¿Es Dios “provida” (defensor de la vida) o “proelección” (partidario del aborto)?
Decir que Dios es provida es una subestimación. Dios es el Creador, Sustentador y Protector de la vida, y uno de sus diez mandamientos prohíbe quitar la vida (Éxodo 20:13). Dios también es proelección en el sentido de que creó a los seres humanos con libertad de escoger. Él no nos controla al punto de quitarnos la libertad de elegir nuestro propio camino.
La vida humana es una cadena interminable de elecciones, pero no todas son iguales. Las hay sabias y necias, buenas y malas, correctas e incorrectas. Algunos quieren hacernos creer que una elección es tan buena como otra y que solo se trata de un asunto de preferencia personal.
Tal manera de pensar se basa en la idea de que no hay absolutos. No obstante, sí hay una verdad absoluta: la Biblia, que es la revelación de la verdad suprema por parte de Dios. Jesucristo dijo en oración a Dios Padre, “tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Los Diez Mandamientos resumen las normas de Dios sobre el bien y el mal. Él no impone sus normas a nadie; sin embargo, revela lo que es correcto, muestra algunas de las consecuencias de nuestras acciones y nos exhorta a escoger lo que es justo y bueno. Pero luego nos deja elegir a nosotros.
Por ejemplo, Dios instruyó a Adán y Eva, les advirtió de las consecuencias y les permitió hacer su propia elección, y luego pagaron el castigo por su decisión equivocada. Dios inspiró a Josué a decir a los israelitas “escogeos hoy a quién sirváis”, es decir, si a los falsos dioses de los paganos que los rodeaban o al único Dios verdadero (Josué 24:15). En Isaías 65:12 Dios pronuncia un juicio sobre los israelitas: “. . . por cuanto llamé, y no respondisteis . . . sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos, y elegisteis lo que no me agrada”.
Los padres deben escoger la vida antes que la muerte para sus bebés no nacidos. El aborto es la elección equivocada, porque Dios está a favor de la vida y aborrece que la gente por voluntad propia decida quitarles la vida a otros, y esto incluye el asesinato de bebés aún en gestación.
Los términos provida y proelección han adquirido un significado adicional en muchos países. Desde el punto de vista político, provida se refiere en gran medida a quienes procuran la aprobación de leyes y la ayuda de los tribunales para prohibir o restringir el aborto. En cambio, el término proelección se refiere principalmente a las personas que buscan lo contrario, es decir, eliminar las restricciones al aborto.
Y si bien a Dios le agrada el objetivo de salvar a los bebés, no hay que suponer que aprueba todas las formas de protesta contra el aborto, especialmente cuando implican daño físico o destrucción de la propiedad.
Ni los esfuerzos humanos ni la promulgación de leyes serán la solución definitiva para el aborto ni ninguno de los otros males de la sociedad. Lo que este mundo necesita desesperadamente es una transformación del corazón humano, del egoísmo a la generosidad, de la carnalidad a la preocupación por los demás. Lo que necesitamos es un cambio de la ceguera espiritual a una clara comprensión de los valores correctos.
En lugar de adoptar una filosofía hedonista (“Si te produce placer, hazlo”), necesitamos tomar en cuenta las consecuencias a largo plazo de la promiscuidad sexual: enfermedades venéreas, hogares deshechos, destrucción de la vida familiar, relaciones rotas, abuso de drogas, suicidio, y, por supuesto, la incesante matanza de los inocentes concebidos en tales uniones. Ciertamente estas criaturas no han hecho nada para merecer que los maten mediante los métodos más crueles que uno pueda concebir.
Necesitamos desesperadamente aprender la perspectiva de Dios sobre el bien y el mal. Para la mayoría de la humanidad, esto no sucederá sino hasta que Jesucristo regrese para establecer su reino sobre la Tierra.
Dios nos anima a elegir la vida en todas nuestras decisiones, y también el camino que finalmente conduce a la vida eterna. Él nos dice: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición: escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19, énfasis añadido).