¿Se está preparando el escenario para el cumplimiento de Daniel 11?
En el libro de Daniel se encuentra una profecía extraordinaria, que debido a los últimos acontecimientos, podría cumplirse muy pronto.
Daniel fue un joven noble judío, exiliado a Babilonia durante una de las invasiones a su país por las fuerzas del rey Nabucodonosor. Habiendo sido llevado en cautiverio desde su hogar, alrededor del año 605 a.C., Daniel permaneció en Babilonia hasta la caída de ésta, en 539 a.C. Después de ello vivió bajo los conquistadores del momento, el Imperio medo-persa.
Dios le reveló muchas cosas a Daniel en cuanto a eventos futuros, trascendiendo muchos siglos y extendiéndose hasta la segunda venida de Jesucristo y el establecimiento del reino de Dios.
En los capítulos 2 y 7 de su libro leemos profecías que hablan de cuatro grandes imperios sucesivos del mundo antiguo, comenzando con su era: Babilonia, Persia, Grecia y Roma.
En el capítulo 9 vemos la profecía de las “70 semanas”, la cual predijo exactamente el momento en que Jesucristo comenzaría su ministerio, en el año 27 d.C.
En el capítulo 11 leemos una detallada profecía que comienza con los gobernantes persas y luego se traslada hasta Alejandro Magno, una de las figuras más importantes de la historia antigua. Daniel murió aproximadamente 200 años antes de que Alejandro Magno apareciera en la escena mundial. Cuando Alejandro llegó a Jerusalén, los sacerdotes le mostraron el libro de Daniel y sus declaraciones acerca de un gobernante griego que conquistaría a los persas, y él se vio a sí mismo como tal individuo (Josefo, Antigüedades de los Judíos, libro XI, cap. 8).
Después de la muerte de Alejandro, su imperio se dividió en cuatro partes, cada una gobernada por uno de sus generales, tal como se había vaticinado. Dos de ellos tienen gran significado bíblico: el Imperio ptolemaico, gobernado desde Alejandría, en Egipto, al sur de Jerusalén, y el Imperio seléucida, gobernado desde Antioquía, ubicada al norte.
En la profecía de Daniel, los líderes de estas dos dinastías son llamados el rey del norte y el rey del sur, respectivamente. Los conflictos y las intrigas que tuvieron lugar entre ellos durante los 150 años posteriores a la muerte de Alejandro se cumplieron exactamente como fuera predicho en Daniel 11 (de lo cual usted puede leer en nuestro folleto gratuito El Cercano Oriente en la profecía bíblica).
Después de esto, la profecía cambia de rumbo abruptamente, relatando detalles de mediados del siglo II a.C. y entregando declaraciones de aplicación dual, con eventos que se llevan a cabo hasta el tiempo de la iglesia del Nuevo Testamento y del Imperio romano. Después de un par de versículos, la profecía salta a la era moderna. El versículo 40 comienza con las palabras “Pero al cabo del tiempo . . .”
¿Por qué este salto de 2.000 años? ¿Y cómo se puede afirmar que ciertos acontecimientos recientes nos han acercado a lo que fue profetizado?
Las profecías ocurren en torno al pueblo de Israel
Recuerde que la profecía en Daniel habla acerca de los reyes del norte y del sur. Esto quiere decir, al norte y al sur de Jerusalén, el centro de la profecía bíblica. El futuro que Dios le reveló a Daniel se refirió esencialmente a su propio pueblo, los judíos, y de cómo estos dos poderes los afectarían, culminando con la “abominación desoladora”, es decir, la profanación del templo por Antíoco Epífanes (el rey del norte), ocurrida alrededor de 167 a.C.
Un siglo después, el territorio del rey del norte fue conquistado por el Imperio romano. Más tarde, tanto los judíos como las tierras de los ptolomeos fueron también subyugados por Roma.
Los judíos se sublevaron en contra de los romanos y fueron aplastados en 70 d.C. Jerusalén fue arrasada y su templo destruido. Volvieron a rebelarse una vez más en 132-135, solo para ser nuevamente derrotados. Esta vez, los romanos prohibieron que los judíos volviesen a poner pie en Jerusalén. Los judíos, habiendo sido expulsados de su ciudad santa y su templo destruido, se dispersaron a través de todo el mundo conocido hasta entonces.
No fue hasta el siglo 20 que la profecía al final de Daniel 11 pudo ser cumplida.
La reestructuración del Medio Oriente
Hacia el fin del siglo 19, los judíos reformados, que se conocen como sionistas, soñaban con la restauración de la nación judía en la tierra natal de sus ancestros. En 1917, durante la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña, que en ese entonces era la nación más poderosa del mundo, les prometió a los judíos una tierra propia. Después de la Primera Guerra Mundial y el colapso del Imperio otomano (turco), se les dio a los británicos el mandato de gobernar Palestina bajo la autoridad de la Liga de las Naciones, que fue la predecesora de las Naciones Unidas.
Al final de la Segunda Guerra Mundial y viéndose enfrentados a innumerables conflictos, los británicos le informaron a la ONU que se iban a retirar de Palestina. Un voto en la ONU dio como resultado el establecimiento del estado judío de Israel, en mayo de 1948.
Este monumental suceso significó que muchas profecías bíblicas relacionadas con tiempo del fin y la venida del Mesías podrían ahora cumplirse. Las profecías bíblicas son claras: tenía que existir una nación judía en los años previos al regreso de Jesucristo.
El nacimiento del estado judío no fue el único acontecimiento importante ocurrido en el Medio Oriente después de las dos guerras mundiales. El colapso del Imperio otomano provocó un profundo cambio en el mapa político de la región, produciéndose el establecimiento de 22 naciones árabes independientes.
El establecimiento de la nación de Israel generó intentos inmediatos por destruirla de parte de los países vecinos. Frustrados por el fracaso de cinco ejércitos árabes para sofocar el nacimiento de la nación de Israel, oficiales de la armada egipcia culparon a su rey, Farouk, y lo derrocaron en un golpe de estado en 1952.
Farouk no fue el único rey pro-Occidente en ser destituido. Irak y Libia también presenciaron el derrocamiento de sus propios reyes. Dictadores árabes de tendencias nacionalistas radicales tomaron el mando en estos tres países y en otras áreas de la región. Pero los dictadores nacionalistas árabes fracasaron en sus intentos. Después de décadas de mal gobierno, dejaron a sus pueblos en un lamentable estado de subdesarrollo, muy por debajo del resto del mundo, y en muchos casos, peor que antes—todo esto, mientras el Israel que tanto odiaban prosperaba en comparación con ellos. Los dictadores, firmemente afianzados desde hacía largo tiempo, perdieron toda credibilidad.
Y entonces se produjo la “Primavera árabe” de 2011. Revoluciones violentas derrocaron a varios dictadores a lo largo de la región. Los medios de comunicación occidentales hablaban entusiastamente del surgimiento de la democracia en el Medio Oriente.
Pero lo que surgió no fue una democracia al estilo occidental. En una nación tras otra, las elecciones democráticas solo han fomentado la adquisición de poder por parte de fundamentalistas islámicos. Estos fanáticos religiosos son anti-Occidente y anti-Israel. Ellos también quieren ver la restauración del califato islámico, el cual se extendió desde la muerte de Mahoma en 632 d.C. hasta el fin del Imperio otomano en 1924.
Los sueños de la restauración de un califato
La palabra califa significa “sucesor”—esto quiere decir, un sucesor de Mahoma, quien fue el fundador de la religión islámica en la década de 620 d.C. La palabra califato significa “dominio de un califa”, y se refiere al primer sistema islámico de gobierno establecido después de la muerte de Mahoma. El califato abarcaba gran parte del Medio Oriente y fue unificado por sus creencias islámicas en común dentro de la umma musulmana (comunidad de creyentes musulmanes).
En otras palabras, fue el estado teocrático el que consolidó a todos los musulmanes bajo un solo líder.
Cuatro grandes dinastías habían de gobernar el califato: las dinastías omeya, abasí y fatimí, seguidas por la dinastía otomana, la cual se acabó hace menos de un siglo. El colapso del Imperio otomano dio como resultado un mundo islámico profundamente divido.
La nostalgia por la unidad motiva intensamente a quienes quieren restaurar el califato. La ciudad del Cairo, capital de Egipto, fue fundada por la dinastía fatimí en el siglo X, cuando la mayoría del norte de África y partes del Medio Oriente estaban bajo un califato (909-1171 d.C.).
No ha existido un califato desde la declaración de la república secular de Turquía en 1924.
Esto no ha disuadido a los fundamentalistas islámicos, que buscan la resurrección de un califato que unifique a los musulmanes suníes de España, pasando por África del Norte y el Medio Oriente hasta llegar a Indonesia, el país islámico más poblado del mundo. Al-Qaeda es solo uno de los muchos grupos que quieren ver el califato restaurado.
Y a pesar de que los medios de comunicación y los gobiernos occidentales se han mostrado entusiastas por el colapso de los grandes dictadores árabes en meses recientes, el hecho es que las elecciones democráticas invariablemente resultan en victorias para los islámicos.
Actualmente, los medios de comunicación están nuevamente entusiasmados con la potencial caída de un dictador, Bashar al-Assad de Siria, pasando por alto el hecho de que esta caída muy posiblemente significará que un gobierno islámico tomará el cargo. Si bien Assad pertenece a la minoría, los alauitas, una rama del islam chií, la mayoría constituida por los suníes ganaría control, lo que aceleraría la posibilidad de resucitar el califato.
Debemos recordar que en febrero de 1958, Egipto y Siria, gobernados por líderes nacionalistas árabes, se unieron para formar la República Árabe Unida. Ésta llegó a su fin en septiembre de 1961, después de un golpe de estado militar en Siria.
La profecía bíblica demuestra que habrá otro rey del sur en el tiempo del fin. Un califato islámico, el cual uniría a cientos de millones de musulmanes suníes, ciertamente cumpliría esta profecía. Esto se ha vuelto más probable después de la victoria de la Hermandad Musulmana en Egipto.
Muchos musulmanes creen además en la llegada inminente de un personaje que llaman al-Mahdi, un mesías islámico que ayudará a establecer a islam como la religión suprema y dominante en el mundo. Los seguidores de al-Mahdi creen que es su deber iniciar un período de caos que provoque un conflicto entre islam y Occidente, mediante el cual islam se levantará para dominar al mundo.
Cualquiera de estas figuras, al-Mahdi o el líder de un califato islámico (es probable que ambos sean un solo personaje) parece ser el candidato que muy posiblemente se convertirá en el rey del sur de los tiempos del fin que fuera profetizado por el profeta Daniel hace ya tantos siglos.
“Al cabo del tiempo”
Daniel 11:40 describe el comienzo de la última fase de la profecía de Daniel, la que ocurre “al cabo del tiempo”. Esto se refiere al tiempo inmediatamente anterior a la segunda venida de Jesucristo.
“Pero al cabo del tiempo el rey del sur contenderá con él; y el rey del norte se levantará contra él como una tempestad . . .”
¿Quién es el rey del norte que se menciona aquí?
Para comprender esto, necesitamos retroceder en el tiempo y ver qué es lo que ocurrió con la dinastía seleúcida y sus sucesores, que fueron los antiguos reyes del norte.
En el año 63 a.C., los territorios de los seleúcidas fueron tomados por el Imperio romano y conquistados por el líder militar romano Pompeyo, pasando a formar parte del Imperio romano por muchos siglos. El restablecido rey del norte, quien prontamente surgirá en el escenario mundial, vendrá de un sucesor del Imperio romano. Si esto le parece extraño, continúe leyendo.
En Daniel 2 y 7 leemos acerca de una sucesión de grandes poderes que, según la profecía, reemplazarían al Imperio babilónico, en el cual Daniel sirvió durante su exilio.
En Daniel 7:5 leemos sobre el Imperio persa, simbolizado por un oso, y en el versículo 6 leemos acerca del Imperio griego de Alejandro Magno, representado por un leopardo, el que simboliza la rapidez con la que el ejército de Alejandro conquistó el mundo de la antigüedad. Finalmente, en los versículos 7 y 8, leemos acerca del Imperio romano, el cual no conquistaría a los judíos sino hasta cinco siglos después de las revelaciones de Dios a Daniel.
El versículo 8 dice que este imperio tendría “diez cuernos”, que se refieren a sus resurrecciones a través de la historia. Al final del versículo vemos que se introduce otro elemento religioso: “he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos . . . y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas”. En la profecía bíblica, el cuerno es simbólico de gobierno y dominio.
La historia nos muestra que del Imperio romano surgió el poder gobernante de la Iglesia Católica Romana. Y mientras que el imperio en sí es descrito como una “bestia” (versículo 7; Apocalipsis 13:1-4), la iglesia es descrita como “la imagen de la bestia” (Apocalipsis 13:15). La historia muestra que la iglesia simplemente asumió control de la estructura gubernamental anterior y de las regiones del imperio después de la caída de Roma, en 476 d.C.
Desde la caída del Imperio romano, más de 15 siglos atrás, ha habido varios intentos de resucitarlo. Justiniano, Carlomagno, Otto el Grande, Carlos V, Napoleón, y Hitler junto con Mussolini, intentaron unir a Europa como un Imperio romano resucitado. Todos tuvieron cierto grado de éxito por algún tiempo.
Pero la profecía bíblica muestra que veremos aún otro intento más, cuya duración también será breve.
“Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles” (Apocalipsis 17:12-14).
Las últimas palabras demuestran claramente que esta unión de 10 “reyes” –líderes de naciones o grupos de naciones que le ceden su soberanía a un solo individuo, también llamado “la bestia”— todavía está por ocurrir en un tiempo futuro, y que durará desde el momento que precede el regreso de Cristo hasta inmediatamente después de él.
Grandes cambios a llevarse a cabo en Europa
Al contemplar los titulares de hoy, la mayoría de la gente asume que Europa se está cayendo a pedazos. ¿Es esto cierto?
Bueno, sí y no.
La moneda europea, el euro, ha estado en serios problemas por algún tiempo, a pesar de que ha mantenido el valor de aproximadamente $1.25 (dólar estadounidense) al momento en que escribo este artículo. El hecho de que el euro mantenga un valor más alto que el de la moneda estadounidense muestra que está en considerable demanda.
La crisis monetaria de Europa ha destacado la necesidad de una integración europea más estrecha, dándose a entender que solamente un gobierno central puede resolver los problemas que enfrenta la Unión Europea.
Con este fin, “10 ministros de Relaciones Exteriores de la UE que participan en un ‘grupo de estudio para el futuro de Europa’, buscan ejercer presión para transformar a la UE en una federación similar a E.E.U.U. Juntos han preparado lo que el titular principal del diario austriaco Die Presse describe como un ‘plan para transformarse en un estado europeo’” (Presseurop, “Ten Countries for a United States of Europe” [Diez países para los Estados Unidos de Europa], jun. 20, 2012).
Estos diez países son: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Italia, Luxemburgo, Holanda, Polonia, Portugal y España.
Otra fuente noticiosa europea sugirió que Berlín está ejerciendo presión. El 25 de junio de 2012, el sitio web German-Foreign-Policy.com declaró en un artículo titulado All or Nothing [Todo o nada]: “Solo días antes de la apertura de la cumbre europea para tratar la crisis, a fines de esta semana, el gobierno alemán está aumentando su presión sobre los países en problemas cuya moneda es el euro, para que cedan su soberanía nacional. El ministro de economía alemán rechazó de mala manera las demandas de Italia para que le entreguen la ayuda que tanto necesita, pero negándose al mismo tiempo a renunciar a su soberanía. Recientemente, Alemania había rechazado esfuerzos similares por parte de España.
“Las medidas son parte de un programa integral para consolidar la hegemonía alemana sobre el continente, bajo el lema de convertir la ‘integración europea’ en una estructura de eurozona tipo estatal, basada en el derecho a interferir en los presupuestos nacionales de los países económicamente más débiles.
“Alrededor del mundo, las protestas en contra de los mandatos de austeridad de Berlín siguen creciendo, debido a que las maniobras de poder del gobierno alemán están llevando a la pobreza no solo a los países europeos en crisis, sino que además están amenazando con dañar críticamente la economía global”.
Cuando esta unión se establezca bajo una autoridad central, el mundo verá el cumplimiento de las profecías bíblicas — la resurrección del Imperio romano y el rey del norte de los tiempos del fin.
Y aproximadamente al mismo tiempo, veremos la resurrección del rey del sur, una potencia musulmana unificada, posiblemente dominada por Egipto.
Luego, como dice Daniel 11:40, “el rey del sur contenderá con él” (o “se enfrentará con él”, las traducciones varían). Cuando habla de “él”, se refiere al rey del norte. Y la reacción del rey del norte es rápida y decisiva: “Y el rey del norte se levantará contra él como una tempestad, con carros y gente de a caballo, y muchas naves”. En otras palabras, será una fuerza militar de gran envergadura.
Hay, además, una dimensión religiosa. El califato, de ser restaurado, será islámico. Y el rey del norte se aliará con una iglesia romana restaurada y rejuvenecida.
Vale la pena hacer notar que la mayor parte de las 10 naciones mencionadas anteriormente, cuyos ministros de Relaciones Exteriores están presionando para formar un solo estado federal, cuentan con grandes mayorías católicas. Debemos además recordar que en siglos pasados, la iglesia de Roma ha sido instrumental para unir Europa a fin de confrontar al formidable enemigo islámico.
Los eventos que estamos presenciando en la actualidad, tanto en Europa como en el Medio Oriente y África, están llevando al cumplimiento de profecías bíblicas que fueron registradas para nosotros casi 2.600 años atrás. ¿Prestaremos nosotros —y prestará usted— atención?