Vivamos según cada palabra de Dios
Solo cuando llegué a la adolescencia empecé a estudiar seriamente la Biblia. Hasta entonces no había tenido ningún problema creyendo en la existencia de Dios, ya que el asombroso mundo que veía a mi alrededor era prueba fehaciente de ello. Lo que me desconcertaba era el cristianismo en sí.
Mis tres mejores amigos asistían a igual número de iglesias de diferentes denominaciones, con creencias y prácticas muy distintas. ¿Cuál era la correcta? ¿Había alguna forma de saberlo con certeza? Estas eran preguntas cruciales para mí cuando por primera vez me adentré seriamente en la Biblia.
Uno de los primeros versículos que me llamó la atención fue Lucas 4:4, donde Jesucristo dijo: “Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (énfasis nuestro en todo este artículo). Aquello parecía bastante sencillo: debemos vivir de toda palabra de Dios.
También leí otras afirmaciones suyas y de sus apóstoles, tales como “si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17), y “este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3).
Estas también parecían bastante sencillas: si queremos entrar en la vida eterna, debemos guardar los mandamientos de Dios. Y si amamos a Dios, debemos obedecer sus mandamientos.
Como dice el refrán, “Es tan sencillo que hasta un niño puede entenderlo”. Y yo era ciertamente un novato cuando se trataba de la Biblia.
Sin embargo, cuanto más profundizaba en la Palabra de Dios, más me desconcertaban las iglesias que me rodeaban. Leía pasajes como el de Éxodo 20:8-11, donde el cuarto de los Diez Mandamientos nos dice que debemos santificar el séptimo día y abstenernos de trabajar en él. Los calendarios mostraban que el sábado era el séptimo día de la semana, así que ¿por qué la gente iba a la iglesia el domingo, que era el primer día de la semana? Se lo pregunté a mis amigos que iban a la iglesia, pero no tuvieron respuesta.
También leí en la Biblia sobre días específicos de adoración que Dios había proclamado como sus fiestas, días que él declaró sagrados y en los que su pueblo no debía trabajar, sino reunirse para adorarle (véase Levítico 23 y muchos otros lugares). Leí que Jesucristo y sus seguidores celebraban estos días. Pregunté a mis amigos que iban a la iglesia al respecto, y de nuevo no supieron qué contestar.
Entonces leí en la Biblia sobre el disgusto de Dios con la gente que seguía prácticas de adoración paganas, e investigué la historia de fiestas populares como Navidad, Pascua de Resurrección y Año Nuevo. ¡Me quedé estupefacto! ¿Por qué la gente seguía las mismas prácticas y costumbres mundanas utilizadas para adorar a diosas y dioses paganos hace miles de años? Nada de esto tenía sentido. Pregunté a mis amigos que iban a la iglesia al respecto, pero una vez más no supieron qué decir.
Poco a poco caí en la cuenta de que lo que tenemos hoy es un cristianismo al estilo de “elija lo que se le antoje”, es decir, que muchas iglesias y denominaciones escogen lo que quieren creer y practicar.
Y con demasiada frecuencia han optado por prácticas de adoración no bíblicas, ¡sino basadas en el culto a diosas y dioses antiguos que Dios condenó reiteradamente!
Me esforzaba por darle sentido a algo que intrínsecamente no lo tenía. ¿Cómo podía la gente ignorar y desechar lo que estaba claramente establecido en la Palabra de Dios y en su lugar elegir prácticas y costumbres de culto que no están aprobadas en la Biblia, sino que en realidad están condenadas en ella una y otra vez?
Me tomó algún tiempo llegar a comprender que el mundo espiritual tiene un lado oscuro, y que así como existe un Dios de verdad, luz y amor infinitos, también existe un “dios de este siglo”
(2 Corintios 4:4), un ser de oscuridad, mentira y maldad incaculables que odia al Dios verdadero y sus caminos.
A este ser también se le llama “padre de mentira” (Juan 8:44) y su poder y persuasión son tan seductores, que “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).
En este número analizamos sin rodeos este engaño y la forma de contrarrestarlo. ¡Ojalá todos tengamos la sabiduría para hacerlo! BN
P. D.: Junto con este número, y tras 50 años de carrera en la industria editorial y 28 como editor jefe de Las Buenas Noticias, ha llegado el momento de jubilarme. Ha sido un privilegio y un placer servirles a todos ustedes como lectores y trabajar junto a un dedicado equipo de medios de comunicación. Mi ferviente esperanza y oración es que siempre se esfuercen por vivir de acuerdo a cada palabra de Dios.