El Monte del Templo en Jerusalén - Centro de conflictos
Ningún lugar de la Tierra ha sido tan conflictivo como el territorio de Israel. Y ninguna ciudad sobre la Tierra ha sido tan conflictiva como la capital de Israel, Jerusalén. Y ninguna parte de Jerusalén ha sido tan conflictiva como el Monte del Templo, un centro de contienda y controversia por larguísimo tiempo.
¿Por qué debería ser semejante fuente de conflicto la cima de esta gran colina, que ha sido remodelada y convertida en una plataforma de piedra de 36 acres que domina el paisaje de Jerusalén? Depende de quién deba responder.
Para los cristianos, el Monte del Templo es un vívido recordatorio del apostolado de Jesucristo y de los muchos incidentes registrados en los evangelios que se llevaron a cabo en el enorme complejo construido por Herodes el Grande y sus sucesores.
Para los musulmanes, el Monte del Templo es al-haram ash-Sharif, “el Noble Santuario”, el lugar al cual supuestamente Mahoma, el fundador del islam, voló de noche desde La Meca montado en Buraq, el corcel alado de los profetas y en el cual, acompañado del ángel Gabriel, ascendió al trono celestial de Alá.
Para los judíos, el Monte del Templo representa el lugar más sagrado de la Tierra: la cumbre del monte Moriah donde a Abraham se le impidió sacrificar a Isaac, el lugar donde el rey Salomón edificó el hermoso primer templo (destruido por los invasores babilónicos alrededor de 587 a. C.), el lugar del templo reconstruido por Zorobabel después del retorno de los judíos de su exilio en Babilonia, el lugar del magnífico templo que construyó Herodes el Grande durante las décadas previas y en el año uno de la era común (y que fue destruido por las legiones romanas en 70 d. C.), y el lugar en el que se levantará un futuro templo desde el cual el Mesías reinará sobre toda la Tierra.
Tres religiones, con tres argumentos que se oponen y coinciden entre sí: la receta perfecta para siglos de conflicto.
Los musulmanes no reconocen un templo o presencia judía en Jerusalén
El Monte del Templo ha ocupado los noticieros últimamente debido a los reclamos de los musulmanes en cuanto a su historia. A principios de este año Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, habló ante el Consejo General Palestino. En un impactante discurso antisemítico de dos horas, prácticamente ignorado por los medios de comunicación occidentales, Abbas condenó a Israel como “una empresa colonial que nada tiene que ver con el judaísmo”. En cuanto a la historia de Israel, declaró que “todo ha sido una invención”.
Estas afirmaciones son muy curiosas si se considera que las emitió un hombre que tiene un doctorado en historia — hasta que nos enteramos de que tal doctorado le fue otorgado por una universidad soviética en Moscú, y que el tema de su disertación doctoral fue una negación del Holocausto.
Esta no es la primera vez que Abbas ha hecho tales afirmaciones. En discursos anteriores ha declarado que los judíos “aseguran que hace 2000 años tenían un templo”, y “desafío la aseveración de que esto es cierto”.
También ha argüido que los israelíes “procuran cambiar los hechos del territorio de Jerusalén en cada detalle y reemplazarlos con otros diferentes, cuyo propósito es fomentar mitos ilusorios y la arrogancia del poder. Se imaginan . . . que pueden inventar una historia [judía], exigir derechos y borrar hechos religiosos e históricos sólidos”.
Otros líderes políticos y religiosos y personajes de los medios de comunicación árabes han hecho comentarios similares. En un programa televisivo de la Autoridad Palestina en agosto de 2015, cierto comentarista declaró a los televidentes:
“La historia del templo [de Jerusalén] no es otra cosa que una colección de leyendas y mitos por razones políticas. [Los judíos] han . . . usado los mitos para promocionar sus propias metas declaradas de ocupación e imperialismo. En consecuencia con sus ilusiones y leyendas, intentan deshacerse de Al-Aqsa [la mezquita cerca del Domo de la Roca] y establecer su así llamado “templo” — el crimen y la falsificación más grandes de la historia”.
Tayseer Tamini, el principal oficial religioso de la Autoridad Palestina, ha hecho varias acusaciones absurdas acerca de supuestos intentos judíos de destruir la mezquita Al-Aqsa y el Domo de la Roca. Varios años atrás, en respuesta a las excavaciones israelíes cerca del Monte del Templo, Tamini lanzó una ridícula acusación: “El propósito de las excavaciones es destruir la mezquita de Al-Aqsa. De hecho, sus cimientos han sido eliminados. Se inyectaron ácidos químicos a las rocas para que se disolvieran. El suelo y los pilares [fueron retirados], así que la mezquita está colgando en el aire. Hay un plan israelí para destruir la mezquita Al-Aqsa y construir el templo”.
Semejantes teorías de conspiración y razonamientos distorsionados son demasiado comunes en el mundo árabe. Entre declaraciones que niegan que los judíos estuvieron alguna vez en Jerusalén o que siquiera construyeron un templo allí, algunos funcionarios palestinos han afirmado que el templo en el Monte del Templo fue construido originalmente por los cananeos (que precedieron la presencia de los israelitas en este territorio), y otros han postulado una idea increíblemente novedosa: que el templo fue construido por el primer hombre, Adán, y alegan que este, por ser el primer musulmán, construyó una mezquita y no un templo.
Antiguos escritos musulmanes confirman la existencia del templo de Jerusalén
Cuando los musulmanes actuales tratan de negar la existencia de un templo judío y una presencia judía en Jerusalén, no solo están rescribiendo la historia: están negando declaraciones antiguas y muy claras que confirman estos hechos.
Por ejemplo, en 1924 el Consejo Supremo de Asuntos Islámicos, la agencia que gobernaba los asuntos musulmanes en Jerusalén y Palestina bajo el Mandato británico, publicó una guía turística en inglés acerca del Monte del Templo titulada A Brief Guide to al-Haram al-Sharif (Breve guía para visitar al-Haram al-Sharif), que era el nombre musulmán común usado en ese entonces. Esta guía, al igual que ediciones posteriores publicadas en la década de 1950, afirmaba simplemente:
“Este sitio es uno de los más antiguos del mundo. Su santidad data de los tiempos más remotos. Su identidad como el sitio del templo de Salomón está más allá de toda disputa. Además, este es el lugar sobre el cual, de acuerdo a la creencia universal, David construyó un altar al Señor y ofreció ofrendas encendidas y ofrendas de paz” (énfasis nuestro en todo este artículo).
Cuando los musulmanes actuales niegan la existencia de un templo judío en Jerusalén, están negando también su propio libro sagrado, el Corán, que en la sura 17:7 se refiere “al Templo [Jerusalén]” al cual Mahoma viajó milagrosamente en su travesía nocturna (El Sagrado Corán en Línea).
Algunos traductores y comentaristas musulmanes posteriores aseguran que el lugar al cual Mahoma supuestamente fue (Al Masjid al-Aqsa, que significa “el templo más lejano” o “la mezquita más lejana”) en realidad es la mezquita Al-Aqsa en Jerusalén, y no el templo. Pero este argumento presenta una dificultad no menor: ¡los árabes no conquistaron Jerusalén ni construyeron tal mezquita sino hasta casi un siglo más tarde, mucho después de que Mahoma muriera! ¡El único “templo en Jerusalén” al cual puede referirse el Corán es el templo judío en el Monte del Templo!
Algunos escritos musulmanes antiguos que datan de los siglos VII y VIII d. C., y una inscripción del año 1000 d. C. (aprox.) se refieren a la adoración de los musulmanes en el Domo de la Roca y en “Bayt al-Maqdis”, una transliteración árabe del término hebreo “Beit HaMikdash”, que literalmente significa “Casa del Santuario”, un nombre hebreo común que se le daba al templo en Jerusalén. Los escritos musulmanes se refieren a este y al Domo de la Roca como si fueran el mismo lugar.
Según estos ejemplos vemos que hasta tiempos recientes, los musulmanes reconocían sin ambages la existencia de un templo judío en el Monte del Templo. ¿Por qué cambió esto, entonces?
La controversia moderna sobre el Monte del Templo
Mientras que Israel estaba bajo el dominio musulmán y no existía un Estado de Israel con el cual competir por el control del Monte del Templo, no había problema. Los musulmanes simplemente mantenían a judíos y cristianos alejados del Monte del Templo, y eso era todo.
Pero la situación cambió hace setenta años con el establecimiento del Estado de Israel en 1948 y la sangrienta lucha en Jerusalén, en la cual las zonas judías de la ciudad fueron invadidas por tropas jordanas. Como resultado se destruyeron sinagogas judías, se confiscaron propiedades judías, y se profanaron tumbas judías. Partes de la ciudad se convirtieron en “tierra de nadie”, donde los desprevenidos podían ser víctimas de francotiradores.
Esta peligrosa situación continuó hasta 1967, cuando en la guerra de los Seis Días las tropas israelíes capturaron toda la ciudad y ahuyentaron a los jordanos. La recompensa fue el Monte del Templo, que quedó bajo el dominio de los judíos por primera vez desde que lo perdieran a manos de los romanos, en la batalla por el control de Jerusalén en
70 a. C., diecinueve siglos antes.
Sin embargo, para no inflamar aún más la furia musulmana contra el diminuto y todavía frágil Estado judío, lo que podía desembocar en otra guerra, el comandante israelí Moshe Dayan cedió el control del Monte del Templo a la Wapf, la autoridad religiosa musulmana de Jordania que gobernaba y administraba el Monte del Templo. Pero una de las condiciones claves de los israelíes fue que los creyentes de todas las religiones –musulmanes, cristianos y judíos – tuvieran ahora acceso al Monte del Templo. Esta precaria situación condujo a más de cincuenta años de tensión y derramamiento de sangre.
Una piedra pesada para todas las naciones
¿Por qué una gran parte del mundo musulmán reaccionó con tanta furia cuando el presidente estadounidense Donald Trump anunció hace varios meses que Estados Unidos pronto mudaría su embajada en Israel de Tel-Aviv a Jerusalén?
¿Por qué seis Estados árabes, en representación de la Autoridad Palestina, convencieron a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, según sus siglas en inglés) de que designara como musulmanas la Tumba de Raquel (esposa de Isaac y una de las matriarcas de Israel) cerca de Belén, y la Cueva de los Patriarcas en Hebrón (el sitio en que fueron sepultados los patriarcas y matriarcas hebreos Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, y Jacob y Lea, y que se encuentra bajo una gigantesca estructura de piedra construida por Herodes el Grande) en 2015?
¿Por qué esa misma resolución condenó las excavaciones israelíes en Jerusalén (particularmente cualquiera que se realizara cerca del Monte del Templo) mientras al mismo tiempo ignoró la verdadera destrucción de evidencia por parte de los musulmanes de una presencia judía en Jerusalén y de un templo en el Monte del Templo?
¿Por qué las cartas fundacionales de Hamás y de la Organización para la Liberación de Palestina, los grupos principales que gobiernan Cisjordania y Gaza, exigen la eliminación del Estado de Israel por la fuerza y la toma de toda su tierra por parte de los árabes?
¿Por qué niegan los líderes y representantes palestinos cualquier presencia judía o de un templo judío en el Monte del Templo, e incluso en Jerusalén, como se indicó anteriormente en este artículo?
Todas estas acciones se derivan de la perspectiva de eruditos y líderes islámicos que creen que el mundo está dividido en dos esferas: dar al-Islam, que significa “el dominio del islam”, y dar al-harb, que significa “el dominio de la guerra”. De acuerdo a este punto de vista del mundo, se considera una abominación que un territorio que alguna vez fuera dar al-Islam, o sea, parte del islam, vuelva a ser dar-al-harb, es decir, que otra vez caiga bajo el control de los no musulmanes, sean estos cristianos o judíos.
Esta es una de las razones claves de por qué los musulmanes están tan empecinados en que el territorio de Israel vuelva a estar bajo dominio musulmán. Tal vez algunos de nuestros lectores recuerden que la Organización para la Liberación de Palestina fue fundada en 1964, tres años antes de que Israel capturara Cisjordania, Gaza y Jerusalén en la guerra de los Seis Días en 1967. Por lo tanto, es evidente que la determinación musulmana de “liberar” el territorio israelí y devolverlo a los árabes para que lo controlen precede por mucho la posesión de esta tierra por parte de Israel.
Esto también explica por qué los líderes musulmanes se han jactado abiertamente y durante años de su meta por liberar la tierra de Israel “de mar a mar” — desde el mar Muerto al mar Mediterráneo, lo que obviamente significa que Israel no existirá en absoluto.
Si consideramos cuán arraigadas están estas hostilidades, no es extraño que Dios profetizara así acerca del tiempo del fin: “Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella” (Zacarías 12:3).
Jerusalén rodeada de ejércitos
Solo unos cuantos días antes de su muerte y resurrección, Jesús entregó una extraordinaria profecía a sus discípulos mientras contemplaban Jerusalén desde el monte de los Olivos. Además de predecir la destrucción del templo y su vasto complejo de patios, arcadas, edificios para almacenamiento y otras estructuras, él habló de horrendos sucesos y circunstancias en el tiempo del fin.
“Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado”. Y advirtió: “Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas” (Lucas 21:20-22). Enseguida describió muchos acontecimientos aterradores, incluyendo guerras devastadoras y catástrofes de variada índole que precederían su segunda venida.
Efectivamente, Jerusalén e Israel serán afectados por estos eventos. El odio, las mentiras y el engaño espiritual acumulados durante siglos llegarán a su culminación y desembocarán en muerte y destrucción como el mundo jamás habrá visto, al punto de que la humanidad se extinguirá si Dios no interviene directamente (Mateo 24:21-22).
Pero Jesús finalizó esta profecía con esperanza: “Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:27-28).
Una fuente inesperada rescata al mundo
El libro bíblico de Zacarías contiene una asombrosa profecía de lo que sucederá a continuación: “He aquí, el día del Eterno viene . . . Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén Después saldrá el Eterno y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente . . .” (Zacarías 14:1-4).
Siglos atrás los musulmanes se enteraron de esta profecía y de otra que la acompaña, la cual dice que “vendrá súbitamente a su templo el Señor” (Malaquías 3:1). Decididos a no permitir que esto ocurriera, bloquearon la puerta de entrada en la muralla de la ciudad por el lado que enfrenta el monte de los Olivos, y abrieron un enorme cementerio que se extendía por todo ese lado del muro. Como sabían que el Mesías también sería sacerdote, querían que fuera imposible para él entrar a la ciudad, porque el hecho de caminar a través de un cementerio lo volvería ritualmente impuro e indigno de practicar el sacerdocio.
Aparentemente lo subestimaron, porque Zacarías continúa y nos dice que “El Señor será rey sobre toda la tierra. En aquel día habrá un solo Señor y únicamente su nombre será adorado” (Zacarías 14:9, Nueva Traducción Viviente). Una vez que él haya sofocado toda rebelión y oposición (vv. 12-14), “todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, al Eterno de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos” (v. 16).
Miqueas 4:2-3 sigue explicando la forma en que Jerusalén cumplirá su destino como capital de un mundo transformado bajo el justo reinado del Rey de reyes, Jesucristo:
“Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra”.
Isaías 11:9 predice cómo esta ciudad atribulada, cuyo nombre denota paz, finalmente experimentará la paz que tanto ha ansiado: “No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar”.
En un mundo que finalmente llegará a conocer al verdadero Dios, a entender su camino de vida y a experimentar las bendiciones que este produce, la paz por fin se convertirá en la norma. ¡Las bendiciones alcanzarán a todo el mundo! (Para aprender más sobre este tema, solicite o descargue de nuestro sitio web nuestros folletos gratuitos El Evangelio del Reino de Dios y ¿Estamos viviendo en los últimos días?).
“Pedid por la paz de Jerusalén”
¿Le gustaría ser parte de este increíble futuro? ¿Le gustaría disfrutar esa magnífica era más allá del presente? ¡Usted puede hacerlo! Dios lo está llamando ahora para que someta su vida a él por medio de lo que la Biblia llama arrepentimiento. Esto significa darle la espalda a su propia manera de hacer las cosas y volverse a Dios y su camino. Significa poner primero su reino y su justicia en su vida (Mateo 6:33).
¡Puede comenzar hoy mismo, con lo que está aprendiendo en las páginas de Las Buenas Noticias!
El rey David de Israel nos dice en Salmos 122:6 “Pedid por la paz de Jerusalén”. Cada vez que he visitado Jerusalén, me he tomado a pecho estas palabras de David. He caminado entre las multitudes hasta llegar al Muro de los Lamentos, me he detenido ante esa pared que ha presenciado tantos años y lágrimas de esperanza y congoja, he inclinado mi cabeza y le he pedido a Dios que envíe pronto su reino para que su amada ciudad pueda disfrutar por fin de la paz duradera que nunca ha experimentado.
Recuerde las palabras de David: “Pedid por la paz de Jerusalén”. ¡Ojalá todos oremos por la paz de Jerusalén que vendrá junto con el Reino de Dios, y para que llegue pronto!BN