¿Qué hay detrás de la creciente guerra cultural?
La canción “America the Beautiful” (América la hermosa) fue escrita como poema por Katharine Lee Bates, profesora de inglés en la Universidad Wellesley, en Massachusetts, y en 1910 se le agregó la música compuesta por Samuel Ward, un organista de iglesia de Nueva Jersey. Las dos primeras estrofas destacan tanto las bendiciones de Dios sobre esta nación única, como también sus imperfecciones:
¡América! ¡América!
Que Dios derrame su gracia sobre ti
Y corone tu bondad con hermandad
De océano a océano radiante . . .
¡América! ¡América!
Que Dios repare todos tus defectos
Que confirme tu espíritu de autocontrol
Y tu libertad en la ley.
Si bien Estados Unidos ha tenido sus defectos, esta nación fue establecida sobre el fundamento de un sincero y genuino respeto por el Creador y el Estado de derecho constitucional, en abierto contraste con el ejercicio arbitrario de la autoridad gobernante. Durante siglos, estos dos principios gozaron de gran prestigio y fueron fácilmente observados por la vasta mayoría del pueblo estadounidense. Hoy en día, no obstante, la historia es muy diferente. La honra a Dios ha disminuido, y el Estado de derecho no se respeta como antes.
Muchos estadounidenses han abandonado completamente la adoración y obediencia a su Creador y no agradecen en absoluto su maravillosa protección y abundantes bendiciones (2 Timoteo 3:1-5). El profeta Jeremías se refirió al rebelde pueblo de Israel en términos que describen muy bien a un numeroso grupo de individuos necios y arrogantes de nuestros tiempos: “Sin embargo, mi pueblo tiene el corazón terco y rebelde; se alejó y me abandonó” (Jeremías 5:23, Nueva Traducción Viviente, vea también Isaías 1:4-6).
Como resultado, actualmente Estados Unidos está siendo atacado desde adentro por fuerzas extremas, en una guerra total que pretende transformar su cultura fundamental en algo que sus padres fundadores y las generaciones que precedieron a la nuestra no reconocerían ni apoyarían. Y vemos que esta batalla está librándose también en otras naciones occidentales.
Las recientes campañas políticas que culminaron con las elecciones por el control del Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos presentaron perspectivas y visiones para la nación diametralmente opuestas. Y aunque parezca una simplificación exagerada, podría decirse que una de esas perspectivas propuso una trayectoria enraizada en los mejores principios del pasado y la Constitución de los Estados Unidos, mientras que la otra ofreció una trayectoria muy distinta e incompatible con los antiguos valores y tradiciones estadounidenses. El grado de hostilidad que se dio en las recientes elecciones casi ha desembocado en una guerra, y en ocasiones ha llevado a una desenfrenada violencia.
Y aunque hay muchos campos de batalla en esta guerra por el corazón y el alma de la nación, este artículo expone y analiza seis de ellos desde el punto de vista de las Sagradas Escrituras y fuentes seculares perspicaces. Estos seis escenarios de guerra incluyen: la hostilidad hacia el cristianismo, el desprecio hacia el pasado de la nación y los intentos por reescribirlo, la parcialidad de los medios de comunicación, la agenda homosexual y transexual, y la redistribución de la riqueza propuesta por el socialismo. Todos estos son los “frentes de batalla” en la guerra cultural de hoy.
1. La creciente hostilidad hacia el cristianismo
El profundo respeto que originalmente se le rendía a Dios formó el cimiento de la cultura estadounidense y produjo enormes beneficios al pueblo de esta nación durante generaciones. Además, la influencia positiva de los estándares cristianos básicos tales como integridad, responsabilidad y moralidad, generaron resultados muy positivos en toda la sociedad.
Y aunque en siglos anteriores la gente se benefició considerablemente a nivel individual y familiar gracias a su adoración y obediencia a Dios, en años recientes se han producido profundos cambios para alejarla de esos principios cruciales. La desconfianza y el desprecio hacia el cristianismo han seguido en constante aumento, impulsados por los amenazadores poderes espirituales de Satanás el diablo y sus demonios (Efesios 2:2; 6:11; 1 Pedro 5:8).
Las instituciones cristianas, y los cristianos mismos, han sido víctimas de crecientes ataques y restricciones a su libertad para adorar y obedecer a Dios.
Esto incluye las resoluciones de la Corte Suprema que han declarado que la oración, la lectura de la Biblia y la exhibición de los Diez Mandamientos en escuelas públicas son inconstitucionales, y han prohibido eficazmente la enseñanza de buenos valores.
Ahora que Dios y los Diez Mandamientos han sido eliminados de las escuelas durante los años más importantes de la formación de los niños, no debe sorprendernos que en toda la sociedad se hayan producido resultados perjudiciales. Esto es evidente en el deterioro familiar, la promiscuidad sexual, pornografía, violencia, adicción a las drogas y alcohol, crimen, y otros males. De hecho, en Estados Unidos y otros países occidentales se está llevando a cabo un esfuerzo sistemático para expulsar a Dios y sus mandamientos de la vida pública y privada, destruyendo los cimientos culturales básicos.
2. La historia nacional es denigrada y reescrita
Otros ataques se manifiestan en la reescritura de la historia, así llamada “revisionismo histórico”. Actualmente se encuentran en marcha enormes esfuerzos por destacar y magnificar los errores de la nación y al mismo tiempo minimizar sus éxitos o redefinirlos como erróneos. El propósito es influenciar a los ciudadanos para que sientan humillación y culpa por el pasado del país, especialmente si no pertenecen a un “grupo victimizado” identificable.
En su libro The Snapping of the American Mind (El quiebre de la mente estadounidense, 2015), el periodista David Kupelian, jefe de redacción de WND.com (ex WorldNet Daily), dijo que el plan de esta guerra cultural incluye “manipular la culpa histórica nacional de los estadounidenses en cuanto a la esclavitud y la segregación, manteniendo vivo constantemente el fuego de la culpa y la vergüenza de los ciudadanos del presente por los pecados que cometieron personas que murieron hace mucho” (p. 76).
Una de las consecuencias de este movimiento ha sido la destrucción o remoción de monumentos históricos en lugares públicos como parques y plazas principales. De acuerdo a un artículo de Fox News publicado el 21 de agosto de 2018, “Más de treinta ciudades a lo largo de los Estados Unidos han eliminado o reubicado estatuas y monumentos confederados, en medio de un intenso debate nacional respecto a la raza y la historia . . . Muchos de los controvertidos monumentos fueron dedicados a comienzos del siglo veinte o durante el apogeo del Movimiento por los derechos civiles” (“Which Confederate Statues Were Removed? A Running List” [¿Qué estatuas confederadas han sido eliminadas? Listado continuo], Christopher Carbone, 21 de agosto de 2018).
Ken Blackwell, exembajador de Estados Unidos para la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y antiguo socio del Gobierno Constitucional para los Derechos Humanos del Consejo de Investigación de la Familia, hizo el siguiente comentario sobre este esfuerzo específico por reescribir la historia:
“Cuando la ciudad de Baltimore eliminó varias estatuas de la época de la guerra civil, quitó también una de Roger Taney, presidente del Tribunal Supremo de la Corte de Justicia de los Estados Unidos . . . Taney sirvió casi treinta años como el jurista más importante de la nación . . . Durante la guerra civil él defendió las libertades civiles, incluyendo la doctrina del Habeas Corpus, un baluarte contra el encarcelamiento injusto. Antes de ser parte de la alta corte sirvió como secretario de guerra, secretario de hacienda y procurador general. Pero ahora, debido a esta opinión [sobre el controvertido caso de Dred Scott, un esclavo que exigió su liberación], pasó a ser un personaje histórico no grato.
“Es apropiado reevaluar la historia y revisar ciertas prácticas que ahora se consideran injustas . . . Sin embargo, eso no significa que se debe erradicar el pasado, ni siquiera las partes que más nos molestan. En cambio, debemos procurar entender y colocar en contexto a quienes hicieron grandes obras y al mismo tiempo toleraron y en ocasiones apoyaron lo que ahora consideramos grandes males” (“Historical Revisionism” [Revisionismo histórico], HuffPost, 18 de agosto de 2017).
En otro fastidioso intento por enmendar la historia, en 2014 se añadió un nuevo curso de historia a las clases avanzadas en las escuelas secundarias de Estados Unidos, que virtualmente eliminó las referencias a los padres fundadores para destacar en cambio los errores de la nación. El Dr. Ben Carson, excandidato presidencial y actual secretario del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, dijo lo siguiente en un discurso el 29 de septiembre de 2014:
“Francamente, estoy algo conmocionado al ver los cursos de historia de las clases avanzadas que actualmente se están impartiendo en las escuelas secundarias a través de todo el país. Solo hay dos párrafos que aluden a Jorge Washington . . . Poco o nada acerca de Martin Luther King, y una sección entera sobre la esclavitud y cuán malvados somos. Esto es lo que les estamos haciendo a los jóvenes de nuestra nación . . . Tenemos que dejar de autocrucificarnos. ¿Hemos cometido errores como nación? Claro que sí. ¿Por qué? Porque somos personas y todas las personas cometen errores” (citado por Warner Houston, “El Dr. Ben Carson critica duramente el nuevo currículo antiestadounidense de las clases avanzadas”, Breitbart, 2 de octubre de 2014).
Dean Kalahar, educador durante 31 años y autor de varios libros sobre temas educativos y económicos, comentó también sobre el mismo curso de historia y describió cómo este aniquila la historia de Estados Unidos:
“Lo más preocupante es el énfasis antihistórico que victimiza la justicia social, el globalismo, el ambientalismo, las razas, las clases y el género sexual y socava los ideales occidentales, la Constitución, el capitalismo y la cultura estadounidense . . . Los hechos actuales no solo demuestran que hay una intención, sino también una visión y una misión que enfrenta a las escuelas cara a cara con fuerzas empeñadas en inculcar una falsa vergüenza por el pasado de Estados Unidos, con el propósito de establecer una cooperativa global” (“Hell-bent on Rewriting America’s Past” [Empecinados en reescribir el pasado de Estados Unidos], American Thinker, 9 de octubre de 2014).
No es sorprendente, entonces, que una encuesta reciente mostrara que casi cuatro de cada diez estadounidenses jóvenes no están de acuerdo en que “Estados Unidos tiene una historia de la que debemos enorgullecernos”, y que cerca de la mitad cree que “Estados Unidos es más racista que otros países”.
Pero en otros países también se da este tipo de revisionismo. El historiador Zareer Masani escribió en el periódico británico The Telegraph: “Es una lástima que la Sociedad Histórica Real [SHR] haya caído en la trampa de confundir la diversidad histórica con la limitada corrección política de los enloquecidos grupos izquierdistas en nuestras universidades. Es una encomiable meta eliminar el racismo al reclutar maestros y estudiantes, pero eso no tiene nada que ver con la absurda meta de un reporte reciente de la SHR que declara ‘fomentar e incorporar la igualdad racial y étnica en la historia basada en el Reino Unido’.
“La historia no es un proyecto de igualdad racial, sino el estudio de complejas y a menudo contradictorias realidades acerca de nuestro pasado, que rara vez se prestan para estereotipos morales sencillos. Aquellos que pretenden ‘descolonizar’ el currículo están librando una peligrosa batalla para limpiar el pasado de las iniquidades que detestan y presentarnos una versión saneada, ratificada de acuerdo a los valores del presente” (“The Left is Degrading the Subject of History With Its Anti-Western Political Correcteness” [La izquierda está degradando el tema de la historia con su corrección política anti-Occidente], 23 de octubre de 2018).
El estudio legítimo del pasado exige una evaluación basada en hechos y una amplia perspectiva general, no una perspectiva selectiva que fomente alguna agenda actual. La Biblia les dice a sus lectores que la verdad es lo que importa — siempre (vea Isaías 59:14; Juan 8:32; 2 Tesalonicenses 2:10). El Eterno Dios inspiró a su profeta Zacarías para que escribiera: “Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas” (Zacarías 8:16).
3. Los prejuicios de los medios de comunicación están
diseñados para modificar el pensamiento de la gente
Examinemos ahora el campo de batalla de los medios de comunicación masivos y su parcialidad política en los reportes periodísticos, la selección de programas y la difusión de noticias.
Aun cuando los ciudadanos estadounidenses creen que los medios de comunicación cumplen un papel crucial en su democracia, “los resultados de la encuesta de la Fundación Gallup/Knight sobre confianza, medios de información y democracia muestran que la mayoría de los estadounidenses creen que ahora es más difícil estar bien informados y determinar cuáles noticias son legítimas. Además, perciben de manera creciente que los medios de comunicación están prejuiciados, y se esfuerzan por encontrar nuevas fuentes noticiosas objetivas . . . Hoy en día, 66% de los estadounidenses afirman que los medios de comunicación no hacen un buen trabajo separando los hechos de las opiniones. En 1984, esta perspectiva era compartida por un 42%” (“American Views: Trust, Media and Democracy” [Puntos de vista estadounidenses: Confianza, medios de comunicación y democracia], Fundación Knight, 15 de enero de 2018).
¿Cuál es la razón detrás de esto? Katherine Kersten, escritora, abogada y miembro antiguo del Centro del Experimento Estadounidense [laboratorio de ideas con sede en Minnesota que aboga por principios conservadores y de libre empresa] llama la atención sobre lo que Bernie Goldberg, periodista estadounidense ganador del premio Emmy, explicó en su libro Bias: A CBS Insider Exposes How the Media Distorts the News (Prejuicios: Una persona con información privilegiada expone cómo los medios de comunicación distorsionan las noticias, 2001).
“Goldberg argumenta que la inclinación política y social de los periodistas influye fuertemente en la forma en que transmiten las noticias. No es que los reporteros conspiren para darle un toque prejuiciado a sus historias, insiste él; el problema es más sutil y, por lo tanto, más grave. Goldberg sostiene que la mayoría de los periodistas comparten una ideología mundial común. En general apoyan el derecho al aborto, la discriminación positiva [corrección de los desfases en materias de educación y oportunidades de trabajo], el control de armas, los derechos homosexuales y las regulaciones ambientales, y se oponen a la oración en las escuelas y a la pena capital. Además, tienden a rodearse de amigos y colegas que piensan de la misma manera.
“El resultado, dice Goldberg, es que la mayoría de los periodistas no se consideran a sí mismos liberales políticos. Simplemente creen que toda la gente razonable y humanitaria piensa tal como ellos. Políticamente, según su perspectiva, creen estar en una posición intermedia. De acuerdo a Goldberg, la mayoría de los periodistas dividen a los estadounidenses en dos tipos de personas: los moderados como ellos, y los chiflados de derecha” (“Goldberg’s Revelations About Media Bias Should Come as No Surprise” [Las revelaciones de Golberg respecto a la parcialidad de los medios de comunicación no debieran ser ninguna sorpresa], Centro del Experimento Estadounidense, 27 de junio de 2014).
Este punto de vista irrealista también se hace evidente en la enemistad de los periodistas hacia las personas que tienen convicciones e ideales cristianos. En 2013, el vicepresidente de World News Group, Warren Smith, y su editor en jefe, Marvin Olasky, escribieron el libro Prodigal Press: Confronting the Anti-Christian Bias of the American News Media (Prensa descarriada: Cómo confrontar los prejuicios anticristianos de los medios noticiosos estadounidenses). Este libro señala que en el siglo xix, muchos de los periódicos más distinguidos de Estados Unidos presentaban las noticias desde una perspectiva cristiana. Sin embargo, durante los siguientes 150 años, una visión liberal y progresista del panorama mundial comenzó a infiltrarse gradualmente en los principales medios de comunicación estadounidenses, y ahora juegan un rol predominante en la sociedad.
Y aunque muchos de los periodistas modernos de publicaciones impresas, Internet y televisión aseguran ser neutrales, de manera creciente presentan noticias e información desde un punto de vista anticristiano que incluye matrimonio del mismo sexo, aborto y otros males sociales que han corrompido y degradado la cultura estadounidense. La Biblia explica que la gente a menudo toma decisiones necias y destructivas haciendo lo que “parece bien” a sus ojos (Proverbios 12:15; 14:12; 16:25; 21:2; 30:12).
4. Inmigración y fronteras abiertas
El contencioso debate sobre la inmigración en los Estados Unidos ha continuado por décadas porque los partidos políticos, entidades gubernamentales y empresas privadas se aferran tozudamente a opiniones contradictorias respecto a la seguridad y la economía. Walter Russell Mead, distinguido miembro del Instituto Hudson, explica así por qué el agresivo debate sobre la inmigración sigue su curso con tanta furia:
“¿A qué se debe que la inmigración sea radiactiva? En parte a que ningún otro tema, ni siquiera la desigualdad económica, provoca una brecha tan profunda entre la opinión de las elites y la de las masas. Las elites casi siempre apoyan la inmigración basándose en razones económicas y morales. Sin embargo, muchos votantes temen que sus vecindarios queden expuestos a las consecuencias sociales de la inmigración masiva, y que sus ingresos disminuyan en la medida que los inmigrantes compiten por los empleos” (“Inmigration is Still Radioactive” [La inmigración todavía es radiactiva], The Wall Street Journal, 23 de enero de 2018).
Las consecuencias sociales de la inmigración ilegal incluyen: el tráfico ilícito de drogas y armamentos y el tráfico sexual que llevan a cabo organizaciones criminales, además de la amenaza de infiltración terrorista. La inmigración ilegal ha ocasionado un incremento de los crímenes violentos incluyendo asesinatos, asaltos sexuales y a mano armada, y otras ofensas perpetradas por miles de pandilleros centroamericanos de la banda criminal “MS-13” que ahora operan en al menos 22 estados de la nación.
Steven Camarota, director de investigaciones del Centro para Estudios de Inmigración, explicó que 21% de las personas declaradas culpables de crímenes en los Estados Unidos eran extranjeros ilegales, lo cual equivale a dos veces y media su porción de la población.
“El mayor problema al estudiar la criminalidad cometida por los inmigrantes es que los estados y localidades no rastrean sistemáticamente el país de nacimiento, ciudadanía o estatus legal de quienes arrestan, condenan o encarcelan. Pero el gobierno federal sí rastrea la ciudadanía de aquellos que condena.
“Nueva información de la Comisión de Sentencias de EE. UU. muestra que 44.2% de quienes fueron condenados por crímenes federales entre 2011 y 2016 no eran ciudadanos estadounidenses. Si se excluyen los crímenes por inmigración, la cifra es de 21.4%. En comparación, los no ciudadanos componen un 8.4% de la población adulta” (“Non-Citizens Commited a Disproportionate Share of Federal Crimes” [No ciudadanos cometieron una desproporcionada cantidad de crímenes federales], Centro para Estudios de Inmigración [CSI.org], 10 de enero de 2018).
Aún ante la evidencia de estas alarmantes estadísticas, los activistas a favor de la inmigración y los políticos de izquierda siguen abogando por “fronteras abiertas” y, más recientemente, por la eliminación del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU. (ICE, por sus siglas en inglés), una agencia gubernamental que impone las leyes que regulan el control de fronteras, aduana, comercio e inmigración (“Abolish ICE?” [¿Abolir ICE?], Andrew Arthur, CIS.org, 6 de julio de 2018).
Entonces, ¿deben las naciones eliminar todas las restricciones a la gente que cruza sus fronteras? ¿Deben todos tener acceso libre de trabas para entrar a Estados Unidos o cualquier otro país que elijan? Claramente, no. Los gobiernos nacionales tienen la obligación de mantener la ley y proteger a sus ciudadanos.
La Biblia describe una instancia en tiempos antiguos, cuando mucha gente se reunió para construir la torre de Babel para su propio engrandecimiento y como desafío a Dios. Pero él intervino para cambiar el curso de la historia dándoles diferentes idiomas a los distintos grupos étnicos, lo cual los obligó a mudarse a lugares alejados donde desarrollaron sociedades separadas (Génesis 11:9).
Dios no apoya las “fronteras abiertas” ni la inmigración ilegal ya que, como explica Deuteronomio 32:8, él “estableció los límites de los pueblos”. (Para más información sobre este importante tema, lea “Inmigración: ¿Qué dice la Biblia?” en nuestra edición julio-agosto de 2017).
5. La agenda homosexual y transgénero
Por décadas, los activistas sociales han abogado por los derechos de la comunidad LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transgénero), tales como la redefinición del matrimonio para incluir a parejas del mismo sexo y la promulgación de leyes no discriminatorias que acojan la orientación e identificación sexual de la gente.
Con el tiempo, la presión activista y el deterioro moral condujeron a que varios estatutos del Estado y reglamentos de los tribunales, tales como los que condenaban la sodomía, fueran anulados o derogados. Después, en una decisión que ganó por un voto (5-4) en junio de 2015, la Corte Suprema de los Estados Unidos exigió que los 50 estados de la nación llevaran a cabo matrimonios de personas del mismo sexo y los reconocieran bajo los mismos términos y condiciones que se aplican a los matrimonios de personas del sexo opuesto.
En los años previos a tal decisión, la creencia de muchos estadounidenses en Dios y sus enseñanzas morales había experimentado otro bajón con la acelerada aceptación del estilo de vida homosexual. Una encuesta del Centro de Investigación Pew publicada el 12 de mayo de 2015 reveló que la creencia en la existencia de Dios cayó precipitadamente durante la década anterior (“U.S. Public Becoming Less Religious” [El público estadounidense se vuelve menos religioso]).
Además, una encuesta de la compañía consultora Gallup mostró que 67% de los estadounidenses apoyan el matrimonio del mismo sexo, lo que indica un asombroso aumento de 40% al respecto desde que Gallup hiciera su primera encuesta sobre el tema en 1996, cuando solo el 27% de los encuestados dijo aprobar el matrimonio homosexual (“Poll: Approval of Same Sex Marriage in U.S. Reaches New High” [Encuesta: Aprobación del matrimonio homosexual en EE. UU., más alta que nunca], USA Today, 23 de mayo de 2018). Desde luego, la aceptación de la agenda homosexual fue impulsada agresivamente por los noticieros, medios del espectáculo e instituciones educativas de Occidente, lo que contribuyó a tan amplia acogida.
La agenda transgénero y homosexual, junto con la revolución sexual que comenzó en la década de los sesenta, transformó los estándares morales de Estados Unidos. Muchos consideran que este cambio es muy positivo y que alienta una perspectiva más tolerante. Sin embargo, solo porque más gente cree que el matrimonio homosexual es apropiado y las legislaturas aprueban leyes o los jueces fallan a favor de tal cambio, no significa que este sea inherentemente bueno.
La única manera de entender lo que es verdaderamente correcto consiste en examinar todo bajo la perfecta luz de la Palabra de Dios. De hecho, la Biblia describe la actividad homosexual como intrínsecamente pecaminosa (Levítico 18:22; 20:13; Deuteronomio 23:17; Romanos 1:26-27, 1 Corintios 6:9-10;
1 Timoteo 1:10). Desde luego, se debe mostrar compasión por aquellos que luchan con la atracción por el mismo sexo y con el estilo de vida homosexual y están esforzándose para superarlos con la ayuda de Dios. Sin embargo, mucha de la investigación al respecto comprueba cuán destructivo es en realidad este estilo de vida.
Por ejemplo, el 9 de marzo de 2016, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos publicó lo siguiente en su sitio web: “Las enfermedades de transmisión sexual (ETS) han aumentado entre los hombres homosexuales y bisexuales, y hay más casos de sífilis en todo el país. En 2014, los homosexuales, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres representaron el 83% de los casos de sífilis primaria y secundaria (cuando se conocía el sexo de la pareja) en los Estados Unidos. Los homosexuales, bisexuales y otros que tienen relaciones sexuales con hombres a menudo se contagian con otras ETS, como las infecciones por clamidia y gonorrea” (“Sexually Transmited Diseases” [Enfermedades de transmisión sexual], CDC.gov).
Últimamente ha pasado a primera plana el tema de la
transexualidad o transgenerismo. El Diccionario de la diversidad sexual (en línea) dice: “Trans: Prefijo que agrupa tanto a las personas transgénero como a las transexuales. [Se] refiere a todas las personas cuya identidad de género no corresponde a la de su sexo asignado al nacer”. Aunque algunos piensen que son del género opuesto al que tenían al nacer, el hecho ineludible es que Dios creó a los seres humanos de manera que cada uno tuviese una identidad sexual: varón o hembra (Génesis 5:2). La buena ciencia psiquiátrica entiende que aunque la gente pueda sentir que su identidad sexual es incompatible con su sexo biológico, en realidad estas son señales anormales y sintomáticas de profundos problemas psicológicos.
El Dr. Paul McHugh, expresidente y distinguido profesor del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Estados Unidos, escribió: “La disforia de género, término psiquiátrico oficial para definir el sentimiento de ser del sexo opuesto, pertenece a la familia de suposiciones similares sobre el cuerpo, como la anorexia nerviosa y el trastorno dismórfico corporal. Su tratamiento no debe consistir en tratar al cuerpo con cirugías y hormonas, tal como no se trata con liposucción a pacientes anoréxicos que temen la obesidad” (“Transgender Surgery Isn’t the Solution” [La cirugía de cambio de sexo no es la solución], The Wall Street Journal, 12 de junio de 2014).
Él continúa: “El tratamiento debe enfocarse en corregir la naturaleza falsa y problemática de la suposición, y resolver los conflictos psicológicos que la provocan. Con los jóvenes, esto se hace mejor en terapia familiar”.
Sin embargo, el transexualismo y el transgenerismo están siendo fomentados a todo nivel de la sociedad en Estados Unidos y otros países occidentales incluyendo a los niños en las escuelas, algunas veces sin el consentimiento de los padres. En un triste ejemplo ocurrido en una escuela de Vancouver, Canadá, “‘una niñita llegó a su casa llorando porque la maestra le había hecho notar que en la clase estaba jugando con juguetes supuestamente masculinos, y que probablemente ella era en realidad un niño en el cuerpo de una niña’, dijo [un pastor de la zona, Kevin] Cavanaugh. ‘La niña llegó llorando y le dijo a su mamá: ¡Mami, mami, no quiero ser niño!’
“‘La madre fue a la escuela al día siguiente y en vez de tolerancia, apoyo o comprensión, lo único que recibió fueron insultos. Le dijeron que era una homofóbica, una intolerante’, dijo él” (“‘Mommy, I Don´t Want to Be a Boy!’ Little Girl’s Reaction to Radical Sex Ed Program Says It All” [¡Mami, mami, no quiero ser niño! La reacción de una niñita al programa radical de educación sexual lo dice todo], CBN News, 14 de enero de 2018).
Estos son ciertamente tiempos muy lúgubres. Para aprender más acerca de lo que está sucediendo respecto a este tema, le sugerimos que lea “La guerra contra el matrimonio y la familia” en nuestra edición enero-febrero de 2019.
6. Redistribución socialista de la riqueza
La organización Gallup reportó lo siguiente en una encuesta realizada entre el 30 de julio y el 5 de agosto de 2018: “Los estadounidenses entre 18 y 29 años son tan optimistas con respecto al socialismo (51%) como lo son hacia el capitalismo (45%). Esto representa un descenso de 12 puntos en la perspectiva positiva sobre el capitalismo solo en los dos últimos años y un marcado cambio desde 2010, cuando 68% lo consideraba algo positivo” (“Democrats More Positive About Socialism Than Capitalism” [Demócratas, más positivos acerca del socialismo que del capitalismo], Gallup, 13 de agosto de 2018).
Políticos socialistas de izquierda como Bernie Sanders, senador de Vermont que estuvo a punto de ganar la denominación del Partido Demócrata para la carrera presidencial de 2016, a menudo alaba a los países nórdicos (Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia) por sus sistemas económicos socialistas. Sin embargo, al implementar sus programas estatales de bienestar social, estas naciones lo hacen por medio del sistema capitalista y nunca han nacionalizado los medios de producción (es decir, no han expropiado los bienes privados para convertirlos en bienes públicos) (“Scandinavia Isn’t a Socialist Paradise” [Escandinavia no es un paraíso socialista], TheFederalist.com, 11 de agosto de 2015). Además, tampoco se han visto en la necesidad de incurrir en masivos gastos de defensa en las últimas décadas.
Los partidos políticos socialistas, comunes en Europa, están ganando terreno en los Estados Unidos. En las recientes elecciones de mitad de mandato, dos candidatas miembros del Partido Socialista Demócrata de Estados Unidos fueron elegidas para la Cámara de Representantes. Cuando una de ellas ganó las primarias demócratas por su distrito varios meses antes, el presidente del Comité Nacional Demócrata, Tom Pérez, proclamó que “ella representa el futuro de nuestro partido”.
¿Acaso la gente que se inclina por el socialismo entiende lo que se puede esperar de un sistema económico verdaderamente socialista? En una encuesta reciente, seis de cada diez estadounidenses ignoraban las horrendas crisis económicas y los abusos a los derechos humanos en la socialista Venezuela tanto como ignoraban la definición del mismo socialismo (“Forty Four Percent of Millenials Prefer Socialism. Do They Know What It Means?” [Cuarenta y cuatro por ciento de los milenarios prefieren el socialismo. ¿Saben acaso lo que significa?], VictimsOfCommunism.org, 2 de noviembre de 2017).
El Diccionario de la Real Academia Española define así el socialismo: “Sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes”. Una perspectiva más amplia la ofrece Andrés Malave, director de comunicaciones de la fundación Estadounidenses por la Prosperidad, cuya familia escapó de la Venezuela socialista:
“El socialismo supone que los funcionarios de gobierno están más calificados que los individuos para decidir cuánto debe ganar una persona, cuáles productos y servicios son necesarios para que esa persona viva y cuánto tiene que pagar por esas cosas. El socialismo priva a los individuos de tomar decisiones y aplasta las ambiciones en procura de una definición de ‘igualdad’ uniforme, insatisfactoria y arbitraria” (“How Socialism Failed Venezuela” [Cómo el socialismo le falló a Venezuela], U.S. News and World Report, 16 de junio de 2016).
Venezuela, que otrora fuera la economía más rica de América Latina, se ha convertido en una nación fracasada. Se encuentra ahora en medio de un colapso económico causado por años de políticas socialistas demoledoras que comenzaron después de un golpe político liderado por Hugo Chávez en 1999. Como parte de la agenda socialista de Chávez para redistribuir la riqueza de la nación, en 2007 él comenzó a nacionalizar los sectores más importantes de la economía incluyendo el petróleo, el acero, los bancos y las industrias manufacturera, agropecuaria, de la salud y de alimentos.
Debido al mal manejo fiscal a una escala global histórica, la economía venezolana colapsó, con una hiperinflación anual de
40 000% en 2018 (“Venezuela’s Inflation Rate Tops 40,000 Per Cent for First Time Ever” [La inflación en Venezuela alcanza 40 000% por primera vez en la historia], Gina Heeb, The Independent, 1 de julio de 2018). La mayoría de sus 30 millones de ciudadanos se han vuelto angustiosamente pobres y están sufriendo de desempleo masivo, escasez de alimentos y medicinas, malnutrición, hambre, huelgas, violencia, asesinatos y crimen desenfrenado. Millones han escapado del país en un desesperado intento por sobrevivir.
El Dr. Thomas Sowell, un economista estadounidense, teorista social y antiguo socio de la Institución Hoover de la Universidad de Stanford, escribió lo siguiente respecto a la redistribución de la riqueza:
“La historia del siglo xx está llena de ejemplos de países que se propusieron redistribuir la riqueza y terminaron redistribuyendo pobreza. Todos hemos escuchado el viejo dicho de que si se le da un pescado a un hombre, solo se le está alimentando por un día, mientras que si se le enseña a pescar, se alimentará toda la vida. Los redistribuidores le dan un pescado y lo dejan dependiendo del gobierno para que le dé más pescados en el futuro” (“The Fallacy of Redistribution” [La falacia de la redistribución], Creators Press, 19 de septiembre de 2012).
De manera similar, el famoso primer ministro británico Winston Churchill en cierta ocasión observó con ironía: “El vicio inherente del capitalismo es el reparto desigual de las bendiciones. La virtud inherente del socialismo es el reparto igualitario de la miseria” (discurso en la Cámara de los Comunes, 22 de octubre de 1945).
La redistribución forzada de la riqueza (en la que el gobierno le quita a una persona para darle a otra) es esencialmente una forma de robo y una violación de los Diez Mandamientos. La Palabra de Dios apoya una sociedad y una economía basadas en la propiedad privada, libertad de escoger, iniciativa personal y libre empresa, además de una actitud exenta de egoísmo, generosa y compasiva. (Para leer más sobre este tema, lea “¿A qué se debe la creciente popularidad del socialismo?”, comenzando en la página 11).
“Hijos ignorantes” que necesitan entendimiento
y arrepentimiento
Los Estados Unidos y otras naciones occidentales están experimentando una destructiva guerra por los valores fundamentales. Muchos de sus ciudadanos ya no honran a Dios ni respetan la ley, en contraste con generaciones anteriores. En este sentido, las palabras de Jeremías, profeta de Dios, ciertamente pueden aplicarse a un creciente número de estadounidenses y otros ciudadanos occidentales de la actualidad: “Porque mi pueblo es necio, no me conocieron; son hijos ignorantes y no son entendidos; sabios para hacer el mal, pero hacer el bien no supieron” (Jeremías 4:22).
¿Cuál es la solución a los problemas que enfrentamos en esta guerra cultural? La respuesta básica es que la gente necesita arrepentirse profundamente de sus pecados, honrar a Dios y obedecer sus mandamientos (2 Crónicas 7:14; Isaías 1:16-19). Si no lo hace, el terrible resultado será el castigo, la adversidad y la tristeza (vea Deuteronomio 28:15-28; Isaías 1:20; Ezequiel 12:20).
Entonces, ¿qué pasará con usted? ¿Estará entre aquellos que contribuyen a alejar la cultura aún más de Dios? ¿O defenderá lo que es correcto? Aunque la gente de Estados Unidos y otras naciones no está optando por seguir a Dios, usted puede hacerlo. ¿Lo hará? ¡Él espera su respuesta! BN