#066 - Levítico 12-15
"El parto, la cuarentena y la lepra"
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#066 - Levítico 12-15: "El parto, la cuarentena y la lepra"
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En la antigüedad, después de recuperarse del parto, al ignorar las medidas sanitarias, la mujer rápidamente comenzaba sus labores de nuevo. Pero muchas veces, todavía no se le había sanado el útero y la vagina, los órganos femeninos involucrados en el alumbramiento y fácilmente podían llegar las mortíferas infecciones. Con el fin de evitar esto, Dios señaló la siguiente medida sanitaria.
Lv 12:2-4: “La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda. Y al octavo día se circuncidará al niño. Mas ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre...”.
Esta es una medida higiénica para proteger a la mujer después del parto que se aplicaba también a la menstruación.
Desde luego, el parto es un momento donde el organismo de la mujer queda expuesto a muchas infecciones. Durante el parto salen bastantes líquidos y sangre de la mujer, pues, primero le sale el líquido amniótico, después el bebé y finalmente sale la placenta. Es fácil entonces que toda el área involucrada quede a la merced de bacterias.
Para solucionar este problema Dios le daba a la mujer un poco más de un mes para recuperarse antes de volver a tener relaciones íntimas en ese estado delicado. Es la misma medida médica que se aplica hoy día. “Aun cuando su médico le permita levantarse de la cama poco después del parto, procure descansar lo más que pueda. Permanezca en cama por muchas horas durante los primeros días y evite subir escaleras durante un mes… Por lo general, la menstruación no ocurre durante varios meses después del parto, y cuando reaparece, puede ser en forma irregular, transcurriendo algún tiempo antes de que su ciclo mensual regular se restablezca… Es mejor abstenerse de relaciones sexuales hasta después del examen médico transcurrido un mes o seis semanas del parto” (Su niño, p. 85-86).
En la carta circular que tiene la Iglesia sobre la menstruación, que también es aplicable al periodo del post parto, leemos: “Unos estudios médicos sugieren que es más fácil para la mujer adquirir algunas enfermedades durante la menstruación. Aparentemente, es durante ese tiempo que la vagina de la mujer queda más delicada y susceptible a lesiones. Hasta una herida menor durante la relación sexual puede abrir el acceso para que enfermedades entren en el flujo sanguíneo. Un artículo en La Revista de Medicina Reproductiva, (noviembre 1989), señala que el sexo durante la menstruación presenta un alto riesgo de que fragmentos del tejido del útero puedan pasar a otros órganos en la región pélvica y producir quistes”.
De modo que, en esos tiempos, con la falta de higiene, no era exagerado dejar a una mujer que se recuperara del parto y no tuviera relaciones hasta dos meses y medio después en caso de tener una hija. Ella tenía que lavarse con agua corriente para volver a la normalidad en su comunidad – era una forma preventiva contra posibles infecciones. Otra vez vemos que la norma bíblica de un período de recuperación después del parto es la que ahora sigue la medicina moderna.
A propósito, el parto mismo se llevaba a cabo según las instrucciones bíblicas de una forma bastante higiénica. “En cuanto a tu nacimiento, el día que naciste (refiriéndose a Israel, antes de ser llamada por Dios), no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas” (Ez 16:4). Aquí vemos que se usaba el agua con sal como un antiséptico, y se limpiaba cuidadosamente para luego ponerle ropa limpia.
Una pregunta común es, ¿por qué la diferencia entre los días de recuperación si es un varón o una mujer? No se sabe exactamente. Una posibilidad, pues puede haber otras, es el corregir las bajas de los hombres cuando caen en la guerra. Este mes extra se espera para los que solían tener la predisposición genética hacia tener mujeres ayudaría a equilibrar el porcentaje de los sexos. Los que tenían la predisposición hacia tener varones podían tener un poco más de tiempo para multiplicarse.
Normalmente, el porcentaje en el mundo entero de hombre y mujeres es de 50-50. En Chile, por ejemplo, de acuerdo con censo de 1990, hay casi 13 millones de personas, y las mujeres superan a los hombres por un escaso margen, ellas son el 51.2%. Las mujeres normalmente viven más que los hombres.
Sin embargo, en Francia, que ha sufrido muchas bajas varoniles en la Primera y Segunda guerra mundial, hay muchos menos hombres que mujeres. Así en Israel, las bajas varoniles se podían compensar por un período extra de abstinencia después del parto, por parte de la mujer que tenía más mujeres. Esta es sólo una explicación y no es la única posible.
Ahora pasamos a los capítulos 13 al 15 donde vemos otra medida higiénica de gran importancia – la cuarentena de enfermedades contagiosas como la lepra. La lepra aún está vigente en el mundo, con 2 millones de casos reportados hoy y hasta 10 millones como el total (Actualización de la OMS: 173,358 casos a finales de 2016). Hasta 1960 era una enfermedad incurable y una de las más terribles. Tal como el caso del misionero médico en la India que relató su contacto con los leprosos.
“A primera vista, estos tres individuos se parecían a cientos de otros extraños que acudían en multitudes a nuestro hogar, pues mi padre era médico. Cada uno llevaba un taparrabo y un turbante, con una manta puesta sobre un hombro. Pero a medida que se acercaban, advertí algunas diferencias: una condición de manchas en la piel, gruesas e hinchadas frentes y orejas, y los pies envueltos en tiras de tela ensangrentadas. Conforme se aproximaban, noté que también les faltaban algunos dedos de las manos y uno de ellos no tenía dedos en los pies – los extremos de sus miembros eran muñones… Mi padre les dijo: ‘Es poco lo que podemos hacer. Lo siento’. Les lavó los pies a los desconocidos, les salpicó un ungüento en las llagas y las vendó… Ese incidente fue mi primer encuentro con la lepra, la más antigua enfermedad registrada, y con toda probabilidad, la más temida… en la mayor parte del mundo, menos de una cuarta parte de los pacientes de lepra se encuentran en realidad bajo ningún tipo de tratamiento. Así, para muchos, aún es una enfermedad que puede causar graves lesiones, ceguera, y la pérdida de las manos y los pies” (y finalmente, la vida).
Sobre la medida preventiva de la cuarentena se cita primero el artículo, “Principios de una buena salud”, p. 9: “En el siglo 14 la peste bubónica apareció en el Asia y se extendió a Rusia, Persia, Turquía, África del Norte y Europa. En aquel trágico período murió tal vez la tercera parte de la población europea”.
“Inexorablemente, la peste invadió cada ciudad, aldea y pueblo. Millones perdieron la vida ante el “sombrío segador”. Se desató el pánico y la confusión. La muerte rondaba por doquier. Fueron tantas las víctimas que los cuerpos se lanzaban en fosas comunes”.
“El médico judío Balavigno vivió en aquella época y observó que un factor principal en la propagación de la enfermedad eran las malas condiciones higiénicas. Instituyó una campaña de aseo entre los judíos. Como resultado, las ratas abandonaron los barrios judíos y pasaron a los sectores gentiles de la ciudad. El índice de mortalidad entre los judíos fue apenas del 5% del índice entre los no judíos”.
“Cuando la gente se percató de este fenómeno, no imitó las normas higiénicas de los judíos, ¡sino que acusaron a los judíos de ser la causa de la peste y de envenenar los pozos! Se desató una masacre general. Balavigno mismo, perseguido y torturado, tuvo que declarar que él y otros eran los responsables de la enfermedad”.
En otra publicación sobre el tema, el autor pregunta: “¿De dónde vinieron estas leyes acerca de la cuarentena?” El mismo autor responde: ‘Es muy singular el hecho de que se encuentre una descripción la lepra como aparece en Lv 13 escrita tantos siglos antes de nuestra época. Es de notar que la literatura mundial no ofrece, en los 1700 años siguientes, ninguna descripción tan precisa de esta terrible enfermedad como la que aparece en la narrativa bíblica’.
Hablando de las normas bíblicas acerca de la lepra, el Dr. Atkinson opina: “Las leyes de la salud planteadas en Levítico son las bases de la moderna ciencia de la higiene. Moisés ordenó que los casos de lepra fuesen segregados, que las cosas que habían sido habitadas por judíos infectados fueran inspeccionadas antes de que alguien las volviera a ocupar y que los individuos recuperados de enfermedades contagiosas se sometieran a un examen antes de salir del país. La cuarentena de nuestros tiempos modernos se remonta a aquellas normas sanitarias del Antiguo Testamento.
“Igualmente, el historiador médico Arturo Castiglioni, nos dice que las leyes contra la lepra de Levítico 13 pueden considerarse como el primer modelo de una legislación sanitaria”.
El Dr. McMillen relata sobre la lepra en su libro, Ninguna Enfermedad y cita al Dr. George Rosen: “La lepra fue la peor plaga que ensombreció la vida de la humanidad medieval. El miedo de todas las otras enfermedades juntas apenas se puede comparar con el terror que propagó la lepra. Ni siquiera la peste negra del siglo catorce, o la aparición de la sífilis hacia el final del quince, produjo un estado de espanto parecido… Al principio de la Edad Media – durante los siglos seis y siete – comenzó a extenderse más por Europa, convirtiéndose en un grave problema social y de salud. Se hizo endémico particularmente entre la gente pobre, alcanzando una cuota aterradora en los siglos trece y catorce”.
“¿Qué propusieron los médicos para detener los estragos cada vez mayores de la lepra?” Algunos enseñaban que era la consecuencia de comer alimentos sazonados con especias, pescado en malas condiciones, o carne de cerdo enfermo. Otros decían que la producía una “Conjunción maléfica de los planetas”. Y, naturalmente sus sugerencias para prevenirla no tenían valor alguno.
“¿Qué hizo posible llegar a controlar la epidemia de lepra del medioevo? Ya que los médicos no tenían nada que ofrecer, fueron los religiosos que tomaron la dirección y adoptaron el concepto de contagio en el Antiguo Testamento… Una vez determinada su condición de leproso, el enfermo había de ser apartado y excluido de la comunidad… y se llevó a cabo la primera gran hazaña… en una metódica erradicación de la enfermedad”.
Sin embargo, en Noruega, “la disminución de la incidencia de la enfermedad condujo a una relajación de las precauciones, y el mal apareció de nuevo en aquellas partes del país donde no había sido erradicado por completo. Los leprosos iban puerta por puerta vendiendo sus mercancías. En vista de que la bacteria que causa la lepra se encuentra en grandes concentraciones en las secreciones del interior de la nariz, no es de extrañar que aquella práctica promoviera la propagación de la enfermedad. A causa de la extendida creencia de que la lepra era hereditaria, la gente no temía el contagio de la misma. Pero en 1873, el Dr. Armauer Hansen dio impulso al estudio de esta enfermedad, sacándola de la era del oscurantismo de la conjetura, al identificar la bacteria que la producía. Este descubrimiento demostró que la lepra era una enfermedad contagiosa, y tres años más tarde se aprobó el Decreto Noruego sobre la lepra”.
“Esta ley ordenaba a los leprosos vivir en aislamiento preventivo separados de sus familias. En 1856 había en Noruega 2858 leprosos; y al principio de este siglo, sólo quedaban 577, y luego ese número disminuyó hasta 69. Para el año 1930, los espectaculares descubrimientos de la ciencia permitieron a Noruega controlar esta enfermedad; pero las precauciones adoptadas habían sido escritas por Dios casi 3500 años antes”.
El Dr. McMillen concluye: “La salud de miles de personas mejora en gran manera porque los hombres empezaron a poner en práctica las Palabras de Dios. Por ello, experimentaron la promesa de Dios: “Si oyeres atentamente la voz del Eterno tu Dios… ninguna enfermedad de la que envié a los egipcios te enviaré a ti…”.