Sacrificio de niños
Hoy no somos muy diferentes
De todas las antiguas prácticas de la religión pagana, el sacrificio de niños era la más espantosa. Este rito se practicaba en las tierras del Medio Oriente y en las costas del mar Mediterráneo. En presencia de un sacerdote que lideraba la ceremonia y con la aprobación de los adoradores, los niños eran sacrificados, con frecuencia mediante el fuego.
Un niño podía ser colocado directamente sobre el fuego, o en el hueco ardiente de alguna estatua de metal que representaba a dioses como Baal o Moloc. Este ritual se realizaba para apaciguar al dios u obtener su favor para una cosecha abundante, una victoria en la batalla, o para derrotar a algún enemigo personal. Esta cruel práctica fue muy característica del mundo antiguo.
En la antigua Cartago, ubicada en África del Norte, se descubrió un cementerio con miles de huesos de niños que habían sido sacrificados. Los restos óseos desenterrados indican que sufrieron una muerte violenta. Lamentablemente, la Biblia nos relata que incluso durante el reino de Judá, algunos reyes llevaron a cabo este tipo de prácticas en Jerusalén.
Cualquier nación moderna que decide cometer sacrificios infantiles en nombre de la “libre elección”, de la “planificación familiar” o del “derecho a abortar”, debería aprender una lección de estos ejemplos. La enseñanza es la siguiente: cualquier cultura o persona que ha participado en sacrificios infantiles, ha caído y desaparecido de la historia. La antigua Cartago fue destruida por Roma y los romanos esparcieron sal en sus tierras para que nunca más pudiera levantarse. Eventualmente, la idolatría prevaleció en Judá y ésta fue invadida y destruida por Babilonia. Su templo fue destruido y su pueblo deportado.
Hoy no somos muy diferentes: mientras las personas en la antigüedad mataban a sus niños para complacer a un dios falso, las personas en la actualidad hacen lo mismo para honrar a un dios distinto, el dios del yo. Esta es una afirmación muy cruda, pero es la verdad. Los no nacidos son sacrificados cuando interfieren con la búsqueda de los placeres personales y los dioses de la conveniencia.