Jesús es el Señor del sábado
Muchos estudiosos de la Biblia han notado lo que Jesucristo revela acerca de sí mismo como “Yo soy” en el Evangelio de Juan. Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida”, “Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy la puerta”, “Yo soy el buen pastor”, “Yo soy la vid verdadera”, “Yo soy la resurrección y la vida”, “Yo soy el camino, la verdad y la vida”; incluso, con un significado más profundo, simplemente dijo “Yo Soy” (Juan 6:35; 8:12, 58; 15:1; 10:7, 11, 14; 11:25; 14:6).
Pero al referirse a sí mismo en tercera persona, reveló otras facetas muy importantes, como registra el Evangelio de Marcos: “Por lo tanto, el Hijo del hombre también es Señor del día de reposo” (Marcos 2:28). Aquí la palabra griega para Señor es kurios, es decir, alguien que tiene poder, autoridad y dominio sobre un tema.
El tema al que se estaba refiriendo era el del sábado, el séptimo día, término que se origina en un verbo hebreo que significa detenerse o abstenerse de algo. Dios había dado una amorosa instrucción a los seres humanos: que hicieran una pausa luego de seis días de trabajo y actividades personales, para disfrutar un intervalo especial de 24 horas, desde la puesta del sol del viernes hasta la puesta del sol del sábado, creado por él para nuestro bienestar espiritual, mental, emocional y físico (Éxodo 20:8-11; Marcos 2:27).
Sin embargo, la mayoría de los que profesan seguir a Jesús no observan el día santo semanal que él observó y del cual se declara Señor. ¿Ha notado que los autores de los cuatro Evangelios hablan más de lo que Cristo enseñó acerca del sábado que de cualquier otro tema específico?
En lugar de abolir el mandamiento del sábado o trasladar su observancia a otro día de la semana, como muchos creen, Jesús mostró cómo Dios en la carne observaba ese tiempo sagrado, de acuerdo con su declaración de que “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Marcos 2:27). En aquel entonces él censuraba el mal uso del sábado. Los líderes religiosos le habían agregado normas extrabíblicas que lo hacían parecer una carga en lugar de la amorosa bendición que Dios quiso inicialmente que fuera.
Un discípulo del nuevo pacto crece en el entendimiento de que observar el sábado, el séptimo día, está relacionado con la afirmación de Jesús, “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. ¿Cuántas personas simplemente han perdido su rumbo en la vida? El sábado, el día séptimo, es como una brújula que señala lo que Dios ha hecho en el pasado y por qué, lo que está haciendo ahora en el presente y cómo, y el increíble futuro que ha planificado para todos los que están hechos a su imagen y semejanza.
Por su enorme gracia, Dios nos concede este lapso de tiempo como un ancla en las arenas movedizas de la sociedad y de nuestra vida personal, ayudándonos a mantener el curso para escuchar el llamado que Cristo nos hace: “Sígueme”.
Cómo recordar a nuestro Creador e identificarnos con él
El sábado, o séptimo día, nos recuerda de dónde y de quién venimos. Éxodo 20 enumera y pormenoriza los Diez Mandamientos, y el cuarto (versículos 8-11) dice: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es reposo para el Señor tu Dios. No hagas en él obra alguna ni [otros bajo tu autoridad] . . . Porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay [incluidos los seres humanos hechos a su imagen (Génesis 1:26-27)], y descansó el séptimo día; por tanto, el Eterno bendijo el día de reposo y lo santificó”.
Este periodo semanal que Dios estableció nos lleva de vuelta a nuestras raíces, recordándonos que fuimos creados con un propósito y no simplemente por un accidente evolutivo. Nos hace recordar la verdad de que no estamos solos, que adoramos a un Creador asombroso y lleno de amor que no quiere que vivamos por simple accidente, sino que llevemos una vida colmada de propósito y diseñada para honrarlo, glorificarlo y amar a nuestro prójimo.
Debido a que el sábado se origina en el Antiguo Testamento, algunos dicen: “Bueno, eso pertenece al pasado, pero ahora es distinto”. No obstante, ¿quién es el gran “Yo Soy” (Éxodo 3:13-15) que les dio a Moisés y a los israelitas los Diez Mandamientos? La respuesta se encuentra en el Evangelio de Juan, donde Jesús dijo que él es el “Yo Soy” (Juan 8:58), además de muchas otras citas en que se declara como “Yo Soy”.
Además, Juan inicia su Evangelio trasladándonos al principio de la creación, donde vemos dos Seres divinos, Dios y el Verbo, quien también era Dios, más tarde conocidos como Dios Padre y Jesucristo, y también que todo fue hecho por medio del Verbo que se convirtió en Cristo (Juan 1:1-3, 14). El apóstol Pablo agrega que “todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:16), ¡lo cual incluye el sábado!
Jesús fue el Dios que nos dio el sábado
Por lo tanto, Jesús mismo es el creador del sábado en representación del Padre, y también fue quien ordenó a Israel en el monte Sinaí que lo observara. Esto dijo Pablo con respecto a la confianza del pueblo en Dios como su Roca y Libertador: “Todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Corintios 10:3-4).
El Cristo preencarnado le estaba proveyendo a un pueblo liberado más que simple comida y agua físicas: les estaba dando alimento espiritual para acercarlos al Dios Creador, quien tenía un propósito para ellos.
Y esto no fue solo para los antiguos israelitas. ¿Se le ha ocurrido alguna vez que cuando Dios creó inicialmente el sábado para Adán y Eva, no había israelitas, judíos ni gentiles? Eran simplemente dos seres humanos hechos a su imagen, y les dio un regalo: una parte de sí mismo. Génesis 2:3 nos dice: “Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó [lo apartartó como sagrado], porque en él reposó [del hebreo shabath, que significa “cesar, descansar”] de toda la obra que había hecho en la creación”. Y esto también se proyecta al futuro, como veremos.
El prolífico escritor religioso británico Nicholas Thomas Wright lo describió de esta manera en su libro Simply Jesus (Simplemente Jesús): “El día de reposo era el día en que coincidían el tiempo humano y el tiempo de Dios, cuando la rutina de tareas y aflicciones se dejaban a un lado y se entraba en un tipo de tiempo diferente, celebrando el sábado original y esperando con ansias el definitivo.
“Este era naturalmente el momento para celebrar, adorar, orar y estudiar la ley de Dios. El sábado era el lapso durante el cual se sentía el avance de la historia desde sus propios inicios hasta su propósito final. Si el Templo era el lugar en el que se relacionaban la esfera de Dios y la esfera humana, el sábado era el momento en que coincidían el tiempo de Dios y el tiempo humano. El sábado era al tiempo lo que el Templo era al lugar” (2011, p. 136, énfasis en el original).
Quienes entendían que un Dios santo le había dado a un pueblo santo un día santo con un propósito santo, entenderían que el sábado, el séptimo día, era la señal de una relación entre el Dios de la creación y un pueblo llamado y liberado. Ellos comprenderían el poder y la maravilla de Éxodo 31:13, donde Dios le dijo a Moisés: “Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy el Eterno que os santifico”.
Solo Dios puede santificar las cosas pero, como dice el cuarto mandamiento, debemos “acordarnos del día de reposo para santificarlo”, mientras procuramos experimentar la presencia de Dios dentro de este templo en el tiempo.
Definición de la vida actual de un cristiano
El séptimo día, el sábado, no solo nos recuerda la formación y el orden de Dios en su creación física, sino que además nos reenfoca en lo que él está haciendo aquí y ahora en la asombrosa creación espiritual en curso, que aún está por cumplirse a plenitud. El cuarto mandamiento en realidad habla de creaciones plurales, pero que avanzan hacia un futuro universal.
Deuteronomio 5:12-15 nos instruye al respecto. Aquí, donde se reiteran los Diez Mandamientos, el del sábado no está ligado solo a la creación original, sino a un Dios libertador que no solo creó el universo sino que continúa interviniendo en la historia humana, ahora para liberar a un pueblo esclavizado, concediéndole libertad y haciéndolo nuevo y santo para sí (ver Levítico 11:44).
Y aquí le recuerda al Israel de antaño, así como a aquellos dentro del Cuerpo de Cristo, el actual “Israel de Dios” (Gálatas 6:16): “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que el Eterno tu Dios te sacó” (Deuteronomio 5:15).
La observancia de este mandamiento es un recordatorio semanal del tiempo de transición de una “vida de esclavitud” a una vida plena para un Creador sustentador, que no es solamente el originador de la creación sino el Sustentador continuo de su propósito divino para la humanidad.
Los seguidores de Cristo han sido liberados de su pasado, y por ello las Escrituras describen a una persona convertida como “una nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Pablo también habla de esto en Romanos 6:17-18: “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”.
Jesús, el Señor del sábado, es ahora nuestro Amo, y por eso somos libres de la pena del pecado y del dominio de la influencia de Satanás; libres para amar a Dios y a aquellos creados a su imagen, libres para utilizar el poder de las herramientas espirituales que Dios provee a través de la guía de su Espíritu: un corazón y una mente nuevos (Hebreos 8:8), para mantenernos libres de los impulsos de nuestra naturaleza humana y del canto de sirena de la sociedad humana.
Cada siete días, una vez a la semana, podemos descansar de nuestros trabajos físicos y la presión de la sociedad llena de estrés, y apartar tiempo para nutrirnos de la Palabra de Dios y presentarnos ante él en adoración, alabanza y cánticos, como solían hacer Jesús y el apóstol Pablo en obediencia al cuarto mandamiento (ver Lucas 4:16; Hechos 17:2).
Hacia un futuro mejor para toda la humanidad
En Romanos 8:22, Pablo expresa el clamor de la creación inicial descarriada que “gime a una” bajo la maldición que la humanidad se acarreó sobre sí misma en el Edén (Génesis 3:13-19). Y, sin embargo, Dios va a intervenir nuevamente y establecerá su paz en la Tierra. El sábado, el séptimo día, es un recordatorio semanal y una señal de esa época de acontecimientos que aún están por venir.
Cabe destacar que Hipólito de Roma, a principios del siglo tercero, escribió lo siguiente en un comentario sobre el libro de Daniel: “Y es necesario que se cumplan 6000 años para que venga el día de reposo . . . Porque el sábado es tipo y emblema del futuro reino de los santos, cuando ‘reinarán con Cristo’, cuando venga del cielo, como dice Juan en su Apocalipsis”. Se entendió desde el principio que el sábado, día séptimo, es una pequeña muestra del Reino de Dios.
Los seis días iniciales de la semana laboral expresaban la gran diferencia entre el agitado mundo del hombre y la perfección del día de Dios, el séptimo día, que simboliza el mundo venidero, un regreso al Edén. El sábado representa el período de mil años mencionado en Apocalipsis 20:4-5, ¡conectando así el primer libro de la Biblia con el último al presentar a un Dios que nunca cesa su obra espiritual para redimir a la humanidad!
Cuando Jesús dice: “Yo soy . . . la vida” (Juan 14:6), se refiere a la vida liberadora que el Príncipe de Paz (Isaías 9:6-7), el Señor del sábado, traerá a todos los pueblos cuando su poderoso reino irrumpa para reemplazar los reinos de hombre (Daniel 2:44; Apocalipsis 11:15).
Cuando Jesús nos ofrece el increíble privilegio del discipulado personal al decirnos “Sígueme”, ofrece un parámetro importante en Juan 8:31-32: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
Permanecer en sus palabras no es simplemente meterse de cabeza en la Biblia, sino obedecerlas y seguir su ejemplo como el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, el Señor del sábado. Como el gran “Yo Soy” de las Escrituras, él inspiró a Moisés a escribir: “Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás” (Deuteronomio 12:32).
¿Qué hará usted ahora luego de leer este artículo y descubrir que un Dios santo le ha dado a un pueblo santo un día santo para un propósito santo? BN