona centenares de reyes, pueblos, ciudades y aun naciones enteras, que fueron mencionadas por los historiadores de la antigüedad, ni en ninguna parte de la literatura secular. Si los historiadores nunca mencionaron una oración, obviamente, tal nación no existía. Uno de los pueblos "míticos" con el cual supuestamente pelearon los judíos fueron los heteos, que se mencionan en ocho distintos capítulos del Antiguo Testamento. Un notable arqueólogo dijo que él no creía que alguna vez existiera el pueblo de los heteos".

"Cuando el Dr. Hugo Winkler fue a la región para excavar en la parte donde su suponía que habían vivido los heteos, descubrió más de cuarenta de las ciudades de ellos, incluso su capital, junto con un gran número de monumentos que describían sus actividades. Al comentar sobre el caso del tratado efectuado entre los heteos y los egipcios, que describe la Biblia, un crítico inglés dijo que no había más posibilidad de que hubiera existido un tratado entre los egipcios y los heteos, que la que pudiera haber de un tratado entre los ingleses y los indios choctawas de Norteamérica (entre un pueblo tan avanzado y uno tan retrasado). Sin embargo, escrito en la pared de un palacio de una de las ciudades de Egipto que fueron desenterradas, ¡se halló todo el tratado entre los egipcios y los heteos!" (Kennedy, ¿Por Qué Creo?, p. 25-26). Sobre el tratado entre los heteos y los egipcios vea 2 Reyes 7:6.