¿Quién fue Jesús?

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¿Quién fue Jesús?

¿Quién fue en realidad Jesús de Nazaret? Sin duda, él es uno de los personajes más famosos de todos los tiempos, tan célebre que la historia se divide en antes y después de su nacimiento (a. C., o “antes de Cristo”, y d. C., “después de Cristo”). Una tercera parte de la población mundial asegura seguirlo. Durante los últimos 2000 años se han formulado todo tipo de opiniones acerca de él: desde considerarlo un loco hasta reconocerlo como el Mesías; desde aceptarlo como el Hijo de Dios hasta afirmar que fue un criminal común.

La gente tiene ideas extremadamente diversas acerca de su enseñanza y de cuáles fueron su misión y propósito. Se han talado innumerables bosques y se han usado toneladas de tinta para producir los libros que se han escrito sobre su vida.

Pero, ¿quién dijo el mismo Jesús que era? ¿Qué dijo él sobre su misión y propósito? ¿Qué afirmó claramente acerca de sí mismo? La mayoría de las personas lo consideran un hombre sabio y un maestro. Sin embargo, Jesús aseguró ser mucho más que eso: más que un hombre, más que un maestro, más que un profeta.

¡Afirmó ser nada menos que Dios en la carne! Meditemos en esto por un momento.

¿Importa o no que Jesús sea quien dijo ser?

Se ha convertido en una especie de cliché que personas desequilibradas se proclamen como Napoleón Bonaparte, Jorge Washington o alguna otra figura histórica de renombre. ¡Pero no muchos se atreverían a proclamarse Dios en la carne! Sin embargo, Jesús lo hizo, y no una, sino muchas veces. Algunas de esas declaraciones no fueron tan directas; otras fueron muy obvias — tan obvias, que quienes las escucharon se enfurecieron e inmediatamente procuraron  asesinarlopor blasfemia.

Ahora, ¿tiene eso importancia? ¡Por supuesto! Si Jesús no era divino, si no fue quien afirmó ser, entonces la fe cristiana no significa nada. Sí, ciertamente esta fe tiene buenos principios para seguir, pero ¿quién querría seguir una religión basada en los delirios de un mentiroso o un loco?

Pero si las afirmaciones de Jesús son verdaderas –si él es el Hijo de Dios que vino a la Tierra como Dios en la carne para vivir, morir y resucitar a fin de mostrarnos el camino a la vida eterna — entonces este es el acontecimiento más asombroso de la historia humana, y es digno de toda nuestra atención. Exige que examinemos las pruebas y que hagamos algo, pues ¡somos absolutamente responsablesde decidir cómo vamos a responder!

¡Nada podría tener más importancia para usted y para su vida!

Las asombrosas afirmaciones de Jesús

Entonces, ¿qué y quién dijo Jesús que era? En Juan 8:58 leemos su declaración más contundente sobre sí mismo. En una de sus numerosas discusiones con sus detractores, dijo: “De cierto, de cierto os digo: antes que Abraham fuese, yo soy”. En español esto puede parecer confuso, pero Jesús estaba hablando en arameo o hebreo, y quienes lo escuchaban entendieron que estaba asegurando algo que los incitó a tratar de matarlo. ¿Qué significa esto? ¿Qué dijo Jesús para que ellos quisieran apedrearlo por blasfemia?

Abraham había vivido unos 2000 años antes. Jesús estaba diciendo no solamente que había existido antes que Abraham, sino además que era el mismo Dios de Abraham, Isaac y Jacob.¡Él estaba revelando su verdadera identidad, que era el Ser que los judíos conocían y adoraban como Dios en el período del Antiguo Testamento! Después de Abraham, cuando el gran Dios se reveló a Moisés en la zarza ardiente, Moisés le preguntó a Dios cuál era su nombre. “Yo soy el que soy”, fue la respuesta. “Así dirás a los hijos de Israel: yo soy me envió a vosotros” (Éxodo 3:13-14, énfasis nuestro en todo este artículo).

Cuando Jesús los llenó de asombro al decir: “De cierto os digo, antes que Abraham fuese, yo soy”, los judíos entendieron exactamente lo que quiso decir. “Tomaron entonces piedras para arrojárselas” (Juan 8:58-59). ¡Ellos querían matarlo porque desde su punto de vista era culpable de blasfemia por hacerse igual a Dios! Cuando Jesús afirmó ser “Yo soy”, estaba diciendo que era el Dios que se había revelado a Moisés y quien dijo que su nombre era “Yo soy”. Los judíos comprendían exactamente quién y qué era lo que Jesús afirmaba ser: Aquel al que su nación adoraba como el Dios de Israel.

“Yo y mi Padre somos uno”

En otra ocasión los judíos se enfrentaron a Jesús, preguntándole: “¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo [el Mesías profetizado], dínoslo abiertamente” (Juan 10:24). Jesús les respondió: “Os lo he dicho, y no creéis” (v. 25). Él había confirmado previamente su identidad divina, como acabamos de ver, y también lo había hecho en una ocasión anterior (Juan 5:17-18). Jesús añadió: “las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí” (Juan 10:25). Estas “obras” eran milagros que solo Dios podía hacer. Los enemigos de Jesús no podían refutar sus hechos milagrosos, muchos de los cuales están registrados en los evangelios. A continuación, Jesús hizo otra declaración que los enfureció: “Yo y mi Padre uno somos” (v. 30). Afirmó que tanto el Padre como él eran divinos. Como antes, no había duda de la intención de su declaración, así que “entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle” (v. 31).

Al percibir su intención de asesinarlo, Jesús dijo: “Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre. ¿Por cuál de estas obras me apedreáis?” Los judíos respondieron: “Por buena obra no te apedreamos, sino por blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios”(vv. 32-33). Una vez más, ellos entendieron exactamente lo que Jesús quiso decir. Él les estaba revelando claramente de su identidad divina: que él era Dios, tal como Dios el Padre.

“Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”

El Evangelio de Juan registra otra instancia en que Jesús hizo enojar a los judíos con declaraciones sobre su divinidad. Esto ocurrió después de que Jesús sanó a un hombre cojo en el estanque de Betesda en Jerusalén, durante el sábado.

Según la ley de Dios, ninguna obra debía hacerse en sábado. Las autoridades religiosas judías se indignaron, porque su malinterpretación del mandamiento del sábado incluía una censura a lo que Jesús estaba haciendo. “Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo” (Juan 5:16). En esta ocasión, Jesús también hizo una declaración que ellos podían entender solamente de una manera: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”.

¿Cómo respondieron a su declaración? “Por esto los judíos aún más procuraban matarlo, porque no sólo quebrantaba el día de reposo [según su equivocada interpretación], sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (vv. 17-18).

El Verbo estaba con Dios y era Dios

La Biblia claramente habla de dos seres divinos: Dios el Padre y Jesucristo el Hijo. Sin embargo, antes de que Jesús fuera engendrado y naciera como ser humano, la Biblia no se refiere a estos dos seres como Padre e Hijo. Esto se puede entender porque hasta ese momento su relación no era la de un padre y su hijo. En la dramática revelación que encontramos en Daniel 7, unos 550 años antes del nacimiento de Jesucristo, Daniel describe a estos dos seres divinos como “el Anciano de días” (Dios el Padre) y “uno como un Hijo del Hombre” (Jesucristo, quien se convertiría en un ser humano. “El Hijo del Hombre” es el término más utilizado por él para referirse a sí mismo).

Juan 1:1-2 describe una época antes de que el mundo fuera creado, cuando existían dos seres divinos: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios”.Aquí Juan se refiere a esos dos seres como “el Verbo” y “Dios”, y también declara específicamente que “el Verbo era Dios”. Juan continúa explicando quién era “el Verbo”: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, la gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (v. 14). Obviamente “el unigénito del Padre” que “se hizo carne y habitó entre nosotros” es el Ser que vino a ser Jesucristo. Y “Dios” en Juan 1:1-2 se refiere al Padre, aunque “el Verbo”, [quien se convirtió en Jesucristo] también “era Dios”.

Jesús fue el Creador de todas las cosas

Inmediatamente después de declarar que “el Verbo era Dios” y que “él era [estaba] en el principio con Dios”, Juan hace una declaración sorprendente: “Todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada de lo que se hizo fue hecho”(v. 3).

Sí, sorprendentemente, Juan revela que el Ser que se convirtió en Jesucristo en realidad fue Aquel a través del cual el universo fue creado, como se registra en el libro del Génesis. Muchos otros pasajes bíblicos confirman esta verdad. Veamos:

“Porque en él [Jesucristo] fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:16-17).

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asi mismo hizo el universo”(Hebreos 1:1-2).

Aunque Dios el Padre es la autoridad suprema, fue Cristo quien realmente llevó a cabo la obra de creación. “También hay sólo un Señor, que es Jesucristo. Dios creó todo por medio de él”(1 Corintios 8:6, Traducción en Lenguaje Actual). Colosenses 1:16-17 confirma que el Ser que llegó a ser Jesucristo tuvo que haber existido “antes que todas las cosas”, ya que él creó “todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra”. ¡Estos pasajes dejan muy claro que Jesucristo no solo era divino, sino que fue el Dios que creó todo el universo!

“Nadie ha visto al Padre”

Además, Juan 1 hace otra asombrosa declaración que nos ayuda a entender quién y qué es realmente Jesucristo. Juan concluye su explicación de la existencia de Jesucristo desde el principio junto al Padre, diciendo: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo . . . él le ha dado a conocer” (v. 18).

El propio Jesucristo dice lo mismo en Juan 5:37: “También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto”. Una vez más lo confirma en Juan 6:46: “Al Padre nadie lo ha visto, excepto el que viene de Dios; sólo él ha visto al Padre” (Nueva Versión Internacional). El apóstol Pablo también afirma que ningún ser humano ha visto jamás al Padre, refiriéndose a “Dios . . .  a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1 Timoteo 6:13, 16).

Y Juan, el último de los apóstoles originales, dice claramente que “nadie ha visto jamás a Dios” (1 Juan 4:12).

Sin embargo, la Biblia específicamente dice que muchos individuos vieron y oyeron a Dios, entre ellos Jacob (Génesis 32:30), Moisés (Éxodo 3:6; 33:17-23; Números 12:6-8), Josué (Josué 5:13-6:2), Gedeón (Jueces 6:12-14), Isaías (Isaías 6:1-3) y Ezequiel (Ezequiel 1:26-2:4).

Al juntar todos estos pasajes, algunos de los cuales dicen que nadie ha visto nunca a Dios, y otros que muestran que el Dios del Antiguo Testamento muchas veces se apareció y habló personalmente con los individuos, no queda más que una sola conclusión: el Dios que se apareció a estas personas no fue Dios el Padre, sino el Ser que se convirtió en Jesucristo.

Esto explica por qué Juan escribió que “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo . . . él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). Esto también nos ayuda a entender la declaración de Jesús en Mateo 11:27, que “nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”.

En síntesis: ningún ser humano ha visto a Dios el Padre. El Dios que se le apareció a varias personas en tiempos del Antiguo Testamento fue en realidad el Ser que más tarde vendría en forma humana como Jesucristo. Actualmente, Jesús revela al Padre a aquellos a quienes él escoge, a los que el Padre llama (Juan 6:44, 65). El apóstol Pablo lo confirma cuando habla del antiguo Israel durante su travesía por el desierto después del Éxodo. Dice que “bebieron de la roca espiritual que los siguió, y la roca era Cristo” (1 Corintios 10:4).

¿Adónde nos lleva todo esto?

Las afirmaciones de Jesús acerca de su identidad son asombrosas. Algunos de los que oyeron sus afirmaciones querían matarlo. Otros quedaron confundidos, pero unos cuantos pusieron a prueba sus declaraciones, lo siguieron y se convirtieron en parte de un movimiento que “volvió el mundo al revés” (Hechos 17:6). Aquellos que permanecieron más cerca de él estaban tan convencidos, que lo siguieron de todo corazón incluso hasta dar su vida, sin dudar nunca de sus convicciones.

Este entendimiento de quién y qué fue y es ahora Jesucristo, es la razón por la cual su sacrificio es tan importante. Fue necesario nada menos que el sacrificio del Creador de la humanidad para pagar la pena de muerte por los pecados de todos los seres humanos que alguna vez hayan existido.

¿Y qué significado tiene Jesucristo hoy? En los últimos momentos con sus discípulos, antes de ser arrestado y crucificado, oró así: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:5). Después de resucitar, ahora está sentado en gloria, a la diestra del Padre, esperando el momento de su regreso a la Tierra para establecer su Reino y recompensar a su fiel rebaño. ¿Y usted? ¿Tendrá el valor y la convicción de entregarle su vida al Dios que no solo lo creó, sino que dio su vida para salvarlo? ¡La decisión está en sus manos!  BN