Jesucristo en los festivales bíblicos
Cada año, sin ninguna excepción, Jesús observó siete festivales anuales, y lo mismo hizo su Iglesia después de su muerte.
¿Ha escuchado alguna vez hablar sobre la Fiesta de los Tabernáculos? ¿O sobre los Días de Panes sin Levadura, o el Día de Expiación?
Estas celebraciones especiales se encuentran en la Biblia, y no solo en el Antiguo Testamento. Jesucristo, nuestro Salvador, no solamente observó estos festivales, sino que es el componente fundamental y crucial de ellos.Cuando los observamos, estamos celebrando la misión y obra de Jesucristo: lo que él ha hecho, lo que está haciendo ahora y lo que hará en el futuro. ¡Estos festivales son la clave para desarrollar una relación más estrecha con él, y para aprender cómo va a traer Dios la salvación al mundo entero!
Jesucristo es uno de los personajes más incomprendidos y mal representados de toda la historia. Indudablemente es uno de los más conocidos, pero a la humanidad le falta mucho por aprender en cuanto a su vida, sus enseñanzas y su ejemplo.
Es de vital importancia comprender que Jesús guardó estos festivales bíblicos ordenados por Dios como parte de su adoración al Padre, para enseñarnos acerca de él y para que entendamos que estas fiestas revelan el papel fundamental de Cristo en el proceso de salvación. Es esencial que apreciemos los días santos bíblicos según la perspectiva apropiada en el Nuevo Testamento. Esta perspectiva tiene como figura central a Jesucristo, quien se sienta a la diestra del Padre y es el principal agente del plan de salvación de Dios para la humanidad.
A estas alturas, tal vez alguno de ustedes esté pensando: “Pero esas son fiestas judías. No tienen nada que ver con el Nuevo Testamento ni con el cristianismo moderno”. Esta creencia es bastante popular, pero es incorrecta. Estos festivales no pertenecen exclusivamente a los judíos; primero que nada, pertenecen a Dios el Padre y a Jesucristo.Son los festivales de Dios, obligatorios para todos los cristianos que desean seguir el ejemplo de Jesucristo, y su significado está íntimamente ligado a nuestro Salvador y a su Iglesia actual.
Examinemos los festivales bíblicos y aprendamos cómo está representado Jesús en cada uno de ellos. Estas celebraciones se hallan agrupadas en tres periodos anuales y están vinculadas con las temporadas de cosecha en la Tierra Santa. Su simbolismo nos revela una extraordinaria perspectiva acerca de cómo Dios el Padre, mediante Jesucristo, cosechará a los suyos en su plan de salvación.
Pascua: “Nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”
El primero de estos festivales es la Pascua, seguida inmediatamente por los Días de Panes sin Levadura. La Pascua fue una parte importante en la historia del antiguo Israel y su salida de Egipto, pero es mucho más que una observancia exclusiva del Antiguo Testamento. De hecho, en el Nuevo Testamento podemos encontrar 28 menciones de la Pascua.
¿De qué se trata la Pascua del Nuevo Testamento? Se trata de Alguien tan sublime, tan santo y tan importante, que sin él no habría ninguna esperanza para la humanidad: Jesucristo. Desde el comienzo, la Pascua señaló directamente a Jesús. Él es nuestro verdadero Cordero pascual (1 Corintios 5:7), y cuando observamos la Pascua del Nuevo Testamento –que cae durante la primavera en Israel y el resto del hemisferio norte– entendemos el trascendental rol que jugó Jesucristo en el perdón de nuestros pecados. La Escritura afirma: “Pero ustedes saben que Jesucristo se manifestó para quitar nuestros pecados. Y él no tiene pecado” (1 Juan 3:5, Nueva Versión Internacional).
Muchas profecías en el Antiguo Testamento anunciaron la vida y muerte de un Mesías. La muerte de Cristo por crucifixión cumplió muchas de estas predicciones con increíble detalle, y su sacrificio es una de las grandes pruebas de la validez de la Biblia y de quién fue Jesús en realidad. Justo antes de la última Pascua que Jesucristo celebró con sus discípulos, el sumo sacerdote Caifás dijo “es mejor para ustedes que muera un solo hombre por el pueblo, y no que la nación entera sea destruida” (Juan 11:50, Nueva Traducción Viviente).
La muerte de Cristo, ocurrida en el día de la Pascua, cumplió con el ritual del cordero sacrificado y abrió una nueva dimensión para comprender los festivales. Fíjese cómo entendió el apóstol Pablo esta nueva aplicación del Nuevo Testamento y cómo se la enseñó a los cristianos gentiles en la ciudad de Corinto:
“Limpiaos, pues, de la vieja levadura [esta es una referencia a los Días de Panes sin Levadura], para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:7-8, énfasis nuestro en todo este artículo).
En este pasaje, que se refiere a los dos primeros festivales bíblicos anuales, podemos ver el crucial rol que Jesucristo desempeña en la verdadera comprensión y observancia de estos días.
Ahora analicemos los Días de Panes sin Levadura.
Días de Panes sin Levadura: Cómo alejarse del pecado comiendo el verdadero “pan de vida”
El día siguiente a la Pascua da inicio a la Fiesta de Panes sin Levadura, que dura siete días y de los cuales el primero y el último son santos. Tal como sucede con la Pascua, Jesucristo se encuentra también en el centro mismo de este festival. Los cristianos lo observan sabiendo que es una oportunidad para esforzarse por eliminar el pecado de sus vidas y superar sus debilidades.
En esta fiesta primaveral, la levadura simboliza el pecado. Una vez más el apóstol Pablo alude a ella como “la levadura de malicia y de maldad” (1 Corintios 5:8). Otras escrituras comparan de manera similar la levadura con la hipocresía (Lucas 12:1) y las falsas enseñanzas. Durante este festival del Nuevo Testamento, la levadura es representada como la maldad que los cristianos se esfuerzan por arrancar de sus vidas.
La instrucción de Dios para guardar este festival comprende la eliminación y abstinencia de productos leudados por siete días, para comer en cambio “panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:8).
Los Días de Panes sin Levadura se encuentran profundamente ligados con algo muy significativo y que es revelado en este festival. En realidad, estos días representan una promesa que Cristo hizo y que debería ser cumplida después que fuera resucitado a la vida: Jesús prometió que él y su Padre morarían en nuestros corazones (Juan 14:23). De hecho, la presencia de Cristo morando en nosotros es lo que nos da esperanza de una gloria futura en el Reino de Dios (Colosenses 1:27).
Al comer pan sin leudar durante este festival recordamos que Cristo, “el pan de vida” y “el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera” (Juan 6:35, 50), es el ejemplo supremo de la sinceridad y verdad simbolizadas por el pan sin levadura. Los cristianos deben desear con todo su corazón que Jesucristo more en ellos.
La observancia de los Días de Panes sin Levadura también nos recuerda que lo que nos capacita para vencer el pecado no es nuestra justicia innata. Por el contrario, tal capacidad es el resultado de comer ese pan de vida y de la presencia de Jesucristo, quien vive su vida santa en los corazones de quienes le obedecen, facultándolos así para conquistar el pecado.
Como Pablo escribe: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
La observancia de los Días de Panes sin Levadura en el Nuevo Testamento nos enseña acerca de Jesucristo resucitado, quien murió por nuestros pecados para que abandonáramos nuestra vida pecaminosa y tuviéramos acceso a la esperanza de vida eterna mediante el consumo del verdadero pan de vida. Esta fiesta además nos muestra que al permitirle a Cristo vivir en nosotros, somos transformados, porque únicamente al adquirir el carácter y la naturaleza de Jesús podemos vencer verdaderamente el pecado.
Pentecostés: Cristo confiere a su Iglesia el poder del Espíritu Santo
Ahora démosle una mirada al siguiente festival, la Fiesta de Pentecostés, que representa los primeros frutos de la cosecha de trigo en Israel. Esta cosecha se llevaba a cabo siete semanas después de la ofrenda de los primeros frutos de la cosecha de cebada (más pequeña), que se presentaba durante la Fiesta de Panes sin Levadura. Estas fiestas de la cosecha eran celebradas con mucha alegría por los israelitas, porque cuando contaban con la bendición de Dios podían asegurarse el alimento para sus familias. Para un israelita, Pentecostés era una señal del buen año que tenía por delante.
En una ceremonia especial, el sacerdote alzaba dos panes ante Dios como ofrenda. Esta ofrenda reconocía a Dios como Aquel que bendecía a Israel y le proporcionaba el fruto de la cosecha; era un festival muy significativo de esperanza y alegría.
De acuerdo a la tradición judía, Dios le entregó a Israel los Diez Mandamientos en el día de Pentecostés. Sin embargo, los israelitas no tenían el Espíritu Santo morando en ellos, por lo cual fueron incapaces de obedecer las leyes inmutables que Dios les había dado.
En el Nuevo Testamento vemos un paralelo mucho más profundo al respecto: Jesús mismo fue el primero entre las primicias, representado por la gavilla de cebada mecida durante la Fiesta de Panes sin Levadura.
Cuando Jesús se preparaba para ascender al cielo después de su resurrección, los apóstoles se sentían muy acongojados porque su Señor les estaba siendo quitado. Pero Jesús ya les había prometido que no los dejaría huérfanos (Juan 14:18) y que tanto él como el Padre vendrían a ellos por y mediante el poder del Espíritu Santo (Juan 14:16-23).
Jesús repitió esta promesa en Lucas, donde dijo: “Ahora voy a enviarles lo que ha prometido mi Padre; pero ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos del poder de lo alto” (Lucas 24:49, NVI).
Ese poder es el Espíritu Santo, el mismo que descendió sobre los discípulos aquel día de Pentecostés, según leemos en el segundo capítulo de Hechos. Y después de ese suceso, los discípulos repentinamente se convirtieron en la Iglesia de Dios.
Ellos ya no eran un grupo de hombres y mujeres confundidos y desorientados; ahora eran las primicias del pueblo de Dios, la primera parte de la cosecha del Eterno, y mediante el poder del Espíritu Santo, desde ese momento podrían ser capaces de vencer verdaderamente el pecado. Y a través de ese mismo poder, la Iglesia de Dios llevaría el evangelio al mundo entero.
Todo esto fue posible gracias a la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Él cumplió su promesa entregándole a su Iglesia el poder de su Espíritu Santo. Cuando los cristianos de hoy celebramos este festival, conmemoramos el poder transformador del Espíritu Santo de Dios, y por el poder de ese Espíritu tenemos esperanza y podemos llevar a cabo la misma obra que Cristo realizó mientras estuvo aquí en la Tierra: la predicación del evangelio del Reino de Dios.
Ya hemos cubierto tres de los festivales bíblicos anuales: la Pascua, los Días de Panes sin Levadura y la Fiesta de Pentecostés. A continuación repasaremos brevemente los cuatro siguientes festivales, que se observan en la temporada otoñal en Tierra Santa y el resto del hemisferio norte. A medida que los analicemos, notaremos una vez más el trascendental rol que Jesucristo tiene en el cumplimiento de cada uno de ellos.
Trompetas: Jesucristo regresa y resucita a sus seguidores
El siguiente festival bíblico usa un interesante símbolo: el sonido de trompetas.
Las trompetas, ya sean instrumentos de metal o cuernos de carnero, se usaban en la Biblia con varios propósitos: para llamar al pueblo de Dios a convocarse (Números 10:1-10), para anunciar el comienzo de este día santo (Levítico 23:24; compare Salmo 81:3-4), y también para anunciar la coronación de un rey (1 Reyes 1:39-40).
Todos estos propósitos encuentran su máximo cumplimiento en la enseñanza del Nuevo Testamento que dice que Jesucristo regresará a la Tierra como Rey, y reunirá a todo su pueblo al sonido de una gran trompeta.
Más aún, el Nuevo Testamento claramente señala que al momento de la llamada “primera resurrección”, y al sonido de una gran trompeta, “el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16).
En 1 Corintios 15:51-52, el apóstol Pablo escribe: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.
Otra escritura clave es Apocalipsis 11:15: “Tocó el séptimo ángel su trompeta, y en el cielo resonaron fuertes voces que decían: El reino del mundo ha pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo,y él reinará por los siglos de los siglos” (NVI).
La Fiesta de las Trompetas representa el momento en que Jesucristo regresará a la Tierra para establecer su Reino en reemplazo de todos los gobiernos humanos. También simboliza la resurrección de quienes en la Biblia son llamados “los muertos en Cristo” (1 Tesalonicenses 4:16) y su transformación a una vida gloriosa, como seres espirituales y miembros de la familia de Dios. Jesús declaró que él mismo resucitaría a sus seguidores en ese tiempo futuro (Juan 6:44).
La Biblia además nos muestra que el regreso de Jesucristo no será bienvenido por los ejércitos y líderes de este mundo; de hecho, la venida de Cristo estará acompañada de guerras. Los “reinos de este mundo” no se rendirán ni someterán voluntariamente a Jesucristo.
El Cordero de Dios vendrá vestido con una túnica teñida en sangre y blandiendo una espada, “para herir con ella a las naciones” (Apocalipsis 19:13-15). Los gobiernos del mundo son controlados actualmente por un poderoso ser espiritual llamado Satanás el demonio, y este ser malvado es el verdadero poder detrás de toda la locura humana.
Expiación: Cristo aparta a Satanás y ofrece reconciliación a toda la humanidad
El Día de Expiación es el más singular de todos los festivales, porque en este día el pueblo de Dios se abstiene de comida y bebida, en otras palabras, hace “ayuno” (Levítico 23:26-32; Hechos 27:9). En la antigua nación de Israel esta ceremonia se llevaba a cabo una vez al año, con la presencia del sumo sacerdote y la ofrenda de dos machos cabríos especialmente escogidos para la ocasión.
Un macho cabrío era sacrificado y su sangre ofrecida en el Lugar Santísimo, que era un cuarto sagrado dentro del templo al cual solo el sumo sacerdote podía entrar durante este festival celebrado una vez al año. Esto representaba el sacrificio de Jesucristo por el perdón de la humanidad.
El segundo macho cabrío no era sacrificado, sino que se le dejaba ir e internarse en el desierto. Este animal representaba a Satanás, el ser que se rebeló contra Dios y es la principal causa del pecado y la maldad que aquejan al mundo. Jesucristo se refirió a él como “mentiroso” y “homicida desde el principio” (Juan 8:44). Su perversa presencia e influencia sobre la raza humana deben ser eliminadas, para que pueda ser instaurada la paz del Reino de Dios.
Aunque en la actualidad no observamos el Día de Expiación con el ritual del templo y los dos machos cabríos, no dejamos de enfocarnos en el gran significado de este día mientras ayunamos para acercarnos más a Dios. El Día de Expiación anticipa aquel tiempo en que Jesús retornará a la Tierra y encargará a un ángel que ate a Satanás y lo arroje en un abismo profundo (Apocalipsis 20:1-3). Satanás no podrá engañar a las naciones durante mil años.
Este mundo nunca conocerá la paz a menos que Satanás, el engañador supremo, sea quitado de en medio. Cuando esto suceda, los ojos de los seres humanos serán abiertos, la luz de la verdad de Dios resplandecerá y la sanidad espiritual descenderá sobre todas las naciones. El sacrificio de Cristo, simbolizado por el cordero muerto, comenzará a aplicarse al mundo en general a medida que la gente se arrepienta y comience a acercarse a Dios y a caminar en armonía con él.
Nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, Aquel que ofreció su vida por toda la humanidad y aplastó la cabeza de la serpiente (vea Génesis 3:15), se encuentra en el centro mismo del cumplimiento de este día, en el cual por fin se dará inicio a la verdadera obra del Reino de Dios.
La Fiesta de Tabernáculos: el gobierno milenario de Jesucristo sobre la Tierra
Después de que Jesucristo retorne, el mundo disfrutará mil años de paz y prosperidad (Apocalipsis 20:1-6). La Tierra será transformada, pero no por los logros de la humanidad, sino por el poder de Dios. El festival bíblico llamado Fiesta de Tabernáculos representa este periodo de tiempo, al cual los teólogos se refieren como “Milenio” (que simplemente significa “1.000 años”).
Jesús es la clave para entender el significado de la Fiesta de Tabernáculos; él observó esta fiesta mientras vivió como ser humano e instruyó a sus discípulos para que también la guardaran (Juan 7:2-14). En tiempos del Antiguo Testamento, los israelitas se congregaban en Jerusalén y moraban temporalmente en pequeñas tiendas o cabañas hechas de ramas de árboles, y se regocijaban adorando a Dios (Levítico 23:40). El Antiguo Testamento vincula directamente el reino de Cristo en la Tierra con la observancia de la Fiesta de Tabernáculos (Zacarías 14:16-21).
El libro de Apocalipsis nos dice que Cristo reinará en la Tierra durante mil años. Su reino producirá lo que ningún gobierno humano ha podido lograr en miles de años: una paz duradera, verdadera justicia y la oportunidad para que el conocimiento de Dios se propague y florezca por todo el mundo.
El profeta Isaías predice este periodo en muchas de sus emocionantes profecías; veamos dos de ellas:
Isaías 2:4 dice:“Y [el Señor] juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”.
Isaías 35:5-7 afirma: “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas; en la morada de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos”.
Estas escrituras finalmente verán su cumplimiento cuando Aquel que se sienta a la diestra del Padre, Jesucristo, regrese a la Tierra.
El Octavo Día: Jesús ofrece salvación a toda la humanidad
Los tres festivales que hemos cubierto hasta aquí –la Fiesta de las Trompetas, el Día de Expiación y la Fiesta de Tabernáculos– se celebran en un periodo de tres semanas (días 1 al 21 del séptimo mes del calendario hebreo), pero hay todavía otro festival, cuyo significado ofrece la más grandiosa esperanza para la humanidad.
¿Se ha preguntado alguna vez qué pasará con quienes han muerto sin haber aceptado a Jesucristo como su Salvador? ¿Hay esperanza para ellos? ¿Qué dice la Biblia acerca de este grupo de personas? El significado del último festival del año nos entrega la respuesta.
Inmediatamente después de la Fiesta de Tabernáculos, que dura siete días, se celebra una fiesta distinta (Levítico 23:39) llamada el Octavo Día. Este es el último de los festivales ordenados por Dios y tiene un profundo significado dentro de su plan.
Muchos en la actualidad se preocupan por sus seres queridos que murieron sin recibir salvación a través de Jesucristo. Se angustian y atormentan por estas personas tan amadas que nunca se arrepintieron de sus pecados ni recibieron el bautismo, porque creen que están perdidas y condenadas para siempre a un infierno eterno.
Pero Dios es un Dios de amor y no permitirá que ningún ser humano se pierda sin haber recibido una oportunidad justa de escuchar y entender el evangelio. El Eterno ofrecerá salvación incluso a quienes hayan muerto sin un conocimiento adecuado.
La profecía de Ezequiel 37 habla de una gran resurrección de seres humanos que murieron sin haber entendido el gran plan de Dios, y aun cuando este relato se refiere específicamente a lo que le sucederá a Israel, nos revela los planes que Dios tiene para toda la raza humana, según fue predicho en Apocalipsis 20:5, 11-12.
Ezequiel escribe: “Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos” (Ezequiel 37:10-11). En esta visión el profeta está viendo una resurrección.
Sin embargo, Dios a continuación se dirige a los israelitas con palabras llenas de consuelo: “He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy el Eterno, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo el Eterno hablé, y lo hice, dice el Eterno” (vv. 12-14).
Estos versículos, junto con otros pasajes bíblicos, nos hablan de un tiempo venidero en el cual quienes hayan muerto sin el pleno conocimiento de Dios tendrán la oportunidad de ser salvos. Por fin reconocerán a Cristo por lo que él verdaderamente es: nuestro Señor y Salvador. Los no cristianos que hayan vivido toda su vida sin escuchar jamás el nombre de Cristo, y también aquellos que hayan profesado el cristianismo pero sin entender cabalmente la verdad, tendrán la oportunidad de aceptar el sacrificio de Jesucristo como paga por sus pecados y recibir el don del Espíritu Santo.
Apocalipsis 20 nos habla de una resurrección al final del reinado milenario de Jesucristo: una resurrección de “los muertos, grandes y pequeños” (v. 12). Ellos se pararán frente a él y los libros de la Biblia serán abiertos ante sus ojos para que entiendan, y tendrán la oportunidad de confesar su creencia en Dios y en Cristo y así recibir la vida eterna.
Únicamente aquellos que finalmente rechacen a Dios a pesar de haber conocido plenamente su verdad, serán arrojados a un lago de fuego y morirán para siempre.
El festival del Octavo Día, por tanto, simboliza ese tiempo venidero en el plan de Dios, cuando quienes nunca hayan tenido la ocasión de aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador serán resucitados y levantados de sus tumbas y recibirán la oportunidad de aprender plenamente la verdad.
Así, el verdadero significado del último festival en el plan de Dios es este: cada ser humano que haya vivido tendrá la oportunidad de conocer al único Dios verdadero y a Jesucristo, su mensajero en la Tierra. Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
Los días santos de Dios nos muestran un panorama general del gran plan de salvación de Dios. El cumplimiento de lo que representan estos días depende de Aquel que se convirtió en hombre, murió por nosotros y ahora está sentado a la diestra de su Padre, y que pronto volverá a gobernar al mundo. Su nombre es Jesucristo.
¿Cuál es nuestra responsabilidad?
¿Qué aprendemos al guardar estos festivales bíblicos? Muchísimas cosas, porque estos son los días santos de Dios. Solo medite en esta palabra: santos. A veces olvidamos lo que dicha palabra en realidad significa; designa algo especial para Dios, apartado por él.
Dios atesora estos días porque revelan de qué se trata su plan para la humanidad, el cual nos bosqueja con líneas muy claras para que entendamos que comienza con la Pascua, que simboliza el sacrificio de Jesucristo por nosotros. Durante la Fiesta de Panes sin Levadura recordamos lo que es salir del pecado y llegar a ser como Jesucristo. Pentecostés representa el Espíritu Santo, que permite lograr un cambio genuino a todos aquellos que Dios llama.
La Fiesta de las Trompetas nos infunde la esperanza del regreso de Cristo, cuando él enderezará todas las cosas. El Día de Expiación conmemora el tiempo en que Satanás será atado y ya no podrá influenciar más a la humanidad, y cuando las naciones por fin aceptarán a Cristo y su sacrificio expiatorio. La Fiesta de Tabernáculos es figura del gobierno de Cristo, cuando él morará con la humanidad y la regirá por mil años.
Y, por último, tenemos el Octavo Día, que enfatiza claramente el deseo de Dios de salvar a todos los que quieran ser salvos. Todos los seres humanos, de todas las épocas pasadas, tendrán la oportunidad de entender la Biblia; la Palabra de Dios adquirirá sentido para ellos, y podrán optar por la vida.
¡Qué bendición más extraordinaria es comprender cómo Jesucristo encaja en todos los días santos! Es algo que todos debiéramos analizar.
Usted necesita examinar exhaustivamente sus creencias. Tal vez celebre Navidad, Pascua de Resurrección y otros festivales religiosos tradicionales, pero no le satisfacen. Quizá usted se dé cuenta de que algo les falta; si ese es el caso, es tiempo de que se formule ciertas preguntas muy francas sobre lo que ha aceptado y lo que ha estado haciendo durante toda su vida en el aspecto religioso.
Más aún, usted debe explorar la posibilidad de encontrar una iglesia que observe estos festivales bíblicos. Estas celebraciones contienen muchísimo significado e información, y es indispensable que comprenda lo que ellas representan en el plan que Dios diseñó para usted. ¡Averigüe por qué tanta gente está aceptando lo que la Palabra de Dios verdaderamente dice y entendiendo cuál es la mejor forma de adorarlo! BN