La corrupción y el despotismo hacen clamar por la venida del reino de Dios
Como no nací ni crecí en los Estados Unidos, más de alguna vez me han preguntado mi opinión acerca de quién ha sido el mejor presidente estadounidense. Mi respuesta siempre ha sido “George Washington”. Esta opinión a menudo sorprende a las personas, porque fue él quien dirigió el “Continental Army” (Ejército Continental) durante la Guerra de la Independencia para luchar contra Inglaterra, y yo nací y fui criado en Gran Bretaña.
Sin embargo, George Washington fue grandioso por una razón diferente. El hombre que se convirtió en el primer presidente de los Estados Unidos dejó un gran ejemplo para sus sucesores.
En un momento en que el mundo era gobernado principalmente por monarcas vitalicios, Washington se retiró del poder después de dos periodos de cuatro años, estableciendo así un precedente para los otros presidentes. Solamente Franklin Roosevelt rompió la tradición al presentarse a una elección (y ganarla) cuatro veces. A partir de esta situación, la Constitución de los Estados Unidos fue enmendada para impedir que alguien fuera elegido presidente más de dos veces seguidas (o más de una, en el caso de que la persona terminara el periodo de otro presidente por dos años), limitándose así la cantidad de años que alguien puede estar en el poder.
Debido a la preeminencia de Estados Unidos en el mundo durante el último siglo, muchos países han tratado de imitar su sistema de gobierno. Aunque esta nación fue la primera en tener un régimen presidencial, hoy la mayoría de los países tienen un presidente como jefe de estado. Sin embargo, muy pocos han logrado adoptar cabalmente esta forma de gobierno y ninguno ha sido capaz de copiarlo con éxito por mucho tiempo. La razón de esto se remonta a George Washington.
Mientras que Washington se retiró a su granja después de ocho años de mandato, pocos presidentes alrededor del mundo parecen ser capaces de soltar las riendas del poder. Inevitablemente esto desemboca en dictaduras, a cuyo líder con frecuencia se le da el título de “presidente vitalicio”. Incluso si no existe un nombre oficial, se sobreentiende que la persona que está en el poder lo hará hasta que se muera.
Estos “presidentes vitalicios” viven totalmente desconectados de la realidad, porque se rodean de aduladores que constantemente están alabándolos y terminan convenciéndolos de que todas las personas los aman. Por esta razón, cuando surge alguna oposición equivocadamente asumen que se trata solo de una minoría y usan la fuerza pública para aplacar a todos los disidentes.
Todo esto podría evitarse si ellos siguieran el ejemplo de Washington y se retiraran después de un mandato de ocho años.
Revueltas árabes y líderes dinásticos
En el 2011 fuimos testigos de algunos de estos dictadores-presidentes que hicieron noticia. Las manifestaciones impulsadas por la inflación del precio de los alimentos, el alto desempleo y la corrupción, se expandieron por todo el norte de África y el Medio Oriente a medida que las personas exigían la salida de sus líderes. Aún no se sabe si estos levantamientos, llamados “la Primavera árabe”, darán como resultado una mayor democracia. Con mucha frecuencia, la cultura limita el potencial para un verdadero sistema democrático, que requiere tolerancia y respeto por el estado de derecho.
El primer líder que cayó por causa de la Primavera árabe fue el presidente de Túnez, Zine El Abidine Ben Ali, quien había estado en el poder por 23 años, y después le siguió el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, quien fue derrocado después de haber estado 30 años al mando.
Aún es incierto lo que les sucederá a los líderes de otros países afectados por el fervor revolucionario. Una conclusión que se puede sacar de las caídas de Ben Ali y Mubarak es que ellos no reaccionaron con fuerza ante las manifestaciones. Por esto, otros están hicieron y están haciendo lo posible por reprimir a los disidentes. Estas acciones culminaron en el asesinato del coronel Gaddafi de Libia, quien llevaba más de 42 años en el poder. Ali Abdullah Saleh, de Yemen, renunció en diciembre de 2011 a la presidencia y transfirió los poderes gubernamentales al vice-presidente Abd Rabbuh Mansur al-Hadi después de haber estado 33 años al mando de esa nación. El resto incluye a Bashar al-Assad de Siria, quién sucedió a su padre y ha gobernado el país por 11 años.
Aunque estas son repúblicas como todas las otras naciones con presidente, lo que tienen en realidad es una dinastía de facto. Mubarak y Gaddafi estaban preparando a sus hijos para la sucesión.
Muchos expresaron confianza en el presidente de Siria después de que sucedió a su padre en el año 2000. El hijo había pasado muchos años en Inglaterra estudiando optometría y luego trabajando como optometrista. Incluso se casó con una inglesa de descendencia siria. Muchos tenían la esperanza de que los años vividos en una democracia liberal como Inglaterra lo cambiaran, convirtiéndolo en un ciudadano promedio y tolerante. Sin embargo, una vez que regresó y estuvo inmerso en su cultura, volvió a ser como antes, convirtiéndose incluso en un ser más despiadado que su mismo padre.
Las sucesiones dinásticas no están confinadas solo a los líderes del Medio Oriente. Corea del Norte (“La República del Pueblo”, como se autonombra) traspasó el poder a un líder perteneciente a la tercera generación de la familia en el poder después de la muerte de Kim Jong Il el 19 de diciembre de 2011. El único otro país ligado al comunismo es Cuba, donde el hermano del fundador Fidel Castro, Raúl, ha tomado recientemente las riendas del poder. Estos países deberían llamarse “monarquías comunistas”, ya que tienen sus propias dinastías de familias en el poder.
Rumania fue otro país comunista que intentó establecer una dinastía de ese tipo, hasta que el pueblo expulsó y ejecutó a su monarca, el presidente Nicolae Ceausescu, en 1989.
La corrupción, un factor muy importante
Todos estos hombres han acumulado una fortuna gobernando a sus países. Los dictadores de estas naciones tercermundistas, plagadas de pobreza, con frecuencia llegan a encabezar la lista de las personas más ricas del mundo, pero no legalmente, sino que a través de la corrupción y las coimas. Esta es una de las razones de por qué muchos dictadores no pueden traspasar el poder a otro, ya que tienen miedo de que el próximo sucesor pueda acusarlos de corrupción.
Esto sucedió en Zambia en 2009, cuando el ex presidente Frederick Chiluba fue acusado de corrupción. Una broma muy común en África es decir que cualquiera sea el país africano en que uno esté, la pregunta correcta a formular no es siel presidente es corrupto, sino cuáncorrupto es. Se cree comúnmente que todos los presidentes del continente africano son corruptos. ¡La lección que muchos líderes han aprendido de Zambia, es que nunca deben entregar el poder!
Muchos líderes de ese tipo hacen lo que sea para mantenerse en el sillón presidencial. En cierta nación africana hay 2.5 millones de votantes muertos. Todas estas personas fallecidas “votan” por el presidente cada vez que hay una elección, lo que otorga al candidato una gran mayoría.
Esto hace que surja una pregunta: ¿para qué preocuparse siquiera de las elecciones?
A algunos presidentes les gusta mantener un alto nivel de respetabilidad y aceptación solo para obtener ayuda internacional (la que con frecuencia va directamente a sus bolsillos). La participación como país miembro de organizaciones multinacionales, como la Mancomunidad Británica, requiere tener al menos la apariencia de un sistema democrático, aunque algunos miembros de la mancomunidad han tenido frecuentes periodos de régimen militar.
Ghana, donde una vez viví, fue la que estableció el patrón. Cuando los británicos dieron al país la independencia en 1957, éste tenía un sistema de gobierno basado en el de Gran Bretaña. Dos años después de la independencia, el primer ministro, Kwame Nkrumah, hizo un llamado para cambiar al sistema presidencial. No pasó mucho tiempo antes de que él se autoproclamara presidente vitalicio. Luego abolió el parlamento, convirtiéndose en un dictador absoluto.
La temprana experiencia post-colonial de Ghana demostró también que la única forma de remover a un presidente vitalicio es derrocándolo, cosa que hicieron los militares en 1966. En 1979, un gobierno militar posterior fue derrocado por otra rama militar y todos los ex mandatarios de estado fueron sentenciados a muerte por corrupción y por robar descaradamente al país.
La corrupción es una forma de vida en toda África. Un artículo reciente en la revista The Economist (El economista) destacó la corrupción en África, demostrando que son tantas las personas que tienen intereses creados en la corrupción, que se hace dudoso cualquier progreso en ese sentido.
El artículo titulado “Briefing: Nigeria’s Prospects” (Resumen de las perspectivas de Nigeria) afirma: “Para cambiar el sistema, [el presidente Nigeriano Jonathan Goodluck] tendría que romper con sus financiadores, lo que es muy difícil y tal vez hasta peligroso. Por ejemplo, se dice que cierta mafia que malversa grandes cantidades de subsidios a los combustibles es un gran contribuyente a su mandato. El gobierno gasta más de 4 mil millones de dólares al año para vender el combustible a menos de la mitad del precio estadounidense, que ya es bastante bajo.
“Los financiadores del presidente falsifican rutinariamente certificados de embarque, inflando las cifras del petróleo importado hasta en cinco veces para luego cobrar el subsidio del gobierno y finalmente introducir de contrabando el combustible en los países vecinos, donde duplican o triplican el precio. El presidente Jonathan, por supuesto, no toma el dinero para sí. Pero si él decidiera perseguirlos, sus compinches podrían dejar de cooperar” (28 de mayo, 2011).
Incluso en India, la democracia más grande del mundo, la corrupción es endémica y amenaza la estabilidad del país. Una de las consecuencias inevitables de la corrupción es la creciente brecha entre los ricos (que a menudo son corruptos) y los pobres. Y como la brecha se amplía, mayor es la probabilidad de disturbios civiles y hasta de revoluciones. Esto es lo que ha estado sucediendo en el mundo árabe.
Sin embargo, es importante saber que los líderes de todo el mundo se llenan sus bolsillos mientras que el pueblo se muere de hambre.
El ejemplo de Guinea Ecuatorial
Uno de los peores ejemplos de corrupción en África lo constituye Guinea Ecuatorial, cuyo presidente dictatorial, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, llegó al poder en 1979 gracias a su tío, Macias Nguema, quien había asesinado aproximadamente a un tercio de la población. Su sobrino ha sido menos sangriento, pero se ha robado gran cantidad del petróleo de la nación durante sus 32 años de mandato. El país tiene una población de apenas 650.000 habitantes. Con la cantidad de petróleo que hay, cada ciudadano debería tener un alto estándar de vida, pero en la realidad no es así.
“Cada ingreso obtenido se ha ido directamente a los bolsillos de la élite del país, y prácticamente nadie ha hecho llegar ese ingreso a la gran mayoría pobre. Debido a sus depósitos de petróleo, el país ha saltado a uno de los niveles de ingreso per cápita más altos del mundo, pero al mismo tiempo tiene uno de los estándares de vida más bajos. Casi tres cuartos de su población vive en la más absoluta pobreza y la mortalidad infantil ha aumentado a tal punto hoy en día, que el 15% de los niños de Guinea muere antes de llegar a los 5 años, haciéndolo uno de los lugares con más mortandad infantil del planeta” (“Teodorin’s World’s”, Foreign Policy[“El mundo de Teodorin”, Política internacional (revista estadounidense)], marzo-abril 2011).
Irónicamente, muchos de los líderes mencionados en estos artículos dicen ser hombres religiosos. Al parecer ninguno de ellos ha leído lo que Jesucristo ha dicho sobre el gobierno.
El ejemplo del gobierno de Jesucristo
Jesús dijo a sus discípulos que ellos debían ser distintos a los gobernadores de este mundo. En ese tiempo, los judíos en las tierras de Israel estuvieron viviendo bajo el Imperio romano. Los líderes romanos en la época de Cristo fueron déspotas y crueles en el ejercicio de su autoridad sobre el pueblo.
¿Qué les dijo Cristo a sus seguidores? “Jesús los llamó [a sus discípulos] y les dijo: ‘Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; como el Hijo del Hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos’” (Mateo 20:25-28, Nueva Versión Internacional).
La mayoría de los habitantes de este mundo viven en dificultades e incluso en circunstancias deprimentes, bajo gobiernos dictatoriales y explotadores. Sin embargo, la buena noticia es que este sistema mundial de gobierno y sus estilos dictatoriales de liderazgo llegarán a su fin cuando Jesucristo retorne a la Tierra a establecer el reino de Dios sobre todas las naciones. En aquel entonces, él gobernará al mundo con justicia y equidad.
Como nos dice la famosa profecía de Isaías: “Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin. Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre. Esto lo llevará a cabo el celo del Señor Todopoderoso” (Isaías 9:6-7, Nueva Versión Internacional).
Otra profecía de Isaías dice: “Y le hará entender diligente en el temor del Eterno. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra” (Isaías 11:3-4).
En el reino de Dios, el gobierno finalmente será paralas personas. Con Jesucristo como servidor público principal, el servicio a la manera de Cristo prevalecerá en todos los niveles administrativos. ¡La justicia reinará en todas las naciones del mundo!