¿Han regresado los antiguos dioses?
Acabo de regresar de mi tercer viaje a Turquía (la antigua Asia Menor) en el lapso de dos años. Enseñar los libros de Hechos y Apocalipsis a nivel universitario ha incrementado mi interés por los sucesos acaecidos en aquella región.
Cuanto más visito la zona, más aprendo y deseo profundizar para entender el mensaje de Dios a su Iglesia en la actualidad. Creo que el libro de Apocalipsis contiene la clave para que la Iglesia de hoy pueda sobrevivir la abierta guerra espiritual del mundo demoniaco. Las pruebas de la influencia satánica en la cultura actual son claras e innegables. No hace falta ir más allá de lo que escriben eminentes observadores sociales para ver la preocupación que embarga a muchos.
La ausencia de la protección de Dios
La escritora Naomi Wolf habló recientemente de este tema, impulsada por varias demostraciones abiertas de ocultismo pagano. Entre estas estuvo la reciente ceremonia de los Premios Grammy en los Estados Unidos, donde el animador Sam Smith interpretó una pieza musical titulada “Unholy” (Impío), acompañado de imágenes satánicas iluminadas por una tétrica luz roja. Por otro lado, en la ceremonia inaugural de los Juegos de la Mancomunidad 2022 en Birmingham, Inglaterra, apareció en escena un gigantesco y aterrador toro mecánico con ojos rojos destellantes, ante el cual se inclinaban a modo de adoración bailarines ligeros de ropa de ambos sexos. Además, ya se está preparando la presentación en Boston del “SatanCon”, anunciada como “Un fin de semana de blasfemia” y “La reunión satánica más grande de la historia”.
En un extenso pero perspicaz artículo sobre el surgimiento y la aceptación de la maldad pura disfrazada de progresismo, la doctora Wolf afirma acertadamente: “. . . la ausencia de la protección de nuestro Dios; el surgimiento en la Tierra de una mentalidad de querer hacerlo todo por nosotros mismos; de enfocarnos en nosotros mismos; de adorarnos a nosotros mismos, prostituyéndonos tras nuestras obras humanas; de eliminar todos los límites legales, seguir todo deseo lujurioso y obedecer a poderes no divinos; de rechazar la misericordia; de aplaudir todo narcisismo; de usar a los niños como animales a nuestra disposición; de tratar a la familia como un campo de batalla y a las iglesias y sinagogas como empresas de mercadeo. De esto se tratan en realidad los reinos de las tinieblas paganas, o los principados y potestades” (“Have the Ancient Gods Returned?” [¿Han regresado los antiguos dioses?] Brownstone Institute, 23 de febrero de 2023).
¿Retorno de los dioses?
El artículo de la doctora Wolf fue motivado en parte por un libro reciente de Jonathan Cahn [pastor y escritor judío estadounidense], cuyos escritos generalmente despiertan interés cuando relaciona los eventos actuales con las profecías bíblicas. Su último libro, The Return of the Gods (El regreso de los dioses), plantea la idea de que dioses antiguos como Baal, Moloc y Artemis, entre otros, han resurgido en los últimos años y están detrás de los males modernos, que se han vuelto política pública en muchos estados.
Uno de esos males está representado por los defensores a ultranza del aborto, que abogan por que se pueda segar la vida de un bebé hasta el momento mismo de salir del útero de su madre, e incluso después. Otro es la política del estado de Minnesota, que se autopromociona como “un refugio seguro” para los jóvenes que deseen cambiar de género, incluso si uno de los padres se opone.
La legislación que apoya tales hechos va en contra de todas las normas de una sociedad sana que desea preservar a sus hijos y su futuro. Sin embargo, esta es una tendencia creciente. Cahn atribuye estos cambios en la sociedad a la reaparición de los antiguos dioses paganos que “han vuelto” a ser populares a través de estas manifestaciones malignas.
Creo que Cahn presenta un caso convincente, que atrae a la doctora Wolf y a otros observadores. Sin embargo, aunque convincente, no es todo, y explicaré por qué en un momento.
La importancia del mensaje de Apocalipsis
Mi visita a los lugares de las siete iglesias que menciona Apocalipsis 2 y 3 me ha llevado a profundizar en el mensaje que Cristo les envió. Los miembros de la Iglesia de Dios que vivían en estas ciudades estaban rodeados por un mundo completamente pagano que adoraba dioses falsos como Zeus, Apolo y Artemisa en los templos y en todos los escenarios de la vida pública.
Para nuestra mentalidad moderna es difícil comprender lo profundamente arraigada que estaba en la vida de cada hombre y mujer la adoración de dioses “que no son dioses” (Jeremías 2:11). El trabajo de una persona dependía de la lealtad hacia cualquier deidad que representara al dios de su oficio. Se esperaba que honraran a ese dios asistiendo a banquetes en su templo y comiendo lo que se hubiera sacrificado en honor a él. De lo contrario, la persona podía quedar privada de su sustento y posición social. Un cristiano no podía hacer algo semejante sin violar los mandamientos de Dios.
Dos de las congregaciones mencionadas en Apocalipsis 2 y 3 estaban en ciudades donde estos dioses tenían un estatus especialmente importante. Cuando Cristo se dirigió a los miembros en la ciudad de Pérgamo, les dijo que su ciudad era “donde mora Satanás” y que la ciudad tenía “el trono de Satanás” (Apocalipsis 2:13).
Pérgamo estaba ubicada en la base de una elevada colina que dominaba una amplia llanura. Varios templos en la cima de la colina podrían identificarse como “el trono de Satanás”, pero se destacaba uno en particular: el Altar de Zeus. Este era un gran altar o templo, el más grande del mundo antiguo. Hoy, en el Museo de Pérgamo en Berlín, su apariencia hace fácil imaginar a Satanás sentado en el trono y adorado por la gente que traía ofrendas al dios principal, Zeus. Debe haber sido muy impactante para los miembros de la Iglesia que les dijeran que vivían “donde mora Satanás”.
Satanás tiene un reino. Las Escrituras lo llaman “el príncipe de este mundo” y “el dios de este siglo” (Juan 12:31; 14:30; 16:11; 2 Corintios 4:4). Satanás le ofreció a Jesús todos los reinos del mundo si tan solo se inclinaba y lo adoraba (Mateo 4:8-9).
Otra de las siete iglesias del Apocalipsis estaba en Éfeso, donde se encontraba una de las maravillas del mundo antiguo, el gran templo de Artemisa (también conocida como Diana). Hoy en día, el lugar donde se hallaba el templo es un montón de piedras y una columna reconstruida. Sin embargo, en el mundo del primer siglo era el centro de atención de la ciudad y la región.
Artemisa era la diosa de la naturaleza y la caza. Heredó su papel de fertilidad de la antigua diosa asiática Cibeles. Los hombres que fungían como sacerdotes y sus asistentes para adorar a Cibeles eran conocidos como galli; estos se castraban a sí mismos y se vestían y actuaban como mujeres, una práctica transgénero de antaño, como parte de los rituales en honor a la diosa.
Esta costumbre se prolongó hasta comienzos del primer siglo. Si consideramos que el ministerio del apóstol Pablo en Éfeso duró tres años, se hace más claro panorama de aquello contra lo que debió luchar y la cultura con la que tuvieron que lidiar los cristianos. En muchos aspectos, la cultura transgénero moderna refleja el mundo en que el evangelio de Cristo prevaleció por primera vez contra la vacuidad del paganismo.
El mensaje del libro de Apocalipsis tiene el propósito de animarnos hoy frente a un mundo cada vez más idólatra absorto en la cultura del yo, y más ahora con el agravante de una dimensión espiritual de abierta adoración satánica e ideas y comportamientos demoniacos malévolos, destinados a distorsionar todas las normas de conducta del ser humano. La estructura de la familia está siendo atacada en todos los niveles. El concepto de género y la naturaleza misma de la humanidad están siendo mutilados como parte de una política pública premeditada.
Lo que estamos viendo no es el regreso de los antiguos dioses paganos. Esos dioses han estado aquí todo el tiempo. Lo nuevo es que están saliendo a la luz tras la fachada de una religión falsa, que ha sido su vehículo entre el mundo antiguo y el moderno.
Demonios detrás de los ídolos
La Biblia nos dice claramente que detrás de cada ídolo y dios falso hay un demonio que busca ser adorado. Veamos estas escrituras donde, hablando de Israel, Dios dijo: “Le despertaron a celos con los dioses ajenos; lo provocaron a ira con abominaciones. Sacrificaron a los demonios, y no a Dios; a dioses que no habían conocido, a nuevos dioses venidos de cerca, que no habían temido vuestros padres” (Deuteronomio 32:16-17; véase además Levítico 17:7; Salmos 106:37).
Pablo escribió a los corintios, que vivían en una ciudad llena de templos e idolatría, y describió la vana adoración de sus habitantes: “Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios” (1 Corintios 10:20).
Los ídolos y templos en la antigüedad pueden haber representado a Artemisa, Zeus o Atenea. Pero los verdaderos objetos de adoración eran los demonios caídos del ámbito espiritual: los poderes de las tinieblas, los gobernantes invisibles que influyen sobre la civilización y la cultura.
Para comprender verdaderamente el curso de la historia mundial, debemos admitir que un ser descrito como “el príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2) gobierna y moldea la forma de vida de la sociedad humana oponiéndose a los caminos de Dios. Pablo les dijo a los efesios que antes de ser cristianos “vivían en pecado . . . obedeciendo al diablo” (Efesios 2:2, Nueva Traducción Viviente). Pablo logró grandes avances contra esta cultura satánica. Durante sus tres años en Éfeso, su predicación y enseñanzas dieron como resultado que la Palabra del Señor creciera poderosamente y prevaleciera (Hechos 19:20).
Pero la historia eclesiástica muestra claramente que los dioses nunca se fueron, ¡sino que se bautizaron a sí mismos! Tergiversaron la enseñanza de la verdad en medio de la Iglesia primitiva. La adoración a Dios se cambió del sábado al domingo, el día del dios sol. Las fiestas paganas basadas en la Pascua Florida y la Navidad con el tiempo reemplazaron las fiestas bíblicas que Dios había establecido. Una por una, las verdades fundamentales enseñadas por Cristo y los apóstoles fueron cambiadas por “herejías destructivas” (2 Pedro 2:1) y “doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1).
La imagen de la iglesia que surge después del período del primer siglo no se parece en nada a la Iglesia fundada originalmente por Jesucristo. Se adoraban ídolos, íconos y santos en lugar del Dios verdadero. El cristianismo de la historia posterior, junto con otros sistemas religiosos falsos, se convirtió en el escondite de los antiguos dioses paganos. Y los estamos viendo emerger más abiertamente ahora que nuestro mundo se está olvidando de Dios.
Nos hemos olvidado de Dios
En las últimas décadas, en las naciones occidentales ha habido una persistente disminución de la moralidad, valores y forma de vida basados en la Biblia. Muchos profetas seculares han advertido a lo largo de los años que la gente se estaba alejando de Dios y que su Palabra, la Biblia, ya no formaba parte vital del fundamento.
Entre ellos se contaba Alexander Solzhenitsyn, el escritor ruso que dijo, refiriéndose a las tribulaciones de su propio país, que languidecía en el campo de exterminio llamado comunismo: “Los hombres se han olvidado de Dios, por eso ha pasado todo esto”. De hecho, esto es lo que ha sucedido en Estados Unidos y también en el mundo de habla inglesa. El resultado es la actual explosión de adoración satánica y pagana.
Cuando en 1914 surgió un poder bestial en Europa que provocó una guerra por todo el continente, lo que condujo al colapso de los imperios, seguido una generación más tarde por otra guerra mundial y la muerte de millones por matanzas, hambrunas, pestilencias y holocaustos, fue porque los hombres se habían olvidado de Dios.
Cuando el próspero mundo que siguió a continuación eliminó a Dios de la plaza pública por decreto judicial, fue consecuencia de la ingratitud humana hacia Dios. Cuando se legalizó el aborto, y millones de niños en gestación fueron asesinados y una generación se volvió insensible al rechazar la santidad de la vida, fue porque, como dice en Romanos 1, “su necio corazón fue entenebrecido”. Cuando se legitimó el cambio de la naturaleza del matrimonio entre un hombre y una mujer para aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo, fue porque los hombres estaban llenos de lujuria e inmundicia. Cuando el género sexual del hombre y la mujer fue pisoteado y echado a un lado, fue porque la verdad de Dios se cambió por una mentira.
Olvidar a Dios ha dado origen a una cultura degradada que él describe como llena “de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad . . . envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; [de hombres] murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia” (vv. 29-31). A esta cultura de muerte, resultado de todo esto, le espera el juicio de Dios.
Hemos llegado a una etapa en esta progresión del mal donde al parecer los dioses que siempre han estado allí y se esconden en el mundo occidental tras un velo de religión falsa que afirma representar a Jesucristo con su doctrina de demonios y descarada idolatría, ahora han resurgido. La cultura popular es un claro ejemplo de la influencia demoniaca.
Los antiguos dioses no han “regresado”: en realidad siempre han estado aquí, pero son mantenidos a raya mediante el propósito y el poder de Dios. En la medida que le hemos dado la espalda a Dios, la influencia de estos malvados seres espirituales se ha vuelto más audaz. Hemos cruzado un umbral hacia una nueva realidad, y no parece haber vuelta atrás al mundo que conocíamos. Estamos en una guerra espiritual, y Jesucristo está llamando a cada uno de nosotros a enfrentar la batalla de los siglos, ¡firmes y ataviados con la armadura de Dios! BN