#080 - Números 20-22: "El pecado de Moisés; Serpiente de bronce; Balaam"

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#080 - Números 20-22

"El pecado de Moisés; Serpiente de bronce; Balaam"

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Así sólo se relatan los incidentes más importantes de esa etapa en el desierto. La mayoría de los israelitas adultos ya han muerto, y hasta el fin siguieron murmurando. Como Dios nos dice en Hebreos sobre Israel: "No endurezcáis vuestro corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron y vieron mis obras cuarenta años. A causa de los cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto juré en mi ira: No entrarán en mi reposo" (Hebreos 3:8-11).

Dentro de las murmuraciones, la última que destaca la Biblia es la que causó que Moisés no entrara en la Tierra Prometida (Cap. 20). En esta etapa final María muere y es sepultada en Cades. Ante la falta de agua, el pueblo se vuelve a rebelar contra Moisés. De nuevo, Moisés y Aarón oran por el pueblo para que no sean consumidos y Dios les ordena que tomen la vara y hablen a la peña y él haría brotar agua de ella.

"Entonces Moisés tomó la vara de delante del Eterno, como él le mandó. Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. Y el Eterno dijo a Moisés y Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado (Números 20:9-12).

Muchas personas han especulado por qué recibió Moisés un castigo tan severo de parte de Dios. Algunos piensan que fue porque golpeó la roca dos veces o por haber estado enojado. Sin embargo, la lección aquí es bastante clara – y es muy importante para un ministro o miembro entender este tipo de pecado.

La clave está en la razón que Dios entrega: "Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel". Este es un principio ministerial – jamás tomar para sí mismo el atributo de lo que Dios hace. No importa qué milagro hace Dios por medio de un ministro, si es por la sanidad divina, o que broten aguas de una peña, o por una poderosa obra o cualquier otro "don" que Dios entrega, jamás atribuirse la gloria a sí mismo y no santificar o glorificar a Dios, el verdadero autor de ello.

Moisés estaba tan aburrido y cansado de los continuos desafíos y las murmuraciones de la congregación que por fin dijo, en efecto: "¿Con que quieren ver qué tan poderosos somos y quién tiene la autoridad? ¿Quieren ver lo insignificantes que son ustedes y lo que podemos hacer nosotros para que dejen de quejarse? Ahora Aarón y yo les mostraremos el poder que tenemos – e hicieron brotar agua de la peña". Sin embargo, no se mencionó a Dios para nada ni le atribuyeron el milagro. A través de la historia, ministros y miembros han caído en esa insolencia – el ser usados poderosamente por Dios para luego envanecerse y olvidarse de dónde proviene ese poder. Ahora bien, fue sólo una vez que Moisés cayó en esta falta y se arrepintió de ello. Dios continuó usándolo poderosamente, pero hubo un precio que pagar, no pudo entrar en la Tierra Prometida. La razón se menciona de nuevo en Sal 106:32-33: "También le irritaron en las aguas de Meriba y le fue mal a Moisés por causa de ellos, porque hicieron rebelar a su espíritu, y habló precipitadamente con sus labios".

Moisés se dejó llevar por las constantes irritaciones del pueblo y quiso mostrar su fuerza en vez de la de Dios. Todos podemos caer en la misma falta al atribuirnos "por nuestro poder o espiritualidad" lo que Dios hace y bendice en nuestras vidas. El antídoto para este error lo resume el Apóstol Pablo: "Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él" (Colosenses 3:17).

Un punto final – Moisés no se amargó al respecto, él admitió el error y continuó fiel a Dios. No hay que ser infantil ante los problemas y fallas de uno y dejarse deprimir. Caín no pudo aceptar la corrección de Dios y siguió desviándose del camino correcto. Sin embargo, hombres maduros y experimentados en la fe como Moisés y David aceptaron el precio de su falla y siguieron adelante sirviendo fielmente a Dios. Como Pablo amonesta: "Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:13). También dice al respecto: "Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar" (1 Corintios 14:20).

Estaban por cumplirse los 40 años y los israelitas estaban próximos a entrar en la Tierra Prometida. Primero probaron por el lado oriental. Le pidieron permiso a los edomitas para pasar por su tierra con la promesa de no tocar nada de su tierra y limitarse a transitar por el camino real (Números 20:17). ¿Recuerdan cuándo estudiamos este camino de los reyes? Fue en el Estudio #24, donde vimos que éste era el camino principal entre Edom y Mesopotamia, camino cuyos restos aún hoy día se ven y parte todavía se usa. Es el camino por donde se llega a Petra.

A pesar de todas las medidas para tranquilizar a los edomitas, ellos rehusaron dejar pasar a Israel y amenazaron con empezar una guerra. Mientras tanto acontece la muerte de Aarón y el pueblo hace duelo por un mes. Eleazar, su hijo, asume el mando del sumo sacerdocio.

Israel entonces toma otro camino hacia Canaán, esta vez directamente hacia el norte, el camino de Atarim, que era el más cercano al sur de Canaán. Unos de los reyes cananeos, Arad, los estaba esperando, pero perdió la batalla contra Israel.

Sin embargo, Israel no continúa y rodea la tierra por el sur y luego por el lado oriental. Esta área es muy árida y pronto llegan los quejidos acostumbrados. El pueblo está cansado del maná y la falta de agua, especialmente cuando está la Tierra Prometida tan cerca y después de la victoria se desesperaron. No obstante, no hay excusa para rebelarse contra Dios y les envió serpientes venenosas que mataron a bastante pueblo. Al arrepentirse la congregación, Dios ordena que se haga una figura de una serpiente en bronce para sanar al que era mordido. Esta imagen de la serpiente sobre un palo duró unos 800 años hasta que empezaron a adorarla y el Rey Ezequías la destruyó (2 Reyes 18:4). Cristo hizo una alusión a esta figura sanadora y su crucifixión, sanadora de los pecados: "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:14-15).

Israel rodea por el oriente a Edom y Moab. Llegan de esta manera a la frontera de los amorreos. Moisés otra vez le pide en forma pacífica el permiso de pasar por el camino real. De nuevo Israel es rechazado y esta vez lo ataca Sehón, rey de los amorreos. Israel derrota completamente a los amorreos y toma su territorio. En Deuteronomio 2:30, Moisés añade: "Mas Sehón rey de Hesbón no quiso que pasásemos por el territorio suyo; porque el Eterno tu Dios había endurecido su espíritu, y obstinado su corazón para entregarlo en tu mano, como hasta hoy".

Luego tienen que pelear contra el ejército de un gigante, Og, rey de Basán y lo derrotan. Son 70 ciudades fortificadas que caen. La cama de hierro del gigante Og es tomada como botín que medía "nueve codos y su anchura de cuatro codos" (Deuteronomio 3:11). Según la medida más común, el codo es de 44.5 cm., que hacen las dimensiones de unos 3.56 metros por 1.82 metros, o sea, ¡una cama de tres plazas! La arqueología ha descubierto grandes camas, como la que se muestra aquí, cubierta de marfil. En los tiempos de Og, el hierro era un mineral muy precioso, y para soportar semejante mole de hombre, valió la pena reforzarla con hierro. Se volvió una "pieza de museo" como menciona el relato bíblico: "¿Su cama, una cama de hierro, ¿no está en Rabá de los hijos de Amón?" (Deuteronomio 3:11).

Ahora sólo le faltaba a Israel pasar por Moab para entrar en la Tierra Prometida. Esta vez, el rey Balac de Moab está aterrado de Israel por sus grandes victorias y no se atreve a guerrear con ellos. En vez, manda llamar al líder religioso en Babilonia, Balaam para que maldiga al pueblo. "Por tanto, envió mensajeros a Balaam hijo de Beor, en Petor" (Números 22:5). Respecto a Balaam, sabemos mediante la arqueología y la historia, bastante sobre él.  Recuerden que se usa en el Nuevo Testamento una clave del falso sistema religioso al llamarlo “el camino de Balaam” (2 Pedro 2:15).

Primero veamos algo maravilloso que ha descubierto la arqueología. En 1967, una excavación cerca del Río Jordán halló una inscripción con el siguiente texto: "Inscripción de Balaam, hijo de Beor, el vidente de los dioses". He aquí, en la noche le vinieron los dioses y le dijeron: Ha llegado el fuego final, la llama del castigo. Y Balaam despertó el día siguiente afligido y no comió por varios días. Le preguntaron por qué no comía y él contestó: “Siéntense y les revelaré cuán grande será la calamidad y los hechos que harán los dioses”. Esto sigue muy de cerca el texto bíblico en Números que dice que Dios visitó a Balaam de noche y que Balaam se levantó al día siguiente con un mensaje deprimente, (Números 22:8-13). Además, el mensaje de calamidad hacia los enemigos de Israel es el mismo que aparece en esta inscripción (Números 24:8). ¡Qué increíble descubrimiento – una inscripción que atestigua la existencia de Balaam y el mensaje bíblico!

Ahora, también es algo insólito lo que la historia nos cuenta sobre Balaam. Balaam era de Petor, que significa "el templo de los intérpretes u oráculos". Este estaba en Mesopotamia, con Babilonia como su centro. Ahora bien, el nombre "Balaam" significa en hebreo "el conquistador del pueblo" y en griego, el equivalente es "Nicolás". De aquí que bien puede significar a los nicolaitas en Apocalipsis 2. Estos son los del mismo sistema babilónico. Aquí vemos la importancia de entender por qué Pedro los menciona como los seguidores del camino de Balaam. Josefo, a su vez, relata que Balaam vivía junto al Río Éufrates y que era "el profeta más grande de ese entonces". Era el "pontífice máximo" del mundo pagano. Con estos antecedentes tan importantes, podemos entender mejor la importancia del relato de Balaam en la Biblia. Profundizaremos más sobre esto en el siguiente estudio.