El Día D y la intervención divina
Han transcurrido 75 años desde el Día D (6 de junio de 1944), cuando las fuerzas aliadas de la Segunda Guerra Mundial iniciaron la mayor invasión de la historia con casi 7000 barcos de todo tipo y más de 11 000 aeronaves que cruzaron el canal de la Mancha y desembarcaron más de 150 000 tropas (y aún más durante los días que siguieron) en la costa de Normandía para liberar a Francia y el resto de Europa de la tiranía nazi.
El líder alemán Adolfo Hitler había preparado una vasta red defensiva de artillería, emplazamiento de armas, minas y otros obstáculos mortales que se extendían desde la costa occidental de Francia hasta Noruega. Este “Muro del Atlántico” debía ser penetrado para que los Aliados pudiesen avanzar y derrocar al régimen malvado y genocida que, junto a sus socios de las Potencias del Eje, estaba determinado a continuar la matanza de muchos millones mientras intentaba conquistar al mundo.
El famoso corresponsal de guerra Ernie Pyle, quien llegó a Normandía el día después del Día D, dijo que los Aliados habían logrado la victoria “con todas las ventajas en el lado del enemigo y todas las desventajas en el nuestro”. No obstante, como él escribió, el total de víctimas aliadas “fue notablemente bajo — solo una fracción, de hecho, del número que los comandantes se habían preparado para aceptar”. Pyle concluyó: “Ahora que todo ha concluido, me parece un puro milagro que siquiera hayamos logrado tomar la costa”.
¿Cuál fue el milagro del Día D, y por qué habría intervenido Dios?
El clima y otras sorpresas — ¿coincidencias u obra de Dios?
El general Dwight Eisenhower, comandante supremo aliado (y luego presidente de los Estados Unidos), dijo en 1952 durante el aniversario del inicio de la operación: “En este día, ocho años atrás, tomé la decisión más agonizante de mi vida. Si no hubiese habido nada en mi vida que comprobase la existencia de un Dios todopoderoso y misericordioso, los sucesos de las siguientes veinticuatro horas lo hubieren logrado . . . Al día siguiente mejoró increíblemente el terrible clima y ello permitió que se llevara a cabo la gran invasión, con pérdidas muy inferiores a las anticipadas”.
Los Aliados habían tratado de prepararse para cualquier eventualidad, pero no tenían control sobre el clima, algo crucial. Esperaban que este fuese bueno para poder cruzar los 170 km de mar hacia Europa, igual como había ocurrido milagrosamente con la evacuación masiva de Europa en Dunkirk a comienzos de la guerra. Lo que no se imaginaban era que el mal tiempo (el más tormentoso en veinte años) los ayudaría a alcanzar una victoria que nadie esperaba.
El Día D había sido originalmente programado para el 5 de junio y solo podía posponerse a corto plazo, al 6 o al 7, mientras que había marea baja y la luna llena y los cielos despejados podían facilitar la visibilidad, especialmente para extraer o evitar las minas en medio de las olas. De otra manera iban a tener que posponer el ataque hasta mucho después.
Con el espantoso clima que azotó la zona el 5 de junio parecía ser que la operación no se llevaría a cabo, pero los meteorólogos informaron que el mal tiempo estaba a punto de mejorar temporalmente para permitir el cruce marítimo de 17 horas de duración, a pesar de que aún no había señales de que se calmaría. Eisenhower tomó la agonizante decisión de ordenar la partida de los barcos el 5 (para llegar el día siguiente) debido a los intensos vientos. Resultó que el clima solo mejoró ligeramente el 6, pero lo suficiente para que la invasión fuese exitosa a pesar de las pérdidas causadas por el mal tiempo.
Lo que realmente ayudó a alcanzar la victoria ese día fue que los alemanes no creían que los Aliados cruzarían el canal de la Mancha con un clima tan adverso, y estaban completamente desprevenidos. Habían estado pendientes de los días de marea baja y luna llena en mayo, pero ahora ya no sentían que era necesario. La mitad de los comandantes de la división alemana y un cuarto de los comandantes del regimiento se habían ido a practicar maniobras de guerra en Bretaña [Francia]. El mariscal de campo Erwin Rommel, a cargo de las defensas de Normandía, decidió viajar 800 km hasta Alemania para celebrar el cumpleaños de su esposa. Regresó apenas se enteró de la invasión, pero le tomó todo el día y para ese entonces ya era demasiado tarde.
Además, Adolfo Hitler y otros líderes bajo su mando estaban convencidos de que, de acuerdo a las tácticas de los Aliados y a sus propias teorías, la invasión ocurriría más al este. Y cuando esta ocurrió, supusieron que no era más que una distracción porque la verdadera invasión ocurriría supuestamente en otro lugar, ¡una creencia a la que Hitler extrañamente se aferró hasta agosto!
Mientras tanto, la mayoría de los aviones de la Luftwaffe (fuerza aérea alemana) apostados en Normandía habían sido reubicados en Alemania para defenderse de los crecientes bombardeos de los Aliados. Debido a esto y al mal tiempo, los aviones alemanes no estaban patrullando el canal de la Mancha. Aún más, esta fue la única noche en que los submarinos alemanes U-Boot no lo patrullaron. Por consiguiente, los Aliados prácticamente no encontraron ninguna fuerza enemiga en el camino.
Confusión entre los defensores alemanes
Un paso clave al inicio de la invasión era que los paracaidistas se transportaran en planeadores a 160 km/h y sin luces de guía para aterrizar secretamente cerca de dos puentes cruciales que estaban siendo vigilados; debían asegurarlos para defenderlos de los alemanes e impedir que estos los destruyeran con el objeto de que los Aliados no pudiesen cruzarlos. El tiempo ayudó también en este aspecto, permitiendo que los planeadores se escondieran en las nubes bajas mientras se valían de cronómetros para descender hasta los 60 metros de altura, cuando los pilotos podían volver a tener visibilidad.
Los primeros paracaidistas que aterrizaron quedaron pasmados. El comandante John Howard, líder del pelotón británico, dijo posteriormente: “Cuando salimos de nuestro asombro, nos dimos cuenta de que no había disparos. No había enemigos disparando. Todo parecía tan difícil de creer”. Los 22 paracaidistas avanzaron sobre el puente, los guardias aterrados se escondieron en los arbustos, y la fortaleza fue tomada en diez minutos. Pero llegaron dos tanques alemanes, y cuatro más venían en camino. Los paracaidistas tenían una sola arma antitanque, y en el primer intento dieron en el blanco al medio de uno de los tanques, detonando toda la munición en su interior; el tanque en llamas ahora bloqueaba el avance alemán, permitiendo que los paracaidistas perdidos se reorientaran.
Los alemanes no pudieron contraatacar ahí ni al frente, en un área más amplia. Ahora tenían solamente dos divisiones blindadas cerca de los desembarcos en Normandía. Temprano en la mañana, el mariscal de campo alemán Gerd von Rundstedt ordenó que estos avanzaran, pues no creía que una invasión de tan gran escala podía ser un engaño. Pero tenía que recibir aprobación, ya que estas fuerzas estaban bajo el alto comando alemán. Sin embargo, la aprobación no llegó porque Hitler tenía que dar la orden y aún estaba durmiendo — y no se despertó hasta el mediodía. La aprobación del Führer no llegó hasta las 4 de la tarde, y para esa hora el clima se había despejado y las aeronaves aliadas controlaban los cielos de Normandía, destruyendo toda cosa que se movía en el suelo. (Mucho más se podría decir de las terribles torpezas de Hitler, que según muchos especulan fueron causadas porque su cerebro estaba siendo afectado por alguna enfermedad o por drogas e interacciones químicas).
Muchas cosas extraordinarias ocurrieron en el Día D. La playa Utah, donde se realizó el desembarco, en realidad había sido el lugar incorrecto, pero fue ventajoso para las fuerzas aliadas porque la playa en este lugar tenía menos defensas. Desde luego, en otros lugares hubo combates mucho peores. Con todo, la toma de las playas de Normandía fue horrorosa y terminó con miles de muertos y heridos. No obstante, se había estimado que la cifra de víctimas sería mucho mayor, y la victoria permitió la subsecuente liberación de Europa en el transcurso del año siguiente.
La realidad es que el clima, que amenazaba con frustrar la causa de las fuerzas aliadas, las ayudó inmensamente, y el liderazgo nazi se desconcertó por completo. Eisenhower y muchos otros vieron esto como una ayuda evidente del Dios Todopoderoso. De hecho, los periódicos de ese tiempo declararon que los eventos del Día D, Dunkirk, El Alamein, la batalla de Inglaterra, y varias otras batallas, habían sido milagrosos, particularmente tras las súplicas generalizadas a Dios por la liberación.
Líderes estadounidenses y británicos acuden a Dios
El general Eisenhower les dijo a las tropas que embarcaban con destino a Normandía: “Los ojos del mundo los contemplan. Las esperanzas y oraciones de gente de todas partes que ama la libertad marchan con ustedes . . . ¡La marea ha cambiado! ¡Los hombres libres del mundo marchan juntos a la Victoria! Y tengo plena confianza en su valentía, devoción por el deber y habilidad en la batalla. ¡No aceptaremos nada menos que la Victoria total! ¡Buena suerte! E imploremos todos las bendiciones de Dios Todopoderoso sobre esta gran y noble misión”.
El mariscal de campo Bernard Montgomery les había dicho a las tropas: “Oremos para que el Eterno, poderoso en la batalla, nos dé la victoria”.
A medida que las fuerzas se acercaban a Normandía, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt transmitió por radio el siguiente llamado: “En esta emotiva hora les pido que nos unamos en oración”.
Él oró públicamente:
“Dios Todopoderoso: Nuestros hijos, el orgullo de nuestra nación, se han propuesto una gran meta, la de luchar para preservar nuestra República, nuestra religión y civilización, y liberar a la humanidad que sufre . . . Necesitarán tus bendiciones. Su camino será largo y arduo . . .”
“Luchan no por la codicia de la conquista. Luchan para acabar con ella. Luchan para liberar . . . Añoran el fin de la batalla, el regreso al refugio de su hogar. Algunos nunca regresarán. Acógelos, Padre, y recíbelos, a tus siervos heroicos, en tu reino.
“Y a nosotros en casa . . . ayúdanos, Dios Todopoderoso, a rededicarnos a ti con una fe renovada en esta hora de gran sacrificio.
“Mucha gente ha suplicado que le pida a la nación que nos unamos en un día especial de oración. Pero debido a que el camino es largo y el deseo es grande, le pido a nuestra gente que se dedique a orar continuamente. Al levantarnos cada día, y nuevamente cuando este termina, que nuestros labios tengan palabras de oración, invocando que nos ayudes con nuestros esfuerzos . . .
“Y, oh Eterno, danos fe. Danos fe en ti; fe en nuestros hijos; fe los unos en los otros; fe en nuestra cruzada unida . . . Con tu bendición, prevaleceremos sobre las fuerzas impías de nuestro enemigo. Ayúdanos a conquistar a los apóstoles de la codicia y las arrogancias raciales. Guíanos hacia la salvación de nuestra nación, y junto a nuestras naciones hermanas hacia un mundo unificado que proclamará una paz segura, una paz invulnerable frente a las confabulaciones de hombres indignos, y una paz que le permitirá al hombre vivir en libertad, cosechando las recompensas justas de su trabajo honesto.
“Que se haga tu voluntad, Dios Todopoderoso. Amén”.
A medida que se difundieron las noticias de la invasión, se organizaron rápidamente vigilias de oraciones a lo largo del país. Muchos negocios cerraron para orar.
“Esta fue obra del Eterno, y es maravillosa en nuestros ojos”
El rey británico Jorge VI dijo en un discurso radial transmitido a nivel mundial en el Día D: “Cuatro años atrás nuestra nación e imperio estaban solos frente a un enemigo abrumador, con nuestras espaldas a la pared. Probados como nunca antes en nuestra historia, sobrevivimos esa prueba con la providencia de Dios . . .
“Una vez más debemos enfrentar una prueba suprema. Esta vez el desafío no es luchar para sobrevivir, sino luchar para ganar la victoria final por la buena causa . . . Y para que podamos enfrentarnos dignamente a este nuevo llamado del destino, deseo solemnemente llamar a mi pueblo a la oración y la dedicación.
“No somos ajenos a nuestras propias faltas, pasadas y presentes. Debemos pedir, no que Dios haga nuestra voluntad, sino que nos permita hacer la suya; y nos atrevemos a creer que Dios ha utilizado nuestra nación e imperio como instrumento para cumplir su gran propósito.
“Espero que a lo largo de la crisis actual de la liberación de Europa se eleven oraciones sinceras, continuas y generalizadas . . .
“Si desde todo lugar de adoración, desde el hogar y la fábrica, de hombres y mujeres de todas las edades y muchas razas y ocupaciones, se alcen nuestras intercesiones, entonces, por favor, Dios, que tanto ahora como en el futuro, no remoto, se cumplan las predicciones de un antiguo salmo: ‘El Eterno dará poder a su pueblo; el Eterno bendecirá a su pueblo con paz’” [Salmos 29:11].
¿Contestó Dios esta gran campaña de oración? Muchos están convencidos justificadamente de que así fue.
Después de que los Aliados marcharan triunfalmente a través de Francia en 1944, el general Montgomery se sintió obligado a decir: “Una cadena histórica de eventos como esta difícilmente pudo haber ocurrido en tan poco tiempo . . . Digámonos los unos a los otros: ‘Esta fue obra del Eterno, y es maravillosa en nuestros ojos’”.
Un Dios que interviene y contesta la oración nacional
La Biblia revela que Dios se preocupa de lo que ocurre en los asuntos de las naciones e interviene llevando a cabo su plan general: “Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos” (Daniel 2:20-21) –y a veces castiga a las naciones y gobernadores pecadores (compare con Génesis 15:16; Isaías 10:12)– y también protege a su pueblo servidor de la aniquilación.
Él escogió al pueblo de Israel para cumplir un destino muy especial. Al profetizar sobre los israelitas en los últimos tiempos, Dios promete que los descendientes de José, a través de sus hijos Efraín y Manasés, serán las naciones más bendecidas de la Tierra y que las fortalecerá en contra de sus enemigos (Génesis 49:22-24), declarando que sus descendientes acornearán “a los pueblos juntos hasta los fines de la tierra” (Deuteronomio 33:17). Además, dice que los israelitas serían “como el león . . . Tu mano se alzará sobre tus enemigos, y todos tus adversarios serán destruidos” (Miqueas 5:8-9).
Otros versículos muestran que Dios también disciplinaría a los israelitas a través de derrotas frente a sus enemigos. Pero prometió que, si su pueblo se humillaba en oración, los perdonaría y sanaría su tierra (2 Crónicas 7:14).
Todo esto juega un gran rol en lo sucedido en el Día D y en las varias otras instancias de intervención divina durante la Segunda Guerra Mundial y otros conflictos. Porque, a pesar de lo increíble que parezca, las profecías en cuanto al Israel de los últimos días han sido cumplidas principalmente a través de los Estados Unidos y Gran Bretaña y otras naciones de descendencia británica. De hecho, ¡estas naciones están formadas en gran parte por descendientes de José! (Asegúrese de leer nuestra guía de estudio gratuita Los Estados Unidos y Gran Bretaña en la profecía Bíblica para la prueba de esta identidad y herencia).
A pesar de que la mayoría desconoce esta verdad, muchos a través de los últimos siglos han sentido que las promesas a Israel están vinculadas de alguna manera con estas grandes naciones que creen en la Biblia.
Líderes que reconocieron la mano de Dios en acción
Observe lo que Winston Churchill, primer ministro británico en la época del Día D, dijo en sus memorias de la Primera Guerra Mundial en cuanto a un encuentro con las Escrituras justo después de que se hizo cargo de la Marina Real:
“Esa noche, cuando me fui a acostar, vi una gran Biblia sobre una mesa en mi habitación. Pensé en el peligro de Gran Bretaña, amante de la paz, irreflexiva, mal preparada . . . Y pensé en la poderosa Alemania . . . ola tras ola de valiente virilidad . . . y en las repentinas y exitosas guerras por medio de las cuales había adquirido su poder. Abrí el Libro al azar, y en el capítulo 9 de Deuteronomio leí:
“Oye, Israel: tú vas hoy a . . . desposeer a naciones más numerosas y más poderosas que tú . . . un pueblo grande y alto . . . de los cuales tienes tú conocimiento, y has oído decir: ¿Quién se sostendrá delante de los hijos de Anac?
“Entiende, pues, hoy, que es el Eterno tu Dios el que pasa delante de ti como fuego consumidor . . . No pienses en tu corazón . . . No por tu justicia, ni por la rectitud de tu corazón entras a poseer la tierra de ellos, sino por la impiedad de estas naciones el Eterno tu Dios las arroja de delante de ti, y para confirmar la palabra que el Eterno juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob”.
“Parecía ser un mensaje lleno de seguridad” (The World Crisis [La crisis mundial], edición Mentor, 1968, pp. 58-59). Y de hecho, así fue.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1942, el mismo Churchill, ahora primer ministro, dio un mensaje que decía: “Yo a veces tengo una sensación de intervención. Quiero recalcar esto. A veces tengo la impresión de que alguna Mano Guiadora ha intervenido. Tengo la sensación de que tenemos un Guardián porque tenemos una gran causa, y tendremos un Guardián mientras continuemos sirviendo fielmente a esa causa”.
Al concluir victoriosamente la guerra, Churchill instó a la Cámara de los Comunes a “darle gracias de forma humilde y reverente a Dios Todopoderoso por nuestra salvación”.
Harry Truman, presidente estadounidense a fines de la Segunda Guerra Mundial, declaró más tarde, en 1951: “Yo no creo que alguien pueda estudiar la historia de esta nación sin convencerse de que la Divina Providencia ha jugado un gran rol en ella. Tengo la sensación de que Dios nos ha creado y traído a nuestra posición actual de poder y fortaleza por algún gran propósito. No se nos ha revelado completamente cuál es ese propósito”.
¿Continuaremos acudiendo a Dios?
Y si bien estos hombres no alcanzaron a comprender el gran propósito de lo que Dios estaba llevando a cabo, tanto ellos como otros en esa época se dieron cuenta de quién los había salvado y ayudado a seguir adelante. ¿Nos damos cuenta de esto nosotros?
A pesar de que imaginarse esto es desgarrador, en el futuro cercano se desencadenará en el mundo un período de conflictos sin precedentes, mucho peor que la Segunda Guerra Mundial. Los Estados Unidos y Gran Bretaña fracasarán en sus intentos por derrocar la tiranía que agobiará al mundo. Al haberse distanciado de Dios, experimentarán una derrota y destrucción devastadoras.
Felizmente, por fin vendrá una gran salvación proveniente del mismo Dios. El Padre enviará a Jesucristo para que regrese a la Tierra con increíble poder. Descendiendo con los ejércitos de los cielos, Jesús desatará una guerra divina y aplastará a los ejércitos que se le opongan. Aplastará la tiranía de los hombres impíos y a Satanás, quien estará detrás de todo, y se hará cargo del gobierno del mundo entero, trayendo el fin de las guerras y guiando a la humanidad al camino de la paz.
Al recordar el Día D, agradezcamos la gran intervención de Dios en ese y en otros tiempos humillándonos en oración, y sigamos confiando en él ahora y en la salvación futura que finalmente traerá. BN