#083 - Deuteronomio 1-4
"Repaso de la Ley"
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#083 - Deuteronomio 1-4: "Repaso de la Ley"
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Deuteronomio es una serie de últimos discursos entregados por Moisés un mes antes de su muerte (Deuteronomio 1:3). Es considerado como una la de las obras cumbre de la oratoria y de la literatura universal. Relata Halley, en su Compendio Manual de la Biblia: "En su elocuencia, algunos pasajes no son superados ni aun por los discursos de los más grandes oradores como Demóstenes y Cicerón". Bajo la inspiración de Dios, Moisés educa a la nueva generación en la ley de Dios, pero no usa la severidad sino la persuasión y lo que llaman los educadores hoy día el "reforzamiento positivo" al indicar los resultados beneficiosos de la obediencia y los negativos de la desobediencia. Entrega múltiples razones para guardar los mandamientos de Dios.
A continuación, un ejemplo: "Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque... ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?" (Deuteronomio 4:6-8).
La Biblia es bien precisa en cuanto a la fecha de estos discursos: "a los cuarenta años, en el mes undécimo, el primero del mes, Moisés habló a los hijos de Israel" (Deuteronomio 1:3). Según los cálculos cronológicos, esto nos lleva al otoño del año 1403 a.C. Nos habla también del viaje que habían hecho del Sinaí hasta Cades, once jornadas. Es interesante notar en qué consiste una jornada en los tiempos de Moisés en comparación con un viaje hoy día.
"Todavía se miden las distancias en el Medio Oriente por las horas o días ocupados en el viaje. Un viaje a pie será como de 32 Km. por un día; en camello, a razón de 5 Km. por hora, 48 Km. por día; y por caravanas, unos 40 Km. por día. Pero los israelitas, con sus niños y rebaños, se moverían a paso lento" (Comentario Exegético, p. 154). De manera que 11 jornadas son once días de viaje para cubrir 161 Km. o unos 15 Km. por día. Hoy, en auto o bus, se cubre la misma distancia en dos horas, lo que requería de 11 largos y penosos días de ese entonces.
Encontramos de nuevo que este libro fue nombrado erróneamente. Se llama "Deuteronomio" del griego "deuteros" segundo, y "nomos" ley; es decir, Segunda Ley. Lamentablemente, es una traducción equivocada de Deuteronomio 17:18 que dice: "una copia de esta ley" y que fue traducida erróneamente en la versión latina "una segunda ley".
De este modo encontramos otro error comúnmente creído. En realidad, debería ser llamado "copia de la ley" o en griego, "Tiponomio" de "tipos" (copia) tal como los judíos lo llaman en hebreo su equivalente, "Misné".
Todo este libro es un repaso y desarrollo de la ley que Moisés hace en las llanuras de Moab, antes de morir. Hay, sin embargo, nuevas leyes que Dios añade por ser necesarias en las nuevas circunstancias de poseer la Tierra Prometida. Este es un principio importante, pues Dios entrega sus verdades según se requieren, no todas a la vez.
Por ejemplo, ahora se menciona cómo debe conducirse el rey, si es que el pueblo llega a decidir tener uno (Deuteronomio 17:14). Desde luego, Abraham no necesitó saber esta ley, ni los israelitas en Egipto, pero ahora sí. También en nuestra vida cristiana vamos aprendiendo las leyes de Dios gradualmente, según somos capaces de entenderla y ponerlas en práctica. Según la iglesia entra en circunstancias que requieren el entendimiento también se le van revelando nuevos detalles. Tal como no se trató el tema de la prescindencia de la circuncisión hasta que entraron los gentiles, así ocurre con otras verdades. Otro caso es la identidad de los 144,000 en Apocalipsis 7. A medida que nos acercamos al tiempo de su cumplimiento, entenderemos con más claridad todos los detalles. Hoy sólo entendemos a groso modo esta profecía. Hay algunos que creen saberlo todo ya, pero recuerden, "no hará nada el Eterno el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas" (Amos 3:7). Y Dios determina cuándo.
Nunca dejaremos de aprender nuevas verdades y profecías según nos acercamos al cumplimiento de los tiempos finales. Tenemos la palabra profética que se irá esclareciendo según se acerca el día de la venida de Cristo (2 Pedro 1:19). También nos toca a nosotros con humildad reconocer que no todo está revelado en este momento, hasta que Dios decida mostrárnoslo.
De nuevo es importante aclarar ¿por qué se requiere de un libro entero para repetir esta ley? Primero recuerden que ahora, existe una nueva generación que era muy joven para entender la ley cuando fue dada en el Monte Sinaí. Han transcurrido 39 años desde ese entonces y ahora mientras que la autoridad de Moisés aún queda, se reeduca a esta segunda generación y se les muestra las consecuencias de obedecer o no la ley de Dios.
Dice el Comentario de Unger: "Este es un libro sobre la obediencia. “Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy” (Deuteronomio 8:1) es el énfasis de todo el libro. De esto dependía el resto de las bendiciones, la vida misma, la heredad de la Tierra Prometida, la victoria sobre los adversarios, la prosperidad y la felicidad. Las bendiciones son el resultado de la obediencia; las maldiciones, el resultado de la desobediencia. Es también un libro de recordar y de reflexionar. Dice "Cuídate de no olvidarte del Eterno tu Dios, para cumplir sus mandamientos... no suceda que comas y te sacies...y se enorgullezca tu corazón, y te olvides del Eterno tu Dios" (Deuteronomio 8:11-14).
"Nunca debían olvidarse de cómo fueron sacados de la esclavitud de Egipto y cómo Dios los guió en el desierto con amor y disciplina. Es un libro de esperanza, que mira hacia adelante al poseer la anhelada Tierra Prometida. Deuteronomio fue el libro favorito de Cristo, al citarlo más que cualquier otro, y al reflejar su perfecta obediencia a Dios el Padre. Para rechazar las tentaciones del diablo, usó las poderosas escrituras de Deuteronomio con inmenso éxito (Mateo 4:3-10).
La Biblia nos enseña que la persona que no reflexiona sobre las lecciones que le deja la vida y si no aprende de ellas, en la mayoría de los casos está expuesta a repetirlas. Al respecto nos dice Dios: "Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza" (Romanos 15:4).
De nuevo en el primer capítulo, Moisés hace énfasis en el gobierno de Dios sobre su pueblo. Moisés, el ungido de Dios, es quien nombra a los hombres bajo su mando: "Y tomé a los principales de vuestras tribus, varones sabios y expertos, y los puse por jefes sobre vosotros, jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez, y gobernadores de vuestras tribus… No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis a mí, y yo la oiré" (Deuteronomio 1:15-18).
Este es el mismo principio que se usa en la iglesia: tenemos al apóstol, que nombra a los ministros y ellos escucharán atentamente todo asunto que concierne a la iglesia. Los casos más difíciles van a los ministros más experimentados (evangelistas) y si no pueden decidir ellos, se lo pasan al Consejo de Ancianos. Sí el Consejo no puede, se lo llevarán a Cristo, y esperarán hasta que les indique qué deben hacer, tal como Moisés entregaba el caso a Dios. El resultado de esto lo explica el Apóstol Pablo y es la Escritura que mejor describe el gobierno de nuestra iglesia: "Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe" (Efesios 4:11-13).
Sin el gobierno de Dios, tal como lo entendió Moisés, hay caos e interminables disputas, como suceden en las iglesias del mundo.
Luego Moisés relata la rebelión por causa de los 10 espías que entregaron un informe negativo y sin fe: "Nuestros hermanos han atemorizado nuestro corazón... entonces os dije: No temáis, ni tengáis miedo de ellos. El Eterno vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos. Y en el desierto has visto que el Eterno tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que hubieses andado, hasta llegar a este lugar. Y aun con esto no creísteis a El Eterno vuestro Dios, quien iba delante de vosotros... Con fuego de noche... y con nube de día” (Deuteronomio 1:28-33).
Es tan fácil ver las cosas desde el punto de vista negativo, pues irá más de acuerdo con la naturaleza humana, que es floja y débil. Un gran líder como Moisés les entregaba "la altura de miras" de los grandes milagros y la maravillosa protección de Dios. Así también debe ser con nosotros; tenemos el mismo Dios, y ahora hasta tenemos el Espíritu Santo dentro de nosotros. Nos recuerda Pablo del ejemplo de los israelitas: "Por tanto, es necesaria que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? (Hebreos 2:1-3).
Luego repite la sentencia de Dios de vagar en el desierto por 40 años, en vez de haber llegado a la Tierra Prometida desde Sinaí en "once jornadas". Menciona la cualidad de Caleb y de Josué que los salvó del castigo de no entrar en Canaán: "Caleb... porque ha seguido fielmente al Eterno" (Deuteronomio 1:36). ¡Cuán grande es la lealtad ante Dios!
Llega así el momento presente, cuando ya han derrotado a los amorreos y a los madianitas. Les advierte que no tomen la tierra de Esaú al sur ni Amón y Moab al este, pues Dios se las había dado “por heredad” (Deuteronomio. 2:5,19).
Recuenta Moisés su deseo de entrar en la Tierra Prometida, y Dios se ablanda un poco, pero le dice: “Basta, no me hables más de este asunto” (Deuteronomio 3:26). Sin embargo, le permite contemplarla desde el Monte Pisga. Al finalizar sus días, Moisés sube al Monte Nebo para verla una última vez.
Para facilitar la conquista, Dios pone "tu temor y tu espanto sobre los pueblos debajo de todo el cielo, los cuales oirán tu fama, y temblarán y se angustiarán delante de ti" (Deuteronomio 2:25). Esto no sólo es para ese entonces, urna cuando tiene adversarios también puede recurrir a esta escritura para que Dios se encargue de las personas hostiles a uno. Nunca debernos olvidarnos de la que dice Dios: "No los temáis; porque el Eterno vuestro Dios, él es el que pelea por vosotros" (Deuteronomio 3:22).
Una vez que ha terminado el relato de los 40 años, ahora Moisés enfoca en la ley de Dios con gran inspiración. Sería la clave para seguir siendo el pueblo de Dios: "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos del Eterno vuestro Dios..." (Deuteronomio 4:2).
Luego viene la sección sobre la EDUCACIÓN DE LOS NIÑOS. Es responsabilidad de los padres enseñarles a los hijos la Ley de Dios. "Por tanto, guárdate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos” (Deuteronomio 4:9). Veremos una y otra vez recalcado este punto, de no ser un padre negligente, de no dejar a los hijos ignorantes de los principios bíblicos y también de hacerlo, no con amenazas sino con el “reforzamiento positivo” de explicar las razones y consecuencias de un acto determinado. Psicólogos señalan que cuando los padres explican las reglas a sus hijos, en vez de imponerlas, los resultados son mucho más positivos.