¿Qué es el verdadero LIDERAZGO?
En una elección de trascendental importancia, los votantes estadounidenses elegirán el 8 de noviembre al próximo presidente de su nación. Quien sea escogido como “líder del mundo libre” tendrá en sus manos más poder e influencia que cualquier otra persona alrededor del mundo durante los próximos cuatro años.
Sin embargo, muchos ciudadanos de los Estados Unidos –y también de todo el orbe– esperan el resultado con muy poca ilusión y con enorme preocupación.
Quizá uno de los reportajes noticiosos más reveladores en lo que va de la campaña presidencial sea una encuesta en que se les preguntó a los electores cuántos se sentirían avergonzados si cualquiera de los dos candidatos fuera elegido como presidente. Los resultados mostraron que más de la mitad de ellos se sentirían avergonzados si uno de ellos fuera electo, y casi una mitad se sentiría de igual manera si el otro ganara.
La misma encuesta reveló que apenas un tercio de los interrogados admitió que se sentiría orgulloso si su candidato ganara, y menos de un cuarto de los partidarios del otro candidato dijo que se sentiría orgulloso si este fuera el vencedor.
Obviamente, ¡el hecho de que la inquietud se base en cuál de los dos candidatos es menos digno de la presidencia a los ojos de la mayoría de los ciudadanos es un triste testimonio del estado del liderazgo de este país! Y lamentablemente, esto puede muy bien determinar cuál aspirante a la presidencia será escogido para asumir el cargo político más poderoso del mundo.
La lucha por el poder entre candidatos con profundos defectos
A juzgar por la propaganda que satura los medios de comunicación, uno podría pensar que los nominados presidenciales de este año son o un salvador o Satanás, dependiendo de nuestra perspectiva personal. Pero la verdad es que ambos candidatos adolecen de enormes defectos cuando se les compara con los estándares de carácter y conducta que se encuentran en la Biblia — un hecho que sin duda afecta a los votantes que dicen sentirse avergonzados por estas opciones.
Uno de los candidatos tiene una escabrosa historia de cuestionables tratados comerciales, bancarrotas y múltiples matrimonios y aventuras amorosas. Su opositora tiene una larga historia de escándalos (incluyendo un esposo que mientras era presidente de Estados Unidos fue enjuiciado e inhabilitado [de ejercer su profesión de abogado] por mentir acerca de una relación extramarital con una interna de la Casa Blanca) y cuando dejó el palacio presidencial estaba “en quiebra”, pero desde entonces, junto con su esposo, ha ganado USD 153 millones por dar discursos –muchos en corporaciones bancarias y financieras que se benefician con su apoyo– mientras se promueve a sí misma como defensora de los pobres.
Millones de votantes de los dos partidos políticos principales han declarado airadamente que no van a apoyar a estos nominados por considerar que tienen graves fallas de carácter, son indignos de confianza y no son suficientemente liberales ni conservadores.
¿Por qué está tan hastiada la gente de los líderes?
¿Cómo llegó Estados Unidos a esta situación de tanta frustración e ira? La culpa no es solo de estos malos candidatos. Los estadounidenses prácticamente no confían en el liderazgo debido a que su gobierno sigue creciendo más y más, pero logra menos y menos. Los enormes problemas que aquejan a esta nación se vuelven cada día peores y más difíciles de solucionar.
Con más de 90 millones de personas desempleadas, de las cuales 45 millones reciben cupones de alimentos, y las compañías llevándose los trabajos a otros países, los estadounidenses están muy preocupados de su seguridad financiera y seguridad personal. El crimen y los ataques terroristas a mansalva dominan los titulares noticiosos.
Como si esto fuera poco, el actual presidente parece ignorar absolutamente la amenaza del terrorismo islámico, aun cuando fundamentalistas de esta religión han asesinado 91 personas y herido a 367 más en ocho ataques a personas no musulmanas en los últimos ocho años, sin incluir las casi 3000 que murieron hace 15 años en los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Los ciudadanos de Estados Unidos también están conscientes de que las agencias gubernamentales encargadas de defender al país han demostrado ser incapaces de proteger las fronteras nacionales o de deportar a millones de inmigrantes ilegales, incluyendo a decenas de miles que han cometido crímenes en suelo estadounidense.
Mientras tanto, la actual administración ha dado trato preferencial a decenas de miles de inmigrantes del Medio Oriente, África y Asia que poco o nada tienen en común con los valores estadounidenses tradicionales, y que una vez que llegan al país reciben casas, alimentos, servicios de salud y educación a costa de los contribuyentes.
¡Con razón los estadounidenses están tan hastiados de sus líderes y desconfían de ellos!
Buen y mal liderazgo
Ciertamente Estados Unidos no es la única nación abrumada por problemas de liderazgo, y estos tampoco son nuevos. El libro bíblico de Proverbios, escrito hace casi 3000 años, contiene una observación que tiene tanta vigencia ahora como en ese entonces: “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; Mas cuando domina el impío, el pueblo gime” (Proverbios 29:2).
El liderazgo de Dios produce gente feliz y satisfecha. Un mal liderazgo produce sufrimiento, angustia y opresión.
A medida que varios déspotas del Medio Oriente han muerto, han sido ejecutados o derrocados en años recientes, sus pueblos se han enterado con gran conmoción de las descomunales fortunas que estos hombres acumularon en bancos secretos durante sus años en el poder — a menudo, mientras sus súbditos sufrían una agobiante pobreza.
Yasser Arafat, cabeza de la Autoridad Palestina hasta su muerte en 2004, ganó entre USD 1000 y 3000 millones entre sobornos y robos mientras estuvo en su cargo, dándole a su esposa (que vivía con todo lujo en París) una mensualidad para gastos personales de USD 200 000 — ¡suficiente para cubrir los gastos básicos de mantención de 5000 de sus compatriotas!
Se ha descubierto además que varios de sus sucesores en Hamás, la organización terrorista que gobierna Gaza, tienen un valor neto que se calcula en millones y en miles de millones de dólares. Se estima que Mahmoud Abbas, actual líder de la Autoridad Palestina, ha acumulado o robado una fortuna de más de USD 100 millones durante sus 12 años de gobierno.
Se cree que el coronel Muamar Gadafi, que gobernó Libia con puño de hierro hasta que fue capturado y ejecutado inmediatamente después del colapso de su gobierno en 2011, era el hombre más rico del planeta en ese momento, con una fortuna estimada en USD 200 000 millones robados de las ventas de petróleo de su país.
El dictador iraquí Saddam Hussein, ejecutado mediante la horca en 2006, era relativamente pobre en comparación: se las había arreglado para acumular “solamente” entre USD 2000 y 40 000 millones durante su dictadura (aunque tenía 50 palacios presidenciales por todo el país).
Una lección bíblica sobre el mal liderazgo
Pero nada de esto debe sorprender a quienes estudian las lecciones de la Biblia. Dios advirtió sobre estas arrogantes y corruptas tendencias humanas hace unos 3000 años, cuando los habitantes del antiguo Israel exigieron un monarca para que reinara sobre ellos, tal como las otras naciones que los rodeaban. Note lo que Dios dijo que harían tales gobernantes:
“Esta es la manera en que un rey gobernará sobre ustedes –les dijo–. El rey reclutará en el ejército a los hijos de ustedes y los asignará a los carros de guerra y a sus conductores, y los hará correr delante de sus carros. Algunos serán generales y capitanes del ejército, otros serán obligados a arar y a cosechar los cultivos del rey, y otros harán las armas y el equipo para los carros de guerra. El rey tomará a las hijas de ustedes y las obligará a cocinar, a hornear y a hacer perfumes para él. Les quitará a ustedes lo mejor de sus campos, viñedos y huertos de olivos, y se los dará a sus oficiales. Tomará una décima parte de su grano y de sus cosechas de uvas y la repartirá entre sus oficiales y miembros de la corte. Les quitará sus esclavos y esclavas, y les exigirá lo mejor de sus ganados y burros para su propio uso. Les exigirá la décima parte de sus rebaños, y ustedes serán sus esclavos. Cuando llegue ese día, suplicarán ser aliviados de este rey que ahora piden, pero entonces el Señor no los ayudará” (1 Samuel 8:11-18, Nueva Traducción Viviente).
Desde luego, los israelitas no escucharon. En lugar de someterse al gobierno directo de Dios, escogieron el gobierno humano; ¡y cómo hemos rogado que se nos libre de ese tipo de gobierno desde entonces!
El corazón del problema
El problema del liderazgo mundial en realidad es un problema del corazón. Como muestran los impactantes ejemplos anteriores, muchos líderes y políticos se consideran a sí mismos poco menos que dioses que no tienen que rendirle cuentas a nadie.
En el caso de los emperadores romanos en tiempos de Jesús y de la Iglesia del primer siglo, este era precisamente el caso, ya que aquellos pensaban que se convertirían en dioses al morir (si no antes, en el caso de los más arrogantes). El emperador romano Vespasiano (69-79 d. C.) dijo en su lecho de muerte a quienes lo rodeaban: “¡Siento que me estoy convirtiendo en Dios!”
Este tipo de actitud era típica en las culturas antiguas. Tal como en la actualidad, tanto líderes como funcionarios de gobierno abusaban de sus cargos para obtener beneficios personales y poder. Pero un revelador incidente que se encuentra en los evangelios nos muestra en qué consiste el verdadero liderazgo.
Antes de su conversión, los discípulos de Jesús exhibían la misma clase de actitud que veían en los líderes mundanos que los gobernaban. Ellos naturalmente competían y contendían por los puestos más importantes: quiénes ejercerían más poder cuando Jesús se convirtiera en Rey de aquel reino del cual hablaba tan a menudo.
Pero les esperaba una sorpresa; en respuesta a las acciones de dos de ellos, que intentaban manipular su acceso a los puestos principales entre los seguidores de Jesús, este les dio una poderosa lección y al mismo tiempo les reveló la esencia del verdadero liderazgo:
“Así que Jesús los reunió a todos y les dijo: Ustedes saben que los gobernantes de este mundo tratan a su pueblo con prepotencia y los funcionarios hacen alarde de su autoridad frente a los súbditos. Pero entre ustedes será diferente. El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente, y el que quiera ser el primero entre ustedes deberá ser esclavo de los demás. Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:42-45, NTV, énfasis nuestro en todo este artículo).
El verdadero liderazgo comienza con humildad
Como muestran las palabras de Jesús a sus seguidores, la perspectiva que Dios tiene del liderazgo es muy distinta a la nuestra. La perspectiva humana al respecto considera que el liderazgo es una oportunidad para ascender y obtener poder. La perspectiva de Dios es exactamente lo contrario: el liderazgo debe usarse como una oportunidad para servir a los demás.
Dios tiene un punto de vista diametralmente distinto en cuanto al liderazgo, uno que trasciende la vanidad y la necedad humanas. “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Eterno. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).
El rey Salomón escribió que “a la honra precede la humildad” (Proverbios 15:33). Y Dios dijo algo similar por medio del profeta Miqueas: “Oh, hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y lo que pide el Eterno de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8).
Este es el punto de partida del verdadero liderazgo. El verdadero liderazgo no tiene nada que ver con caprichos y deseos, sino con sacrificarse personalmente para servir a los otros. Su objetivo apunta principalmente a ayudar a los demás en vez de beneficiarse así mismo.
Jesús también enfatizó esta actitud de humildad como el punto de inicio del verdadero liderazgo. Cuando sus discípulos le preguntaron quién sería “el mayor en el reino de los cielos”, él les señaló un niñito y les dijo que a menos que se volvieran humildes y receptivos como un niño, no entrarían en su reino (Mateo 18:1-4).
Jesucristo y su ejemplo de humildad y servicio
En contraste con muchos líderes humanos, Jesucristo respaldó sus palabras con acciones. Su ejemplo de humildad en el liderazgo fue el más profundo en toda la historia.
Es muy interesante que el término usado con más frecuencia por Jesús y los apóstoles para describir a los escogidos y fieles de Dios es esclavo — una persona cuya vida está totalmente dedicada a servir a otros (por razones de corrección política, la mayoría de las versiones de la Biblia han traducido la palabra griega dulos como “siervo” cuando se refiere al pueblo de Dios, pero el significado literal, según lo confirman numerosas inscripciones y escritos antiguos, es esclavo). Esta es la actitud que Dios quiere ver en aquellos que someten sus vidas a él.
Por increíble que parezca, hasta el mismo Jesucristo se convirtió en esclavo por nuestro bien. Note lo que escribió el apóstol Pablo en Filipenses 2:5-8: “Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales” (NTV).
Jesucristo sirvió a toda la humanidad de la manera más extraordinaria posible: despojándose a sí mismo de la gloria, el esplendor y la omnipotencia que había compartido con Dios el Padre, convirtiéndose en ser humano y muriendo por nuestros pecados para que pudiéramos recibir el regalo divino de la vida eterna (ver Juan 1:1-5, 14; 3:16-17; 17:1-5).
¿Cuándo verá el mundo el verdadero liderazgo divino?
¡Qué contraste tan abismal entre el tipo de liderazgo que enseñó Jesucristo y el que se practica en gran parte del mundo moderno! ¿Podrá el mundo experimentar esa clase de liderazgo divino, sabio y justo ejemplificado por Jesucristo? La asombrosa respuesta es ¡sí, y pronto!
Es probable que en algún momento usted haya leído o recitado la parte del padrenuestro que dice “Venga tu reino” y “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Quizá sin darse cuenta, usted estaba pidiendo que Jesucristo regresara y estableciera su reino –el Reino de Dios–aquí en la Tierra, ¡porque eso es exactamente lo que significa esta oración!
Ese reino –cuya fase inicial durará mil años, lo que comúnmente se conoce como el Milenio– será el periodo en que se llevará a cabo plenamente la voluntad de Dios sobre la Tierra (leer Apocalipsis 20:4-6). Notemos algunas de las increíbles profecías de aquel tiempo. Una de ellas, inmortalizada en la gran obra musical El Mesías, de Friedrich Händel, se encuentra en Isaías 9:6-7:
“Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin. Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre. Esto lo llevará a cabo el celo del Señor Todopoderoso” (Nueva Versión Internacional).
Esto nos dice que Jesucristo establecerá sobre la Tierra un gobierno de paz, rectitud y justicia. Y como los mandamientos de Dios son los que definen la justicia (Salmo 119:172), ellos serán la base de su liderazgo y su gobierno. Por medio del profeta Jeremías, Dios nos promete que en aquel tiempo “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31:33).
Isaías continúa describiendo el liderazgo venidero de Cristo sobre el mundo en estos términos: “El Espíritu del Señor reposará sobre él: espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor. Él se deleitará en el temor del Señor; no juzgará según las apariencias, ni decidirá por lo que oiga decir, sino que juzgará con justicia a los desvalidos, y dará un fallo justo en favor de los pobres de la tierra. Destruirá la tierra con la vara de su boca; matará al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será el cinto de sus lomos y la fidelidad el ceñidor de su cintura. El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se echará con el cabrito, y juntos andarán el ternero y el cachorro de león, y un niño pequeño los guiará. La vaca pastará con la osa, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. Jugará el niño de pecho junto a la cueva de la cobra, y el recién destetado meterá la mano en el nido de la víbora. No harán ningún daño ni estrago en todo mi monte santo, porque rebosará la tierra con el conocimiento del Señor como rebosa el mar con las aguas” (Isaías 11:2-9, NVI).
¡Tal es el maravilloso mundo que Dios promete a la humanidad bajo su poderoso y justo liderazgo!
¿Qué importancia tiene todo esto para usted?
Todo esto suena fantástico, pero ¿qué significa realmente para usted? El corrupto liderazgo que gobierna gran parte del mundo es un agudo contraste con los verdaderos principios de liderazgo contenidos en la Biblia. Podemos comprobarlo en las actuales campañas políticas, con sus vanas promesas, engañosos ataques y distorsiones de la realidad, que en muchos casos están motivados solamente por el deseo de ascenso personal y la codicia por el poder.
Pero aun cuando no podemos cambiar este sistema, hay algo que sí podemos y debemos cambiar: ¡nosotros mismos!
Las profecías del nuevo mundo que Jesús establecerá están llenas de esperanza y aliento; pero la profecía bíblica también nos advierte adónde está siendo llevada la raza humana por el liderazgo de este mundo antes de que llegue ese tiempo. Nos describe un aterrador y horripilante panorama de hombres locos de poder que conducirán a la humanidad al umbral de la extinción (para más información sobre este tema, solicite o descargue nuestro folleto gratuito ¿Estamos viviendo en los tiempos del fin?).
Jesucristo regresará para establecer su reino sobre la Tierra, ¡pero también para salvarnos de nosotros mismos! Note cómo describe él ese periodo justo antes de su segunda venida:“Pues habrá más angustia que en cualquier otro momento desde el principio del mundo. Y jamás habrá una angustia tan grande. De hecho, a menos que se acorte ese tiempo de calamidad, ni una sola persona sobrevivirá . . .” (Mateo 24:21-22, NTV).
¡Su advertencia es extremadamente grave! Las condiciones mundiales serán tan peligrosas, que la humanidad se verá enfrentada a su propia aniquilación. En un tiempo de tanta desesperación, él ofrece esperanza por medio de un grupo relativamente pequeño de gente: “. . . pero [ese tiempo de calamidad] se acortará por el bien de los elegidos de Dios” (v. 22, NTV).
Medite en estas palabras concienzudamente y en oración: el destino de la raza humana depende de un grupo relativamente pequeño de gente — aquellos que Jesús llama “los elegidos de Dios” o en otras traducciones, “los escogidos”. Ellos son los mencionados anteriormente: los que someten completamente sus vidas a Dios ahora y comienzan a desarrollar humildemente los rasgos decarácter de Jesucristo en cada aspecto de sus vidas.
Otras profecías describen cómo, literalmente, miles de millones de personas perecerán a medida que esta era de malos gobiernos humanos se acerque a su devastador fin. Sin embargo, usted no tiene que ser parte de aquellos que se verán atrapados en ese terrible tiempo de juicio antes de la venida de Cristo. Mientras el mundo repite los ciclos de elecciones de líderes con corazones corruptos e incapaces de manejar apropiadamente los problemas del mundo, Dios está en el proceso de seleccionar y preparar a un grupo de gente para que tenga la gran oportunidad de servir a otros en el mundo que vendrá. Ellos serán quienes, con mentes y corazones renovados, harán posible el cambio que el mundo necesita.
Dios le ha extendido esa invitación a usted, una invitación a ser parte del tipo de liderazgo muy diferente que él promete para esa era venidera. ¡Él le ofrece nada menos que la oportunidad de reinar junto a Jesucristo en aquel mundo nuevo y transformado! (Apocalipsis 3:21; 20:6).
Pero ello exige algo de su parte ahora. Exige que usted someta toda su vida para seguir a Cristo ahora mismo (Lucas 14:27, 33). Exige que aprenda muy bien lo que significa servir a los demás como él lo hizo (Mateo 20:25-28).
Si está dispuesto a hacerlo, a su regreso podrá participar de la más increíble oportunidad de todos los tiempos: servir y mostrar verdadero liderazgo mientras ayuda a que todo el mundo entienda y conozca al verdadero Dios y sus caminos (Jeremías 31:31-34; Hebreos 8:8-12).
Entonces, ¿está dispuesto a aceptar la invitación de Dios? ¿Está listo para empezar a aprender lo que es el genuino liderazgo? Si es así, ¡Dios le ofrece su ayuda mediante un plan y un propósito incomparables!