Esperanza después de la tormenta
Este número de Las Buenas Noticias fue preparado en medio de acontecimientos alarmantes. La destrucción causada en todo el sureste de Estados Unidos por los huracanes Helene y Milton fue enorme y espantosa. Muchos siguen desaparecidos y se teme que hayan muerto. Esto se añade a los devastadores tifones en Asia y la destrucción en Acapulco, México, causada por otro huracán.
El huracán Helene se había reducido a una tormenta tropical en el momento en que azotó Carolina del Norte, pero lanzó una potente bomba de agua sobre la zona. Las casas situadas en las laderas parecían seguras, pero las lluvias torrenciales provocaron el hundimiento de la arcilla subyacente, dando lugar a grandes deslizamientos de tierra hacia los valles de abajo. Incontables vidas y medios de subsistencia fueron arrastrados por ríos de escombros y restos del desastre.
Nos lamentamos al contemplar el sufrimiento y los daños en tantos lugares del mundo. Ver a niños deambulando en busca de sus padres desaparecidos fue realmente desgarrador. Ante semejantes calamidades, la gente suele preguntarse cómo puede un Dios amoroso permitir todo esto. Por supuesto, no conocemos todas las razones, aunque las Escrituras nos dan muchas respuestas. (Para obtener más información, le instamos a solicitar o descargar nuestra guía de estudio gratuita ¿Por qué permite Dios el sufrimiento? ).
Pero hay algo de lo que debemos darnos cuenta: esta época actual no es el mundo de Dios. Es una época caracterizada por la rebelión humana contra Dios bajo la influencia de Satanás. En su mayor parte, la humanidad está aislada de Dios, aunque él sigue interviniendo a veces en respuesta a las oraciones y para llevar a cabo sus propósitos generales.
En cierto sentido, “este presente siglo malo”, como lo llamó el apóstol Pablo (Gálatas 1:4), puede compararse a una tormenta catastrófica que provoca miseria y muerte generalizadas. Y el único que puede calmar la tormenta que nos agobia y acabar con ella es Aquel que tiene el poder y la voluntad de salvarnos. Cuando Jesucristo y sus discípulos se vieron envueltos en una fuerte tormenta en el mar de Galilea y su barca se anegaba, clamaron a Jesús, quien “reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza . . . Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4:37-41).
Ciertamente, oramos por la ayuda, el consuelo y la reconstrucción de las vidas de aquellos que han sufrido en los recientes huracanes. Pero más que eso, oramos para que ellos, y todos, encuentren la paz a través de Aquel que calma no solo las tormentas físicas, sino las tormentas de la vida e incluso la gran tormenta que azota al mundo entero.
Nuestro tema de portada de este número se centra en la súplica del hombre por la liberación en medio del asfixiante caos de esta época. Muchos piensan que la solución se encuentra en nuestros dirigentes políticos, pero la verdadera respuesta está en la poderosa mano de Dios extendida a través del Mesías, Jesucristo.
El gobierno humano simplemente no está a la altura de la tarea. Después de la destrucción causada por Helene, muchos se quejaron de que la respuesta del gobierno federal fue lenta, desalentadora y mal dirigida. Muchas personas fueron a ayudar, lo que era alentador observar, pero las necesidades eran mucho mayores de lo que los voluntarios podían atender.
Los resultados de las elecciones nacionales estadounidenses ya se habrán dado a conocer para cuando usted reciba esta edición. Es un asunto importante, pero más importante es reconocer que, sin importar quién haya ganado, la tormenta de esta era sigue rugiendo y solamente a través de Dios podemos experimentar paz ahora y ser conducidos a las soluciones definitivas que su intervención y reino venideros traerán a la Tierra.
Infórmese sobre esa liberación y cómo prepararse para ella en este número. Y tenga la seguridad de que sí hay esperanza después de la tormenta. BN
Tom Robinson, Editor Asociado
Iglesia de Dios Unida